Julián Román en el rol magistral de Juan Roa Sierra, el supuesto asesino del caudillo Jorge Eliécer Gaitán. Foto: La Pluma & La Herida |
Desde el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, el 9
de abril de 1948 -70 años de
aquél fatídico suceso-, ningún escritor como Miguel Torres había abordado con tal obsesión y firmeza el espinoso
tema del llamado Bogotazo.
A partir de su óptica narrativa, pero a la vez desde la
dramaturgia - uno de los grandes referentes del teatro colombiano- Miguel invirtió gran parte de su vida
en una rigurosa y detallada investigación de este siniestro capítulo que dividió la historia de Colombia, para
construir una ficción centrada, no en el caudillo sacrificado del que han
corrido a la par ríos de tinta y de sangre, sino del opaco y novelesco
personaje que se supone acabó a tiros con la vida de Gaitán.
¿Quién era Juan
Roa Sierra? ¿Cuál era su procedencia? ¿Qué alicientes tenía en la vida?
¿Quién era su familia? ¿Cómo era el mundo que lo rodeaba? y ¿Qué lo impulsó a
cometer tan execrable crimen, si fue él quien lo materializó?
Preguntas que estuvieron rondando como moscas kafkianas sobre
la cabeza del autor, y de las que sólo se libró cuando se sentó a escribir El Crimen del Siglo (2006), una metanovela
de 386 páginas, considerada por la crítica como un clásico de la literatura
nacional.
Metáfora del gran acierto de Miguel Torres, el de trasladar en su complejidad su novela 'El Crimen del Siglo' al fascinante universo de las tablas. Foto: La Pluma & La Herida |
No satisfecho con este logro, Torres publicó tiempo después El
incendio de abril, que contiene tres partes, la primera de ellas, una
selección detectivesca de más de sesenta testimonios de personas que rodearon
el asesinato, y de lo que sucedió a partir del mismo, la hecatombe bogotana, narrados en primera persona, algunos ceñidos a
la realidad, otros atraídos por la imaginación.
Uno de ellos, quizás el más escalofriante, el de una
mujer llamada Ana Barbusse, que en
esa tétrica noche de matanza, incendio y saqueos, a manos de un populacho
enardecido armado de garrotes, revólveres y machetes, se avienta a la macabra
búsqueda de su marido entre un arrume de cadáveres.
La saga también esculca, entre la realidad y la ficción, el
otro rostro de la tragedia. Es decir, el impacto y las consecuencias
traumáticas que pudo haber dejado el abominable crimen en las altas esferas de
la sociedad bogotana, en medio del terror y la incertidumbre.
Pero la obstinación de Miguel no llegó hasta ahí. Su terquedad irrefrenable le planteó la
tentación por una tercera novela que no se hizo esperar. Cuando sus lectores se
habían hecho a la idea de que todo lo anterior estaba concluido, el escritor
sorprendió en las librerías con La
invención del pasado, que remata esta trilogía, y que su creador traduce
como una síntesis del fracaso y la desidia que significó el homicidio del
llamado caudillo del pueblo, que en
la historia de la violencia nacional ha repercutido hasta la fecha.
De aplauso la caracterización y el maquillaje de la actriz Carmenza Gómez en el rol de la mamá de Juan Roa Sierra. Foto: La Pluma & La Herida |
Es que el propio Miguel
Torres también hace parte del histórico drama: su familia, liberal por
antonomasia, profesaba enorme cariño y admiración por Gaitán, y en esa noche terrorífica que sucedió a su crimen, siendo
un niño, desde los altos del barrio
Belén, donde habitaba, vio estupefacto cómo ardía la ciudad.
Esto agregado con el tiempo a su vocación de literato y
teatrero, y ese arraigado hábito de romperse la cabeza noches enteras con
problemas ajenos, ya en el ejercicio de la escritura o en la puesta en escena,
como las batallas que ha librado con representaciones del volumen, la calidad y
el trabajo de La Siempreviva,
inspirada en el holocausto del Palacio
de Justicia, en noviembre de 1985, que aparece en el listado de las mejores
obras del teatro colombiano.
Miguel Torres, el gran mentor de 'El Crimen del Siglo', tanto en su obra literaria como en el ensamblaje dramatúrgico y su monumental puesta en escena. Foto: La Pluma & La Herida |
De modo que la piquiña de llevar El crimen del siglo a las tablas lo estaba presionando de tiempo
atrás, con la certeza de que su personaje central, Juan Rosa Sierra, joven taciturno, misterioso y escurridizo, le iba
a dar un vuelco total a la historia tradicional que todos conocemos, desde
luego, a través del catalejo de la imaginación.
En ese arduo andamiaje de la dramaturgia, Miguel Torres nos revela como en una suerte
de thriller psicológico el entorno
sórdido y a la vez fascinante de Roa
Sierra, cruda metáfora de la sociedad: un capitalino de estrato humilde,
acorralado por la pobreza y la falta de oportunidades, arrejuntado en la precariedad
con la madre de su pequeño retoño, y con el delirio de encarnar el espíritu del
general Santander en sus
desesperadas noches de hambre, confusión y pesadilla.
Los actores Élkin Díaz y Julián Román, entre penumbras y conspiraciones. Foto: Teatro Colón |
Empecinado en salir del marasmo de sus derrotas, Juan Roa Sierra se la juega para lograr
por todos los medios una audiencia con Jorge
Eliécer Gaitán y pedirle una oportunidad laboral. Efectivamente lo aborda, pero
con la desafortunada negativa a su petición.
¿Comienza en ese momento Roa Sierra a empollar el bicho maléfico del crimen? Esas piezas del
rompecabezas las va armando el espectador en el transcurso de la obra, ya que
el hábil director lo sumerge en una densa marea de confabulaciones,
conspiraciones, personajes esperpénticos, agentes secretos internacionales, y
hasta un astrólogo mecenas, a quien el
confundido y extraviado protagonista confiesa la intención del asesinato, para
que con sus medios esotéricos lo detenga.
Esto añadido a los problemas de orden familiar: las
discusiones y los agarrones permanentes con su mujer por escasez de dinero, y
la vergüenza desoladora que el pichón de asesino siente por su abnegada y
sufrida madre, una lavandera de ropas a la que no sabe de qué manera retribuir
su cariño y sus sacrificios. Ese maremágnum de conflictos conduce al desdichado
Roa al desenlace fatal que el
público imagina.
Para Miguel Torres,
lo determinante en asuntos de literatura no es el qué sino el cómo. De ahí lo
sutil, preciso y enigmático del tejido que sostiene su asombrosa historia. Si urdirlo
en narrativa fue un reto mayor que le ocupó la mitad de su vida, no menos lo
fue asomarse a la complejidad, el tiempo, el trabajo y la catarsis de
representarlo en teatro.
Humberto Dorado en el rol del leguleyo captador del posible sicario de Gaitán. Al fondo la imagen emblemática del caudillo. Foto: Teatro Colón. |
Pero está visto y amarrado que para Torres no hay empresas imposibles, y su obstinación, ligada a su
maestría, a su carácter y persistencia, son motores poderosos para dotar a sus
creaciones de legítima riqueza, esplendor y armonía.
El monumental engranaje en tablas, los cuadros, los paneles,
la sobria escenografía que recrea la rancia época de los años 40 en Bogotá; el vestuario, la luz, ¡oh!, la luz (del director
de iluminación español Francisco ‘Paco’
Ariza), valioso recurso que hace más impactante la trama, y la selecta
nómina de actores y actrices de ayer y de hoy, posiciona El Crimen del Siglo como una de las obras -no obstante su
complejidad en el montaje-, más bellas, conmovedoras
y reveladoras del teatro colombiano de las últimas décadas, desde luego con La Siempreviva.
Diego Trujillo, responsable de la narración de 'El Crimen del siglo'. Foto: Teatro Colón |
Julián
Román, el histrión que asume el espíritu en penumbras de Juan Roa Sierra, parece extraído de El libro del desasosiego de Fernando Pessoa. Un trabajo de intenso laboratorio
para el protagonista, de muchas capas, de un arduo ejercicio de investigación y
ensayo, que el propio Julián afirma
que alterno a la orientación de Torres,
no hubiera sido posible sin las sabias consejas de su padre, Edgardo Román, el Gaitán de El Bogotazo (basado
en el libro de Arturo Alape para Revivamos nuestra historia, dirigido por
Jorge Alí Triana, hit que coincidió con la celebración de
los 30 años de la televisión), quien
curiosamente vuelve a interpretar al caudillo
en esta puesta en escena.
Román encuadra
magistral con el sombrío perfil de Roa
Sierra creado por Miguel Torres:
un alma en pena en la ciudad gélida y
fantasmal en la que aconteció el magnicidio. Una urbe donde nadie mira a nadie
a los ojos, y la prisa se hace más evidente de regreso a casa, con la cabeza
gacha, las manos entre los bolsillos de un deteriorado gabán, o bajo una ruana,
el caminar precipitado de quien intenta eludir el acecho criminal.
La actriz Carmen Isabel Gaona encarna a la mujer de Roa Sierra. Foto: Teatro Colón |
El Roa Sierra
del Crimen del Siglo es el típico don nadie abandonado a su suerte, un
perdedor sin retorno, un fracasado en el despertar de la existencia que ante la
zozobra de carecer de un norte, de un propósito fijo para salir del atolladero,
acude a videntes y a falsos profetas del Rosacrucismo
en un intento desesperado por develar su destino, mientras que insiste en ser
la reencarnación del general Francisco
de Paula Santander.
El complemento actoral, del más alto nivel y trayectoria
en la escena colombiana, reafirma el carácter y la dimensión histórica e
histriónica que envuelve el escenario del Teatro
Colón, donde se viene representando: Carmenza
Gómez, como la dolida y resignada mamá del criminal; Edgardo Román, como Gaitán;
Ramsés Ramos, Diego León Hoyos y Élkin Díaz como los detectives conspiradores;
Humberto Dorado como el leguleyo
corrupto, captador de los posible asesinos de Gaitán; Carmen Isabel Gaona,
como la mujer de Roa Sierra; Lucho Velasco, Ulises González y Antón Tarasov, en los roles de los
confabuladores internacionales; Jorge
Herrera, que se multiplica en interpretaciones
de principio a fin, unas de matón a sueldo, otras de paisano o investigador; Joe Broderick, como el astrólogo; Clara Bernal, metáfora de la fatalidad;
Diego Trujillo, como responsable de
la narración, y con ellos Candelaria
Torres y Jenny Caballero.
Para el escritor y dramaturgo bogotano Miguel Torres, El Crimen del Siglo es una oportunidad -a propósito de los 70 años que se están conmemorando de la trágica
muerte de Gaitán- de ahondar en detalle en las fortalezas y debilidades de
la condición humana, sus temores y vacíos, y en su impotencia y desdicha por
alcanzar nobles ideales, tal cual el retrato diseñado por él de Juan Roa Sierra. En síntesis, un individuo
incapaz de soportar la pesada carga que lleva encima, y que termina por
explotar.
Diego León Hoyos y Ramsés Ramos, en 'El Crimen del Siglo', fichas claves en la confabulación que derivó en el homicidio de Gaitán. Foto: Teatro Colón |
El gran colofón de esta brillante pieza dramática es
impredecible, como a lo largo de siete décadas que ha divagado el enigma de quién
fue realmente la persona que apagó la vida del caudillo. Si fue Roa Sierra
el autor, o si este no fue más que un instrumento, un comodín en la maraña confusa
del asesinato. A cuenta del espectador queda
esa lectura, y cualquier hipótesis al respecto es bien recibida.
Porque durante el proceso de investigación, Torres recurrió a mamotretos, ensayos,
biografías, discursos y declaraciones de Jorge
Eliécer Gaitán. También hizo una compilación de recortes de prensa con la
información más importante de su vida política. “No quise hablar con su
familia, ni con especialistas del tema. A veces cuando uno busca colaboradores
las cosas pueden tomar otro camino”, recalca el narrador y dramaturgo.
Carmen Isabel Gaona, Julián Román y Carmenza Gomez, trilogía del desasosiego en 'El Crimen del Siglo'. Foto: La Pluma & La Herida |
Para Miguel es
muy doloroso que en la actualidad Gaitán
esté en el olvido, teniendo en cuenta su
relevancia en la historia de
Colombia del siglo XX. En su opinión: “todo colombiano debería conocer y
entender El Bogotazo. El 9 de abril
es una fecha sobre la que se tiene poca información, pero que merece mucha
atención porque determinó el fracaso histórico del país”.
El público no deja de asombrarse con la cosmovisión
realista de la obra, ya que tiene como característica principal la estética
popular que se manejaba en la década de los cuarenta. A través de diferentes
proyecciones en video y la escenografía, se recrean lugares tan bogotanos como
los famosos cafés, el parque Veraguas
o el Salto del Tequendama.
Otro de los elementos que llama la atención es el
ambiente en escena que tiene como punto de partida tanto los tonos sepia y
ámbar, como los colores blancos, negros y grises, propicios para sumergir al
público en la fría, nostálgica y brumosa Bogotá
de la época.
La actriz Clara Bernal, metáfora de la fatalidad y referente delator del cruento acontecimiento. Foto: La Pluma & La Herida |
Los personajes de la historia cuentan con un vestuario
marcado por el uso de ruanas, sacos, vestidos cruzados, abrigos, sombreros y
paraguas, siguiendo algunos patrones de la moda inglesa de ese entonces. Como
también juega un papel muy importante las texturas de envejecimiento y
deterioro, y el maquillaje.
El montaje cuenta con la dirección de arte de Rosario Lozano y la música de Josefina Severino. El destacado técnico
español Francisco ‘Paco’ Ariza
estuvo a cargo de la iluminación.
El
Crimen del Siglo es una producción del colectivo Gente con Talento, auspiciado por el Ministerio de Cultura y el Teatro Colón. Debido al éxito en ventas
de boletería y a la gran acogida por parte del público, la organización
extendió dos funciones a la temporada inicial: el lunes 30 de abril a las 7:30
p.m. y el martes 1° de mayo a
las 5:00 p.m. en el Teatro Colón.
La boletería tiene un costo de $30.000 a $70.000 y se
puede conseguir a través de www.tuboleta.com
en puntos Tu Boleta a nivel nacional,
y en la taquilla del Teatro Colón.
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