Absalón Sinisterra Montaño, alma y nervio de la cultura ancestral y musical del Pacífico, creador y director del colectivo 'Afropacífico'. Foto: La Pluma & La Herida |
Ricardo
Rondón Chamorro
Apostado en la barra de La Bruja, Absalón Sinisterra
Montaño apura un sorbo de Jack Wood,
coctel de autor que, a manera de cata, le ha compartido el barman, y los
relámpagos intermitentes de las pupilas del negro timbiquireño sustentan las
notas del brebaje con olor a bosque matinal, que tiene como base el bourbon preferido de los súbditos del rock pesado.
Tras la prueba, Sinisterra
exhala un ¡aaaahhh! prolongado de satisfacción, y aunque se confiesa un neófito
en tragos alquímicos, dice que su única y, seguramente, última borrachera, fue
cuando estaba muchacho, con ingesta de viche,
el aguardiente artesanal del Pacífico, destilado de la caña.
Queda entonces certificado que la única y noble
embriaguez del líder de Afropacífico,
colectivo de vanguardia, ha sido aquella que recoge lo más excelso de las
músicas tradicionales del litoral (currulao,
bambuco viejo, rumba, bunde, patacoré, meneabolsa, pasillo, entre otros),
fusionado con el vals y el bolero ecuatorianos, el merengue, el porro, entre un
sinnúmero de expresiones rítmicas locales y foráneas.
El timbiquireño extasiado en la barra de La Bruja Aquelarres, con un 'Jack Wood', coctel de autor de la casa. Foto: La Pluma & La Herida |
Son las once de la mañana de un viernes de mayo nublado
en las goteras del centro histórico de La
Candelaria, en Bogotá, vísperas de celebraciones de Madre, y Sinisterra Montaño ha llegado puntual a
La Bruja Aquelarres, convocado por la
gestora cultural y productora de Barcú,
Violeta Sarmiento, para una serie de
fotografías, y de paso invitado por el emporio gastronómico y de bebidas
espirituosas que regentan a pulso Laura
Rubiano y Gregorio Fandiño, que
han dispuesto para el cantor y músico del corazón de Timbiquí una exquisita
carta de entradas con manjares del Pacífico, cocteles de la casa, y hasta una
botella de viche en fino envase de
cristal, curada especialmente por el barman de planta.
Absalón
viste normal, con traje de combate y morral a la espalda, como el ciudadano de
a pie que hace fila en transmilenio, que se abre campo a contracorriente en la
enloquecida manigua de hormigón y concreto, donde el transcurrir del día son
afanes, neurosis, agresividad en calles y avenidas, dentro del transporte
público, ese batallar constante desde que aclara hasta que anochece, en una
Bogotá que hace mucho tiempo dejó de ser la ciudad de los cachacos y se
transformó en una metrópoli, multiétnica y pluricultural, simbiosis de
cualquier cantidad de acentos, modismos y razas.
Todo lo contrario a Timbiquí, el municipio caucano con
piel y entrañas arraigadas en ell Pacífico que lo vio nacer, rebosante de
riquezas naturales, cultura, costumbres, su música autóctona, y ese amor ancestral
y en cadena por la vida, el arte, el deporte, que se refleja en la amplia y
perfecta sonrisa lechosa de lugareños de todas las edades, desde los más chicos
hasta los abuelos, que por tradición son quienes asumen la crianza y la
formación de sus nietos.
Absalon, fijado al chorote de barro cocido, en un taller relámpago de pócimas y brebajes. Foto: La Pluma & La Herida |
Tal cual como le tocó de pequeño y en adelanto a Absalón, bajo la protección y la
sabiduría de su abuelo Felipe Herrera,
maestro del bombo y de todos los cueros y maderas de la percusión ancestral, y
de Donatila Sinisterra, su abuela,
cantadora y ejecutora del guasá, como
la mayoría de instrumentos de herencia africana, elaborado con un trozo de
guadua hueca, sellado en ambos extremos por dos discos del mismo material, que contiene
su en interior pepitas de maíz y semillas de achiras: una maraca traversa y
enorme, si se quiere.
“Sucede con los muchachos de Timbiquí -relata Sinisterra-, que si no se enamoran a
temprana edad de la música, del folclore, de las expresiones artísticas y
culturales que nos representan, se casan con cualquier disciplina deportiva. Es
que esta educación no solo viene de herencia, de casa, sino que se incentiva en
las aulas escolares. De ahí que en el municipio la población oscile entre el
folclorista, el artesano de instrumentos, el docente o el deportista. Y ahí está
toda la familia comprometida en esa formación: abuelos, tíos, hermanos mayores,
etc. Ya se podrá usted imaginar: en mi familia somos más de cien”.
Sin embargo, ese impulso orientador y creativo de los
mayores para con los niños timbiquireños, aunado al talento, la disciplina y la
vocación que imprimen a su aprendizaje, no siempre es suficiente para llegar
lejos… para tocar el techo de la fama y el reconocimiento, si se trae a
colación la opinión de un experto en promoción y marketing musical y
discográfico, Aimer Otero, ex
gerente de Discos Fuentes, quien
afirma que para poner a sonar en radio y dar a conocer en el competitivo mundo
mediático y publicitario a un solista o a un colectivo, se necesita un monto
mínimo de mil millones de pesos.
Acompañado de dos de sus patrocinadores: Laura Rubiano y Gregorio Fandiño, al frente de La Bruja Aquelarres. Foto: La Pluma & La Herida |
Absalón interpela
que una cifra semejante no le cabe en la cabeza, y que el que cuente con ella
que la sepa invertir y le saque el máximo provecho, porque lo de él, desde que
empezó a evolucionar con el arte, en la adolescencia, su caballito de batalla
tiene nombre propio: guerrear. Guerrear sin mirar atrás, demostrar la solidez
de un trabajo de años hecho a conciencia, cimentado en el estudio, el
entrenamiento y la experiencia, y en esa lucha sin tregua de golpear puertas,
de convocar, de mostrar, de convencer.
Así ha trascendido su proyecto musical Absalón y Afropacífico, que en 2020
completará diez años, y que justamente tuvo su despegue con buenos vientos en
Bogotá, donde los ritmos exóticos de la cultura musical del Pacífico cobran
cada vez más interés y aceptación.
No obstante, Sinisterra
manifiesta que es una labor compleja vivir solamente de la música, sostener un
frente musical de academia, virtud y calidad, sin descontar el alto costo que
significa radicarse en Bogotá, agarrar por los cuernos el toro de las
dificultades, apretar el cinturón y sudar petróleo para salir adelante. Como
tampoco es fácil ponerle tarifa a un toque, cuando se ha tomado por costumbre
en bares y restaurantes convocar grupos, pero por amor al arte, dizque como plataforma
de reconocimiento, sin un incentivo monetario, ni siquiera para el transporte,
como si el artista fuera un cuerpo glorioso que se nutre de vítores y aplausos.
Lo anterior, agregado a que hoy el artista no vive de
vender discos, como hace veinte o treinta años, sino de la promoción y venta de
espectáculos, de la presentación en tarima, que para los neonatos en la música es uno de los mayores tropiezos donde se pone
en juego creatividad, garra, poder de convicción, innovación, y aunque muchos
lo desestimen, factor suerte.
Degustando manjares del Pacífico con Violeta Sarmiento, gestora cultural y productora de Barcú. Foto: La Puma & La Herida |
Por fortuna, Sinisterra
Montaño, placeado a pundonor a lo largo de una década, en múltiples
escenarios, ha contado con el ángel de la buena vibra, no solo para cautivar
públicos sino cazatalentos y empresarios, en ese guerrear cotidiano de
aprovechar plataformas tecnológicas de interacción y difusión musical, participar
en festivales de músicas del mundo en Italia y Argentina, y en Colombia
al Parque, Estero Picnic, Hermoso Río, Barcú, donde consolidó su reconocimiento en 2018, y no parar de
componer y producir, a la fecha con cuatro discos grabados (entre ellos Travesía), de notable
aceptación -con el elogio de sus coterráneos, Herencia de Timbiquí-, y la reafirmación de alianzas estratégicas
para que no se agote el oxígeno,
traducido en patrocinio económico y mediático.
Una de estas alianzas, la integrada por el consorcio de
galerías de arte Barcú, el Café Restaurante Bar La Bruja y Caracol Radio, que respalda en la actualidad a Absalón y Afropacífico, y que direcciona el colectivo en una
permanente agenda de presentaciones, de las más esperadas por el genio
timbiquireño y su agrupación, el Festival
de Glastonbury, en Worthy Farm (Inglaterra), el 28 de mayo.
Un significativo logro hecho a pulso, que el cantor y
músico resume como la anhelada recompensa de muchas noches en vela, pero con el
sueño intacto. De creer y tomarse
toda la confianza en el trabajo realizado. “Jamás uno puede esperar que el
reconocimiento se alcanza en un abrir y cerrar de ojos. Es un camino sembrado
de esfuerzos, sacrificios, de muchos intentos, de enorme fortaleza y una alta
dosis de paciencia, que hace parte del espíritu de los de mi amada tierra”.
Su firma autenticada no es otra que la amplia y generosa sonrisa perlada de la buena gente del Pacífico. Foto: La Pluma & La Herida |
Absalón celebra
con otro sorbo de Jack Wood, el
estreno en plataformas de su nuevo tema, La
casita de mamá, una deuda que tenía con sus abuelos, forjadores de su
destino como músico y como ser humano. Asegura que con su mamá, que reside en
Cali, tiene buenas relaciones, pero que a sus viejos, como él llama a Felipe
y Donatila, nunca tendrá cómo
retribuirles los esfuerzos y desvelos que invirtieron en su crianza para
sacarlo adelante: “En medio de la pobreza y de las necesidades, nunca nos faltó
un plato de comida caliente y a su hora, servido con mucho amor. Y eso es lo
que vale”. De modo que tararea la estrofa que más le gusta:
Aquella
casita vieja / la casita de mamá / di mis primeros pasos / aprendí a caminar /
en aquella casita vieja / la casita de mamá.
Y, picado, conmovido, no se resiste a recitar un párrafo
del bunde A mi viejo, dedicado a su abuelo
Felipe:
Felipe
mi viejo querido / hombre trabajador / paso a paso/ te ganaste la vida hombre
conquistador. / La vida te ha premiado / con una linda esposa / con muy buenos
hijos / y una familia numerosa.
Ese arraigado sentimiento, el del amor filial y paternal,
lo comparte a diario con sus dos hijos pequeños, frutos de su unión de catorce
años con una bogotana docente y artesana. “Ellos son las poderosas turbinas en
este vuelo que elegí, el del arte musical, que me ha brindado grandes
satisfacciones, y lo que falta, porque vamos en marcha y en pos de la conquista”.
Quizás el codiciado Grammy Latino, de
tantos galardones que hoy promueven las rutilantes empresas musicales.
Absalon y Afropacífico, a la conquista del público inglés, en el Festival Glastonbury, a finales de mayo. Foto: Colombia al Parque |
Laura
Rubiano y Gregorio Fandiño
hacen un paréntesis en la conversación para invitar a Absalón Sinisterra a manteles. Hablan de una sorpresa, y seguro que
lo es: sobre uno de los amplios comedores de esta acogedora estancia embrujada,
están dispuestos manjares del Pacífico, una guarnición de generosos langostinos,
acompañados de un encocado en salsa
de chontaduro.
El timbiquireño, exaltado con los aromas, sabores y
saberes de su amado terruño, huele, degusta, se extasía, y sus pupilas vuelven
a relampaguear. Es cuando intercede el barman para acercarle en un envase de
lujo la bebida tradicional del Pacífico: una botella de viche curada a su manera.
Vienen más fotos. El flash de las cámaras estalla en el curtido
rostro de la raza en su pureza y herencia africana. Y como un príncipe de la bíblica
Saba, Absalon firma atenciones con su amplia e inocente sonrisa perlada.
Absalón
y Afropacífico
Absalón
Sinisterra Montaño: dirección general, composición, voz,
guitarra, marimba de chonta.
Manuel
Zambrano: dirección musical.
Javier
Bonilla: voz y coros.
César
Martínez: multipercusión.
John
Sebastián Torres: multipercusión.
Waiden
Roots: batería.
Plataformas: Spotify, i-Tunes, Deeezel, YouTube. Twitter:
@absafropacifico Facebook: absalonafropacifico Fan Page: absalonafropacifico
Próximas
presentaciones:
Jueves
16 de mayo: La Bruja Aquelarres
( Evento Barcú) Calle 11#2-80, 9:00 p.m.
Martes
28 de mayo: Festival
Glastonbury (Inglaterra).
Viernes
31 de mayo: Candelario (Carrera
5°#12B-14), 9:00 p.m.
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