El maestro Pastor López, exhibiendo sus preciados anillos, en los alrededores del Hotel Tequendama, en Bogotá. Foto La Pluma & La Herida |
Otro
año que pasa y yo tan lejos / otra navidad sin ver mi gente / madre yo te
pido humildemente / que en el año nuevo
me recuerdes / que en la mesa pongas un lugar / para el hijo que no ha de
llegar / sírveme champaña para brindar / mi copa siempre a rebosar. (Manuel
Mantilla Paredes).
Seguramente fue en 1980 cuando el prolífico compositor
peruano Manuel Mantilla Paredes
escribió esta sentida letra, El ausente,
que al año siguiente crepitó como los voladores en el cielo estrellado de
diciembre, en la voz de Pastor López,
que por ese entonces, cruzaba apenas los 38 años, ya con una carrera musical
sólida y definida.
El
ausente, en el cancionero de los pueblos latinoamericanos, en
estas épocas álgidas y sensibles del calendario, es como Reminiscencias, Fatalidad, Te esperare, Cinco centavitos o Que nadie sea mi sufrir, en la voz del
inmortal Julio Jaramillo, sólo que la descorazonada letra del maestro Mantilla Paredes fue concebida en su
partitura para bailarla.
¡Bailar el despecho!, vaya contradicción más explosiva y
lacrimógena en la arraigada tradición latina de las celebraciones de fin y de
comienzo de año, cuando los ánimos no pueden estar más caldeados, cuando el
balance económico de la gran masa está generalmente por el suelo, y la ausencia
del ser querido, del hijo ausente que partió a otras tierras en busca de
oportunidades (verbigracia el dramático éxodo venezolano), o se encuentra
cautivo en una cárcel, o fue llamado a filas del ejército, en fin, compromete
las fibras más hondas de sus seres queridos.
Ver no más la primera estrofa de la composición que
encabeza esta crónica, y el coro, que en el encuentro de amigos y familiares,
toma ribetes de un salmo responsorial:
Vamos
a brindar por el ausente / que el año que viene esté presente / vamos a
desearle buena suerte / y que Dios lo guarde de la muerte.
Manuel Mantilla Paredes, uno de los compositores de cabecera de Pastor López, clave en su éxito musical. Foto: Archivo particular |
El éxito rotundo de esta y otras melodías del cartapacio
decembrino no tiene otro asidero que el de apuntar como dardo, tal cual los
culebrones latinoamericanos, directo al trajinado músculo cardíaco: mostrar en
pepa el material del que estamos hechos, las alegrías y sufrimientos, los
sacrificios y logros a cuenta gotas, los derrotes y frustraciones, las deudas
por saldar, los desenamoramientos, ingredientes que se remojan en copas
pletóricas de ajenjo, pócima demoledora que abre el grifo atascado de lágrimas
reprimidas a lo largo de 365 días con sus perturbadoras noches de incertidumbre.
Eso lo tenía muy claro, con su olfato y perspicacia, el
venezolano Pastor López desde mucho
antes de El ausente, cuando el
letrista peruano Manuel Mantilla,
que apenas frisaba los diecisiete años, lo contactó para compartirle otra de
sus creaciones insignes: Traicionera,
uno de los primeros cañonazos discográficos del Indio Pastor, que repercutió en Perú, Colombia, México y, por supuesto, Venezuela.
Pastor
López y Roldolfo Aicardi
fueron los principales receptores de los aires autóctonos de la música peruana
como el huayno, la cumbia chichera de los años sesenta y
setenta, fusionada con la cumbia de la costa norte de Colombia y los acordes de
guitarra eléctrica del surf californiano,
que también es arte y parte del género norteño.
¿Pero de dónde bailar el despecho, por lo menos en
Colombia, con el que durante tantas generaciones -porque no se ha vuelto a
hacer algo similar- se vive, se disfruta y se llora, con ese gusto incorregible
que es berrear prendido y despechado, hombro a hombro, no solo las traiciones y
los vacíos del corazón, sino de la vida en su crudeza, como ha sido costumbre
en los festejos decembrinos?
El profesor Jorge Éric Palacino, experto en comunicación y lenguaje, y juicioso estudioso de la música tropical. Foto: La Pluma & La Herida |
“El despecho es como un patrón sanguíneo, un ADN en el
sentir y la idiosincrasia del colombiano de a pie. Esta música, que en los albores de los años 70 se fue
consolidando como un sonido propio de la ciudad de Medellín, en atención a la
ubicación en esta ciudad de las principales disqueras como Daro, Victoria, Fuentes y Codiscos,
tenía como rasgo común un sencillo golpe rítmico que la hacía bailable por
excelencia, a diferencia de los movimientos musicales procedentes de las Antillas y el
movimiento latino de los Estados Unidos
(Salsa), que exigía gran versatilidad y calidad a quienes pretendieran bailar
un género de mayor celeridad y complejidad en sus compases.
Esto añadido a las letras, inocentes, delatoras, cursis
si se quiere, detonante de una nostalgia estancada, de una cadena de
pesadumbres y sinsabores que se van acumulando en el trayecto del año, y que
terminan explotando en la época decembrina, en el seno del hogar, o en las
reuniones de compañeros de trabajo y amigos, en las voces de sus mentores de
toda la vida; Pastor López, Rodolfo
Aicardi con Los Hispanos, y Gustavo El Loco Quintero, con Los Graduados, entre otros.
Las melodías, como apuntamos, están calcadas de la
cotidianidad del ciudadano del común, con referentes muy puntuales del acervo sociocultural
y del arraigado cancionero de Pastor
López: una cerveza la trajo a mí…Sólo
un cigarro mata mis penas cuando tú tardas en llegar… No estoy llorando, es el
humo del cigarrillo el que me hace llorar… Golpe con golpe yo pago… Oye
traicionera, cuando yo me muera, donde yo me encuentre rogaré por tu alma… Vamos
a brindar por el ausente, que el año que viene esté presente… Lloró mi corazón
de pena y de dolor…Unas son de cal, otras son de arena, pero como tú no hay,
mujercita buena…Corazón apasionado, déjame tranquilo que me estoy tomando un
trago, entre una cantidad de citas claves que hacen parte de ese lenguaje
sensiblero, pero directo, desprovisto de arabescos retóricos, que igual imprime
el estilo del bolero y la balada, y en el capítulo del despecho bailable, al que tú te refieres, ha sido, es y seguirá
siendo la banda sonora de la Colombia parrandera, no solo en diciembre sino en
cualquier época del año.
La de Pastor López, una historia musical de 56 años y más de 600 melodías impresas. Foto: Archivo particular |
* 15 de junio, celebración de su cumpleaños 74 en la
discoteca Bailadores, de Mérida Venezuela.
* 30 de junio, Gran Concierto San Pedro Rumbero, Neiva,
Colombia.
* 20 de julio, celebración de la Independencia de
Colombia, Taberna de Pancho, New Jersey, New York.
* 19 de Octubre, fiesta en Paisoteka, Jackson Heights,
New York.
* 11 de agosto, fiestas patronales del Cristo de la
Grita, Casino Militar, Táchira, Venezuela.
* 31 de agosto, Semana de la Juventud, Cerro Nutibara,
Medellín, Colombia.
* 4 de agosto, superfiesta en el municipio de Cogua,
Cundinamarca, Colombia.
Y de lo más reciente:
* 18 de octubre, restaurante-show Noches de Colombia, New
Jersey, New York.
* 10 de noviembre, Sala Maisson Des Asociation, Ginebra,
Suiza.
*16 de noviembre, La Pruebita Disco Pub, Milano, Italia.
* 24 de noviembre, La auténtica viejoteca de aquellos
diciembres, con Los Graduados del Loco Quintero, Martín Fierro, Bogotá,
Colombia.
* 1° de diciembre, parque Orquideorama, La Verbena,
Medellín, Colombia.
* 2 de diciembre, Festival de Navidad, Parque de los pies
descalzos, Medellín, Colombia.
El
Indio en acetato
Don Élkin Giraldo posee gran parte del inventario discográfico de Pastor López en las bodegas de más de 100.000 acetatos de sus almacenes de calzado Cosmos. Foto: La Pluma & La Herida |
Allí puede uno pasar tardes enteras consultando álbumes,
clasificados por orden alfabético, de distintas épocas del legendario músico
venezolano. Como uno de sus comienzos, prensado por el sello Fuentes, con
licencia de la casa Dark, de Venezuela, con una foto en primer plano del Indio en la flor de su juventud,
primeros flirteos con el público colombiano a mediados de los 70, cuando su voz
hizo eco en las parrandas de fin de año con su mosaico #1: Amores por correo, Tú solo tú, La múcura y Mi Cafetal.
O, esa joya que representa el triple álbum, El Indio Pastor, apetecido por
coleccionistas del concierto tropical, que es una síntesis de sus grandes
éxitos, a la vez con un apartado bibliográfico de los notables compositores que
por décadas le han conferido fama y prestigio a su imparable maratón artística:
Las
Caleñas, del peruano Walter
León, que es una derivación de su original, Las Limeñas, del mismo compositor, interpretada por la orquesta Los Ilusionistas. Pastor, presto a conquistar con su combo la Feria de Cali, y las espectaculares mujeres que en ese entonces
desfilaban por las concurridas discotecas de la avenida Sexta o por los rumbeaderos sin portón de Juanchito, sencillamente cambió las
limeñas por las caleñas, y el bombazo con sus réplicas se hizo sentir durante
los siguientes años, hasta cuando el recordado Jairo Varela sorprendió con su exitazo Cali Pachanguero, que a la fecha es el himno oficial de la feria.
Uno de los primeros éxitos discográficos del Indio Pastor, con el acreditado sello Fuentes. |
Cabe apuntar que la escuela musical de Pastor López despega como corista y
vocalista del supercombo de Nelson
Henriquez, su paisano, que a mediados de los 60, en Venezuela, marcaba la
pauta a la par de Nelson González,
de Nelson y sus Estrellas, bastión
de la salsa y el papelón, ritmo
emblemático del hermano país, que rápido contagió a Colombia.
Placeado y consolidado como cantante de orquesta, Pastor hizo nicho aparte con su propia
agrupación, asociado con Tonald
Gutiérrez, su pana de muchos años de quehaceres artísticos, hasta su
fallecimiento, con el respaldo económico
de don Roberto Gómez Rueda, gran
visionario de la industria y la distribución discográfica, a la cabeza del
prestigioso sello Dark, de
Venezuela.
Fue en 1975 cuando Pastor
López, ya afincado en Colombia, reforzó su estructura orquestal de la mano
de Willy Quintero, con un sonido específico
del concierto bailable criollo: trompetas, teclados, timbales y bajo, una voz
pegajosa y cautivadora como la del Indio,
y la fórmula vendedora, como ya registramos, representada en la fusión de las
cumbias peruana y colombiana, el paseo y el paseíto, ese pam, pam, pam,
paramparan, pam pam de Sorbito de
champgne, que es el hormigón de la mayoría de melodías y motor acelerado de
millonarias ventas de copias, en un principio de vinilos y casetes, pan bendito
de cotizadas marcas de discos como Bambuco,
Mercado Mundial del Disco, Discos La Rumbita, Discorama, entre otras.
Nostalgia de la próspera época del vinilo, con un Pastor López en el escalafón de millonarias ventas. Foto: La Pluma & La Herida |
De eso da fe don Élkin
Giraldo, que ha convertido las vitrinas y los exhibidores de sus almacenes
de calzado, en la calle 17 con carrera
8°, en un emporio de antología en cuanto a tornamesas de época, las
originales, radiolas, radios de tubos y equipos de sonidos para vinilo, casete
y discompacto, que despierta el interés de propios y extraños, picados por la
curiosidad y la nostalgia de tiempos pasados, y de la cantidad de acetatos de
todos los géneros musicales, en especial la música guapachosa, predominante en
esta frágil y bulliciosa época del año.
Pastor
y su ‘corazón apasionado’
Me encuentro con el Indio Pastor saliendo del icónico Hotel Tequendama, donde se ha hospedado
por muchos años, y en donde ofrecía pomposos festejos de sociedad en el Salón Rojo, de obligado remate aguardientero en el concurrido Bar Chispas, que ya no es el mismo de
antes, y no resisto compartirle una a una estas reminiscencias de cuando
muchachos bailábamos con la tía hasta las
seis de la mañana, como era la advertencia de Rodolfo Aicardi en sus estruendosas peroratas discográficas.
Para tener 74 años, el Indio luce saludable y vigoroso. Camina erguido, y no vacila en
exhibir su colección de anillos de oro macizo en todos los dedos de ambas
manos. Hace dos años, en un hotel de Mérida,
Venezuela, un parrillero de una moto lo asaltó y le escamoteó varios, pero López los recuperó al poco tiempo,
porque se desconoce con ellos, qué le vamos a hacer, es el orgullo y la
personalidad de su raza wayuú, pese a
las angustias y los derrotes de la inseguridad.
-¿Maestro,
y usted todavía se toma sus aguardientoskis,
como decía el Loko Quintero?
“No tomo aguardiente desde que me dio el infarto hace
nueve años aquí en Bogota, donde estuve a punto de irme porque alcance a ver de
lejos la luz del túnel al otro lado de la eternidad, pero Dios y los milagrosos
médicos de la clínica Shaio me dieron otra oportunidad para seguir deleitando a
mi público de toda la vida”.
A partir del infarto de miocardio del que salió bien librado en 2011, Pastor celebra dos fechas de nacimiento. Foto: Archivo particular |
“Tampoco. De vez
en cuando, para alguna ocasión especial, me tomo un par de whiskies, que me
nivelan la presión, o unas copitas medidas de Cocuy El Indio Sunure, un destilado que es como una versión
venezolana del tequila mexicano, o del pisco peruano. Es un elixir que hay que
saberlo tomar de a poquitos, sin pasarse de la raya. Porque ya me pasé una vez.
La lección está aprendida”.
De ahí que subraye Pastor,
con su habitual desparpajo, que desde que superó el soponcio en su trajinado
corazón, se acostumbró a celebrar con los suyos dos fechas de nacimiento: la
del 15 de junio de 1944, en Barquisimeto (Venezuela), y la del 31 de diciembre de 2011, en Bogotá, día en que los facultativos de
la Shaio le salvaron la vida ante un infarto
de pronóstico reservado.
A partir de aquel segundo nacimiento, el llamado Rey de la cumbia, de la parranda decembrina
o del despecho bailable no ha vuelto a tener quejumbres ni advertencias del
miocardio, y continúa por estas fechas de alborozo con el mismo tren de trabajo
de siempre: de largo 24 y 31 de diciembre, y de ahí en adelante lo que le
agenden sus empresarios en distintos puntos del continente, porque Pastor asegura que es el mismo en
tarima: bien en cualquier discoteca de los distritos latinos de Nueva York, en la fiesta privada de un
chalet, en Suiza; o en las ferias y
fiestas de Cogua, Cundinamarca, o de
cualquier región de Colombia, por más apartada que sea, país que en sus
palabras: “le debo todo lo que soy, los grandes logros de mi carrera, mis
hijos, mis nietos, un bisnieto, y lo más importante el cariño del público, de
ayer, de hoy y de siempre”.
Uno de los cientos de posters de sus compromisos artísticos, en Colombia y en el exterior. Foto: Archivo particular |
Una imagen muy distante al septuagenario Pastor López de estos tiempos, aferrado
a un Jaguar clásico estacionado
frente a su amplia morada en un exclusivo sector de la capital nortesantandereana,
mensajero de una melodía trepidante que resortaba a las pistas de baile en
fondas y balnearios de carretera, en Melgar, Girardot, Boquerón, Fusagasugá e
intermedias, y que con el tiempo se propagó en escenarios de Ecuador, Perú,
Chile, México, Costa Rica, Estados Unidos, España, Alemania, Francia y Holanda,
a lo largo de varias generaciones.
En Colombia y
en su natal Venezuela, oír repicar
en estas fechas los acordes y la voz inconfundible del Indio Pastor, es una incitación a extender el cableado de luces navideñas
en árboles sintéticos y pesebres perfumados de musgo, a la vez que convocar al
vecino de confianza a degustar de una frías
en la tienda más cercana y, por qué no, marcar el teléfono de ese amor
extraviado o patidifuso en aras de un arreglo, o de una posible reconciliación.
El corazón
apasionado de Pastor López, como
el título de uno de sus primeros éxitos (letra de Julio Bovea, de Bovea y sus
vallenatos) que pegó en 1974, sigue igual de activo y querendón, no
obstante sus 74 años a cuestas y la
cirugía de miocardio abierto a la que fue sometido el 31 de diciembre de 2011, en Bogotá.
El álbum con uno de los temas más sonados en el trasegar musical del ídolo venezolano. Foto: La Pluma & La Herida |
Pastor
López ya podría disfrutar de los años del jubileo, cuando
afirma que la música parrandera le ha
dado para vivir bien, invertir en finca raíz, y ayudar al sostenimiento de su
numerosa prole. Pero que no se imagina quieto, sin hacer nada, como los abuelos
que tardes enteras esperan la parca en las mecedoras y butacas ubicadas en las
puertas de las residencias veraniegas de Cúcuta, ciudad donde vive hace once
años.
Si eligió a Cúcuta como vividero, es porque dice que allí
le queda todo cerca, sobre todo el aeropuerto para desplazarse a donde lo
llamen, dentro y fuera del país, y porque le gusta ir a Maracaibo y a Barquisimeto,
esta última la ciudad que lo vio nacer en el modesto hogar del agricultor Máximo Pineda y de doña Zoila Rosa López, fabricante de
instrumentos musicales.
-¿Y
usted por qué se apellida primero López y no Pineda?-, le
pregunto.
-Porque me gustó el López
como apellido artístico y así me quedé. Y también como un homenaje a mi
mamá que desde chamo me inculcó el amor por la música a través de los
instrumentos que ella elaboraba y que yo aprendí a tocar viendo, como el
cuatro, la guitarra y las maracas.
En Cúcuta, con su 'juguetico', un flamante Jaguar. Foto: Archivo particular |
Pero López no
sólo ha grabado música tropical, de la que da cuenta un récord de más de 600 melodías, gran parte de ellas
impresas por el sello Fuentes (que lanzó
hace cuatro años: el recopilatorio 100 y
más de Pastor López). Hace nueve años le rindió tributo a Antonio Aguilar con el mariachi Hilos de oro, y hace cinco grabó un
disco de música venezolana.
Y si se le indaga de otras preferencias musicales, dirá
que lo que más oye en su casa o cuando se desplaza en su automóvil es a Julio Jaramillo, Javier Solís, Los Ángeles
Negros, el Grupo Miramar, su
amigo Lisandro Mesa y Jorge Velosa, el maestro de la carranga.
De todos ellos tiene la mayoría de sus discos,
celosamente guardados en su egoteca, donde también se ven exhibidos los
propios, acetatos de antología, trofeos,
placas y menciones cosechados en sus cincuenta y seis años de actividades,
entre ellos, siete Congos de oro en
los Carnavales de Barranquilla, ochos discos de oro, dos de platino, uno de diamante,
y quizás la presea de la que se siente más orgulloso: el pergamino de
reconocimiento como Rey de La Cumbia,
otorgado en un concierto en el Madison
Square Garden, en 1982.
Sólo Mayerly
González, su última mujer, La Jefa o
Doña Cheryl, como él la llama, está autorizada para ingresar a dicho
aposento a organizarlo y limpiar el polvo, porque además de ser su compañera
sentimental, es su manager, la que agenda sus contrataciones, vigila su
itinerario y prepara su equipaje. Hasta ahí. Porque el que cobra es él.
Más de 100 álbumes dan cuenta de la prolífica actividad discográfica de Pastor López. Foto: La Pluma & La Herida |
“Pues inmensamente feliz, porque es cuando hay más
trabajo”.
¿No
se cansa de trabajar?, ¿No le hace daño tantas emociones juntas?
“Si no fuera por el trabajo, no me imagino qué sería de
mí. Para mí la música es mi mejor vitamina. Cuando paso una temporada larga sin
toque, me empiezo a desesperar”.
Después
de la operación que le hicieron hace siete años, ¿trabaja menos?
“No, al contrario. Se dispararon las ofertas y en esta
temporada no se puede parar: una fiesta conecta con la otra”.
¿Cuál
es la región más rumbera de Colombia?
“La Costa, por supuesto; pero por parejo todo el país:
Antioquia, los Santanderes, el Valle del Cauca, Huila y Tolima, el Llano, el
Eje Cafetero, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá; mejor dicho, Colombia entera vibra
y goza con estas fiestas y la música del Indio Pastor”.
¿Con
qué acostumbra mojar la palabra cuando está en tarima?
“En tarima no tomo sino agua. Nunca le he mezclado trago
al trabajo, porque eso va en contra de mi ética profesional. No permito que mis
músicos lo hagan. Fuera de mis labores, para una ocasión especial, no paso de
dos whiskys, que me sirven para
nivelar la presión”.
¿Cómo
recuerda, maestro, la popular Caseta Matecaña?
“Eso es un capítulo aparte en mi vida. Ahí tuve la
oportunidad de trabajar al lado de grandes de la música tropical: Pacho Galán,
Lucho Bermúdez, los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Lisandro Mesa, Alfredo Gutiérrez,
Calixto Ochoa, Rodolfo Aicardi, el Loco Quintero,
el Joe Arroyo, y tantos y tantos en diferentes épocas”.
¿Compartió
con Rodolfo Aicardi?
“Claro y lo recuerdo de muy jovencito, cuando Fruko era
muchacho y tenía pelo. Éramos los infaltables de la Caseta Matecaña con el
difunto Sady Rojas, y compartimos tarima muchas veces por toda Colombia”.
¿Se
hacen buenos amigos en el mundo de la música?
“Sí, pero no de todos se puede uno confiar”.
¿Hay
Pastor pa’rato?
“Claro que sí, y justamente así se llama uno de mis
éxitos, en tiempo de gaita”.
No podíamos quedarnos sin la postal del recuerdo con el indestronable Rey de la parranda decembrina. Foto: La Pluma & La Herida |
¿Cómo
quedó después de la operación para sus deberes conyugales?
“¡Huy!, usted se me está metiendo entre las cobijas, pero
déjeme decirle que con un Corazón
apasionado como el mío, el amor y el sexo funcionan de maravilla”.
¿Tres
de sus melodías que le hacen arrugar el corazón?
“Traicionera, El
hijo ausente y Lloró mi corazón”.
¿Usted
sí sabe bailar, maestro?
“Hago el deber, en eso me la he pasado los últimos cincuenta
y seis años”.
¿Bailamos
bien los colombianos?
“Son los mejores, eso es indiscutible, sobre todo la
gente mayor”.
¿Qué
músicas se niega a escuchar?
“Ninguna, porque eso hace parte de la actividad musical.
Y de lo bueno y lo malo se aprende”.
¿Ha
pensado alguna vez en su epitafio?
“No, eso es de mal agüero. Para eso están los descendientes. Esa tarea se la dejo a ellos”.
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“No, eso es de mal agüero. Para eso están los descendientes. Esa tarea se la dejo a ellos”.
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