Henry Fiol, el caballero andante del son y de la salsa. Foto: Youtube |
Ricardo
Rondón Ch.
Hay una portada de un acetato de Henry Fiol que expresa en su composición de color, en su mensaje y
en sus sutiles pinceladas, el gran potencial artístico y la profunda
sensibilidad del septuagenario salsero neoyorkino (condado de Manhattan), de
ancestros puertorriqueños.
La preciosa carátula, que es una obra de arte, tanto por
su policromía como por su contenido, corresponde a su título discográfico Fe, esperanza y caridad, pintada al óleo
por él, revela un tríptico femenino en un río escandaloso de vegetación y colorido, una de
ellas saboreando una jugosa pepa de marañón, mientras su compañera, una
agraciada mulata de pañoleta de pepas ajustada a la cabeza, con una vela
encendida, celebra una cumbia de atarrayas; y la tercera, con el agua hasta las
pantorrillas, acaricia la testa de un crío de brazos.
La pintura es bellísima, y si uno no estuviera enterado
por boca de Fiol que es de su
autoría, de encontrársela de buenas a primeras en algún escaparate de los
rastrillos que abundan en los paseos domingueros de las grandes ciudades -el
parisino Montmartre, por ejemplo-,
se empecinaría en encontrar la rúbrica borrosa de Paul Gaugin, el máximo exponente del Expresionismo.
Una de sus obras de arte, impresa en la carátula de uno de sus discos emblemáticos: Fe, esperanza y caridad. Foto: deezer.com |
Porque en el potencial de sus cualidades artísticas, Henry Fiol, compositor, cantante,
flautista, percusionista, director de orquesta, también es pintor. En su edad
temprana cursó estudios de Bellas Artes, y a la fecha, en su pródiga
trayectoria de 70 años, no ha cesado de templar bastidores para plasmar su
creatividad.
Con Fe, esperanza y
caridad son muchas las portadas que ha firmado el gran cronista e
intérprete salsero, de una veintena que compila su amplia y fecunda producción
discográfica, de lo más reciente: Ciudadano
del mundo, Salsa subterránea, De cachete y De la mano a la boca, que es una oportuna metáfora sobre el
sentimiento que embarga al hombre latinoamericano en sus arduas luchas de
supervivencia, en medio de tantas causas perdidas.
Fiol,
está claro, se ha revelado, al igual que Rubén
Blades, como el fiel cronista de nuestros tiempos. Un retratista en
profundidad de duras realidades y conflictos del continente mancillado por la
violencia, la pobreza, la falta de oportunidades, y los despropósitos del
poder, caso particular Venezuela, de
la que se ha manifestado impotente y solidario, pero a la vez optimista de una
vuelta de página radical que recobrará la democracia y el renacer de la hermana
república.
En cada letra de Henry Fiol hay una reflexión a todo lo
anterior. Una piedra de toque que incita a desenmascarar el oprobio, la
rendición y la desesperanza. Un llamado de atención para despertar de ese
letargo en el que por años hemos vivido inmersos.
Pero también está la
pluma que exalta el goce y la sabrosura que identifica al latino, su espíritu alegre
y optimista que supera las vicisitudes y dificultades, y esa disposición tropical
para celebrar la vida con el baile, la rumba y la magia carnestoléndica. De ahí
los éxitos del llamado Padre del son como: La
juma de ayer, Picoteando por ahí, Zúmbale, Ven baila mi son, Si tu cocinas como
caminas, La última rumba, Oriente, El guatequete de Ciprián, Ahora me da pena
y Mala suerte, de tantas páginas de
su rico y variado repertorio.
Henry
Fiol,
caballero andante del son, la salsa y la rumba cubana, viene a Colombia desde
principios de la década de los 80, y de esa época, a la fecha, su presencia siempre
será un motivo para disfrutar, corear y bailar sus melodías.
Autorretrato del polifacético artista salsero en otro de sus acetatos de copiosa popularidad. Foto: Pinterest |
Maestro,
como pocos en su género, usted se ha apropiado de la salsa para pintarnos la
realidad en que vivimos. ¿Sigue insistiendo en el arte, en particular la
música, como un acto de redención?
“Es que para mí una persona que se precie de artista está
en la obligación de transmitir lo que ve y lo que siente. Un juglar, lo ha sido
desde los tiempos antiguos, es un vocero de las necesidades y las alegrías de
su pueblo. Y eso es lo que he tratado de hacer”.
¿Qué
es lo que más lo toca de Latinoamérica?
“El desenfreno del capitalismo brutal, las tiranías, que
en vez de hermanar y engrandecer el continente, lo subyuga y lo postra en la
miseria y en la desilusión. Mira lo que está pasando en Venezuela por culpa de
la ignorancia, la corrupción y la codicia de sus gobernantes: un
país tan rico y próspero como lo fue en el pasado, hoy sumido en la violencia,
la pobreza y el exilio”.
¿Es
por eso que su salsa va de la exaltación a la melancolía?
“Sí, pero pasando por el recuerdo, la memoria, que es el
gran libro de nuestras vidas. Porque la existencia no es únicamente gozo, todos
los sabemos. Hay más pérdidas y desencanto que alegrías, y este mundo que nos
tocó en suerte se debate entre soles y tempestades. Y eso es lo que a mí me
gusta contar”.
¿Qué
nombre podría adjudicarle a ese tipo de salsa?
“No sé, algunos han dicho que es salsa con sentido
crítico y social, pero no me atrevería a darle un nombre específico. Esa tarea que les corresponde a los especialistas”.
Con las congas, las maracas, la flauta, y por su puesto, su voz, el maestro Henry Fiol celebra en tarima sus mejores páginas. Foto: Youtube |
¿Sigue
pintando, maestro?
“No como quisiera, porque no tengo un espacio disponible,
y también porque la música me demanda moverme de un lado a otro. Vivo con mi
esposa en un pequeño apartamento de Nueva York, y como pinto al óleo, la
trementina es tóxica y debo ser cauteloso con ella, ya que mi mujer sufre de
asma”.
¿Algún
día continuará con su cometido de formas y colores?
“Claro, cuando me acerque a la orilla de ese río
ineludible que se llama vejez. En ese estado de la vida estaré ya más seguro
como pintor que como músico. Total, a la música le he entregado gran parte de
mi vida”.
¿Cuál
es el color de la salsa?
“Eso es como si me preguntaras por una nota específica
del pentagrama. Para pintar, como para realizar una composición, se necesita de
muchos elementos. En el caso de la música, de acordes y armonías. Y en la
pintura, de la sapiencia y el talento para lograr una composición ideal del
color”.
¿Siempre
oye salsa?
“No. En lo personal salsa es lo que menos oigo. Lo que
más me llama la atención es el Jazz, la música instrumental americana, y la
música brasileña. Soy un fiel servidor del rico patrimonio de Joao Gilberto, a
quien admiro mucho”.
¿Y
quiénes lo inspiraron en el son y en la salsa?
“Yo lo debo mi carrera musical a dos portentosas columnas
de la música cubana: la señora Celina González y el recordado Benny More”.
La impronta del compositor e intérprete neoyorkino de ancestros puertorriqueños. Foto: Yotube |
¿Qué
cree que ha pasado con la africanidad de la salsa?
“Tuvo sus mejores momentos con orquestas como Fania All
Star, Cortijo y su combo, Johnny Pacheco, José Fajardo, Joe Quijano y Ray
Barreto, entre otros, quienes tomaron lo mejor del patrimonio musical cubano
para inspirar y concretar sus producciones. Esa africanidad de la que tú hablas
se ha perdido notablemente en los últimos años”.
¿Cuál
cree, de todas sus producciones, que sea el álbum con más carácter social que ha publicado del género salsa?
“No me atrevería a decir que el más, porque en todos mis
trabajos he sido incisivo en el tema político y social. Diría que es un disco
próximo a la realidad actual, a los problemas antes mencionados, a esa ardua
batalla por el poder adquisitivo, y a esa muralla cada vez más desafiante entre
ricos y pobres”.
¿Qué
es lo primero que se le viene a la cabeza cuando recibe la llamada de un
empresario para un concierto en Colombia?
“Creo que es un lugar común decir de muchos artistas
extranjeros de distintos géneros, cuando mencionan a Colombia como su segunda
casa. A mí me pasa igual: desde la primera vez que vine a Colombia, por allá a
principios de la década de los 80, sentí inmediatamente el cariño y el calor
humano de este público maravilloso. Siempre he dicho que Colombia es un
paraíso, aunque algunos no se lo quieran creer. No he visto otro país donde la
gente te reciba y te brinde un trato como si fueras de la familia. Pese a los
problemas y las dificultades, la hospitalidad y la generosidad del colombiano
no tienen comparación”.
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12 de agosto
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