Los jóvenes realizadores César Jaimes y Juan Pablo Polanco. Foto La Pluma & La Herida |
Inspirado
en la cultura wayú, el trabajo de los directores bogotanos fue premiado en la
16° edición de DocumentaMadrid
Ricardo Rondón Chamorro
Los jóvenes realizadores colombianos Juan Pablo Polanco y César
Alejandro Jaimes, se alzaron en la mañana de este viernes 17 de mayo con el segundo premio de la sección Fugas, de la 16° edición del Festival DocumentaMadrid, España, por
su documento cinematográfico Lapü,
inspirado en la cultura ancestral de la etnia wayú, de la Guajira.
El jurado calificador de este trabajo premiado con 5.000 euros, resaltó en veredicto
oficial "su capacidad para adentrarnos en un universo entre lo onírico y
lo real, que permite una visión poética de un ritual ancestral".
La ceremonia de los galardonados, que tuvo lugar en la
sala Plató, de la Cineteca Madrid,
contó con la presencia de una veintena de cineastas de distintas
nacionalidades, entre los que se encontraban Alex Logia y Adán Aliaga
España), ganadores en la sección nacional de largometraje por la película El cuarto reino; Nuria Ibañez (España), por Una
corriente salvaje, quien recibió una mención especial en la competición
nacional; y Stéphane Riethauser (Suiza), por Madame, Premio del Jurado de Largometraje, en la sección
internacional.
Vale la pena destacar que el merecido reconocimiento a
los colombianos Polanco y Jaimes, residentes en Bogotá, fundadores y directores de la
productora Los Niños Films, se produce luego de recibir el aplauso y los elogios
de la crítica en importantes festivales como el Sundance (EEUU) la Berlinale
(Alemania), y en Colombia, el Festival
Internacional de Cine de Cartagena (2019).
Secretos
del mas allá
'Lapü' está basado en el 'segundo entierro' de la cultura ancestral wayú, en La Guajira. Foto: Los Niños Films |
En la tradición wayú,
el camino al paraíso solo se logra cuando
se muere dos veces. Es decir, cuando los muertos son enterrados y
desenterrados. El segundo entierro,
según los nativos guajiros, asegura el camino al japira (edén prometido).
Para los jóvenes realizadores colombianos Juan Pablo Polanco y César Alejandro Jaimes, los secretos y
misterios del más allá siempre han sido motivo de inquietudes y preguntas desde
que eran compañeros de primaria en el Gimnasio Fontana, de Bogotá.
Ambos coincidieron en seguir la carrera de cine: Polanco, en Madrid, España; Jaimes, en Bogotá, y por ese camino y
su estrecha amistad, resultaron intercambiando roles de dirección de fotografía
en sus primeros cortos, como sucedió con El
paso del tiempo, de Juan Pablo,
en 2013, y en ese mismo año, La venda,
de César Alejandro.
Pero el tema de la muerte estaba ahí presente, y cada vez
con más dilemas e interrogantes desde lo ontológico, como razón natural e
inexorable, pero también por su relación con el arte, la literatura, Juan Rulfo en específico, y por las
ceremonias fúnebres de las etnias americanas, con mayor curiosidad el exotismo
de las de San Basilio de Palenque, en Bolívar, y las de la comunidad wayú, en La Guajira.
Así se fue gestando Lapü,
que en lengua nativa significa sueño, pero que a la vez contextualiza otras
definiciones, esas capas de una realidad inocultable, con toda su carga y su
dolor, como es la finitud irremediable del ser humano y su conexión con
diversas culturas, en especial la indígena.
El
sueño de Doris
Las hermanas Carmen y Doris Jusayú, protagonistas del documental. Foto: Los Niños Films |
Lapü es
el nombre de este documental que se estrenó en el Festival de Cine de Sundance, en Estados Unidos, y para Europa en
la Berlinale, el 13 de febrero, con
estupendos comentarios de la crítica y del público, y luego en el Festival Internacional de Cine de Cartagena,
en el apartado de Hecho en casa:
largometrajes documentales con nacionalidad legal y cultura colombiana.
Fueron cuatro años de trabajo, viajes, investigación,
escritura, reconocimiento de territorios en La Guajira, de muchos diálogos y encuentros con nativos, hasta que
dieron con las personas indicadas: las hermanas Carmen y Doris Jusayú, de
Maicao (donde se hizo el rodaje), artesanas del tejido y vendedoras de
mochilas.
A lo largo de ese tiempo, el proceso creativo tuvo varias
directrices. Al principio la idea no fue enfocada hacia una película, sino a
una serie. En ese tren, llegaron a pensar que podía resultar un corto, y
finalmente se dieron cuenta que había un poderoso material para un documental.
La gran premisa de la historia se revela a través del
sueño de Doris con María Úrsula, su prima fallecida, donde
ocurren varios eventos, como ver su ánima inconclusa y extraviada en un bosque
de cactus. Doris comparte con su
abuela ese episodio onírico, que la sabia señora interpreta como el reclamo del
segundo entierro, tradición de la
etnia wayú.
Lapü es
una historia de sueños y realidades, de vida y muerte. Narra el instante en que
Doris se embarca en el ritual más
importante de la vida en el pueblo wayú,
para reafirmar que María Úrsula
definitivamente descanse en paz.
Universo
ornírico
'Lapü': historia de sueños y realidades, de vida y de muerte, de estrechos afectos familiares. Foto: Los Niños Filmes |
Aquí la cámara juega como protagonista con una lectura
nítida de rostros, de expresiones, de una variedad de sentimientos y
sensaciones entre la perplejidad, la naturalidad y la fascinación. El sonido
ambiente es crucial narrador: el viento con su ímpetu y cadencia. El delator
crujir de los cactus, la fricción de las espinas, metáfora de la limpieza de
los huesos. Las sombras que se proyectan sobre la tierra salitrosa, la luz
ardiente que emerge de la oscuridad secreta. Un deleite fotográfico que abona
con creces en la riqueza estética del documental.
Para Polanco y
Jaimes, el propósito de este trabajo,
que tiene una duración de setenta y cinco minutos, era crear un universo
onírico donde se fusionaran esos dos estados de la realidad: la vida y la
muerte, el sueño y la vigilia, en un territorio límbico próximo a lo rulfiano.
El colofón personal, independiente de la película, les
dejó una nueva mirada de abordar el espinoso tema de la muerte, y de
relacionarse con la pérdida con más solvencia y naturalidad. Una experiencia
para ambos renovadora, con muchas respuestas a partir de esa pulsión
catalizadora que es el arte creativo.
En Sundance compartieron la película con 350 personas,
que al final, en medio del aplauso, algunas dijeron haber salido como de un estado
de trance, y otras que experimentaron lo que acontecía en la pantalla como una
suerte de espejos reveladores de su propia realidad. No sucedió lo mismo en
Berlín, donde los realizadores detectaron que el público estuvo más interesado
en el aspecto técnico de la película que en lo místico, exótico y trascendental
de la historia.
Afincados en su propia productora que funciona en el Parkway, en Bogotá, Los Niños Films, nombre inspirado en un sueño de aulas escolares
que se hizo real, Juan Pablo Polanco
(24 años) y César Alejandro Jaimes
(26 años) están de nuevo concentrados en La Guajira, botando corriente y
escribiendo sobre un nuevo proyecto qué, como pasó con el primero, aún no saben
si será una serie, un largometraje, quizás un segundo documental.
Título
original: Lapü
Duración:
75
minutos
Dirección:
Juan Pablo Polanco y César Alejandro Jaimes
Guión: Juan
Pablo Polanco, César Alejandro Jaime, Canela Reyes
Producción: Julián
Quintero Beltrán
Fotografía:
Angello
Faccini
Reparto: Doris
González Jusayú, Carmen González Jusayú
El segundo entierro en la cultura wayú
'El segundo entierro'
Un ritual de enorme importancia espiritual para la comunidad wayú. Foto: Los Niños Films |
Para Leonardo
Fernández, investigador de antropología wayú,
el segundo entierro o segundo velorio
es un ritual de gran trascendencia para la comunidad, que marca la diferencia
con los alijuna (que no son wayú), y que parte de la exhumación de
los restos, luego de un tiempo de haber estado sepultados.
Como en el caso de Doris, una de las protagonistas de Lapü, el detonante de esa nueva
ceremonia se revela a través de un sueño, o por una comunicación del espíritu
con su ser querido más cercano, al transmitir que ya está listo para emprender
el último viaje, el definitivo hacia el cosmos, de donde mucho tiempo después y
de una serie transgresiones, regresará encarnado en un animal o vitalizado en una
planta.
La persona elegida para exhumar los restos puede ser de
la familia o allegada, debe gozar de
buena salud física y mental, entrenada para recoger, limpiar y acomodar los
huesos, no sin antes haber cumplido a una noche previa de abstinencia sexual y
alimenticia, solo nutrida por el oujolü o
chicha, y sometida a una baño de plantas medicinales purificadoras para
preparar los restos.
Al momento de abrir el ataúd, se hace un riego de aguardiente
o chirrinche sobre los despojos. El
encargado, o encargada, toma primero el cráneo y lo deposita en una mochila
blanca, como señal de purificación, que es entregada a la mujer más antigua del
clan. Luego de la cuidosa limpieza de cráneo y huesos, estos se ubican en un
osario de mármol.
Después se le canta el jayeechi (alabanza del adiós) durante toda la noche, y también se
le llora a grito herido por plañideras contratadas, como es costumbre ancestral
en San Basilio de Palenque y en la mayoría de poblaciones de Bolívar. Se
reparte alimento y bebidas a propios y extraños. Así se recordará al difunto
con apego y gratitud, y su memoria y legado perdurarán en el transcurrir de los
tiempos, de generación en generación.
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