El país vallenato llora la muerte de su ídolo Martín Elias, ocurrida durante un accidente de tránsito en carreteras de la Costa. Foto: portalvallenato. |
Ricardo
Rondón Ch.
Si a Diomedes Díaz
le dolió hasta el último día de su delirio insomne la muerte de su tío Martín Maestre, ocurrida en un
accidente, con El Cacique al volante,
el 1° de agosto de 1979, a escasos
metros de la glorieta Pedazo de Acordeón,
en Valledupar, uno no alcanza a
imaginar el terremoto que se hubiera desatado en su trajinado corazón al enterarse
del trágico desenlace de su amado hijo Martín
Elías.
Este país, acostumbrado a acostarse emparrandado y a
despabilarse con el alma hecha trizas por la fatalidad, da cuenta de otra
lamentable pérdida para el folclore vallenato, la del menor de los cuatro hijos
que Diomedes tuvo con su primera
mujer, Patricia Acosta, en su orden:
Rafael Santos, Diomedes de Jesús, Luis
Ángel y Martín Elías.
Un muchacho, 26 años, con los mismos guiños de su padre, la
sonrisa candorosa para su familia, sus amigos y su público, y el duende y el torrente
de voz que lo tenían posicionado, con el acordeón de Rolando Ochoa (hijo del gran Calixto),
como el número uno en la provincia y en la Costa, y en cuanta talanquera,
tarima y gallera lo programaran, como ha sido la tradición de los juglares en
las casetas macondianas de amanecida, donde la fanaticada se queda dormida de
pie y con los ojos abiertos, como en un arrebato místico, todo por no perderse
una movida de sus ídolos.
Martín Elías tenía el duende, los gestos y la teatralidad de su padre, el Cacique, además de su portento de voz. Foto: Intervallenato |
Fue por Martín
Maestre y en su homenaje postrero, que Diomedes
Díaz bautizó con ese nombre a Martín
Elías. Y por varias razones: por ser el hermano más querido de la vieja Elvira, su mamá, y porque desde
chico le inculcó el vallenato luego de descubrir su talento como vocalista.
La muerte de Martín
Maestre no solo cundió entre estudiosos y seguidores de la melodía
vernácula de ese entonces, sino muchos años después, cuando la fanaticada en
vilo no se perdía un capítulo de la serie para televisión Diomedes Díaz, el Cacique de la Junta.
Justo cuando muere Martín
Maestre en la serie, uno de los episodios más impactantes para los
televidentes, el propio Martín Elías,
ya hecho figura, rescató el recorte del fatídico registro del periódico El Universal de Cartagena, y lo compartió en redes con unas sentidas líneas:
“Este fue el periódico que salió el día en que fallece el
tío Martín Maestre, el día 1° de agosto de 1979, antes que naciera
mi hermano Rafael Santos. Por este
tío es que llevo mi nombre, y es la vena artística de la familia. Él fue quien
le inculcó a mi papá esto de la música. Faltaba poco para que mi papá grabara
con él. Y mi papá nunca se olvida de eso. Es más, quedó marcado para toda la
vida. Que Dios lo tenga en su gloria”.
Tanto quedaría marcado, que Diomedes prometió no volver a conducir en su vida, y así lo cumplió
hasta el día de su fallecimiento, el 22
de diciembre de 2013.
Recorte de prensa que registró la noticia de la muerte del compositor Martín Maestre, tío de Diomedes Díaz, ocurrida en similares circunstancias automovilísticas. Foto: Archivo particular |
Treinta y ocho años después, como por una siniestra
premonición, Martín Elías Díaz Acosta, el cantante que desataría El Terremoto con su vozarrón y su
carisma, el hombre que amaba los carros (tenía cuatro camionetas de alta gama), perdía la vida en las mismas circunstancias.
Cuando falleció Maestre,
Diomedes conducía su camioneta y lo acompañaba
un primo, su manager Dagoberto Suárez,
y el Cacique Pillayo, su guacharaquero.
En la mañana funesta del 14 de abril de 2017 (viernes santo), Martín se desplazaba con Alex Martínez y Rafael Rico, sus asistentes y Armando Quintero, su conductor. Cuando las especulaciones en medios y redes sociales barajaron la velocidad de la camioneta hasta romper la aguja de los 220 kilómetros por hora, Quintero, el hombre al volante, maltrecho y con cuello ortopédico, plantó cara al reportero de Noticias Caracol en Valledupar y aseguró que que iba a un promedio de 120.
En el accidente de Maestre,
Diomedes no alcanzó a ver un
montículo de asfalto y se montó encima. El impacto hizo que salieran disparados
Pillayo y Maestre a la carretera. El tío querido se llevó la peor parte.
Segundos después del fatal accidente. Foto: Intervallenato |
Cómo sería la velocidad del automotor, que las llantas se estallaron ante el cabrillazo y el vehículo salto por los aires: Díaz Acosta salió expulsado por la ventana. Atrás, en otra camioneta, venía su acordeonero Rolando Ochoa, quien cuando auxilió a su compañero de bregas artísticas, este le pidió que le socorriera un vaso de agua. Fueron las últimas palabras que Ochoa oyó de Martín Elías.
Velocidad extrema y carreteras intransitables. Binomio nefasto. La maldita corrupción administrativa también tiene la culpa: ¿A qué cuentas personales van a parar los dineros de los peajes? Investiguen señores procuradores.
Segundo: a quién le cabe en la cabeza que luego de una jornada
tan larga y fatigosa como fue su última presentación en las playas de Coveñas, que finalizó hacia las siete
de la mañana, estos muchachos se bajan de la tarima para abordar la camioneta y emprender un
largo y agobiante trayecto.
La fórmula triunfadora que quedará en la memoria perdurable de sus miles de fanáticos: Martín Elías y Rolando Ochoa, su acordeonero. Foto: Portal vallenato |
En El ocaso de los
ídolos, ensayo del filósofo alemán Friedrich
Nietzsche, hay una cita patibularia que habla de la alegría del aniquilamiento, de ese retorno trágico del hombre al
lugar donde partió una vez.
Esa alegría del
aniquilamiento no es más que la certera metáfora del país que nos acontece,
que avanza a palos de ciego, de tumbo en tumbo, con una euforia precipitada y
sin medir consecuencias, con un desfogue
desesperado del espíritu que no encuentra sosiego ni siquiera en un día
destinado por tradición al silencio, a la reflexión y al recogimiento. Un país propenso a celebrarlo todo, a acapararlo
todo en un instante, y a terminar desconcertado y con las manos vacías.
Las imágenes de los noticieros así lo demuestran: ayer el
festejo enardecido alrededor del ídolo de multitudes, y a escasas horas, el tótem
yacente y sangrante entre latas retorcidas.
No es el primero. En el pasado fue un Kaleth Morales en el fulgor de sus
primaveras y con un futuro rutilante. Hoy, el hijo que más se parecía al ídolo
de todos los ídolos vallenatos, Diomedes
Díaz, en el esplendor de su carrera, con una abuela cariñosa, la vieja Elvira, una joven mujer, su
esposa Dayana Jaimes, y dos críos
pequeños que lo lloran.
Yolanda Rincón y su hijo Miguel Ángel Díaz, conocido como 'El Cacique de la Lucha'. Foto: Archivo particular |
Como lo lloran sus cientos de fanáticos de las capitales,
municipios y veredas de la Costa, y de otras regiones de Colombia, la mayoría gente humilde y silvestre que lo
acompañaran en caravanas y romerías a su última morada en Valledupar, como lo hicieron con Kaleth Morales el 24 de
agosto de 2005, como sucedió con la diosa
vallenata Patricia Teherán el 19 de
enero de 1995; con Leonardo Gómez,
compañero musical de Kaleth, el 14 de enero de 2008; con Jesús Manuel Estrada, vocalista de Los Diablitos, el 12 de noviembre de 2003; y como continuarán haciéndolo si de una
vez por todas no se aprende la lección de la mesura, del equilibro y la
prudencia, de ese de nada demasiado
que pregonaban en las ágoras los antiguos sabios griegos.
De eso puede dar fe Miguel
Ángel Díaz Rincón (30 años), el hijo milagro
de Diomedes, el Cacique de la lucha, lo llaman, fruto de su relación con la
sogamoseña Yolanda Rincón Sánchez.
Conozco a Yolanda
de tiempo atrás. Regenta un modesto almacén de plásticos en la avenida Caracas
con calle 18, de Bogotá. Estuvo a
punto de perder su retoño por una enfermedad demoledora: globuloesclerósis focal segmentaria, un síndrome nefrótico que
destruye los riñones.
Para ella y su retoño fueron años de viacrucis, de
extenuantes y prolongadas sesiones de diálisis en medio de las premuras
económicas, y para Yolanda, del rol
enajenante de ser la otra, y de tener
que llevar la cruz en solitario y en silencio, no obstante las ayudas
esporádicas que recibía de Diomedes.
Uno de los compromisos cercanos de Martín Elías y Rolando Ochoa que quedó en veremos |
Pero su coraje y amor maternal hicieron el milagro,
cuando los galenos aseguraron que de no producirse un trasplante, el joven tenía
mínimas posibilidades de vida. Yolanda
le donó uno de sus dos riñones el 12 de
mayo de 2012, no sin antes haber hecho un convenio secreto con Cristo
Jesús.
A partir de ese momento, la vida les cambió por completo.
Yolanda y Miguel Ángel están al frente de su propio negocio. El joven, con
sumos esfuerzos, se recibió como administrador de empresas. No tendrá los lujos, las cadenas, los relojes de oro y las camionetas de alta gama de sus hermanos henchidos de fama y espectacularidad,
pero basta su sonrisa diáfana y su mirada sincera para expresar el alborozo y
la gratitud que siente por la vida.
Y él y su señora madre saben que esos favores no se adquieren
con todo el dinero del mundo, sino con la fe, el amor inconmensurable y la
palabra divina. Por eso para los dos siempre estará dispuesta la Biblia sobre
el mostrador de despachos.
Juan
Carlos Travecedo Solano, consultor-manager de Jorge Celedón, conoció de niño a Martín Elías y lo pondera como el mejor
hijo, el mejor hermano, el amigo incondicional:
“Sostenía a su señora madre, y era pródigo con los
familiares, primos y allegados de escasos de recursos. Tenía un poder de
convocatoria igual que el de su padre Diomedes.
Cuando se preparaba una celebración, como los cumpleaños de Javier Fernández, director de Olímpica Estéreo en Valledupar, por quien profesaba gran
admiración y gratitud, sólo Martín Elías
era capaz de reunir tantos amigos, la mayoría dispersos o extraviados. Era ver
al Cacique en su calidez, en su
teatralidad y en sus ademanes. No cabe duda: el digno sucesor de Diomedes”.
30 éxitos de Martín Elías: bit.ly/2nObkUT
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