Admirable institución del patrimonio musical nacional, bajo la batuta del maestro Jorge Zapata. Foto: Archivo particular |
Ricardo
Rondón Chamorro
Cuando el maestro Jorge
Zapata Espinosa apostilla que la música colombiana no ha muerto, nos está diciendo
que es labor de todo un país contribuir para que no la dejemos morir.
Lo dice un artista de su talla y trayectoria, que creció
y se formó en el arte de la mano de su padre, el consagrado y recordado maestro
del órgano Francisco Pacho Zapata, navegando a remo, muchas veces a contracorriente, por el
caudaloso río de la música de la región andina de Colombia, y en su calidad de
director, productor, arreglista e intérprete al piano del rico patrimonio que
comprende ese atlas musical que nos enaltece.
Zapata
Espinosa, sentado frente al piano en su estudio de grabación, en el
sector de Los Andes, al norte de Bogotá, con el retrato tutelar de su progenitor, va soltando reflexiones
contundentes al respecto:
-Pregúntele a un niño de primaria en México si sabe quién
fue José Alfredo Jiménez. Le responderá
de inmediato y sin titubeos. Pregúntele a un niño en Argentina sobre Carlos Gardel. Seguramente le hará una
categórica exposición del Zorzal Criollo,
seguida de la entonación de uno de sus tangos emblemáticos. Pero indáguele
ahora mismo a un colegial colombiano acerca de Jorge Villamil o de José
Barros…
El maestro Jorge Zapata, fijo en sus teclados, en su estudio de grabación, al norte de Bogotá. Foto: La Pluma & La Herida |
Pena ajena: La respuesta queda en el aire y el rubor en
las mejillas no se hace esperar cuando advertimos que no solo niños y
adolescentes sino la mayoría de periodistas de las nuevas generaciones,
desconocen de los grandes compositores e intérpretes colombianos, y menos saben
diferenciar entre un bambuco, un torbellino, un rajaleña, un porro o una cumbia, entre tantos ritmos y expresiones
del folclore nacional.
Al maestro Zapata
se le platearon las sienes entre instrumentos y partituras en su cometido sin
treguas de entregar a varias generaciones la belleza y la riqueza de la música
colombiana en su variada gama de formatos. Una terquedad provechosa, porque
gracias a ella, y la de un puñado de compositores e intérpretes que abanderan
con él su legado, y desde luego, de un público fiel a esa arraigada convicción
cultural, es que la música colombiana no ha muerto.
Pero aunque no haya muerto, la premisa es dolorosa en un
país sin memoria. La historia lo ha demostrado. Un país que no sabe apreciar ni
valorar sus talentos natos, pero que paga lo que sea por ir a ver los de afuera
-sin demeritar virtudes-, replicando melodías en idiomas extranjeros, o
celebrando modas y tendencias totalmente ajenas a su raigambre e idiosincrasia.
Con todo esto, Zapata
Espinosa, como buen paisa, jamás se ha dado por vencido. Luchar contra la
adversidad y superar los obstáculos ha sido el rigor que ha fijado en sus proyectos
y empresas musicales, por resaltar un ejemplo, cuando hace diez años le dio por
vestir de gala los aires criollos que mecieron su cuna, y surgió la Gran Rondalla Colombiana, una
institución musical al mejor estilo de la Rondalla
Tapatía, de México, o La Rondalla
Venezolana, que retomaron el legado de las antiguas rondallas castellanas en
la España del medioevo.
El destacado pianista, director, productor, arreglista, con su esposa, la virtuosa intérprete Bibiana Patiño, alma y nervio de La Gran Rondalla Colombiana. Foto: La Pluma & La Herida |
Por supuesto que el trabajo ha sido arduo, de absoluta
entrega, de permanente gestión y de titánicos esfuerzos para posicionarla en el
lugar y el prestigio que a la fecha ha abonado con creces La Gran Rondalla Colombiana, cuando el propio maestro Zapata reconoce que el estatus alcanzado no sería posible
sin la poderosa cuota de emprendimiento de su esposa Bibiana Patiño, que haces las veces de gerente, gestora cultural,
jefe de relaciones mediáticas y corporativas, directora logística, maestra de
ceremonias, además de la preciosa voz de contralto que le ha dado lustre a esta
hermandad artística que por estos días completa su primera década.
Insistimos: si la música colombiana no ha muerto, es por
el empeño permanente de artistas como Jorge
Zapata y Bibiana, sus hijos que
heredaron sus cualidades, y el frente instrumental y vocal de gran altura
académica: profesionales consagrados que en el escenario reúne a varias
generaciones en un viaje espléndido y cautivador por la geografía de la música
autóctona, sus recordados autores, y sus mejores intérpretes.
“No se puede desconocer -agrega el maestro Zapata- el trascendental incentivo que para la música
colombiana resume sus festivales a lo largo y ancho del país, empezando por su
rectoría, el Mono Núñez (Ginebra,
Valle), el Pachamama (Florida,
Valle), el Festival de Música Andina
y el Festival Nacional de Música
Colombiana en Ibagué, el Festival de
San Gil (Santander), entre otros que, con hazañas quijotescas (porque la
cultura sigue siendo la Cenicienta del país) en cuanto a presupuesto, reviven
cada año con fervor la tradición y admiración por nuestra música”.
Bibiana, con su hermosa voz, en plena ejecución. Al fondo, el director adjunto de La Gran Rondalla Colombiana, el maestro Andrés Zapata. Foto: Idartes |
“Desmitificar también -repunta Zapata Espinosa-, que la música colombiana es una música de viejos.
Para nada: no hay sino que asomarse a estos festivales para ver la cantidad de
público joven que se integra en tribunas con sus padres y abuelos. Igual en el
escenario, donde confluyen exponentes del arte musical de distintas edades,
como en una cofradía, una sola familia dispuesta siempre a intercambiar
conocimientos, a aprender los unos de los otros, del adulto al joven, y
viceversa”.
¿Pero qué impide que la música colombiana no cuente con
una audiencia masiva en el contexto de una nación que debería sostenerla como
una prioridad cultural?
El maestro Zapata
tiene la palabra:
“En la época en que nos formamos era una asignatura de
rigor en el pensum de los colegios. Todos estábamos enterados de quién era José A. Morales, Jorge Villamil, José
Barros, Jaime R. Echavarría, entre otros. En los centros culturales y
sesiones solemnes interpretábamos sus hermosas páginas. Sabíamos de dónde venía
Espumas, del milagro de una Luna roja, y por qué lloran Los Guaduales. Había permanente interés
y actividad artística entre profesores y educandos, traducido en la vocación y
el amor por la música colombiana”.
“Además que ese interés y esa curiosidad por nuestra
música se despertaba en casa, en el diario compartir familiar. Los padres
instruían a su prole sobre sus compositores e intérpretes cuando ponían en el
tocadiscos la música de sus preferencias. Nos enseñaban de dónde provenía y en
qué se diferenciaban sus ritmos, de la misma forma en que ilustraban sobre los
instrumentos esenciales: guitarra, tiple, bandola, requinto. Por lo general,
los padres, tíos o abuelos, los sabían ejecutar. Y al final todos terminábamos
en un jolgorio de cánticos y reminiscencias”.
El poeta y compositor Fabio Polanco, autor del bambuco 'Recorriendo a Villamil', homenaje al gran compositor huilense Jorge Villamil Cordovez. Foto: Diego Téllez |
“La radio, por ejemplo, era el mecanismo para compenetrarnos
y cultivar el apego por la música colombiana y por otras músicas. Por la radio
conocimos las grandes figuras de la canción de México, Argentina, Puerto Rico,
Venezuela, Perú, Ecuador. Las estaciones radiales emitían cualquier cantidad de
programas dedicados a la música, en vivo y desde sus cabinas y radioteatros. El
último espacio que disfrutamos de música colombiana lo oímos hace unos meses y lamentando
su voluntario retiro, en la voz y el incomparable estilo de don Gabriel Muñoz López: Así canta Colombia, de Caracol Radio, en
su precioso horario de la una de la
madrugada”.
“Sería necio recalcar que nosotros los artistas nos
debemos al público que cosechamos, pero también a ustedes, los medios. Que en
la disposición en que los medios de comunicación contribuyan a difundir nuestro
trabajo, a reconocer nuevos semilleros, y a resaltar el amor y la entrega que
profesamos por la música, de esa misma manera se multiplicarían intereses y
audiencias alrededor del patrimonio musical que nos une y nos representa como
colombianos”.
“Es erróneo decir que la música colombiana no vende. ¡Por
favor! Los invito a que comparezcan a cualquiera de nuestros conciertos en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo,
en el Jorge Eliécer Gaitán, en el Auditorio Skandia, o en cualquiera de
los escenarios donde nos contratan o nos invitan, para que se percaten de la cantidad de público
de distintas edades que nos acompaña. Por eso insisto en afirmar que si la
música colombiana no ha muerto, es porque para nosotros es como compartir una
bendición”.
Tiene razón el maestro
Zapata. Los medios, salvo la Radio
Nacional de Colombia, que en su programación es incisiva en promulgar y dar
realce a la música colombiana, no existen otros canales que se interesen por la
difusión de la misma. Por el contrario, la mayoría de estaciones radiales, las
que más cautivan audiencias, porfían desde que despunta el día con
perturbadores ruidos y sonsonetes foráneos como el trillado reguetón, que
parece hecho a la medida de la involución y la decadencia de estos tiempos.
“Villamil
por siempre”
Serenata galante para el recordado 'Compositor de ls Américas', en la conmemoración de los 90 años de su natalicio. Foto: Archivo particular |
Para celebrar los diez años de La Gran Rondalla Colombiana, el maestro Jorge Zapata Espinosa y su esposa Bibiana Patiño, se dieron a la tarea de grabar una antología en
formato CD, homenaje al maestro Jorge
Villamil Cordovez, a propósito de la conmemoración de los noventa años de
su natalicio: 6 de junio de 1929, en
Neiva.
Un trabajo musical de colección, en formato de lujo, con
selección de temas, arreglos, producción y dirección musical del maestro Zapata, como tributo a la obra
inmortal del reconocido y laureado letrista huilense, a quien la jerarquía de
la música colombiana le confirió el título de Compositor de las Américas.
Para este CD de colección en formato de lujo, con libro incluido,
fueron invitados diez de las mejores voces del pentagrama musical de todos los
tiempos, en distintos géneros: Isadora,
Beatriz Arellano, María Isabel Saavedra, Bibiana, Billy Pontoni, Galy Galiano,
Fausto, Gabriel Arriaga, José Ricardo Bautista, José Nedio, como
intérpretes, y un tributo del poeta y compositor tolimense Fabio Polanco, titulado, Recorriendo
a Villamil, que el maestro Villamil
tuvo la oportunidad de oír con su letrista, y de corresponderle su satisfacción
y agradecimiento por la sentida letra.
Por vínculos artísticos de su padre Francisco Pacho Zapata con los grandes compositores e
intérpretes colombianos, el maestro Jorge
Zapata convivió con la presencia de Jorge
Villamil desde los albores de su infancia. En su trayectoria hizo una
amistad estrecha con el letrista de La
Hacienda El Cedral, o el Iluminado que componía silbando, como
le llamaban, al punto que en común acuerdo con su esposa Bibiana, le encomendaron el padrinazgo de Alejandro, su hijo menor, que curiosamente nació el mismo día que Villamil: un 6 de junio.
El periodista y narrador huilense Vicente Silva Vargas, estudioso de la música colombiana, autor de la biografía 'Las Huellas de Villamil'. Foto: Unisabana |
Fueron muchos años de compartir en el arte y en una
familiaridad musical de estrechos lazos, que se fue acrecentando en el apego y
la sensibilidad hasta los últimos días del insigne compositor que, según ellos,
no obstante las complicaciones de su prolongada enfermedad, nunca dejó de lado
su carácter cautivador, su chispa a flor de labios, su genio repentista.
“El maestro Jorge
Villamil siempre hizo gala de un humor fino, exquisito -recuerda Zapata-.
A todo le sacaba cuento. Era un deleite conversar con él del tema que saliera a
flote, porque era un hombre muy culto y de una memoria privilegiada. Su
inteligencia era como un prisma. De ahí su don inagotable para componer. Lo
conocí muy niño, de seis años, cuando mi padre me llevaba a las grabaciones de Los Tolimenses, porque ahí se reunían
artistas, compositores, intérpretes, poetas, periodistas”.
“Este trabajo, Villamil
por siempre, es una deuda que teníamos de hace tiempo para honrar su obra y
su memoria. Y qué mejor motivo que para la celebración de los primeros diez
años de La Gran Rondalla Colombiana.
La nómina de intérpretes es de lujo, con una contribución del maestro Fabio Polanco, autor de una bella letra
como lo es Recorriendo a Villamil,
interpretada por nuestra Rondalla”.
Isadora, una de las grandes voces de nuestro país, interpreta 'Llamarada'. Foto: Archivo particular |
“Agradezco el interés de los artistas invitados que se
sumaron a este proyecto musical que fue concebido y procesado con inmenso amor
por nuestra música, y por el cariño y la admiración que nos inspira el maestro Villamil. De modo que el
aplauso y la gratitud expresa es para Isadora,
María Isabel Saavedra, Beatriz Arellano, Billy Pontoni, Galy Galiano, Fausto,
el prolífico compositor, periodista y gestor cultural José Ricardo Bautista (a quien se le debe en Tunja la creación del Pueblito Boyacense y la reapertura del Teatro Suárez); Gabriel Arriaga, José Nidio Soto (cantante oficial de la Basílica del Señor de los Milagros de
Buga, del que Jorge Villamil fue
devoto), al maestro Fabio Polanco, y
a mi esposa Bibiana, que es el alma
y nervio de esta producción, y que sin su empeño y dedicación, no hubiera sido
posible”.
El proyecto musical
Villamil por siempre como joya de antología, homenaje al insigne compositor
huilense, fue posible gracias al empeño y los múltiples esfuerzos y gestiones
del maestro Jorge Zapata y de Bibiana Patiño, con la alianza en su impresión
y distribución de YoYo Music.
Las palabras de presentación del álbum estuvieron a cargo
del periodista y narrador huilense Vicente
Silva Vargas, autor de Las Huellas de
Villamil, la biografía más completa, sensible y detallada que se haya
publicado del ilustre compositor que hizo de su admirable y fecunda obra un
testimonio de vida, de amor y compromiso por la tierra que lo vio nacer, y que
enalteció con su lírica la belleza y raigambre de nuestra música. En algunos de
sus apartes, Silva Vargas sostiene
al respecto:
Billy Pontoni se luce con su versión del pasaje 'Luna Roja'. Foto: Archivo particular |
“Villamil Cordovez
está vivo en este prodigioso trabajo de Jorge
Zapata, La Gran Rondalla Colombiana y las formidables estrellas invitadas.
Ellos nos transportarán a los momentos que el maestro llamaba episodios personales transformados en
pequeñas historias universales”.
“Su música, como él decía, es naturaleza en movimiento. Es el opita que deja atrás su tierra
devastada por la violencia; el desplazado que regresa a vivir en paz; la
enamorada que vuelve a implorar cariño; la miel amarga del beso traicionero; la
mistela con sabor a yerba fresca; la inocencia del romance campesino... Ese es
el artista que con mensajes sin rebuscamientos nos acerca a las realidades
humanas. Aquel que alguna vez nos interpeló con rigor: Amigo, ¿cuánto tienes, cuánto vales?”.
Repertorio
Villamil
por siempre estará en plataformas digitales y en físico
a partir de este sábado 1° de junio, a propósito del homenaje que, para la
conmemoración de los noventa años de su natalicio, se le rendirá la próxima
semana en Neiva, con una serenata de La
Gran Rondalla Colombiana y un conversatorio alrededor de su vida y obra,
con invitados especiales, entre ellos el maestro Fabio Polanco, en escenarios como la Asamblea Departamental, y el
auditorio del Banco de la República.
1 Al sur (vals) La Gran Rondalla Colombiana
2 Llamarada (pasaje) Isadora
3 Me llevarás en ti
(bambuco ranchero) Galy Galiano
4 Garza morena (bambuco) La Gran Rondalla Colombiana
5 Oropel (vals) María Isabel Saavedra
6 Sabor de mejorana (pasillo) La Gran Rondalla Colombiana
7 Mirando al Valle del Cauca (vals) Beatriz Arellano
8 Luna Roja (pasaje) Billy Pontoni
9 Si pasas por San Gil (vals) José Ricardo Bautista
10 Acíbar en los labios (pasillos) Bibiana
11La Mestiza
(vals) José Nedio
12 El Barcino
(bambuco fiestero) Fausto
13 Espumas (bolero ranchero) Gabriel Arriaga
14 Recorriendo a Villamil
(bambuco) Autor: Fabio Polanco
15 El Peregrino (vals) José Nedio
16 La Trapichera (bambuco) La Gran Rondalla Colombiana
17 La Zanquirrucia (rajaleña) La Gran Rondalla Colombiana
Testimonios de artistas invitados
El destacado compositor e intérprete José Ricardo Bautista celebró en su portentosa voz el vals 'Si pasas por San Gil'. Foto: Archivo particular |
Isadora
Para mí, como artista, fue un orgullo volver a cantar la Llamarada eterna del maestro Jorge Villamil. Y digo eterna, porque
es una canción icónica de la música colombiana -como muchas de sus
composiciones-, con este nuevo traje orquestal de La Gran Rondalla Colombiana, generosa en instrumentos, con
arreglos, producción y dirección del maestro Jorge Zapata, digno homenaje al gran Compositor de las Américas.
Beatriz Arellano, enorme en sus cualidades interpretativas, dejó su sello con el vals 'Mirando al Valle del Cauca'. Foto: Caracol Radio |
Billy
Pontoni
Lo confieso: yo siempre quise cantar con La Gran Rondalla Colombiana, por el
maravilloso arte emanado de cada uno de sus integrantes. Grabar con esta
prestigiosa institución de nuestro patrimonio musical, bajo la dirección del
maestro Jorge Zapata, me llena de
emoción , puesto que hemos logrado una preciosa versión de Luna Roja, una de las magníficas obras del doctor Villamil, que ha traído enormes éxitos a mi carrera musical.
La maestra María Isabel Saavedra recreó en su melodiosa voz el vals 'Oropel'. Foto: Archivo particular |
José
Ricardo Bautista
Me siento muy honrado y complacido de ser partícipe del
tributo que el maestro Jorge Zapata,
a través de su institución musical, La
Gran Rondalla Colombiana, le confiere a la enorme y digna obra del
compositor Jorge Villamil. Su
hermosa página Si pasas por San Gil
caló perfectamente en el estilo romántico que he cursado como intérprete, y
también como letrista. Es una canción paisajista, descriptiva, que narra como
en una breve crónica la belleza natural de ese emporio santandereano. Fue
maravilloso reencontrarme en este trabajo con baluartes de nuestra música como María Isabel Saavedra, Isadora, Billy
Pontoni, Fausto, y todos los que hicieron parte de este gran homenaje al
maestro Villamil.
Fausto
El emblemático 'Barcino', del maestro Villamil, en la virtuosa interpretación del recordado Fausto. Foto: Archivo particular |
Gracias al maestro Jorge
Zapata y a La Gran Rondalla Colombiana por esta convocatoria a
hacer parte del gran homenaje que, en la conmemoración de los noventa años de
su natalicio, se le rinde al doctor Jorge
Villamil Cordovez. Me siento muy afortunado de que me haya tocado
interpretar una de sus letras emblemáticas, El
Barcino. Me quedo corto en palabras para ponderar la extraordinaria obra
del maestro Villamil, ejemplo de
calidad y sensibilidad como letrista y ser humano, quien ha dejado para la
posteridad una honrosa herencia para esta nación, que ojalá sepa corresponder
con respeto y gratitud a su inmenso legado. Gracias maestro Zapata por este hermoso proyecto, y por haberme tenido en
cuenta.
Gabriel Arriaga dice que hizo realidad un sueño de muchos años, con su interpretación de 'Espumas', en tiempo de bolero ranchero. Foto: Archivo particular |
Gabriel
Arriaga
Me sentí muy feliz cuando recibí la llamada del maestro Jorge Zapata, quien me extendió la
invitación para interpretar Espumas.
Fue como haber cumplido un sueño, porque de niño me encantaba esta melodía,
grabada en ese tiempo por el Señor del
Bolero, el recordado y aclamado don Javier
Solís. Creo que en esta versión que tuve el honor de interpretar, se rememora
esa nostalgia de la original: una fusión de lo nuestro con tiples y guitarras,
y el aporte de la cultura instrumental mexicana, típico en sus rondallas.
Aplausos para La Gran Rondalla Colombia en sus primeros diez años de trayectoria por los caminos de la música que nos enaltece. Foto: Archivo particular |
Fabio
Polanco (compositor)
Mi tributo al maestro Jorge Villamil se titula Recorriendo
a Villamil, y como su nombre lo indica es un viaje musical por algunas de
sus bellas melodías, entre ellas Al Sur,
Luna Roja, Espumas, El Barcino, entre otras, en las que dejo impreso mi
sentimiento y admiración por el destacado compositor huilense. Cuando grabé la
letra en las voces y guitarras del Dueto
Cantoral, invité a mi oficina al maestro
Villamil para que la escuchara. Me dijo que le había gustado mucho. Esta
canción también es una de deuda humana que tenía con el doctor Villamil por un favor especial que él me hizo: una anécdota
mayor que voy a compartir públicamente durante su homenaje en la ciudad de
Neiva.
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