El autor de la laureada novela 'El hombre que amaba a los perros', uno de los atractivos de la programación del Hay Festival Cartagena de Indias 2017. Foto: Héctor Garrido |
Ricardo Rondón Ch.
Hereje, parricida (tuvo
el coraje de matar a su padre Hemingway en una novela), ladrón
esporádico de libros en los años universitarios, adicto a los Populares (versión cubana de los Pielrrojas colombianos) y a los helados
de fresa y chocolate del Coppelia,
como en la película que protagonizó su amigo Jorge Perugorría; exiliado
en su propio patio, con un amor de más de 30 años que también es una novela, Leonardo de la Caridad Padura Fuentes (La
Habana, Cuba, 1955) es el narrador que más se ha aproximado en su obra al
cubanismo literario, en la legitimidad de su lenguaje local, después de Guillermo Cabrera Infante, su alter
ego, uno de los dinamos que le encendió la chispa del oficio narrativo a partir
de sus lecturas y relecturas de Tres
tristes tigres.
Porque en el principio
fue la pelota caliente en las calles
destapadas del barrio Mantilla,
provincia de Arroyo Naranjo, a
quince minutos de La Habana. Pretender
seguir los pasos del legendario Pedro Chávez,
el pelotero amateur de Industriales, capaz de echarse al hombro
al equipo para conquistar el campeonato, no pasó de ser una quimera que con los
años se fue trasmutando en una realidad concreta y poderosa con el oficio de la
escritura.
La famosa foto de Leonardo Padura con la lente del argentino Daniel Morsindzki: "Nadie llega más lejos que su sombra". Por supuesto que el escritor jamás se ha dado por vencido. |
El bate, simbología de
un batallar incesante del autor con las letras, como el yunquero con los
metales más indómitos; y la pelota, el satélite de sus avanzadas literarias,
como en el diamante, que varias veces ha sacado del estadio hasta cruzar el
Atlántico y posicionarse en Madrid
(España) como uno de los autores latinoamericanos de primer orden en la
flamante editorial Tusquets, a
partir de su premiada novela El hombre
que amaba los perros, epifanía de un León
Trotsky refugiado en México que termina asesinado por un mercenario a
órdenes de Stalin, un tal Ramón Mercader, quien después de
abrirle el cráneo al rancio líder bolchevique con un hacha como lo hizo Raskolnikov en Crimen y castigo con su vieja casera, se pierde por los laberintos
del Barrio Chino de La Habana, bajo
el nombre de Jaime López. Tremenda historia.
Padura no hubiera podido retratar la realidad cubana en su fragor y crudeza
de haber emigrado a otros lares, como hicieron la mayoría de escritores e
intelectuales durante las arrasadoras borrascas de la dictadura.
Nadie como él para
husmear y contar el trasegar de la Isla en diferentes períodos, sin ponerse de
uno o del otro bando, primero como cronista de largo aliento en vespertinos de
gran tiraje, y a posteriori como crítico de cine y literatura, y editor en publicaciones emblemáticas como El caimán barbudo o la Gaceta de Cuba, hasta llegar a las
grandes ligas de la literatura cubana, jonrón
tras de jonrón, como en su momento lo
hicieron Lezama Lima, Reynaldo Arenas, Eliseo Alberto y el
mismo Cabrera Infante.
No en vano, su labor sin
treguas y el brillo de su literatura, agregado a su arraigado estoicismo, le han
valido el preciado legado de la novelística más importante y reveladora -junto
a la de Pedro Juan Gutiérrez (Trilogía sucia de La Habana)- de las
última décadas en Cuba y en
Latinoamérica, con sonora repercusión en el mundo hispanoparlante.
Padura, en su casa del barrio Mantilla, a 15 minutos de La Habana, con el telón de fondo de su biblioteca. Foto: Agencia EFE |
De hecho, resalta Padura Fuentes, que en el tramo más angustiante
del régimen castrista, el llamado período
especial, comprendido entre 1990 y 1995, el colapso económico que puso al
país entre el destierro y la desesperación, fue el encierro monástico en su
casa del barrio Mantilla el que
arrojó la escritura de tres novelas, el guion de una película, un ensayo de 600
páginas a partir de la tesis de grado de Lucía,
su mujer, sobre Alejo Carpentier, la
edición de dos libros de periodismo, y una selección de cuentos de varios
autores cubanos: la lucidez en su plenitud ante los demoledores embates de la
crisis.
"El escritor cubano
que vive en la isla -ha dicho Padura-
se ha convertido en uno de los más importantes recolectores de la memoria del
presente que tendrá el futuro".
Lo sostiene desde el
entorno familiar y cultural que a fuerza de penurias y necesidades se
acostumbró a luchar y gozar la adversidad con el humor y el desenfado que hace
tiempo es arte y parte de la idiosincrasia nacional; de esa fórmula aplicada a
ingeniárselas para vivir con lo poco que se tiene, él, Leonardo Padura, que se sonroja cuando le preguntan de qué lujos
materiales se jacta, y él responde que de un Subaru de segunda que adquirió con parte del Premio Princesa de Asturias que le confirieron por la totalidad de
su obra, incluida su saga policíaca Pasado
perfecto, génesis del detective Mario
Conde, llevada al cine con Jorge
Perugorría como protagonista, y ahora como serie para Televisión Española.
Por supuesto que a un
cubano trajinado y macerado a contracorriente como Padura, lo que menos le interesa son los artificios materiales. Si
todavía monta la herrumbrosa bicicleta china para los mandados caseros, y el Subaru plateado solo para los paseos
que, muy de vez en cuando -por sus frecuente idas y venidas de España, donde está nacionalizado por honrosas
simpatías literarias-, realiza con su esposa por la provincia cubana.
Ella, Lucía, sí es una de sus joyas
entrañables, a tenor de que le ha dedicado la mayoría de sus cuentos y novelas.
Dice que ya llegaron a ese punto decantado del amor, que sólo un guiño, un
gesto o una sonrisa bastan para revelarse lo que están sintiendo, para
conversar lo necesario, y sortear, por salud mental, sus silencios, espacios y
tiempos.
Otros lujos que no
tienen precio: ser el primer autor cubano que en la historia de Casa de las Américas (máxima rectora de
la cultura cubana), le haya dedicado su esquiva y privilegiada Semana de Autor, como sucedió en 2012,
el mismo año en que le otorgaron el Premio
Nacional de Literatura; o las reuniones de amigos donde no puede faltar el
lechón con fríjoles, el ron y la cerveza Galeón,
todo el Latin Jazz, y sus discos de
salsa preferidos, Siembra, de Rubén Blades, Solo ellos pudieron hacerlo, de Willie Colón y Celia Cruz, y entre otros, los compilados del Grupo Folclórico Nuevayorkino, que él
considera como esencia, espíritu e identidad de la salsa.
El responsable de éxitos
editoriales como El hombre que amaba a los
perros, Havana gold, Adiós Hemingway,
La neblina del ayer, Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, La novela de mi
vida, Aquello estaba deseando ocurrir, entre un sinnúmero de recopilaciones
de cuentos, obra crítica y ensayística para cine y literatura, y memorias
periodísticas como El viaje más largo,
que data de sus primeros años de reportería, cuando escribió crónicas
monumentales como la verdadera historia de la Virgen de la Caridad del Cobre y del Ron Bacardi, reta el enunciado de la foto del argentino Daniel Morzindski que ilustra este
artículo, y que subraya que nadie llega
más lejos que su sombra.
Padura, que lo ha demostrado con creces, nunca se cansará de intentarlo. Y
el pulso lo tiene intacto.
*Leonardo Padura es el invitado especial del BBVA Colombia al Hay Festival Cartagena de Indias 2017, que se llevará a cabo entre
el 26 y el 29 de enero. El prolífico
autor cubano disertará alrededor del oficio y su obra con el escritor
colombiano Héctor Abad Faciolince en
el Teatro Adolfo Mejía, el sábado 28 de
enero a partir de las 5:30 p.m., uno de los grandes atractivos de la
programación.
Amplíe información y prográmese para el Hay Festival Cartagena: http://bit.ly/2itf8Z0
Leonardo Padura, entre el periodismo y la literatura, BBC Mundo:
http://bbc.in/2iDcsWU
Leonardo Padura, entre el periodismo y la literatura, BBC Mundo:
http://bbc.in/2iDcsWU
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