La icónica foto de la niña de la comuna 13, en Medellín, que mira a través del cristal fragmentado, visión colectiva de nuestra cruda realidad nacional. Foto: Jesús Abad Colorado, El Testigo |
Me
dijeron que no levantara la cámara y respeté esa petición. Pero luego dije:
tengo que hacer esto. Piensen en las imágenes de Vietnam o en los campos de
concentración nazi con las cámaras de gas y los miles de muertos. Sin estos
testimonios no se conocerían esos hechos y alguien los negaría (Jesús Abad Colorado).
Si Jesús Abad
Colorado, no hubiese levantado la cámara en su momento, y en los innumerables
capítulos cruentos del conflicto armado que ha presenciado en los más apartados
territorios heridos donde por su cuenta y riesgo ha arribado primero que las
autoridades y los organismo de rescate, el país se habría perdido de su valioso
testimonio, del registro más completo y conmovedor de la crueldad y la barbarie
que ha azotado a Colombia en los últimos veinticinco años.
Gracias al coraje y a la habilidad del reportero
antioqueño, hijo de un matrimonio campesino que tampoco se escapó de los
rigores de la persecución, la amenaza y el desplazamiento, nos asomamos hoy
estupefactos a su reveladora exposición de 500 fotografías en el Claustro de San Agustín, en Bogotá, paradójicamente
a escasos metros del poderoso complejo donde se aprueban y se imparten las
leyes, y se administra la justicia.
´Nene', la mascota del jefe paramilitar Macaco. Ni las fieras se han salvado de la barbarie. Foto: Jesús Abad Colorado, El Testigo |
La foto de la niña de la Comuna 13 de Medellín (que encabeza
este artículo) que observa por el orificio de la ventana rota de su vivienda
tras un enfrentamiento a plomo entre la policía y militantes de las AUC, resume
el enorme testimonio gráfico de Jesús
Abad Colorado, o Chucho para sus
amigos y el colegaje, porque esa ha sido su visión del país detrás de su cámara
fotográfica que, como buen Jesús, también ha sido su cruz: un espejo fragmentado
por una infame y absurda guerra que ha dejado a su paso, desde distintos
frentes, 261.619 víctimas -214.584 civiles-, además de miles de
secuestrados, desapariciones forzadas, masacres, desplazamiento, violencia
sexual, cientos de víctimas de minas antipersona, entre ellos niños y mujeres:
un panorama siniestro y desolador.
Jesús Abad Colorado, El Testigo, en el bosque de papel y cartón de su exposición , memoria y voz de la guerra absurda que ha padecido Colombia. Foto: La Pluma & La Herida |
Si la exposición El
Testigo: Memorias del conflicto armado colombiano en el lente y la voz de Jesús
Abad Colorado, 1992-2018, del Claustro
de San Agustín (producida por la Universidad
Nacional de Colombia, curaduría de María
Belén Sáez de Ibarra), (dividida en cuatro salas (1.Tierra callada. 2. No hay
tinieblas que la luz no venza. 3. Y aun
así me levantaré. 4. Pongo mis manos
en las tuyas), es un claro y contundente testimonio que el fotoperiodista
nos ha puesto ante nuestros ojos como punto de reflexión para que esta barbarie
no se repita en las futuras generaciones, también lo es el documental El Testigo: Caín y Abel, de la directora
británica Kate Horne, profunda y
reveladora narrativa de su quehacer como reportero de guerra, de su periplo sin
treguas por los hechos trascendentales del conflicto armado, sus protagonistas,
sus víctimas inocentes, los verdaderos perdedores, como él las ha llamado, y
las miles de imágenes que ha capturado.
En este documental, la historia gráfica y la narración oral
del fotoperiodista, van de la mano. La una entrelaza a la otra, y van
conduciendo al espectador como en una suerte de vasos comunicantes para
ilustrar el paso a paso, con lujo de detalles, nombres, fechas, espacios y acontecimientos
que, de tanto nombrarlos en conferencias, charlas universitarias, aulas de
escuelas y colegios, y en su retorno a los territorios heridos, se sabe de
memoria.
Comunidades indígenas, igual que la población campesina, los mayores perdedores de esta guerra infame. Foto: Jesús Abad Colorado. El Testigo |
Hoy en día, cuando la palabra testigo está tan devaluada en las salas de audiencia, en los
procesos judiciales, en los portafolios de prestigiosos
abogados y en el poder corrupto y amañado que los compra al mejor postor, sin
el más mínimo reato de conciencia, y sin medir consecuencias de los daños y perjuicios
de diversa índole que pueda desencadenar, El
Testigo en la voz y el documento de Jesús
Abad Colorado nos remite a recapitular que con su honrado testimonio nada se
ha perdido en la memoria de la injusticia y la crueldad, porque gracias a él,
ahí está retratado, nítido, imborrable; tal como cita el escritor Ricardo Silva Romero en su columna de
opinión de El País de España: Si no
hubiera sido por él, por su cámara piadosa y firme, los políticos cínicos
seguirían jurando por Dios que este horror es discutible.
Sólo quien ha presenciado ese horror ostenta la justa
propiedad de narrarlo y exponerlo de primera mano. Y en esa labor se ha
consagrado Jesús Abad desde que se
apartó de su trabajo como reportero del periódico El Colombiano para registrar el drama de los campesinos desterrados
de sus parcelas, el llanto de las madres que han perdido sus hijos, de
cualquier bando, en el campo de batalla; el sino indeleble de las niñas y
mujeres utilizadas, ultrajadas y violadas en los campamentos de la insurgencia
y en las filas nefastas del paramilitarismo; escalofriantes masacres como las
de El Aro, El Salado o Bojayá, con
sus cristos mutilados, que en otras latitudes civilizadas creen que es producto
de la ficción garciamarquiana o de la creciente ola de la cinematografía
nacional.
Escalofriante imagen de los hornos crematorios enclavados en la manigua. Foto: Jesús Abad Colorado, El Testigo |
En cada foto de Chucho
hay una narrativa propia, que no es la de la imagen impresa que ya es un
documento imperecedero, sino una disertación de cómo se logró, en dónde se
originó, y que vino después de los hechos. Es decir, el epílogo de los
protagonistas o las víctimas que refieren las gráficas, la mayoría en blanco y
negro.
Oírlo contar (¿o cantar como un alabao?) es un ejercicio alterno: el de la nobleza y la
sensibilidad de un incansable obrero en el oficio latente de registrar la memoria
de estos caínes y abeles en el intrincado sangriento de ríos
que cursan pesados y cansinos como fosas comunes, de hornos crematorios enclavados
en el esplendor de la manigua, de los inconcebibles desmanes de la brutalidad
humana, de la que no se salva ni la naturaleza ni los animales, como atestiguan
sus gráficas: árboles y animales marcados con la tenebrosa sigla AUC en
festines macabros y delirantes de motosierras y descuartizados, de partidos de
fútbol con las cabezas de las víctimas, que superan cualquier película de
terror
De ahí que en el recorrido por las salas de la exposición
se encuentren frondosos bosques de papel y de cartón que redimen los escenarios
donde se cometieron crímenes atroces, y en consecuencia la huida en rama de indígenas
y campesinos con sus corotos y sus animalitos a cuestas, perros, gatos, cabras,
gallinas, porque en este horrible trance de la guerra, para El Testigo, hasta los cerdos sufren.
En la cruenta lucha armada, la naturaleza y los animales domésticos también llevan del bulto. Foto: Jesús Abad Colorado, El Testigo |
Y en esa misma ruta del asombro y del aliento contenido,
la poesía en su pureza que nace espontánea de los desgarradores testimonios de
las víctimas, resaltada, en negro, como fúnebre salmodia, sobre las paredes
pintadas de cal:
Preferimos
vivir aquí entre el cielo estrellado y el silencio.
No
tenemos ojos ni conciencia para mirarnos en el espejo roto de la guerra. De
botas, armas, viudas y huérfanos llenaron esta tierra que muy rápido cambió de
dueño. No nos comieron los muertos, tampoco los mutilados ni las lágrimas que
inundan los caminos del destierro.
O del mismo Jesús
Abad, al caer la noche, con su cámara por cruz, en su retorno a Bojayá, meses después de registrar las
imágenes apocalípticas del atentado a su iglesia:
En
esa iglesia, a media noche, en el pueblo, en medio de la soledad, que no lo
habita nadie porque lo trasladaron, yo me quedé en silencio para observar las
estrellas.
Entre la primera y la segunda sala, el visitante
desprevenido también se encontrará con un poema de Hannah Arendt, la filósofa y politóloga alemana de origen judío,
nacionalizada en Estados Unidos, que en estos espacios de la tragedia y el
dolor no necesita título porque lo resume todo:
No
hay hondura donde no resplandece una claridad / ni silencio donde no resuene un
sonido. / Despertad lo silente -incluso ahora sigue dormido!- / Alumbrad la oscuridad que nos creó / No hay
tinieblas que la luz no venza, / ni silencio que los sonidos no entonen. / Pero
esa calma que reposa en lo incierto / oscurece en silencio la postración
postrema.
"A los padres les faltaban brazos para abrazar a sus hijos y protegerlos". Foto: La Pluma & La Herida |
La realización de este documental de Kate Horne se hizo posible gracias al atento respaldo de Gonzalo Córdoba Mallarino, presidente
de Caracol Televisión, que ya había
acogido proyectos de gran valía en este importante y necesario género
cinematográfico como lo fue Gabo: la
magia de lo real, de impecable factura.
Un año atrás, Jesús
Abad había puesto a consideración de Córdoba
Mallarino el machote de su libro Mirar
de la vida profunda, y el ejecutivo, luego de varias horas de hacer un
recorrido junto al fotógrafo por las historias que contendría la publicación,
lo cerró y le dijo que no le ayudaría con el libro, pero que definitivamente
quería hacer un documental sobre su trabajo para llevarlo al cine y a la
televisión.
Y es aquí donde finalmente el documental empieza a tomar
forma y por fin el deseo de destacar el trabajo de Chucho, que bien puede resumirse en una sola pero contundente
palabra: Perdón, se vuelve una
realidad próxima a compartirse en festivales internacionales bajo el nombre de El Testigo.
Horne le
apuesta al documental, sobre todo, porque en la propia historia del fotógrafo
también hay una historia del país que él se empeña en contar a través de otros:
Chucho perdió a su abuelo y a su tío
en un asesinato despiadado; su tía había sufrido el ultraje en la violencia, y
sus padres fueron víctimas del desplazamiento.
Aquí está impreso el dolor, la desolación, la inocencia y la muerte. Foto: Jesús Abad Colorado,. El Testigo |
Aun así, siempre hablaba de esperanza, de perdón y de paz
luego de caminar por el centro del país con su cámara como única arma. Otro
aspecto que atrae del trabajo de Chucho,
es que no narra la historia de los vencedores sino de las víctimas, de los
perdedores, y jamás lo ha hecho con imágenes crudas sino con ética, sutileza y
poesía.
El fotoperiodista no elige lo descarnado, que es lo
obvio, sino lo simbólico y metafórico del dolor colectivo, de ese dolor de
patria que repercute más allá de las fronteras.
Kate
Horne cree que la mejor manera de contar la historia de Chucho era ir en búsqueda de las
personas fotografiadas y enfocarse en las imágenes más icónicas de su trabajo:
“El trabajo de Jesús Abad Colorado merece un lugar
especial de reconocimiento en nuestra historia. Su mirada profunda, que por veinticinco
años ha acompañado y retratado el dolor de las víctimas, nos invita a ponernos
en la piel del otro. Chucho, como se
le conoce, nos trae el dolor y, a la vez, la esperanza. Esperamos que sus
imágenes lleguen al corazón de muchos. Hoy, honramos el trabajo de Jesús, así
como la vida de miles de colombianos que han sufrido la brutalidad de la
guerra” concluye la directora.
Cuadro desgarrador en Pavarandó, Urabá (1997). Comunidades afrodescendientes, humilladas y vulneradas por la mano depredadora del conflicto. Foto: Jesús Abad Colorado, El Testigo |
Muy seguro que el poder oficial hará caso omiso de este
impactante testimonio gráfico y audiovisual para evitar comprometerse, y no
pronunciará una sílaba al respecto; pero también certero que muchos compatriotas
de bien, de a pie, gente como uno que no madruga a vivir sino a no dejarse
morir, que paga impuestos y que a pundonor se abre campo para lograr el
sustento, pero lo más importante, que siente y corea como propio el clamor de
los perdedores, se interesará por verlo, por ser un testigo más del testimonio
del gran Testigo, que con su lente
arriba y su poética vibrante hizo posible que la historia nacional de la
barbarie no fuera sepultada ni extraviada.
Porque ahí está, a la vista de todos. ¡Para que no se
repita!
Ficha
técnica
País: Reino Unido
/ Colombia / Perú
Duración: 76 minutos
Reparto: Jesús
Abad Colorado
Director: Kate
Horne
Género: Documental
Idioma: Español
Únicas
funciones: 25, 26, 27 y 28 de octubre en salas de Cine Colombia (Gran Estación, Embajador, Titán Plaza)
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