domingo, 6 de diciembre de 2015

Noel Petro, el eterno 'Burro' decembrino

Nadie como el maestro Noel Petro para prender la rumba de todos los diciembres. Foto: la Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Apoltronado en la sala de su cómodo apartamento del sector de Galerías, en Bogotá, Noel Petro abre sorprendido los ojos y se le erizan las pestañas cuando en el break del boletín de noticias de A vivir que son dos días, de Caracol Radio, oye un boletín escalofriante que habla del desmantelamiento de un matadero de burros en el municipio de Bocas de Girón, en el departamento de Santander. Según la noticia, 115 asnos viejos y desvalidos, iban a ser sacrificados para vender, como carne de molienda, sus enjutas y desabridas presas.

-¡Miegda!, cipote burricidio que hubiera sido. Hay que darles unas medallas a esos socorristas que les salvaron la vida a mis indefensos congéneres-, exclama con sarcasmo el eterno Burro decembrino que lleva todos los años del mundo azuzando la farra tropical y vallenata con sus melodías y su requinto.

Noel Esteban Petro Henríquez, el popular ‘Burro Mocho’, o el ‘Torero-Cantor’, como aparecía en los antiquísimos carteles de pegar con engrudo y cola, cuando llenaba plazas y escenarios a granel con su requinto y sus trastos toricidas, se muestra vigoroso y lúcido a la orilla de sus 80 años, que el genial folclorista completará el 19 de marzo de 2016, fiesta de guardar en memoria de San José Carpintero.

Esa envidiable vitalidad del cantautor cereteño da cuenta de una chiquilla de apenas diez años, Noelia Lucía, la menor de su parvada, de los ocho hijos reconocidos que dice tener, dos varones y seis mujeres, dos de ellos músicos, integrantes de su agrupación musical, Noel (26 años, guitarrista) y José Noel (23 años, bajista).

-Noel Petro, ¿de los Petro del alcalde bogotano?-, le pregunto sin pretender lastimarlo, sino para devolverle el lance por Verónica que le hizo a la primicia de los burros que fueron rescatados.

-Parece que  hay un remoto parentesco, porque ese apellido es cordobés. Pero guardo distancias con el alcalde bogotano porque con el veto de la plaza (la Santamaría), dejó sin trabajo al gremio taurino y a muchas familias que dependían de la fiesta.

-Usted suena todo el año, pero más en esta época decembrina. ¿Cómo recuerda Noel Petro las navidades de infancia?

-Desafortunadamente no fueron las mejores. Mis padres eran separados. Mi vieja, Catalina Henríquez, pasaba angustias económicas. Yo tenía la costumbre, como todos los pelados, de escribirle la carta al Niño Dios. Le pedía triciclos, patines o esas pistolas que venían con tiritas de pólvora y que toteaban cuando uno las disparaba, pero al siguiente día, cuando despertaba, no había nada. Y mi mamá se agarraba a llorar con el pobre Burro.

-¿Y en el pueblo, en Cereté, cómo se celebraban las fiestas?

-¡Ah!, la costumbre, como en casi todos los pueblos de la Costa, las casas eran de puertas abiertas. Se compartían las viandas, el sancocho de gallina, los tamales de masa y arroz, la natilla, los buñuelos, los dulces, la copita de vino, los abrazos. La gente era muy unida. Todo eso se ha perdido por la maldad humana, por la inseguridad, por la desconfianza. Ni se diga en las grandes ciudades como Bogotá.

De los primeros álbumes (sello Daro) del 'Burro Mocho', cuando llenaba plazas con los toros, sus canciones, y su infaltable requinto. Foto: Archivo particular
 -¿De dónde el apelativo del ‘Burro Mocho’?

-Por un burro del pueblo al que le cortaron las orejas y la cola y vivía arrecho buscando burras, y yo me iba detrás a perseguirlo, pero tiraba casco que daba miedo, porque cuando ellos están acalorados se ponen muy bravos y arrasan con el que se les atraviesa. Entonces yo cogí el hábito en el colegio de decirles ‘Burro Mocho’ a los pelados o a los profesores que por cualquier cosa se encabritaban conmigo. Y así me bautizaron ‘Burro Mocho’, hasta el sol de hoy.

-El ‘Burro Mocho’ que ha vivido eternamente enamorado de Claudia de Colombia.

-Ese es un amor de telenovela. Yo estuve muy enamorado de ella. Le escribí muchas canciones. Aún las canto en mis actuaciones. Al principio, cuando la llamaba al teléfono para dedicárselas, me mandaba para la Gran Bretaña… Ya después dejé de insistir, pero la seguía nombrando ante micrófonos a donde fuera.

-¿Hasta qué años de estudio hizo usted?

-No me acuerdo, si fue hasta tercero o cuarto de bachillerato…

-¿Se interpuso la música?

 -Y el toro.

-¿Qué se oía en la radio en ese entonces?

-La música tropical de siempre, que de un tiempo a esta parte llaman de Navidad: Guillermo Buitrago, Bovea, José Barros, todo lo de la Sonora Matancera, Daniel Santos, que era el ídolo de masas. Eso se oía en la emisora Fuentes, que era de Cartagena.

¿Quién le enseñó a tocar la guitarra?

-Eso fue por un primo materno, Alfredo Henríquez, que me enseñó arpegios y tonalidades. Ya después conocí a Edmundo Arias y a Adel BarónEdmundo fue fundamental en mi carrera. Recuerdo una frase suya que marcó mi vida de artista: “Para ponerle cara al público, tienes que estudiar todos los días”. Y eso lo he cumplido sagradamente hasta la fecha. Ensayo cinco horas diarias de requinto y entreno dos horas diarias toreo de salón.

Postal de la añoranza en la Plaza de Toros de Santamaría, el ruedo de sus amores, hasta cuando el alcalde Gustavo Petro la vetó para la afición. Foto: Archivo particular 

-¿Quién lo llevó al principio en el toro?

-Mira, antes de debutar en el canto, yo ya había matado mi primer toro en Montería, y eso se lo debo a Melanio Murillo, hermano de Anderson Murillo, el mejor picador del mundo. Melanio fue mecenas de Pepe Cáceres, de Vásquez II, de Miguel Cárdenas, de ‘El Guatecano’, de muchas figuras. Y de este servidor.

Él me vio varias veces el valor que derrochaba en corralejas, y como el Burro era delgado, tenía estampa de torero y no era tan feo, mi pinta me he gastado, pues me puso por iniciativa propia una muleta y un capote, y así me fui mirando después en otros espejos, como el de Litio Espitia, José Madera ‘Maderita’, y Martín Varela, de la Escuela de Cali. Porque uno de muchacho, por la fiebre, lo que pega es trapazos, o lo que llamábamos, ‘espantamoscas’. Es que esto del toreo, Ricardo, tú lo sabes, es cosa seria: Es una ciencia, un doctorado, así se ofendan los que no gustan de este arte.

Noel Petro ha sido el torero popular que más ha llenado plazas en Colombia, con la muleta y con el requinto. Doce veces puso tacos en La Santamaría, con público afuera que abarrotaba las cantinas aledañas y seguía las transmisiones radiales, y coreaba al unísono los ¡olés!, a la par de sus letras musicales, en las décadas de los 70 y 80, con la empresa del legendario Rafael ‘Chiquito’ Pérez.

-En varias plazas llegué a torear hasta dos veces el mismo día. Una por la tarde y otra por la noche. La gente me pedía a gritos. En provincia fui ídolo indiscutible. Yo fui el gestor de implantar el toro de casta en esas plazas, porque antes se toreaban ejemplares criollos. Y eso desluce la fiesta.

En los albores de su carrera musical como profesional, en el Show de las Estrellas, de Jorge Barón. Foto: Archivo particular 
A mediados de los 70 llegué a torear al país más antitaurino de Latinoamérica: Argentina, donde el fútbol es la religión que impera. Yo tenía pegado el éxito ‘Azucena’ y me contrataron para actuar, pero pedí que me dejaran torear. Cumplieron mi solicitud y adaptaron con arena el estadio Ciudad de Lanús. Fue la locura. La empresa que me contrató programó más corridas musicales en Rosario, en Mendoza, en La Plata, pero se vinieron encima las asociaciones protectoras de animales. Cómo sería que la misma Isabel Perón se apersonó de la situación y echó abajo la gira.

-¿Usted observa que la fiesta brava definitivamente tiende a desaparecer?

-Eso está visto, pero es una lástima, porque si se vetan las corridas se está acabando con una de las especies más bellas del reino: el toro de casta, que cuesta mucho criarlo, levantarlo, cuidarlo. Eso no se da silvestre. Pero quienes se oponen, no quieren entender eso, que con la desaparición de la fiesta, también se extingue el toro bravo.

A mí me causa gracia cuando los antitaurinos, los ambientalistas dicen: “¡Ay!, es que esos pobres animalitos...”. Mira, ponte en la cara de un toro de 500 kilos, de cinco años, con unos pitones como cuchillos, y la raza y la bravura que llevan. ¿Pobre animalito? ¡Hombre!, como si fuera un pollito.

-¿Por qué usted nunca fue a España como torero?

-Se me pasó la vida abrigando esa ilusión. Siembre hubo alguien que me quería llevar, pero a última hora no se daba. Alguna vez, el matador de toros y empresario de Ibagué, José Porras, me propuso una corrida en Logroño, pero sólo una. Y no quise ir.

Claudia de Colombia, hasta hace unos años, motivo de jaquecas y desvelos del 'Burro Mocho'. Foto: Archivo particular 
 -¿Cuántos discos ha grabado, maestro?

-Ya perdí la cuenta.

¿Cuántas letras ha compuesto?

-Ya perdí la cuenta. Es que la vida musical del Burro Mucho se divide en cuatro etapas, y cuatro veces he estado de moda. Una, la de mi primera juventud, 18 años, cuando  senté precedente con éxitos como Cabeza de hacha, La puya aguamalera, La descarada, Me voy pa’l salto, La playa, entre otras.

Luego me apagué porque el sello Sonolux me puso un director de programación que no dio en el clavo conmigo: me dieron unas canciones que no hicieron eco porque no gustaron, porque no sonaron. Ahí vi perdida mi carrera, porque tú sabes que si hay algo cruel en la vida, es la industria discográfica. Y si tú no suenas en la radio, estás perdido. Incluso me dijeron que siguiera con el toro porque como cantante, hasta ahí había llegado.

Fue una temporada decepcionante, de desvelos, de lágrimas, hasta que Dios otra vez me alumbró el bombillito y le compuse un merengue a Pepe Cáceres, que era figura del toreo en Colombia y recién llegaba de triunfar en España.

Pepe vino a torear a la feria de Medellín y al lunes siguiente de acabarse la temporada, le caí al Hotel Nutibara. Como él sabía de mí no fue difícil que me atendiera. Yo llevaba la guitarra, lo saludé, lo felicité y le dije, “maestro, mire lo que le compuse”. Lo oyó y quedó muy emocionado. Me pregunto: “¿Y ya lo grabaste?”. “No -le dije-, es que me cerraron puertas en Sonolux por un disco que no funcionó.

Pepe, sin mediar palabra, tomó el teléfono y llamó a Hernán Restrepo Duque, que era el gerente general de Sonolux, y, para Hernán, después de Dios, existía Pepe. Lo saludó y le dijo: “Hombre, Hernán, quiero que escuches esto…”, y me puso al teléfono y yo empecé a rasgar la guitarra y a cantar. Después me pasó la bocina: “Mira, Burro -replicó Hernán-, esto se graba hoy a las dos de la tarde". No sé a quién quitaron en el turno. Pero a las dos de la tarde yo estaba en el estudio. Y eso se lo debo a Pepe Cáceres, que sigue siendo mi ángel de la guarda. Todo para que el Burro siguiera rebuznando.

Bueno, y después vino la segunda etapa que comprende: La cinta verde, La luna y el toro, Azucena (el éxito que más ha pegado), La gallina jabá. Luego, la tercera etapa, muy movida por cierto, con La papaya, Voy hacia ti, El loco rock and roll, La reina de Las Cruces (dedicada a Claudia de Colombia), La araña, La sinuana, La cereza, etc., etc. Y, la cuarta etapa, con el superéxito que pegué en Carnavales de BarranquillaEl ñato mama ron. Eso, tú sabes, fue la locura. Y sigue sonando.

Épocas floridas cuando salía a cantar con sus pantalones chaplinescos. Foto: Archivo particular
¿Cómo descubrió el requinto, que ha sido el instrumento base de sus interpretaciones?

-Primero fue la guitarra. Y, el requinto, inspirado en las películas románticas de Los Panchos que pasaban en mi pueblo. Son las mismas cuerdas. Solo que el requinto tiene el diapasón más corto que la guitarra, pero la afinación es más pura y más alta. Yo quería tener un requinto como el de Gilberto Urquiza que grabó en México: Tontería, un bolero bellísimo que a mí me quedó sonando toda la vida. Y me preguntaba, ¿quién me iba a hacer un requinto eléctrico?

El primero que me fabricaron fue un clon. Es decir, le adaptaron a una guitarra grande unos micrófonos, como “pal’ gasto”, como decimos en Córdoba. Luego vinieron otros cada vez más superiores en calidad y sonido, en vibración y afinación.

Aquí en Bogotá me los fabrica un artista para quitarse el sombrero: José Ortiz, que tiene su taller en Bosa. Eso en cuanto a la madera. La parte eléctrica me la pone Armando Acuña. Y ya se remata con la decoración metálica.

-¿Cuántos requintos puede tener?

-¡Uf!, muchos, de diferentes épocas. No me he dado a la tarea de contarlos, pero creo tener varias docenas.

-¿Siente hoy nostalgia en esta época decembrina?

-No, sabes que no… Es que se ha perdido mucho ese vínculo familiar de otros tiempos. Yo lo vivo y lo disfruto por mi hija menor que todavía está pequeña, pero generalmente estas fiestas me cogen actuando, aquí, o en otras ciudades y provincias. Si no hay nada qué hacer, el Burro se acuesta temprano. Qué me voy a esperar ya hasta media noche…

¿A qué horas se levanta toda los días?

-A las cinco de la mañana ya el Burro está en pie.

-¿A hacer ‘pipí’?

-¡No, hombre!, yo hago ‘pipí’ una sola vez en la noche: a las 12, como un relojito, eso no me falla.

¿Y qué se pone a hacer a las 5:00 am.?

-Saco mis trastos toricidas y me pongo a entrenar toreo de salón.

-¿Le ayuda a su mujer a hacer oficio?

-Cielo, digna representante de la belleza monteriana, sólo me permite el ingreso a la cocina los domingos.

Aterrizando en tierras del Perú en una de sus interminables correrías. Foto: Archivo particular

-¿Cielo es su última mujer?

-Sí, con ella me casé hace 12 años en Cereté. Fruto de ese amor es Noelia Lucía, mi adoración.

-Y se puede saber cuál es el secreto de su virilidad?

-Que el Burro no trasnocha, el Burro come sano, el Burro no es borracho, de modo que me mantengo intacto.

¿Consume algún nutriente especial?

-El guiso de icotea (tortuga de agua dulce), como lo prepara mi mujer, que ella lo sabe acompañar de sopa de palmito y arroz con coco: ese es un manjar de dioses, y la gran subienda es en Semana Santa.

¿De sobremesa?

-Un vaso de chicha de arroz con hielo picado. Y, de postre, un ‘mongo mongo’ de plátano maduro como lo preparaba mi mamá.

-¿Y a hacer la siesta en la hamaca?

-No me gusta la hamaca porque pertenezco a la estirpe de costeños que le hacen el quite a la pereza. Para el Burro la cama es donde protagonizo mis mejores faenas, rebuzno y me duermo.

-¿Qué le dice el médico cuando lo visita?

-Yo poco lo visito porque no soy quejumbroso: Al Burro le gusta ser joven; no sapo pipón.

-¿Ha vuelto a Cereté?

-Poco voy últimamente desde que falleció mi padre. Ahora me la paso mucho en Bogotá, y cada quince días me voy a una tierrita que tengo en Chipaque (Cundinamarca), donde hasta hace unos años criaba toros de casta. La estoy vendiendo porque quiero comprarme una buena casa en la capital. Ya me aburrí de vivir en apartamento.

Como en sus primeros años, Noel Petro sigue ensayando su requinto, todos los días, entre tres y cinco horas. Foto: Archivo particular 

¿Cuántas cirugías se ha mandado a hacer?

-Dos: una planchadita de ‘pategallinas’, y una emparejada de orejas, porque el Burro las tenía muy grandes.

-¿Sigue botando la baba por Claudia de Colombia?

-Sabes que no... Ahora prefiero el sancocho de mondongo y el chocolate con salchichón.

¿Qué tal de la vista?

-A mis años, veo más de lo que debería ver.

-¿A quién se encomienda cuando sale de casa?

-A la Santa y Milagrosa Virgen del Carmen.

-¿Y qué es lo que más le pide?

-Salud, que es lo que te da para todo.

-¿Qué hace el Burro cuando se aburre?

-Me pongo frente al televisor a poner videos de corridas de toros. O a leer algo. O a ordenar y escuchar mi música.

-¿Qué le falta por hacer?

- Me encantaría escribir mis memorias.

-Qué pasó al fin con El torero cantor, la película que hizo con Montecristo, Lucho Ramírez, Alberto Osorio y Flor del Valle?

-Es la primera película que se hizo a color en Colombia. Tengo pensado sacarla nuevamente en vídeo y anunciarla como la cinta más mala que se haya hecho en la cinematografía nacional, pero que lleva la firma de El Burro Mocho.

-¿Por dónde se le sale la vanidad?

-Por mi público, que me sigue y me ovaciona a donde quiera que voy, y ese cariño que me tiene la gente, no tiene precio.

Tiempo de Navidad y el 'Burro Mocho' suena igual que en su época dorada. Foto: La Pluma & La Herida
 -¿Cuánto hace que no baila?

“Como el animal se acuesta muy temprano, eso del bailoteo en discotecas es cosa del pasado. Bailo y gozo pero en mis espectáculos.

-¿Si volviera a nacer haría lo mismo?

-Indudablemente. Eso no tiene pérdida.

¿De qué se arrepiente?

-De haber hecho sufrir a mi mamá con los toros. Cuando sabía que iba a torear, mi mamá me mandaba la policía a la plaza para que me detuviera.

-¿Qué acostumbra guardar en su mesita de noche?

-Los borradores de las canciones que preparo, y toda esa cacharrería que puede caber en una mesita de noche.

¿Reza antes de acostarse?

-Antes y después de acostarme: La oración es infalible.

-¿A qué horas clava cabeza el Burro?

-A las 10 de la noche el Burro ya está listo para roncar.

-¿Algún lugar para disfrutar de unas vacaciones de fin de año?

-Yo siempre aconsejo Fontibón, que es más cerca, más barato, y hace el mismo sol.

-¡Gracias, maestro!

-¡Hombre!, gracias a ti, Ricardo. Qué maravilla como la hemos pasado. Pero no se te olvide avisarle a mi mamá que estoy triunfando, que la quiero mucho, pero que me mande pa’l pasaje.

Mix, Noel Petro, el Burro Mocho: http://bit.ly/1w5j7eZ
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