domingo, 25 de mayo de 2014

Guillermo 'El Chiquito' Franco, el último 'sabueso' de la crónica roja

Guillermo Franco Fonseca, uno de los reporteros avezados de la crónica roja en Colombia. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Yo no le tengo miedo a la muerte porque he convivido mucho tiempo con ella.

Eran los tiempos del teléfono de disco, la máquina de escribir y la gabardina Corayco, cuando el reportero judicial esclarecía primero los crímenes que la misma policía. Y él era uno de ellos, porque siempre llegaba primero. ¡¿Cómo?! Él sólo lo sabe. Es que era uno de los mejores dateados. Y no había internet, ni smartphones, ni tabletas de alta gama, ni nada que se le parezca: pura intuición, auricular y, lo más importante, olfato de sabueso.

Llegó a tener en su casa un museo necrológico que exhibía partes de accidentes aéreos y de tránsito; prendas y accesorios de muertos famosos y de capos del narcotráfico; algunos billetes que quedaron rezagados entre las ruinas del Palacio de Justicia, como también objetos de la tragedia de Armero; esto agregado a su periplo notarial de los suicidios en cadena que en una época sacudieron el Salto del Tequendama.
     
Memoria viva de la crónica roja en Colombia, con más de cuarenta años de experiencia en el oficio, Guillermo Franco Fonseca, conocido en sus labores de reportería judicial como ‘El Chiquito’ Franco, nacido hace 74 años en el barrio San Agustín (carrera 9º con calle 6ª) de Bogotá, hace reminiscencias de las épocas más cruentas del prontuario criminal en Colombia, desde su trinchera en la prensa hablada y escrita.

Franco Fonseca inició su carrera periodística en La República, de ahí paso a El Tiempo, la revista Vea, y en dos oportunidades fue uno de los reporteros judiciales más avezados en la próspera época del desaparecido diario El Espacio, labor que continuó en Caracol Radio, durante varios años, a órdenes de Yamid Amat.
    
La Pluma & La Herida lo entrevistó.

¿A qué te dedicas hoy en día, Guillermo?

“Hace quince años que estoy dedicado al merecido descanso, o jubileo, que llaman, pero estoy en activo al frente de una tienda de artesanías, La Cueva Artesanal, que tengo con mi esposa”.

¿Cuántos años en el quehacer periodístico?

“Más de cuarenta años, los últimos ocho, en Caracol. Yo comencé en La República, luego pasé a El Tiempo, después estuve en El Espacio -dos oportunidades-, Cromos, Vea, As Deportes; trabajé en Venezuela en el diario La Nación, y en Cúcuta, con Radio Guaimaral”.

Pero lo tuyo definitivamente fue la crónica roja, ¿verdad?

“Fue el 90 por ciento de mi quehacer en la prensa hablada y escrita”.

¿Reportero empírico?

“Totalmente”.

¿Qué hiciste antes de ejercer este oficio?

“Hice pinitos en zapatería, porque mi papá era zapatero remendón y mi mamá guarnecedora. Luego me empleé como mensajero en una droguería; estudié tipografía y de ahí me convertí en 'datero’ de El Tiempo”.

¿Cómo era el cuento de ‘datero’?

“Como su nombre lo indica, era recopilar y entregar los datos de una noticia o de un evento para que en la sala de redacción lo procesaran. Me pagaban con un vale semanal porque estaba fuera de nómina”.

¿Quién te abrió las puertas en El Tiempo?

“Humberto Jaimes, que era redactor del noticiero ‘Mirón Informa’, de la Voz de la Víctor, en los tiempo de ‘El Ciego de Oro’. Él me llevó a El Tiempo y ahí comencé mi carrera. Ahí permanecí seis meses en deportes y luego ingresé a la sección judicial con Enrique ‘El Flaco’ Arenas, Fernando Garrido y el gran cronista Felipe González Toledo quien, dicho sea de paso, siguió en detalle los espeluznantes crímenes de Nepomuceno Matallana,  cuya historia siniestra la televisión adaptó para la serie de ‘Doctor Mata’”. 
   
¿Cuál fue tu primera fuente?

“Los juzgados, que en ese entonces quedaban en la carrera 11º con calle 12º, edificio Maizena. Ahí llegaba yo a las ocho de la mañana a recorrer los pasillos de instrucción criminal y a medio día ya estaba en El Tiempo, en la sede de la 7ª con Jiménez, haciendo el curso de ‘chuzógrafo’ profesional”.

¿En qué máquina escribías?

“Tuve varias, las de más trajín: una Royal Wunderblock y una Remington”.

¿En esa época ya usabas tus gabardinas de detective?

“Sí, claro, siempre me gustaron. Esa prenda y la corbata eran imprescindibles en mi vida cotidiana. Me las ponía hasta los domingos”.

Franco Fonseca con Jorge Antonio Vega, una de las grandes voces de la radio. Foto: La Pluma & La Herida
¿Te acuerdas de tu primer muerto?

“Sí, sucedió en la calle 6ª con carrera Caracas, donde quedaba la fábrica de licores de Cundinamarca. Fue un paletero que llevaba dentro del carro de paletas a un niño muerto. Se suponía que había abusado de él y escondió ahí el cadáver. Esa fue noticia de primera página”.

¿Llevabas el itinerario y las cuentas de tus muertos?

“Sí, claro. Yo pude haber cubierto más de 500 muertos, incluidos los de una tragedia en la carrera 7ª, entre calles 12º y 13º, un almacén como el Tía, cuando un 16 de diciembre se incendió el local y fallecieron 92 personas. Ha sido uno de los incendios más pavorosos que ha habido en Bogotá”.

¿Y te peleabas los muertos con los otros ‘sabuesos’?

“Éramos ‘aves de rapiña’ y me tenían bronca porque siempre llegaba primero”.

¿Quiénes te tenían envidia?

“Todos, pero no me lo demostraban”.

¿Germán Acero, por ejemplo?

“Bueno, Germán Acero es más reciente. Pero de mi época te estoy hablando de Luis de Castro, Guillermo García, ‘El Ciego’ Gómez (a quien mataron en la masacre de ‘El Pozzetto’) y Hernando Acevedo”.

¿Cubriste el Salto del Tequendama?

“Fue uno de mis principales escenarios: había una viejita que tenía una venta de comestibles a la entrada, cerca a la piedra de los suicidas, y ella era la que me dateaba cuando se arrojaba una pareja, un suicida, y por eso yo siempre llegaba primero”.

¿De cuántos suicidas te acuerdas en el oficio?

“De más de cuarenta”.

¿El más impresionante?

“No tanto como impresionante sino como novelesco: El de un sargento del Ejército que llegó con su amante y dejó sobre la piedra del suicidio sus prendas y documentos para lanzarse al vacío. Eso fue un simulacro, porque al año y medio se supo que esta pareja estaba viviendo en el Quindío. Lo que sucedió fue que el hombre hizo ese teatro porque era casado y quería hacer vida clandestina con su concubina”.

¿Todavía conservas los calzoncillos DVD con los que saliste ante cámaras durante la toma de la Embajada de República Dominicana?

“Los guardé mucho tiempo, pero al final se refundieron en un trasteo”.

Te lo pregunto porque tú tenías un museo necrológico y del crimen. ¿Aún lo conservas?

“Sí, lo tuve, pero hoy en día quedan poquitas piezas porque todo se va acabando. Conservo algunos billetes de la toma del Palacio de Justicia en 1986; del atentado del avión de Avianca, en 1989, en Soacha; algunas latas de accidentes aéreos y de tránsito, y unas muestras de dinamita de atentados de la época cruenta de Bogotá, a órdenes de los capos de la mafia: Pablo Escobar Gaviria y Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El Mexicano’”.

¿En dónde te encontrabas cuando estalló la pavorosa bomba del antiguo DAS, en 1989?

“En el noticiero de Caracol, cuando la emisora quedaba en la 19ª con 8ª. Eran las siete de la mañana y estábamos en plena emisión. Yo salí como volador con José María Bolaños, más conocido como el ‘Negro’ Bolaños, y fuimos los primeros en llegar. Ese día yo me sentí con más sangre que los mismos heridos. Fueron escenas dantescas, desgarradoras; creo que fue una de las tragedias más violentas que yo haya podido presenciar”.

¿Qué memoria haces de otros bandidos de leyenda?

“De Hugo Barragán, Richard Nock, y uno de los más temibles, Efraín González, alias ‘Juanito’, cuando cubrí el tiroteo que desató su fuga en la carrera 14ª con calle 17ª sur. Esa plomacera duró desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche”.

¿A ‘El Ganso’ Ariza lo conociste?

“Sí, claro, Humberto ‘El Ganso’ Ariza, a quien mataron en la Caracas con 3ª sur, arriba de Santa Isabel”.

¿De cuántos tiroteos te libraste?

“Cuando uno está para morirse, le toca, pero yo afortunadamente nunca tuve un percance qué lamentar”.

¿Cómo recuerdas esas animadas y no menos fúnebres bebetas de ‘sabuesos’ en ‘La última lágrima’ del anfiteatro (6ª con 13ª)?

“Eso es para narrar en un libro porque hay miles de anécdotas. Los mejores compinches eran los ‘chulos’, como llamábamos a la gente cercana a las funerarias: eran nuestros mejores y más fieles dateros”.

Dicen que no te faltaba a las cinco de la mañana un tinto cerrero, un trago doble de aguardiente y un Pielroja. ¿Eso es cierto?

“Bueno, lo del Pielroja te lo debo porque nunca he fumado. Tinto, tampoco, pero el aguardiente sí era sagrado: era más seguro que el amanecer”.

¿Hasta cuándo bebiste?

“Dejé la copa hace quince años. Hoy me tomo una, dos cervezas máximo, en un asado o para un caso especial”.

¿Tu época en El Espacio?

“Sensacional. Ahí no sólo cubrí muertos sino deportes. En ese periplo alcancé a cubrir dos vueltas a Colombia. Recuerdo que una vez nos volcamos y nos salvamos de milagro, en una etapa entre Envigado y Medellín”.

¿Te hacen falta los muertos?

“Imagínate, toda la vida amaneciendo con muertos y acostándome con muertos. Cómo no, hacen falta, se extrañan. Porque la reportería judicial en Colombia hace tiempo se acabó. Hoy en día hay un puñado de muchachos que tratan de ejercer la crónica policíaca, respaldados por las herramientas tecnológicas: internet, celulares, etc. Cuando en nuestra época nos tocaba llamar en el teléfono público de la esquina y hacer reportería en un bus, o a pie, porque no había carro”.

¿Le temas a la muerte, Guillermo?

“Yo no le tengo miedo a la muerte porque he convivido mucho tiempo con ella”.

¿Has derramado lágrimas en tu oficio?

“Yo he sido duro del corazón, pero la tragedia de Armero, que cubrí para Caracol, me conmovió profundamente”.

¿Tuviste romances con viudas desconsoladas?

“No, en ese aspecto he sido muy frío. Yo iba a lo que iba y listo”.

¿Cómo recuerdas a Yamid Amat?

“Como un cascarrabias brillante”.

¿Sigues siendo caracolero (de Caracol radio)?

“Toda la vida. Yo vivo muy agradecido con Caracol: fue mi casa, mi escuela, parte de mi vida”.

¿Cuánto hace que no ves un muerto?

“Hace tiempo, y a veces me dan ganas de hacer el cubrimiento de algo que ya no me corresponde, un plan de curioso, de metido”.

¿Eres un hombre creyente?

“Más que creyente, respetuoso”.

Por ejemplo, ¿crees en otra vida?

“No, para mí el que se fue, se fue. No hay vuelta de hoja”.

¿Te has imaginado tu velorio?

“Quiero que me despidan sin lágrimas y sin esa tertulia hipócrita e incómoda de los adioses”.

¿De qué te dueles hoy en día?

“Tengo los achaques de la ‘segunda edad', y si he tenido algunos problemas de salud, he logrado superarlos”.

¿Todavía te dicen ‘Chiquito’?

“A mí me decían en Caracol ‘El detective’, pero mucho antes, en mis tiempos de El Espacio, época de oro, me llamaban ‘El Chiquito’”.

¿Has pensado tu epitafio?


“Sí: ‘Aquí yace quien tanto convivió con los respetabilísimos muertos’”.
Share this post
  • Share to Facebook
  • Share to Twitter
  • Share to Google+
  • Share to Stumble Upon
  • Share to Evernote
  • Share to Blogger
  • Share to Email
  • Share to Yahoo Messenger
  • More...

0 comentarios

 
© La Pluma & La Herida

Released under Creative Commons 3.0 CC BY-NC 3.0
Posts RSSComments RSS
Back to top