Acompañamos al precandidato a la alcaldía de Bogotá a un 'madrugón' en el popular sector de San Victorino. Aquí con algunas de sus simpatizantes. Foto: La Pluma & La Herida |
Ricardo
Rondón Chamorro
A las 5:30 a.m., en un madrugón de los sábados del Gran
San, Claudia, la de los tintos,
como la conocen de años en su puesto ambulante sobre la carrera décima con calle
once, del populoso sector de San
Victorino, acompaña con su voz la letra Aventurero,
del ídolo de la canción popular Yeison
Jiménez, que despacha el parlante a todo volumen instalado en lo alto de su
ventorrillo, entre manojos frescos de albahaca, yerbabuena, toronjil y
limonaria.
Yo
soy un vagabundo / que anda por el mundo / derrochando amor / Yo soy un
mujeriego / pobre y muy sincero / con el corazón…
La mujer, vigorosa y atractiva, corea el estribillo con pasión,
entrecerrando sus ojos melosos mientras atiende su clientela del comercio y del
rebusque, la de adentro y la de afuera del complejo comercial que acuña
alrededor de 600 locales, en este helado despertar sabatino de marzo.
"Esta es mi hoja de vida. Y a la hora de la encuesta, Navarro tiene la respuesta". Foto: La Pluma & La Herida |
-¿La
quiere sola o con miel?-, pregunta Claudia a un hombre que con pupilas de trasnocho le ha pedido entre
balbuceos una infusión de aromáticas.
-Sola, sin nada-, dice el supuesto beodo, como
interpretando su propia suerte, al tiempo que extrae de uno de sus bolsillos un
par de billetes arrugados.
-¿Me permite tomarle una foto?-, le interpelo a la vendedora,
y ella responde en seco, como un frenazo, “no señor”, “¿para qué es?”, que no
le gusta que le tomen fotos, y menos en la calle, “y con estas fachas, qué
tal”, y le explico que es para ilustrar mi crónica de la visita del doctor Antonio Navarro Wolff a estas
dependencias, y en el curso de estos trámites infructuosos observo que el
precandidato del partido Alianza verde
a la alcaldía de Bogotá, en punto de
las seis de la mañana, como lo había programado, desciende de una camioneta
gris cuatro puertas.
"Mi señora, no le de tantas vueltas: Con Navarro a la cabeza, Bogotá se endereza". Foto: La Pluma & La Herida |
Lo acompaña su equipo de trabajo: un señor en muletas y
camiseta roja, que es el coordinador de la visita; otro de cachucha, que
orienta el recorrido; un serio y cauteloso guardaespaldas; Yanneth Palomo, líder social del barrio Las Cruces, candidata a edil por la localidad de Santa Fe; y Gabriela Martínez, joven estudiante de comunicación social y
periodismo, que se ha agregado en voluntad como fotógrafa de la campaña.
Como si se tratara de una garrocha a media altura, Navarro, 1.85 Mts, 70 años, único
sobreviviente de la cúpula del M-19, Ingeniero sanitario, experto en recursos
hídricos, mejor alcalde de Pasto, mejor gobernador de Nariño,
administrador público, catedrático, ex congresista, avanza a pasos desmesurados
con el impulso de la prótesis que hace treinta años reemplazó
su pierna izquierda, producto del atentado que sufrió en 1985 en Cali, cuando una granada le explotó en el pie, y las
esquirlas le afectaron el habla, aunque él, con su fino humor pastuso reitere
que quienes lo conocen dicen que él habla claritico,
pero que no se le entiende nada.
Seguramente porque Navarro,
por su condición de ingeniero y administrador, es pragmático, diserta en
concreto y en términos técnicos, contrario a las peroratas y a la retórica
desgastada de los políticos promeseros secundados en sus justas proselitistas
de provisiones indigestas de lechona, tamal y aguardiente.
Navarro acompañado de Yannet Palomo, líder social del barrio Las Cruces, y candidata a edil por la localidad de Santa Fe. Foto: La Pluma & La Heeida |
Seguido de su cuadrilla de colaboradores, Navarro ingresa por la puerta grande
del Gran San, atiborrada de
vendedores y cualquier cantidad de mercancía, ropa para hombres, mujeres y
niños, al detal y al por mayor, que en estos madrugones de miércoles y sábado multiplica las ganancias de
fabricantes, comerciantes de local, pequeños distribuidores, rebuscadores de
calle y compradores a granel ansiosos de las increíbles rebajas en tiempos de economía
apercollada.
Navarro
lleva bajo el brazo un buen remanente de periódicos donde va consignado su plan
de gobierno a la alcaldía, en caso de ganarle la consulta a Claudia López. Y, en
cada periódico, un inserto que registra en síntesis su hoja de vida:
Ingeniero Sanitario (Univalle), Becario local (Fundación
Rockefeller), Profesor de Ingeniería (Univalle), Becario y estudios en
Inglaterra (IDRC Canadá), Director del plan de estudios de Ingeniería Sanitaria
(Univalle); Ministro de Salud, candidato presidencial (dos veces), Copresidente
de la Asamblea Nacional Constituyente, Alcalde de Pasto, Representante a la
Cámara por Bogotá, Senador durante dos períodos, Gobernador de Nariño, sin
descartar su participación en el M-19 como firmante del primer Acuerdo de Paz
Contemporáneo en América Latina con Carlos Pizarro.
"En este periódico está consignado mi programa de gobierno, y ahí mismo encontrará un inserto con mi hoja de vida". Foto: La Pluma & La Herida |
-Ese
no es el Navarro-, le pregunta una doña a su compañera que en
uno de los pasillos exhibe en cada brazo racimos de estrechos jeans levanta colas.
-Sí,
el mismo que canta y baila-, replica el precandidato que saluda
efusivo a las damas: “Aquí está mi programa de gobierno, porque con Navarro a la cabeza, Bogotá se endereza”.
Uno de los tantos eslóganes de su creatividad, como el de
¿Qué pongo en la encuesta? ¡Que Navarro tiene
la respuesta!, porque en estas lides Navarro
es el hombre orquesta, así lo ha demostrado: el infatigable bailarín de salsa,
el que trabaja hombro a hombro con su equipo repartiendo periódicos, el que se
involucra con la muchedumbre, les esculca inquietudes y los pone al tanto de lo
que sería Bogotá en su alcaldía a
partir de treinta y tres prioridades comprimidas en siete principios: 1. Cero corrupción. 2. Primero la
educación. 3. Participación organizada y decisoria. 4. Opción preferencial por
los pobres. 5. Desarrollo sostenible. 6. Bogotá segura. 7. Región
metropolitana.
-Pero
eso dicen todos y vean como nos tienen: con el brazo enyesado, y cada vez pior-, interpela un
negociante del sector, menudo, cumbambón y con ojillos de murciélago, quien
alega no comerle cuento a los políticos, “porque son la peor plaga, los que
tienen hundido este país”.
-Estoy
de acuerdo con usted- revira Navarro.
Por eso uno de mis puntos fundamentales es cero
corrupción. Eso es lo que no ha permitido que la ciudad avance. Y créame
que con ejecuciones inmediatas, y con el respaldo de ustedes, la vamos a sacar
adelante.
"Para reforzar la seguridad, en mi alcaldía ejerceré como jefe de la policía", le dijo Navarro a esta señora que gana el sustento con la venta de arepas. Foto: La Pluma & La Herida |
Navarro
avanza sin treguas y por instantes se le pierde a su equipo de trabajo. Gabriela, la fotógrafa, me pide el
favor que le comparta vía WhatsApp algunas de las fotos que le vengo tomando
desde su llegada, para subir a redes, porque según ella al precandidato no le
gusta que lo enfoquen tan cerca, y que además no sacó su cámara porque en los
exteriores del Gran San, la zona es
caliente.
A las siete de la mañana, las calles adyacentes al Gran San son un hervidero de
mercaderes. La vocinglería de buhoneros se hace sentir con la jerga propia de
quienes se disputan el peso en un tiempo récord, como si se tratara de un reality.
-A quince mil la camiseta de la selección, a quince mil.
Llévelas en todas las tallas.
-A diez mil los legguins,
a diez mil. Aproveche mi señora, mídaselo sin compromiso.
-¿Y
dónde me lo mido?-, indaga una dama de busto voluminoso y de
caderas rotundas.
-Aquí
mismo, mi señora, ya le paso el vestier.
El vestier, en
plena calle, y a la luz metálica de esta gélida mañana, es un talego grande y
ancho de tela, con cierres flexibles en cuello y tobillos, donde la cliente se camufla
para despojarse de su minifalda y de una medias brillantes de neón para probarse la prenda elástica. El enorme
envoltorio da cuenta de los ondulantes movimientos que tiene que ejercer para
lograr su cometido.
-Me
quedan como muy ajustados-, dice la interesada.
-Muestre,
a ver, con confianza-, reclama el vendedor.
No faltaron demostraciones de admiración y afecto de sus seguidoras. Foto: La Pluma & La Herida |
La dama se despoja de abajo hacia arriba del vestier improvisado, y lo que aparece
embutido en la lycra multicolor son unos monumentales nalgatorios, surcados por
una llanta de furgón.
-¿Quiere
que le traiga una tallita más grande? Una catorce, seguro que le
quedará al pelo.
La mujer asiente con una sonrisa nerviosa, y pudorosa se
vuelve a chantar el talego de tela ante la mirada escrutadora de un catano que sostiene en sus manos un
juego de cauchos para olla express, o
pitadora que llaman.
Navarro se
infiltra en el gentío, y entre la barahúnda retumba la voz chillona y alarmante
de una mujer que promociona bolitas blancas de naftalina para proteger la ropa
de la polilla, y veneno en polvo para pulgas y ratas.
Cuando se dispone a repartir sus periódicos entre la
desenfrenada muchedumbre, dos hombres que promueven la venta de tres pares de medias por cinco mil pesos,
lo abordan para interrogarlo.
-Y
entonces qué, don Navarro, ¿usted que va a hacer como alcalde para protegernos
a los venteros ambulantes? Mire la perseguidora que nos tiene el
desalmado de Peñalosa. ¿Usted sí se va
a acordar de nosotros, Navarrito?
-En
mi alcaldía, al vendedor ambulante se le dejará trabajar, pero controlado y
organizado. Hay que velar por el gremio. Se le respetará su
trabajo, siempre y cuando cumpla las normas impuestas.
"Al vendedor ambulante se le permitirá su trabajo, pero con seguridad y organización". Foto: La Pluma & La Herida |
-Porque vea como
nos tiene Peñarosca, pasando aceite. Le monta la
perseguidora a quienes nos ganamos el sustento de nuestras familias con
honestidad. Pero el bandido, el que roba, ese sí pasa de agache-, recalca el de
las medias.
-Y de la
seguridad, ¡qué!, Navarro. Porque esto ya está inaguantable. A mi muchacho
la semana pasada le robaron la bicicleta cuando regresaba del trabajo a la
casa. Y con la cicla es que el chino se gana la vida, porque es mensajero-,
acusa una mujer que le da vueltas a las arepas en un brasero.
-Como alcalde, y
como corresponde a un alcalde -interpone Navarro-, asumiré como jede de policía: un trabajo en conjunto y de alta
tecnología por localidades con la ciudadanía, con reserva de fuentes, las
veinticuatro horas del día, como lo hice en Pasto. En Bogotá será un
trabajo arduo, multiplicando esfuerzos y un plan de contingencia no solo para
garantizar seguridad sino limpieza. Hay que poner bonita y segura a Bogotá. Esos son puntos prioritarios en
mi agenda.
-¿Me
puede regalar unos periódicos pa’llevar pa’l barrio?-, demanda
la vendedora de arepas.
-Los
que quiera. ¿Usted en qué barrio habita?
-En
la Victoria, por allá lo que se le ofrezca humildemente…
-La
Victoria, localidad San Cristóbal. Salúdeme a la gente, y
anímela a que con Navarro a la cabeza,
Bogotá se endereza.
Un momento de reposo después de más de dos horas de recorrido por locales, calles y vericuetos del popular complejo comercial de San Victorino. Foto: La Pluma & La Herida |
Navarro
hace un alto en sus dos horas largas de recorrido, y acude a sentarse en el
sardinel de un negocio de piñatas. Allí se resume el perfil del hombre a su
edad septuagenaria, imbatible en todos los frentes de batalla, irreductible en
sus principios y en su marcha, curtido de derrotas y tragedias, la más dura
para él, la irreparable pérdida de su hijo Gabriel, un joven brillante y con un
futuro prometedor, que con apenas diecinueve años decidió poner fin a su
existencia en enero de 2015. “Esa es la que me más me ha aplastado. Pero la
vida continúa, y hay que seguir adelante”.
Y con ese ímpetu, Navarro
reanuda la marcha. De regreso a su camioneta nos topamos con un hombre acuerpado,
cejas pobladas y mirada bronca, que arrastra una carreta de reciclaje.
-Navarro,
deje algo pa’l pobre-, exclama.
-Los
pobres serán opción preferencial en mi alcaldía.
-Ya es hora de que
nos saquen del barro-, insiste el reciclador, que tiene mucho de la
contextura, el nervio, el acento y las fachas del actor Enrique Carriazo en el extraordinario rol que interpreta en la
telenovela La Gloria de Lucho.
Son las 8:45 de la mañana y el sol se resiste a salir. A
medida que nos acercamos al punto de retorno, sobre la carrera décima con calle
once, crece el estruendo de las melodías descorazonadas que emergen del
parlante del puesto de Claudia, la de los
tintos.
-¿Qué
se van a tomar los señores? ¿Unas aromáticas con miel para que se desengarroten?
-¡Pero no me vayan a tomar fotos!
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