Los actores Tiberio Cruz y Santiago Lozano en un cuadro de 'Bent' (desviado), de Martin Sherman, dirigida por Juan Fischer. Foto: La Pluma & La Herida |
35 años después de haber actuado en 'Bent', Juan Fischer dirige la obra maestra del dramaturgo inglés Martin Sherman
Ricardo Rondón Chamorro
Bogotá, octubre de 1984.
Juan Fischer era un joven espigado que apenas cruzaba la frontera de los veinte años y disparaba los primeros fogonazos de talento en la serie El cuento del domingo que dirigía su maestro Pepe Sánchez: Vivir la vida, Brillo, entre otras, una suerte de cine en pantalla chica que siempre fue la intención de Pepe, tocado por la obra del cineasta y director de teatro sueco Ingmar Bermang.
Quizás sin saberlo, Fischer fungía como un personaje de su propia película, y hacía teatro en esa época bohemia y hospitalaria de los empecinados teatreros que a contracorriente porfiaban en su cometido con la dieta de rigor entre telones: tinto y pan por la mañana, sánduche con gaseosa al medio día, con repetición del desayuno a la comida.
Pero la poderosa vitamina estaba en la juventud, donde todo vale y todo llena, y saca chispas sobre piedras cuando los sueños firmes se ubican en un proscenio, por humilde y desamparado que este sea. Era la camada militante de los Seki-Sano, Enrique Buenaventura, Santiago García, Jorge Alí Triana, Ricardo Camacho, Agustín Núñez, Antonio Corrales, Jaime Arturo Gómez, Eddy Armando, Rodrigo Rodríguez, entre otros pioneros de la dramaturgia capitalina, y la pujanza y la convicción del quehacer teatral, tan fuertes como las columnas del templo de Atenea.
Por esa mitad de los 80, al actor y director Gustavo Londoño se le ocurrió la descomunal idea de llevar al teatro Bent (desviado), la polémica y controvertida obra del dramaturgo inglés Martin Sherman, inspirada en la dolorosa historia de amor de dos homosexuales en Dachau, el horroroso campo de concentración nazi.
Bogotá estaba cerrada, trancada por dentro y perdida la llave para los homosexuales. La palabra gay apenas se pronunciaba a hurtadillas y entre murmullos. Sus nichos de encuentro eran escasos y en la clandestinidad.
Subrepticiamente chisporreteaban escándalos de luminarias gays en las revistas de peluquería. Justamente la primera pareja gay que se atrevió a salir del closet fue la del estilista Norberto y su marido Toño. El resto eran unos pobres maricas: señalados, vilipendiados, perseguidos, o peor suerte, asesinados, como cuando los sabuesos de crónica roja madrugábamos a recoger cadáveres de travestis y mariquitas tiroteados o cosidos a puñal en las calles sórdidas de Chapinero y el Santa Fe.
Y Londoño, con una tropilla de valientes, insistía en subir el telón con el espinoso drama de Sherman.
La maestra Laura García, en el rol de Greta, el travesti, otro de los grandes atractivos de la puesta en escena. Foto: La Pluma & La Herida |
Gustavo golpeó puertas en varios escenarios. No hubo un rechazo radical. La propuesta fue muy bien recibida con cafecito de por medio, pero las disculpas misioneras no se hicieron esperar: que la Colombia mojigata y conservadora aún no estaba preparada para una obra de esas dimensiones, que la curia pondría el grito en el cielo, y lo más preocupante, el cierre por decreto de las salas.
Fue la vigorosa Fanny Mikey con su agudo y efectivo olfato para la empresa teatral quien le dio el chance, con una ordenanza que a Londoño le hizo temblar la quijada de sorpresa y emoción: “Tienen solo tres días para presentarla”. Bent fue la sensación y duró nueve meses fija en la cartelera del Teatro Nacional.
Bogotá, octubre de 2019
Auditorio Sonia Fajardo Forero, de la Universidad Konrad Lorenz. Juan Fischer da los últimos toques a la función preinaugural de Bent, veinticinco años después de haber trabajado en la obra, representando los roles de Rudy y Greta, este último, el corajudo travesti que deambula por los suburbios de Berlín imitando con su voz pedregosa y trasnochada a Lale Andersen, la musa de Rainer Werner Fassbinder en Lili Marleen.
Es un Juan con el armazón de un tipo que bordea los sesenta: los rizos negros de la juventud sonámbula ahora iluminados con hebras de plata. La sencillez y la cordialidad intactas.
Juan Ángel (tío Freddie) y Tiberio Cruz (Max) en un pacto clandestino del 'triángulo rosa'. Foto: La Pluma & La Herida |
No veía a Fischer desde el 99, cuando vino de Nueva York en calidad de director a presentar su película El Séptimo Cielo en los cinemas de Chapinero.
Cuánta agua ha corrido bajo los puentes de Bogotá y de Brooklyn desde que el discípulo querido y juicioso de Pepe Sánchez se decidió por esta aventura neoyorkina, al comienzo empleándose como repartidor de mercancía al timón de un furgón para pagar sus cursos de guion y dirección en la acreditada escuela de Lee Strasberg, de donde han salido figuras rutilantes como Robert De Niro y Al Pacino. Y todo lo que ha hecho en tablas y en el cine a lo largo de veinte años en esa metrópoli que es una metáfora intermitente de la Divina Comedia.
Qué coincidencia octubre para regresar con Bent, un cuarto de siglo después…
En el escenario los actores Tiberio Cruz y Santiago Lozano (este último cubierto por una ligera batita carmín de seda brillante que en su momento hubiese deseado mister Hugh Ferner) ensayan parlamentos, mientras la maestra Laura García se mece en un columpio con un atuendo y un maquillaje que sugiere una Madame Butterfly.
García hace los pucheros propios de entrenamiento para la dicción: la voz-actor, la voz-cantante. En la pared de fondo aparece la letra de Calles de Berlín, original del colombiano Sebastián Cruz, evocadora de La noche de los cuchillos largos, jornada siniestra de asesinatos políticos y de la oposición al régimen nazi, orquestados por el depredador de la cruz gamada.
Fischer, súeter negro y pantalones de dril del mismo color, recuerda la movida de aquel entonces, cuando Bent batió récord de taquilla durante nueve meses en el Teatro Nacional.
“Fue una experiencia formidable. Gustavo Londoño orientó la pieza con sutileza, muy cuidadoso en no caricaturizar los personajes, sino, a su libre albedrío, ofrecer una caracterización lo más natural posible, coherente con el drama explícito del texto y su dolor a cuestas. Ese planteamiento lo tuve en cuenta para esta nueva versión. El cuerpo como instrumento de las emociones.
La escena más impactante de 'Bent': el cuerpo como instrumento de las emociones que narra el coito imaginario en un campo de concentración. Foto: La Pluma & La Herida |
Tengo nítido el trasegar de Bent hace treinta y cinco años. La camaradería reinante del elenco, noche a noche: Jorge Emilio Salazar, Sergio Gómez, Gustavo Londoño. Este es un homenaje a ellos, a los que se han ido, y de quienes tanto aprendimos.
Al principio creíamos que nos iban a lapidar. Existía ese temor de la censura, del insulto, del escándalo mayor. Fue todo lo contrario. Gran parte del público, noche a noche, nos esperaba al final de las funciones para hablar con nosotros, formularnos preguntas, compartir los casos de hijos o familiares homosexuales sumidos en el caos y la incertidumbre de su conflicto, de ese señalamiento tortuoso y amenazante de la sociedad”.
Sobre el nuevo montaje de Bent, Fischer puntualiza que trató por todos los medios de rescatar el texto de Londoño, pero tras esa búsqueda infructuosa se encargó de traducir el original del inglés al español.
Con una escenografía minimalista que no pasa de un diván freudiano, un radio de mueble de anticuario, y unas cuerdas de púas que simulan el campo de concentración; respaldada por el making que surte imágenes en tercera dimensión de la cruel y despiadada dictadura hitleriana, el enhorabuena y novedoso montaje de Bent resume el conocimiento en profundidad y la experiencia de Juan Fischer en todos estos años de trasegar por los sets y las tablas neoyorkinas:
“Uno siempre tiene que regresar al teatro, el gran nutriente, la escuela sin par del actor, el retorno a la semilla. En esta oportunidad, rodeado de un gran elenco: Tiberio Cruz, Andrés Suárez, Laura García, Santiago Lozano, Juan Ángel, John Mora, Douglas Ceballos, Juan Carlos Hernández y Fausto Báez. Igual que la producción de Carol Aza y el equipo técnico que ha trabajado al máximo.
Laura García interpretando 'Calles de Berlín', letra original del compositor colombiano Sebastián Cruz. Foto: La Pluma & La Herida |
Esta oportunidad de montar y dirigir Bent se dio por mi amigo y compañero de toda la vida, Juan Sebastián Aragón, que se aventuró conmigo en Nueva York, que no le sacó el cuerpo a conducir un camión, como lo hice al principio, para lograr recursos en esa búsqueda incesante de nuestros ideales: el arte escénico. Cualquier día me llamó de Bogotá y me dijo: Si tienes una idea qué desarrollar, bienvenida. Estoy a cargo del auditorio de la Universidad Konrad Lorenz. Inmediatamente se me vino a la cabeza Bent. Y aquí estamos”.
Bent, en el final de esta segunda década del nuevo milenio, como Fischer lo indica, es un trabajo de pulso y adrenalina, donde además del texto como hilo conductor, el cuerpo en su expresión y conmoción son protagonistas.
La escena que más se apropia de una enorme carga de dolor y éxtasis, es la que protagonizan Max (Tiberio Cruz) y Horst (Andrés Suárez), un acto sexual sin tacto, imaginado y en cautiverio, frente al cerco de púas, donde los diálogos, la gestualidad, el simbolismo del deseo reprimido con los estertores de la angustia y el estremecimiento, se eleva a la máxima temperatura y compromete al público.
Ahí está reflejado en su pureza el método del maestro de escena japonés Seki Sano, obsesivo en el hallazgo del alma y la visceralidad del personaje, del actor mutante que él llamaba, y de quien tuvo el privilegio de recibir conocimientos Pepe Sánchez en los años 40, cuando era un actor en ciernes. Método que años después Sánchez compartiría y aplicaría con sus aventajados alumnos de las fecundas y promisorias décadas de los 70 y 80, entre ellos Juan Fischer.
Le pido a Juan un parangón entre el Bent del 84 como actor y el Bent de ahora como director.
“En el 84 tuve la gratísima oportunidad de interpretar los personajes de Rudy y Greta. El trabajo colectivo fue extraordinario. Vivíamos cada función como si fuera la última. Veíamos gente consternada, llorando al final. Bent marcó una época en la historia del teatro colombiano. Hoy, cuando la retomamos, esperamos el mismo impacto, y sobre todo la reflexión unánime de que, pese a que los grandes esfuerzos de los derechos humanos en el mundo son innegables, aún falta por hacer en la comprensión y aceptación de que todos somos iguales, y qué mejor herramienta para promoverlo que a través del arte”.
Juan Fischer, 35 años después de haber hecho parte del elenco de 'Bent', a órdenes de Gustavo Londoño, ahora como director de la nueva versión. Foto: La Pluma & La Herida |
Bent, sinopsis:
Max y Rudy, homosexuales en el régimen nazi, en Berlín, toman la desafortunada decisión de seducir a un compañero sexual que figura en la lista negra de los buscados por los nazis.
Son culpables por asociación, pero más por homosexuales, a quienes la Gestapo persigue con saña como a los judíos. Logran evadir a las autoridades durante dos años, tiempo en el cual Max le ruega a su tío Freddie para que le aporte dos pasajes a Amsterdam, pero Max y Rudy son capturados.
Durante el viaje al campo de concentración de Dachau, Max es forzado a asistir al asesinato de Rudy, su amante. Es entonces cuando se hace amigo del gentil Horst, del triángulo rosado (homosexual), quien lo educa y lo prepara en la atroz realidad de la guerra.
En un intento de salvarse, Max niega ser homosexual, prefiriendo llevar el emblema judío, la estrella de David. Max y Horst forman un sólido vínculo y, a pesar de no poder tener contacto corporal, logran convertirse en amantes a través de un vívido coito imaginario.
Los dos dependen mutuamente en la protección y el afecto, manteniendo la cordura y la prevención ante la mirada amenazante de los guardias. Al final, Horst es exterminado, y Max, con un gesto de valor, viste la chaqueta de su compañero, la del triángulo rosado, que marca a quien la lleve como homosexual.
Obra: Bent (desviado)
Dramaturgo: Martin Sherman
Grupo: Espacio privado
Director: Juan Fischer.
Bent estará en cartelera en el auditorio Sonia Fajardo Forero de la Universidad Konrad Lorenz (carrera 9°Bis#62-43) hasta el 15 de diciembre de 2019.
Funciones de jueves a domingo.
Horario: jueves y viernes: 8:30 p.m. Sábado: 5:00 p.m. Domingo: 6:00 p.m. Valor boleta: $55.000.
Informes y reservas: 3472311 Extensiones 237- 196.
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