¡Mil y mil gracias, Misi!, brille por siempre tu hermosa sonrisa. Foto: Noticias Caracol |
Ricardo
Rondón Chamorro
Tenía que ser justo diciembre, cuando las tareas se
multiplicaban y la adrenalina subía al 100: el sinnúmero de gestiones y
compromisos que se echaba al hombro, trámites de su escuela musical, y de oficina,
cuentas por saldar, ensayos al por mayor, reuniones con patrocinadores, entrevistas
con la prensa; supervisión, con una meticulosidad extrema, al mínimo detalle,
entre bambalinas y en escena, hasta ver arriba el telón y las luces
multicolores que daban paso a una nueva función.
Entonces, de lo más alto de la tramoya, caía la nieve
sintética, y grandes y chicos no podían reprimir un “¡Ohhhhh!” prolongado de
estupefacción, al tiempo que la orquesta impartía las fanfarrias de los
personajes que comparecían a la palestra para dar la bienvenida a la época más
feliz del calendario: el bonachón de Juan Navidad secundado por los elfos de la Antártida, duendes, princesas y hadas
pletóricos de luz y de escarcha, un San Nicolás que no paraba de reír y cantar precedido
de venados y osos polares, y el frente vocal y coreográfico, la compañía en
pleno, el auditorio abarrotado de gentes de todas las edades, el aplauso,
recompensa mayor a todos los esfuerzos y desvelos de meses de preparación.
Infatigable como creadora, artista, maestra y empresaria. Así era Misi. Foto: Revista Credencial |
Al final, como era su costumbre hacerlo, desde la primera
función hace treinta años, hasta la última, el viernes 23 de noviembre de 2018,
María Isabel Murillo Samper, en todo
lo alto, con una sonrisa de satisfacción y orgullo colectivo, pronunciaba sus
palabras de agradecimiento al público, una y otra vez, “¡Mil y mil gracias!”, a
los artistas de su compañía, desde el más veterano, Diego León Hoyos, hasta el más chiquitín del coro, “¡Mil y mil
gracias!”, al personal de consolas, de luces y sonido, script, vestuaristas,
utileros, “¡Mil y mil gracias!“; a los vigilantes y a las señoras del aseo, “¡Mil
y mil gracias!”. ¿Se me queda alguien por ahí?”, preguntaba poniéndose la mano
de visera en la frente, para que nadie se escapara de su saludo de gratitud.
Porque Misi,
lo subrayaba, no era nadie sin su equipo, sin sus colaboradores de planta, y
adjuntos a la compañía que fundó hace más de tres décadas, y así lo remarcaba
con la sinceridad y la sonrisa que seguirá siendo su sello en la memoria de
quienes la acompañaron en sus admirables proyectos, y en los que vendrán, ahora
con el impulso y la experiencia de su sobrino, su mano derecha, Felipe Salazar, el más aventajado de
sus discípulos, quien se formó al lado de ella desde los cinco años.
Su legado artístico y cultural está reflejado en varias generaciones de actores y cantantes, formados en su escuela musical. Foto: eltiempo.com |
Podría afirmar sin rodeos que Misi vivió gran parte de su existencia en las nebulosas oníricas de
donde emergían los personajes de sus creaciones, que en la áspera y cruda
realidad que nos atañe. Con todo eso, sin desafinar en su lúdica e inspiración
constantes, era una de las empresarias artísticas que mejor tenía puestos los
pies sobre la tierra.
Como en las fantásticas historias de autor, y de su
propio derroche de imaginación que llevó a escena, más de cuarenta en su brillante
currículum de teatro musical, Misi,
para quienes compartieron su abrigo y enseñanzas, y el amor y la pasión
desbordantes que imprimía a su trabajo, asciende ahora los peldaños de esa bien
ganada escalera al cielo -parafraseando
el título de la letra emblemática de Robert
Plant y Jimmy Page-, que forjó
desde que era niña.
Porque a partir de sus sueños -no hubo ninguno que no
haya podido realizar-, creería que Misi
siempre estuvo inmersa en la enorme casa de muñecas con todos los juguetes que
su padre Hernando Murillo (hermano
del célebre compositor Emilio Murillo)
les fabricó a ella y a su hermana Josefina
como regalo de navidad en los albores de los años 60, en su antigua morada, la
paterna, ubicada en lo que hoy se conoce como la Zona T de Bogotá.
Postal y recordatorio de 'Annie, la huerfanita', el exitoso musical que Misi llevó a Broadway. Foto: Caracol Radio |
La compositora, pedagoga musical e inagotable empresaria,
hizo de su trabajo un decimotercer planeta, fabuloso por excelencia, que compartió
por décadas y varias generaciones con niños y adultos por igual, en el género
de mayor complejidad, tiempo, inversión y producción cuando de una puesta en
escena se trata: el Musical.
Con la misma capacidad, exigencia y sentido de
perfeccionismo con que narró en las tablas sus relatos de Navidad, de igual
manera Misi lo hizo con sus grandes
producciones, tan exitosas y de localidades agotadas, que llevó orgullosa a selectos
escenarios de Broadway, y al Lincoln Center de Nueva York, por
nombrar solo dos: West Side Story y Annie, aplaudidas y reconocidas con
creces por la crítica especializada.
Sin descontar Jesucristo
Superestrella, Grease, Oliver, El Mago de Oz, Aladin, Avenida Q, La más grande
historia jamás contada, su Tributo a
Michael Jackson, Peter Pan, y uno
de sus macroproyectos recientes, Ella es
Colombia, un espectáculo de enorme sincretismo, producción y calidad, que Misi tenía programado mostrar en gira
internacional.
Misi, perfil de una mujer entregada con pasión y vocación al arte musical, hasta el último minuto de su prolífica existencia. Foto: Kienyke |
A María Isabel
Murillo la mató el exceso de trabajo, el estrés derivado del cúmulo de
emociones con el que batallaba a diario, y la pasión y el perfeccionismo con que
se sumergía al fondo de sus empresas y creaciones, como Proscenio, el ambicioso complejo cultural, académico y teatral que venía adelantando al norte de Bogotá. Era una directora de
orquesta. Vivía las veinticuatro horas del día en función de la presión, el
tiempo y las exigencias que demandaba su poderoso quehacer artístico. Y su
corazón no aguantó más.
Misi
partió al universo de los sueños que ella misma creó durante su prolífica
existencia y que tantas satisfacciones le brindaron, sobre todo por su
permanente contacto con los niños, sus actores, sus hijos, muchos en todos
estos años de aventuras y de increíbles realizaciones.
Esta Navidad no será triste para la compañía de Misi, pese a su luctuosa ausencia. De
hecho, la función del sábado 24 de noviembre de 2018 -posterior a su fallecimiento-,
fue más grandiosa en su sensibilidad y en el vigor y la energía de su puesta en
escena. Porque fue un homenaje del alma a la creadora, a la infatigable y
exigente directora de orquesta. Y el aplauso se hizo sentir entre lágrimas de
amor y agradecimiento, pompones y rosas blancas.
Los mismos aplausos que se repetirán hasta el 22 de
diciembre, como era tradición en ella el cierre de temporada de Por siempre Navidad.
Propongo a los astrónomos, a aquellos científicos que entregan
sus vidas, ojo avizor ante un telescopio -como es el caso por hobby del neurofisiólogo colombiano Rodolfo Llinás-, que cuando descubran
una nueva estrella, le den por nombre Misi.
Así, en el solaz compartido de noches rutilantes, cuando
alcemos la mirada al firmamento para encontrar respuestas de Dios, recordemos a
Misi, como siempre, bella, activa y
radiante, con su eterna sonrisa.
(Escrito a una sola mano. Y con la otra en el corazón).
0 comentarios