Flora Martínez en su asombrosa caracterización de Frida, maquillaje de Quike Martínez y la lente de Jimmy Londoño |
Ricardo
Rondón Ch.
Detrás de la historia de Soy Frida, Soy Libre, el monólogo interpretado por Flora Martínez sobre el ícono mayor del
arte mexicano, hay otra historia de serendipia (encuentros afortunados) que a
la versátil y polifacética actriz colombo-canadiense le llama la atención
subrayar, porque es una más de esas extraordinarias casualidades que han
abonado en su rutilante vida.
La anécdota es la siguiente: A comienzos de este año, Julián González Aragón, gerente del Museo del Tequila en Bogotá, y
empresario artístico, recién llegaba de México
donde estuvo recobrando los pasos de Frida
Kahlo en aras de recopilar material e información inédita para un
documental y una exposición fotográfica.
Justo por esa época, un tarde de sábado, Flora se antojó de comida mexicana y
coincidió con su esposo, el músico uruguayo José Reinoso, que la mejor elección, para cenar y disfrutar de una
velada entretenida con mariachi, en medio de las tres mil botellas de diferentes
denominaciones que alberga la segunda colección más relevante de la bebida
emblemática del país azteca, era el Museo
del Tequila, a donde no iban desde hacía varios años.
Cuando González
Aragón observó a la pareja que ocupaba una mesa en el segundo piso del
restaurante, pero en especial a Flora,
le sobrevino como relámpago una magnífica revelación: ahí estaba sentada una Frida. Una Frida de carne y hueso. Pero lo más importante y alentador: una Frida Colombiana.
Hasta ahí llegaron sus búsquedas y elucubraciones de
continuar en la ruta de un documental o de una película alrededor de la artista
plástica más representativa de México,
con una poderosa, dramática y ejemplar historia de vida, que ha sido llevada al
cine y a las tablas en varias oportunidades.
La actriz con el empresario Julián González Aragón, quien le propuso interpretar a Frida cuando ella cenaba con su esposo en el Museo del Tequila. Foto: La Pluma & La Herida |
Lo que tenía el mesonero y empresario tequilero en frente,
era un talento de kilates, con las facciones y la fuerza expresiva que él
estaba imaginando en sus noches de vigía, y con la convicción de una Flora Martínez camaleónica y
polifuncional como ella lo ha ratificado en todas y cada una de sus roles en la
pantalla grande y en la televisión: la Rosario
Tijeras que deslumbro al escritor Jorge
Franco. La voraz y demoledora Violeta
de mil colores, a órdenes de Harold
Trompetero, o la arrolladora Golondrina
(como extraída de una novela de Gustave
Flaubert) de Soplo de vida, guion
de Sebastián Ospina, dirigida por su
hermano Luis (Todo empezó por el fin).
No en vano este argumento, el de la serendipia tequilera,
al calor de unos reposados y de una
animada y provechosa tertulia, fue el génesis de Soy Frida, Soy Libre, monólogo de 70 minutos, puesta en escena
original del dramaturgo mexicano Tomás
Urtusástegui y dirección del también manito
Víctor Vásquez, que correrá el telón
del Teatro Cafam de Bellas Artes a
partir del 1° de septiembre.
En las preliminares de su estreno, Flora Martínez luce radiante, con una hermosa jardinera a la usanza
huichole de marcado fucsia en fondo
blanco, y no sacia su curiosidad en las estanterías que acuña la admirable
colección de tequila, propiedad de la familia González-Aragón.
Autorretrato de Flora interpretando a Frida |
Se queda embebida con la botella en forma de rifle, la
más grande de esta bebida (un metro y diecisiete centímetros) registrada en el
libro de los Guinness Records: la
mira, la pulsa; su hermoso rostro se refleja en el cristal ámbar; pasa revista
a otra cuyo envase simula una pistola Colt 45 y cuya marca repujada alecciona
que es Hijos de Villa, homenaje a la
famosa arma que empuñó el general Doroteo
Arango, mejor conocido entre trincheras como Pancho Villa, héroe de la Revolución
Mexicana; se soslaya Flora con
una más que tiene por título La cucaracha,
inspirada en la sonada ranchera que en la ruta de la revolución entonaban
soldados en el tren de la División del
Norte: La cucaracha, la cucaracha…,
ya no puede caminar…
Flora
Martínez está en el reino del tequila y encarna a Frida: el escenario no puede ser más
propicio para la protagonista ideal.
-Pero
de oídas me he enterado que a Frida Kahlo le gustaba más el brandy que el
tequila-, le pregunto a la actriz a media mañana, luego de cumplir
a una sesión de fotos para una revista de farándula.
-No
era brandy. Era coñac. Y todo el tequila del mundo. Ya te podrás imaginar...-,
responde con su voz radiofónica, como la de una institutriz de
idiomas que desgrana las palabras una a una para hacer más comprensible su significado.
Flora Martínez en el reino del tequila, que alberga 3.000 botellas de la emblemática bebida mexicana, propiedad de la familia González-Aragón. Foto: La Pluma & La Herida |
Soy
Frida, Soy Libre, en palabras de un sommelier, es un maridaje entre la palabra, el canto, la danza, la
música en vivo -de mariachi, por supuesto-, con un agregado especial: una
exposición de fotografías inéditas de Frida
Kahlo, tomadas en diferentes épocas por el genial fotógrafo colombiano Leo Matiz.
Andrea
García, jefe de prensa de este montaje, acerca la pantalla de
su celular y nos permite apreciar el increíble maquillaje (Quique Martínez) y las estupendas fotografías (Jimmy Londoño) de Flora
en su caracterización. Si hasta el bigotico de la real se lo dejaron. Y el
vestuario, los aderezos, el peinado, las pomposas rosas ajustadas al cabello,
la explosión de colorido, México en
su exuberante policromía: ¡El vivo
retrato de Frida!
-Con
la diferencia de que esta vez se trata de una Frida colombiana. Un reto mayor,
de todos los que has asumido, ¿verdad?-, le interrogo.
-Sí,
una responsabilidad enorme, pero curiosamente una gran casualidad,
porque es un personaje al que uno como actriz siempre le hace guiños para interpretarlo. Yo estoy siguiendo a Frida desde que tenía 8 años, cuando mi madre me llevó a ver una versión para teatro, Las dos Fridas, se llamaba, y fíjate que ahora se me dio como por arte de magia, justo en este recinto, en medio de tantas
botellas de tequila y con todos los corridos y las rancheras del mundo. Interpretar a Frida, ¡por Dios!, es un
regalazo de la vida.
De todo lo que ha hecho en su trasegar artístico: actuar,
cantar (con el acompañamiento al piano de su esposo José Reinoso), bailar (Bailando
con las estrellas), a Flora sólo le faltaba un flirteo con las artes
plásticas.
Flora en el alma y la piel de Frida |
Y lo hizo por ese laboratorio de puesta en escena y
trabajo de campo que ella acostumbra realizar para el alumbramiento de cada
personaje, que nace de adentro, en la visceralidad, en el cuerpo poético, como diría Jacques
Lecoq, pero también en lo más profundo de su entramado psicológico.
En Rosario Tijeras
se fue a vivir por una temporada a las comunas, se acercó con prudencia a los guetos del pillaje, visitó un par de
cárceles. En Soplo de vida pasó la
noche en una morgue. Y, para Frida,
tomó clases de pintura.
-¿Con
quién?
-Con
Carlos Jacanamijoy, a quien profeso gran admiración.
Fueron días dedicados al boceto, al retrato, temas bien complejos, que con la
sapiencia y la vocación de enseñanza de Jaca,
me permitieron ir fluyendo, porque esta Frida
que yo interpreto está concebida a partir de su máxima fortaleza, la creación
en medio del dolor, de sus valientes y descomunales autorretratos, y de un
cuadro donde ella expresa todo su sentir y su vivir: Árbol de la esperanza, resultado de la última de las treinta y dos
operaciones que le hicieron, cuando le soldaron cuatro vértebras con una vara
de metal de quince centímetros y un pedazo de hueso que le quitaron de la
pelvis.
-Después
de lo que acabas de contar, preguntarte que más te pudo impactar de Frida Kahlo
sería una necedad...
-No
creas. Frida es universo aparte por donde quieras mirarla. Leí
mucho de ella, me involucré en su mundo, en sus padecimientos, que empezaron de
niña, en su amor por las artes, en un principio por la fotografía; Guillermo Kahlo, su padre, reconocido
fotógrafo de origen alemán, fue uno de los pilares de su inspiración, y a
futuro, de su devoción por la pintura; pero también ahondé en sus frustraciones
sentimentales. Frida era una enamorada penitente. Vivió y sufrió el amor hasta sus últimas consecuencias.
-La
gran revolucionaria del arte de su tiempo, que no titubeó en decirle al pintor
francés André Bretón que su obra no podía ser clasificada como surrealista.
-Claro,
ella lo refutó con argumentos aduciendo que nunca había pintado sueños. Que lo
que ella plasmaba era su propia realidad.
Mientras que para Flora
Martínez la televisión es la frialdad, lo monotemático, lo que se puede
reparar o remendar, el teatro es la
constante búsqueda, el estudio la investigación minuciosa, el pálpito, la
creación en su proceso orgánico.
De ahí que por estos días esté en el fondo de su nuevo
reto y su rutina se mueva entre el caballete del maestro Jacanamijoy, la soledad duermevela de sus autorretratos,
sus soliloquios de ensayo con las katrinas
y con el Moisés freudiano, y las
rancheras que con el respaldo musical de Ricardo
Torres, le humedecerán la lengua al respetable con extracto de agave (piña de la que se extrae el tequila) cuando
ella se arranque en el escenario con letras como No volveré, Paloma negra y Puñalada
trapera, entre otras.
-¿Tú
también ahogas tus penas en tequila?, o las malditas se salvan porque
aprendieron a nadar, como pasaba con Frida.
-No.
Yo me tomo mis tequilas para pasarla bien, para compartir con mi gente, y por
supuesto para cantar. A propósito: ¿Te tomas uno?
-Te
lo agradezco, pero está muy temprano, querida Flora.
-Recuerda
que nunca es temprano ni tarde para un buen tequila.
Habla
el director Víctor Vásquez
“Con
Frida, Flora es una tormenta en escena”
Víctor Vásquez, reconocido director de teatro mexicano, especialista en Frida Kahlo, de quien ha llevado a escena varios montajes. Foto: Archivo particular |
Para el director mexicano Víctor Vásquez ha sido un motivo de regocijo y admiración su
trabajo como director de la puesta en escena de Soy Frida, Soy Libre, con la actriz colombiana Flora Martínez. Vásquez.
Independiente del común denominador de los mexicanos, que por antonomasia tienen claro el
sentido de pertenencia con el talento de sus compatriotas, Vásquez no vaciló en asegurar que Flora es excepcional para este
monólogo, que es inagotable en sus propuestas y aportes, y que se siente muy
complacido y orgulloso de dirigirla para Colombia.
Oportuno y generoso, respondió nuestras preguntas desde Ciudad
de México.
Debe
ser un privilegio para un mexicano dirigir un proyecto teatral alrededor de
Frida Kahlo, quizás en un principio pensado para una actriz mexicana, como
buenos nacionalistas que son ustedes. ¿Qué pensó cuando se enteró de que, quien
la iba a interpretar, era una colombiana?
“Pensé que era una gran oportunidad para mí como director
el desarrollar todo mi talento y mis capacidades para lograr que Flora Martínez habite la piel de Frida Kahlo. Es un orgullo para mí que
sea ella quien la interprete. Efectivamente, muchos de mis compatriotas se
rasgan las vestiduras cuando pasa algo así, como ejemplo reciente Óscar Jaenada, actor español en el rol
de Cantinflas, que a mí en lo
personal me pareció sensacional su actuación. He sido muy abierto a esas
posibilidades, porque considero que el talento y la capacidad para crear e
interpretar un personaje nace del actor, independiente de su nacionalidad y la del personaje que interprete. Respeto la
universalidad del histrión. Por eso me entusiasmó esta oportunidad de poder
llevarlo a la práctica con una actriz colombiana, y además muy querida por su pueblo, interpretando a nuestra Frida.
Creo que escogieron a la actriz y al director adecuados para este proyecto”.
El brillo y la poderosa presencia escénica de Frida Kahlo, en la piel y la virtud de una de las grandes de la escena colombiana: Flora Martínez. Foto: Leo Matiz |
¿Cuál
fue la primera lectura que hizo en su mente de Flora Martínez cuando la vio de
pies a cabeza, y en la rotundidad de sus reveladoras facciones?
“Mi mente se trasladó al escenario, pero no me fui solo,
me la llevé a ella con su cuerpo, su rostro y su voz. La visualicé ahí, la
imaginé por completo, cada línea, cada palabra, cada acción… y en fracción de
segundos en mi cerebro se dio el estreno y vi al público de pie ovacionándola.
Es la actriz perfecta por su talento, además de su seductor y enigmático rostro
para encarnar a Frida”.
Preguntamos
en Colombia, “¿por dónde empezaron a hacer migas?’. Es decir, cómo fue ese primer
encuentro con ella y sus primeras pinceladas sobre el lienzo escénico en el
proceso de darle forma y contenido al personaje.
“El encuentro face
to face fue maravilloso, y el
punto inicial de nuestra platica de varias horas fue Frida, que es lo que en común nos une. Al oírla y ver su pasión por
el arte y por Frida, supe que era la
indicada, sin duda alguna, y creo que ella
quedó convencida de lo mismo. Yo cuando conozco una actriz que deseo que
trabaje conmigo en el primer encuentro, o hago click o hago clac, y
definitivamente con ella hice click”.
¿El
cuerpo como el gran lienzo para revelar las grandes pasiones, dolores y
frustraciones de Frida Kahlo? Este, el cuerpo, el poder orgánico, ¿es el gran
soporte del montaje?
“Así es, el instrumento más completo que tenemos es el
cuerpo como vehículo actoral. En el caso de Flora, su cuerpo como lienzo vital de múltiples lecturas de esa Frida entre la creatividad, el drama y
la sensibilidad, que ella revela a lo largo del monólogo”.
¿Qué
aportes, sugerencias, variaciones le hizo Flora al texto original del
dramaturgo Tomás Urtusástegui?
“Hemos trabajado mucho tanto Flora como este servidor en enriquecer y robustecer la obra. Su
aporte sobre el papel ha sido trascendental, porque conoce a Frida de una manera increíble, como si
hubiera compartido con ella, y es porque la ha estudiado, ha analizado su obra,
se ha compenetrado con su apasionante mundo, tanto en la vida, como en el arte”.
El ícono más relevante y significativo del arte mexicano, interpretado por Flora Martínez en un monólogo donde la actriz pone de presente su indiscutible talento. Foto: Leo Matiz |
Estamos
hablando de los aportes de una actriz camaleónica como Flora, habituada a
robarse la pantalla, en el cine; y a devorarse el escenario, cuando está frente
al público. ¿Usted la ha percibido de esa manera?
“Si, perfectamente así la veo. Por eso lo más acertado es
que fuera un monólogo, donde ella y solo ella sea la luz, el brillo, el cosmos
resumido en el escenario. Flora es
el centro de donde nace y regresa todo. Es, según mi parecer, la mayor
oportunidad de Flora Martínez en su
carrera para mostrar en conjunto su capacidad histriónica”.
Quisiera
por favor nos ilustrara alrededor del vestuario de la protagonista, que por su
colorido y exuberancia le hacen un homenaje a Frida, a México, a la vida que
ella agotó en favor del arte, del amor y de sus ideales, hasta el fin de sus
días.
“Para ese tema trabajamos en equipo con la gran directora
de arte Laura Villegas.
Confiamos en
su capacidad. Nosotros dimos nuestra visión general del proyecto y ella está
aplicando su visión particular a nuestros requerimientos”.
Lo
mismo que la escenografía. ¿Qué ayudas y elementos están presentes para deleite
de los espectadores?
“Tenemos dos opciones de escenografía que estamos
desarrollando paralelamente. Ahí también está impreso el sello de Laura Villegas, su visión y concepción.
Será algo sorprendente para el público”.
¿Y
la música? Uno sobreentiende una gran dosis de la música popular mexicana, o
¿hay algo más que no dañe la sorpresa?
“Es algo espectacular: música en vivo, música tradicional
mexicana, en el talento y el profesionalismo de Ricardo Torres y su mariachi, y otras piezas adaptadas y creadas
ex profeso para la obra”.
¿Flora
calienta la garganta con un par de tequilas y canta en escena? ¿Qué canta?
“Por supuesto que sí, van a ver a Flora en su furor, interpretando con mariachi tonadas propias de la
época y del gusto de Frida, pero
también aportes musicales significativos de la propia actriz”.
¿Qué
impresión le dejó ver la caracterización de Flora después del maquillaje de
Quike Martínez y las monumentales fotografías de Jimmy Londoño?
“Me encantó, se me hizo muy Frida. Las fotos no pueden
ser mejores. Estuve presente en toda la sesión, y al final fue tarea compleja
escoger una sola. Todas estaban espectaculares. Definitivamente, maquillador y
fotógrafo, dos grandes artistas”.
Frida Kahlo, inagotable inspiración en las letras, la fotografía, el cine, el teatro y la televisión. Foto: Leo Matiz |
¿Cómo
han sido todos estos meses (cuántos desde que se relacionó por primera vez con
Flora) de convivencia con una Frida mexicano-colombiana?
“Muy intensos, de mucho trabajo y ensayos vía Skype, de retroalimentación, de
compartir, dialogar e intercambiar mucha información de Frida para que se adentre en su psicología. Una labor de cuatro
meses continuos que estamos en este proceso, pero que han sido maravillosos
porque Flora es una actriz
inteligente, creativa y de una gran sensibilidad. La actriz integral que un
director de talla y renombre desearía”.
Seguramente
por el talento y la aguda perspicacia de la actriz, resultará fácil dirigir a
Flora Martínez. A no ser que usted sea uno de esos directores masoquistas que
gozan con la testarudez y la complejidad…
“Es un deleite dirigirla, es muy fructífero y se aprende mucho
de ella, porque es excelente receptora, abierta a las propuestas en escena,
vigorosa ejecutora de ideas, inagotable en los ensayos. Da gusto dirigirla”.
Creo
entender que la gran vertiente del monólogo es la pintura como quehacer vital y
reivindicador en el drama de Frida. ¿Cuáles son las metáforas presentes en este
capítulo?
“Claro que sí. La
Frida artista está presente en todo el montaje. El monólogo gira alrededor
de su inmensa obra. Es la matriz de la historia, es lo que se cuenta, y cómo se
narra”.
Frida en su casa de Coayacán, el refugio predilecto de la artista, donde plasmó en el lienzo su dolor hasta sus últimos días. Foto: Leo Matiz |
¿Qué
diferencia a ‘Soy Frida, Soy libre’, de otras Fridas que a lo largo de los años
han sido puestas en escena? Por ejemplo, de ‘Frida Kahlo, Viva la Vida’, de
Humberto Robles, monólogo interpretado por Laura de Ita.
“La diferencia principal radica en que Soy Frida, Soy Libre es un
planteamiento íntimo, su yo interior contándonos la historia, pero desde el
corazón, con pinceladas de arte, con flasbacks
dolorosos, con regresos al presente, y con la inminente presencia de la muerte,
acechándola, torturándola y finalmente alcanzándola. Amo las dos obras, porque
tuve la fortuna de haberlas montado y vivido con gran éxito en mi país”.
Es
obvio que en un monólogo todo el peso y la responsabilidad recaen en el actor y
el director. ¿Son eternos en su caso y tras bambalinas los 70 minutos bajo la
tormenta Frida?
“Son los minutos más maravillosos y esperados por mí en
cada segundo de mi vida. Yo nací para la escena, es mi hábitat y fuera del
escenario me siento raro, me falta aire, necesito estar ahí, es placer puro. Trabajamos
muy duro para dejar todo en las tablas. Tengo más de 150 representaciones en México de ambas Fridas, y es fascinante ese momento. Hay nervios, claro está, pero
al final la comunión con el público es espectacular”.
Porque
es una tormenta, ¿verdad? La real, la Frida cósmica debe estar atenta y
vigilante. Además que no se lo perdería por ningún motivo, ¿verdad?
“Efectivamente, es una tormenta desbordándose sobre
nosotros, inspirándonos, motivándonos a ser como ella. Yo siempre la siento ahí,
siento su presencia merodeando en cada función, a veces puedo sentir su
sonrisa, su voz…tal vez solo esté en mi mente, pero la siento ahí, y sé que le
gusta mucho lo que hacemos, recordar su vida y obra, representarla, mostrarla
al público, sé que eso la hace feliz”.
Señor
Vásquez, muchas, gracias, mucha suerte… ¡Y que se abra el telón!
“Mil gracias a usted, un abrazo afectuoso”.
Frida, por Leo Matiz
El genial fotógrafo colombiano Leo Matiz, amigo personal de Frida Kahlo y quien mejor la retrató para la posteridad. Foto: Fundación Leo Matiz |
(Fuente:
el Rincón de mis Desvaríos)
"La forma en la que Frida Kahlo posa es asombrosa. Su manera de mirar al espectador,
cómo se tumba en el césped... Es realmente una verdadera modelo". Esta
afirmación es fácilmente corroborable contemplando las fotografías que el
colombiano Leo Matiz (1917-1998)
tomó en México en los años 40,
de la que se convertiría en la artista mexicana más influyente en la historia
de su país.
Frida
Kahlo aprendió a posar con su padre, el fotógrafo Guillermo Kahlo, que también le enseñó a manejar las cámaras, a revelar y, sobre todo, a
mirar. Y ese es el principio en el que ella se basaría cuando empezó a pintar.
Leo
Matiz se sumergió con su cámara Rolleiflex en el ambiente intelectual y artístico de la época, y
logró registrar en sus retratos la intensidad creativa y personal de los
hombres y mujeres que protagonizaron un papel decisivo en la historia cultural
de México.
"Era encantadora, posaba como una modelo". Foto: Leo Matiz |
Pero, ¿qué tienen de especial estas instantáneas de una
artista que fue tanto o más retratada que una estrella de cine?
Hay series muy conocidas sobre Frida Kahlo de Imogen Cunningham, Lucienne Bloch, Edward Weston, Nickolas Muray, Tina Modotti, Dora
Maar e, incluso, André Breton.
La diferencia está en que Leo Matiz fue amigo personal
del tempestuoso matrimonio de Frida
Kahlo y el muralista Diego Rivera
y pudo fotografiarla en la intimidad del hogar.
Además, Matiz
llegó a México en el momento de
mayor efervescencia política, intelectual y cultural del país, en los años 40,
en los que, además, la casa del matrimonio, en el centro de Coyoacán, en Ciudad de México, era punto de reunión de artistas
exiliados españoles o de revolucionarios de remotas latitudes como León
Trotsky.
La mayoría de estas imágenes en blanco y negro que
revelan la vigorosa personalidad Frida
Kahlo rendida ante la lente de Matiz,
fueron rescatadas por su hija Alejandra
Matiz, quien a través de una búsqueda infatigable en ciudades de América Latina y Estados Unidos, pudo encontrarlas en archivos abandonados por el
fotógrafo durante su vida errante de reportero gráfico.
Con Diego Rivera, el amor de sus mejores días, pero también su tormento. Foto: Leo Matiz |
Las poderosas imágenes de Leo Matiz, nos devuelven el rostro profundo y espontáneo de Frida Kahlo, con su carga de belleza y
desesperación, pero también como el testimonio visual de una época y el poder de la fotografía para congelar el tiempo.
Leo
Matiz fue uno de los grandes fotógrafos latinoamericanos, nacido
en el pueblo de Gabriel García Márquez
(Aracataca, Magdalena). Matiz ofició como caricaturista, pintor, editor, galerista y, sobre todo, fotógrafo, a pesar de haber
perdido un ojo.
De él se dice que tuvo una vida novelesca, macondiana, como los
relatos y las novelas de su coterráneo, el Gabo:
que se casó catorce veces, que fue andariego sin fronteras, y que entre sus
amigos, además de Frida Kahlo y su
marido Diego Rivera, se contaban Luis Buñuel y Pablo Neruda.
Frases
célebres de Frida Kahlo
La gran artista mexicana también se hizo célebre por su espontaneidad, sus dardos contestatarios y sus célebres máximas alrededor del arte y la vida. Foto: Leo Matiz |
Magdalena
Carmen Frida Kahlo y Calderón (Coayacán, México, 6 de
julio de 1907- Coayacán, México, 13 de julio de 1954), no sólo fue una mujer
prolífica en el arte que amó y reveló hasta sus últimos días. También lo fue
por su lucidez y su inteligencia, y por la forma en que reflexionaba de lo
divino y humano.
Compartimos algunas de sus mejores y más reveladoras
citas.
*¿Pies?,
para que los quiero, si tengo alas para volar
*Quisiera
darte todo lo que nunca hubieras tenido y ni así sabrías la maravilla que es
poder quererte
*Te
amo más que a mi propia piel
*A
veces prefiero hablar con obreros y albañiles, que con esa gente que se hace
llamar culta
*Nunca
pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad
*Amurallar
el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el anterior.
*Árbol
de la esperanza, mantente firme
*El
hombre es dueño de su destino y su destino es la tierra. Y él mismo la está
destruyendo hasta quedarse sin destino
*La
pintura completa mi vida
*Lo
que no me mata, me alimenta
*Bebo
para olvidar, pero ahora no me acuerdo de qué
*Siempre
que hablo contigo acabo muriéndome más, un poco más
*Hay
algunos que nacen con estrellas y otros estrellados, y aunque tú no lo quieras
creer, yo soy de las estrelladísimas
Soy Frida, Soy Libre (6 únicas funciones). Teatro Cafam de Bellas Artes: 1,2,3,8,9 y 10 de septiembre. 8:00 p.m. Entradas Primerafila: 4042463
Alfonso González, el Rey del Tequila: http://bit.ly/2bl9pMv
Visite web del Museo del Tequila: www.museodeltequila.com.co/
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