Nadie como el maestro Noel Petro para prender la rumba de todos los diciembres. Foto: la Pluma & La Herida |
Ricardo Rondón Ch.
Apoltronado en la sala de su cómodo apartamento del sector de Galerías, en Bogotá, Noel Petro abre sorprendido los ojos y se
le erizan las pestañas cuando en el break
del boletín de noticias de A vivir que
son dos días, de Caracol Radio, oye
un boletín escalofriante que habla del desmantelamiento de un matadero de
burros en el municipio de Bocas de Girón,
en el departamento de Santander.
Según la noticia, 115 asnos viejos y desvalidos, iban a ser sacrificados para
vender, como carne de molienda, sus enjutas y desabridas presas.
-¡Miegda!, cipote burricidio que hubiera sido. Hay que darles unas
medallas a esos socorristas que les salvaron la vida a mis indefensos
congéneres-, exclama con sarcasmo el eterno Burro
decembrino que lleva todos los años del mundo azuzando la farra tropical y
vallenata con sus melodías y su requinto.
Noel Esteban Petro
Henríquez, el popular ‘Burro Mocho’, o el ‘Torero-Cantor’,
como aparecía en los antiquísimos carteles de pegar con engrudo y cola, cuando
llenaba plazas y escenarios a granel con su requinto y sus trastos toricidas, se
muestra vigoroso y lúcido a la orilla de sus 80 años, que el genial folclorista completará el 19 de marzo de 2016, fiesta de guardar
en memoria de San José Carpintero.
Esa envidiable vitalidad del
cantautor cereteño da cuenta de una chiquilla de apenas diez años, Noelia Lucía, la menor de su parvada, de
los ocho hijos reconocidos que dice tener, dos varones y seis mujeres, dos de
ellos músicos, integrantes de su agrupación musical, Noel (26
años, guitarrista) y José Noel (23 años, bajista).
-Noel Petro, ¿de los Petro del alcalde
bogotano?-, le pregunto sin pretender lastimarlo, sino para devolverle el lance
por Verónica que le hizo a la primicia de los burros que fueron rescatados.
-Parece que hay un remoto parentesco, porque ese apellido
es cordobés. Pero guardo distancias con el alcalde bogotano porque con el veto
de la plaza (la Santamaría), dejó sin trabajo al gremio taurino y a muchas familias
que dependían de la fiesta.
-Usted suena todo el año, pero más en
esta época decembrina. ¿Cómo recuerda Noel Petro las navidades de infancia?
-Desafortunadamente no fueron las
mejores. Mis padres eran separados. Mi vieja, Catalina Henríquez,
pasaba angustias económicas. Yo tenía la costumbre, como todos los pelados, de
escribirle la carta al Niño Dios. Le pedía triciclos, patines o
esas pistolas que venían con tiritas de pólvora y que toteaban cuando uno las
disparaba, pero al siguiente día, cuando despertaba, no había nada. Y mi mamá
se agarraba a llorar con el pobre Burro.
-¿Y en el pueblo, en Cereté, cómo se
celebraban las fiestas?
-¡Ah!, la costumbre, como en casi
todos los pueblos de la Costa, las casas eran de puertas abiertas. Se
compartían las viandas, el sancocho de gallina, los tamales de masa y arroz, la
natilla, los buñuelos, los dulces, la copita de vino, los abrazos. La gente era
muy unida. Todo eso se ha perdido por la maldad humana, por la inseguridad, por
la desconfianza. Ni se diga en las grandes ciudades como Bogotá.
De los primeros álbumes (sello Daro) del 'Burro Mocho', cuando llenaba plazas con los toros, sus canciones, y su infaltable requinto. Foto: Archivo particular |
-¿De dónde el apelativo del ‘Burro
Mocho’?
-Por un burro del pueblo al que le
cortaron las orejas y la cola y vivía arrecho buscando burras, y yo me iba
detrás a perseguirlo, pero tiraba casco que daba miedo, porque cuando ellos
están acalorados se ponen muy bravos y arrasan con el que se les atraviesa.
Entonces yo cogí el hábito en el colegio de decirles ‘Burro Mocho’ a
los pelados o a los profesores que por cualquier cosa se encabritaban conmigo.
Y así me bautizaron ‘Burro Mocho’, hasta el sol de hoy.
-El ‘Burro Mocho’ que ha vivido
eternamente enamorado de Claudia de Colombia.
-Ese es un amor de telenovela. Yo
estuve muy enamorado de ella. Le escribí muchas canciones. Aún las canto en mis
actuaciones. Al principio, cuando la llamaba al teléfono para dedicárselas, me
mandaba para la Gran Bretaña… Ya después dejé de insistir,
pero la seguía nombrando ante micrófonos a donde fuera.
-¿Hasta qué años de estudio hizo
usted?
-No me acuerdo, si fue hasta tercero
o cuarto de bachillerato…
-¿Se interpuso la música?
-Y el toro.
-¿Qué se oía en la radio en ese
entonces?
-La música tropical de siempre, que
de un tiempo a esta parte llaman de Navidad: Guillermo Buitrago, Bovea,
José Barros, todo lo de la Sonora Matancera, Daniel Santos, que
era el ídolo de masas. Eso se oía en la emisora Fuentes, que
era de Cartagena.
¿Quién le enseñó a tocar la guitarra?
-Eso fue por un primo materno, Alfredo
Henríquez, que me enseñó arpegios y tonalidades. Ya después conocí a Edmundo
Arias y a Adel Barón. Edmundo fue
fundamental en mi carrera. Recuerdo una frase suya que marcó mi vida de
artista: “Para ponerle cara al público, tienes que estudiar todos los días”. Y
eso lo he cumplido sagradamente hasta la fecha. Ensayo cinco horas diarias de
requinto y entreno dos horas diarias toreo de salón.
Postal de la añoranza en la Plaza de Toros de Santamaría, el ruedo de sus amores, hasta cuando el alcalde Gustavo Petro la vetó para la afición. Foto: Archivo particular |
-¿Quién lo llevó al principio en el
toro?
-Mira, antes de debutar en el canto,
yo ya había matado mi primer toro en Montería, y eso se lo debo a Melanio
Murillo, hermano de Anderson Murillo, el mejor picador
del mundo. Melanio fue mecenas de Pepe Cáceres, de Vásquez
II, de Miguel Cárdenas, de ‘El Guatecano’, de
muchas figuras. Y de este servidor.
Él me vio varias veces el valor que
derrochaba en corralejas, y como el Burro era delgado, tenía
estampa de torero y no era tan feo, mi pinta me he gastado, pues me puso por
iniciativa propia una muleta y un capote, y así me fui mirando después en otros
espejos, como el de Litio Espitia, José Madera ‘Maderita’, y Martín
Varela, de la Escuela de Cali. Porque uno de muchacho, por
la fiebre, lo que pega es trapazos, o
lo que llamábamos, ‘espantamoscas’. Es que esto del toreo, Ricardo, tú
lo sabes, es cosa seria: Es una ciencia, un doctorado, así se ofendan los que
no gustan de este arte.
Noel Petro ha sido el torero
popular que más ha llenado plazas en Colombia, con la muleta y
con el requinto. Doce veces puso tacos en La Santamaría, con
público afuera que abarrotaba las cantinas aledañas y seguía las transmisiones
radiales, y coreaba al unísono los ¡olés!, a la par de sus letras musicales, en
las décadas de los 70 y 80, con la empresa del legendario Rafael
‘Chiquito’ Pérez.
-En varias plazas llegué a torear
hasta dos veces el mismo día. Una por la tarde y otra por la noche. La gente me
pedía a gritos. En provincia fui ídolo indiscutible. Yo fui el gestor de
implantar el toro de casta en esas plazas, porque antes se toreaban ejemplares
criollos. Y eso desluce la fiesta.
En los albores de su carrera musical como profesional, en el Show de las Estrellas, de Jorge Barón. Foto: Archivo particular |
A mediados de los 70 llegué a torear
al país más antitaurino de Latinoamérica: Argentina, donde
el fútbol es la religión que impera. Yo tenía pegado el éxito ‘Azucena’ y
me contrataron para actuar, pero pedí que me dejaran torear. Cumplieron mi
solicitud y adaptaron con arena el estadio Ciudad de Lanús. Fue la
locura. La empresa que me contrató programó más corridas musicales en Rosario, en Mendoza, en La
Plata, pero se vinieron encima las asociaciones protectoras de animales.
Cómo sería que la misma Isabel Perón se apersonó de la
situación y echó abajo la gira.
-¿Usted observa que la fiesta brava
definitivamente tiende a desaparecer?
-Eso está visto, pero es una lástima,
porque si se vetan las corridas se está acabando con una de las especies más
bellas del reino: el toro de casta, que cuesta mucho criarlo, levantarlo,
cuidarlo. Eso no se da silvestre. Pero quienes se oponen, no quieren entender
eso, que con la desaparición de la fiesta, también se extingue el toro bravo.
A mí me causa gracia cuando los
antitaurinos, los ambientalistas dicen: “¡Ay!, es que esos pobres
animalitos...”. Mira, ponte en la cara de un toro de 500 kilos, de cinco años,
con unos pitones como cuchillos, y la raza y la bravura que llevan. ¿Pobre
animalito? ¡Hombre!, como si fuera un pollito.
-¿Por qué usted nunca fue a España
como torero?
-Se me pasó la vida abrigando esa
ilusión. Siembre hubo alguien que me quería llevar, pero a última hora no se
daba. Alguna vez, el matador de toros y empresario de Ibagué, José
Porras, me propuso una corrida en Logroño, pero sólo una. Y no
quise ir.
Claudia de Colombia, hasta hace unos años, motivo de jaquecas y desvelos del 'Burro Mocho'. Foto: Archivo particular |
-¿Cuántos discos ha grabado, maestro?
-Ya perdí la cuenta.
¿Cuántas letras ha compuesto?
-Ya perdí la cuenta. Es que la vida
musical del Burro Mucho se divide en cuatro etapas, y cuatro
veces he estado de moda. Una, la de mi primera juventud, 18 años, cuando
senté precedente con éxitos como Cabeza de hacha, La puya
aguamalera, La descarada, Me voy pa’l salto, La playa, entre
otras.
Luego me apagué porque el sello Sonolux me
puso un director de programación que no dio en el clavo conmigo: me dieron unas
canciones que no hicieron eco porque no gustaron, porque no sonaron. Ahí vi
perdida mi carrera, porque tú sabes que si hay algo cruel en la vida, es la
industria discográfica. Y si tú no suenas en la radio, estás perdido. Incluso
me dijeron que siguiera con el toro porque como cantante, hasta ahí había
llegado.
Fue una temporada decepcionante, de
desvelos, de lágrimas, hasta que Dios otra vez me alumbró el
bombillito y le compuse un merengue a Pepe Cáceres, que era
figura del toreo en Colombia y recién llegaba de triunfar en España.
Pepe vino a torear a la feria de Medellín y
al lunes siguiente de acabarse la temporada, le caí al Hotel Nutibara.
Como él sabía de mí no fue difícil que me atendiera. Yo llevaba la guitarra, lo
saludé, lo felicité y le dije, “maestro, mire lo que le compuse”. Lo oyó y
quedó muy emocionado. Me pregunto: “¿Y ya lo grabaste?”. “No -le dije-, es que
me cerraron puertas en Sonolux por un disco que no funcionó.
Pepe, sin mediar
palabra, tomó el teléfono y llamó a Hernán Restrepo Duque, que
era el gerente general de Sonolux, y, para Hernán, después
de Dios, existía Pepe. Lo saludó y le dijo:
“Hombre, Hernán, quiero que escuches esto…”, y me puso al teléfono
y yo empecé a rasgar la guitarra y a cantar. Después me pasó la bocina: “Mira, Burro -replicó Hernán-,
esto se graba hoy a las dos de la tarde". No sé a quién quitaron en el
turno. Pero a las dos de la tarde yo estaba en el estudio. Y eso se lo debo a Pepe
Cáceres, que sigue siendo mi ángel de la guarda. Todo para que el Burro siguiera
rebuznando.
Bueno, y después vino la segunda
etapa que comprende: La cinta verde, La luna y el toro, Azucena (el
éxito que más ha pegado), La gallina jabá. Luego, la tercera
etapa, muy movida por cierto, con La papaya, Voy hacia ti, El loco rock
and roll, La reina de Las Cruces (dedicada a Claudia de Colombia), La
araña, La sinuana, La cereza, etc., etc. Y, la cuarta etapa, con el
superéxito que pegué en Carnavales de Barranquilla: El ñato
mama ron. Eso, tú sabes, fue la locura. Y sigue sonando.
Épocas floridas cuando salía a cantar con sus pantalones chaplinescos. Foto: Archivo particular |
¿Cómo descubrió el requinto, que ha
sido el instrumento base de sus interpretaciones?
-Primero fue la guitarra. Y, el
requinto, inspirado en las películas románticas de Los Panchos que
pasaban en mi pueblo. Son las mismas cuerdas. Solo que el requinto tiene el
diapasón más corto que la guitarra, pero la afinación es más pura y más alta.
Yo quería tener un requinto como el de Gilberto Urquiza que
grabó en México: Tontería, un bolero bellísimo que a mí me
quedó sonando toda la vida. Y me preguntaba, ¿quién me iba a hacer un requinto
eléctrico?
El primero que me fabricaron fue un
clon. Es decir, le adaptaron a una guitarra grande unos micrófonos, como “pal’
gasto”, como decimos en Córdoba. Luego vinieron otros cada vez
más superiores en calidad y sonido, en vibración y afinación.
Aquí en Bogotá me
los fabrica un artista para quitarse el sombrero: José Ortiz, que
tiene su taller en Bosa. Eso en cuanto a la madera. La parte
eléctrica me la pone Armando Acuña. Y ya se remata con la
decoración metálica.
-¿Cuántos requintos puede tener?
-¡Uf!, muchos, de diferentes épocas.
No me he dado a la tarea de contarlos, pero creo tener varias docenas.
-¿Siente hoy nostalgia en esta época
decembrina?
-No, sabes que no… Es que se ha
perdido mucho ese vínculo familiar de otros tiempos. Yo lo vivo y lo disfruto
por mi hija menor que todavía está pequeña, pero generalmente estas fiestas me
cogen actuando, aquí, o en otras ciudades y provincias. Si no hay nada qué
hacer, el Burro se acuesta temprano. Qué me voy a esperar ya hasta
media noche…
¿A qué horas se levanta toda los
días?
-A las cinco de la mañana ya el Burro está
en pie.
-¿A hacer ‘pipí’?
-¡No, hombre!, yo hago ‘pipí’ una
sola vez en la noche: a las 12, como un relojito, eso no me falla.
¿Y qué se pone a hacer a las 5:00
am.?
-Saco mis trastos toricidas y me
pongo a entrenar toreo de salón.
-¿Le ayuda a su mujer a hacer oficio?
-Cielo, digna representante de
la belleza monteriana, sólo me permite el ingreso a la cocina los domingos.
Aterrizando en tierras del Perú en una de sus interminables correrías. Foto: Archivo particular |
-¿Cielo es su última mujer?
-Sí, con ella me casé hace 12 años en Cereté.
Fruto de ese amor es Noelia Lucía, mi adoración.
-Y se puede saber cuál es el secreto
de su virilidad?
-Que el Burro no
trasnocha, el Burro come sano, el Burro no es
borracho, de modo que me mantengo intacto.
¿Consume algún nutriente especial?
-El guiso de icotea (tortuga de agua
dulce), como lo prepara mi mujer, que ella lo sabe acompañar de sopa de palmito
y arroz con coco: ese es un manjar de dioses, y la gran subienda es en Semana Santa.
¿De sobremesa?
-Un vaso de chicha de arroz con hielo
picado. Y, de postre, un ‘mongo mongo’ de plátano maduro como
lo preparaba mi mamá.
-¿Y a hacer la siesta en la hamaca?
-No me gusta la hamaca porque
pertenezco a la estirpe de costeños que le hacen el quite a la pereza. Para el Burro la
cama es donde protagonizo mis mejores faenas, rebuzno y me duermo.
-¿Qué le dice el médico cuando lo
visita?
-Yo poco lo visito porque no soy
quejumbroso: Al Burro le gusta ser joven; no sapo pipón.
-¿Ha vuelto a Cereté?
-Poco voy últimamente desde que
falleció mi padre. Ahora me la paso mucho en Bogotá, y cada quince
días me voy a una tierrita que tengo en Chipaque (Cundinamarca),
donde hasta hace unos años criaba toros de casta. La estoy vendiendo porque
quiero comprarme una buena casa en la capital. Ya me aburrí de vivir en
apartamento.
Como en sus primeros años, Noel Petro sigue ensayando su requinto, todos los días, entre tres y cinco horas. Foto: Archivo particular |
¿Cuántas cirugías se ha mandado a hacer?
-Dos: una planchadita de
‘pategallinas’, y una emparejada de orejas, porque el Burro las
tenía muy grandes.
-¿Sigue botando la baba por Claudia
de Colombia?
-Sabes que no... Ahora prefiero el
sancocho de mondongo y el chocolate con salchichón.
¿Qué tal de la vista?
-A mis años, veo más de lo que
debería ver.
-¿A quién se encomienda cuando sale
de casa?
-A la Santa y Milagrosa Virgen del Carmen.
-¿Y qué es lo que más le pide?
-Salud, que es lo que te da para
todo.
-¿Qué hace el Burro cuando se aburre?
-Me pongo frente al televisor a poner
videos de corridas de toros. O a leer algo. O a ordenar y escuchar mi música.
-¿Qué le falta por hacer?
- Me encantaría escribir mis
memorias.
-Qué pasó al fin con El torero cantor,
la película que hizo con Montecristo, Lucho Ramírez, Alberto Osorio y Flor del
Valle?
-Es la primera película que se hizo a
color en Colombia. Tengo pensado sacarla nuevamente en vídeo y
anunciarla como la cinta más mala que se haya hecho en la cinematografía
nacional, pero que lleva la firma de El Burro Mocho.
-¿Por dónde se le sale la vanidad?
-Por mi público, que me sigue y me
ovaciona a donde quiera que voy, y ese cariño que me tiene la gente, no tiene
precio.
Tiempo de Navidad y el 'Burro Mocho' suena igual que en su época dorada. Foto: La Pluma & La Herida |
-¿Cuánto hace que no baila?
“Como el animal se acuesta muy
temprano, eso del bailoteo en discotecas es cosa del pasado. Bailo y gozo pero
en mis espectáculos.
-¿Si volviera a nacer haría lo mismo?
-Indudablemente. Eso no tiene
pérdida.
¿De qué se arrepiente?
-De haber hecho sufrir a mi mamá con
los toros. Cuando sabía que iba a torear, mi mamá me mandaba la
policía a la plaza para que me detuviera.
-¿Qué acostumbra guardar en su mesita
de noche?
-Los borradores de las canciones que
preparo, y toda esa cacharrería que puede caber en una mesita de noche.
¿Reza antes de acostarse?
-Antes y después de acostarme: La
oración es infalible.
-¿A qué horas clava cabeza el Burro?
-A las 10 de la noche el Burro ya
está listo para roncar.
-¿Algún lugar para disfrutar de unas
vacaciones de fin de año?
-Yo siempre aconsejo Fontibón,
que es más cerca, más barato, y hace el mismo sol.
-¡Gracias, maestro!
-¡Hombre!, gracias a ti, Ricardo.
Qué maravilla como la hemos pasado. Pero no se te olvide avisarle a mi
mamá que estoy triunfando, que la quiero mucho, pero que me mande pa’l pasaje.
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