Ara Malikian en concierto: excéntrico y arrollador. Foto: Víctor Parreño |
Ricardo
Rondón Ch.
Siempre
quiero que el violín me divierta, me emocione, me cuente cosas. Si no me divirtiera
tocando, haría otra cosa.
En escena, Ara
Malikian es mucho más que Ara
Malikian, al borde de los 50 años.
Como si estuviera conectado a una planta de energía
centrífuga, el revolucionario y excéntrico violinista libanés, de ascendencia
armenia, nacionalizado en España (donde
vive hace quince años), desencadena con su vigor y su instrumento una potencia
arrolladora que transmite al público, y que se hace visible en su desparpajado look: su alborotada melena rizada, decorado
altisonante de su cerebro magnífico.
No es tarea fácil calentar un público como el de Bogotá, como se presumía antes de
correr el telón, con un violín y un repertorio clásico, en un auditorio abarrotado
como el Teatro Cafam de Bellas Artes,
en la primera aparición del artista, uno de los atractivos musicales del XV Festival Iberoamericano de Teatro. Malikian, con estratagemas de un
prestidigitador fuera de serie, logró disparar la adrenalina del respetable.
Un espectáculo musical sin precedentes en ese acogedor
tablado, en un principio programado para dos horas, que resultaron tres -y que hubiera
pasado de largo de habérselo permitido la administración- donde niños y adolescentes, los más cautivos,
quedaron prendados con la magia y la genialidad de quien ha sido rotulado como
el rock-star de la música clásica.
De entrada, el violinista, a media luz, hizo su
comparecencia entre el público descendiendo por las escaleras de ingreso, con unos
pausados arpegios sin arco. Abrebocas de un repertorio que va de Bach, a Mendelssohn, Mozart, Vivaldi, Paganini,
pasando por Manuel de Falla, Paco de
Lucía y Pablo de Sarasate (una
de sus grandes influencias),
para desembocar en los ríos vertiginosos del rock: Led Zeppelein, Metallica, Boy George, Radiohead, entre otros,
agregado a los “picos”, que él llama, traducido en sus propias partituras, de
las más recientes y significativas en su carrera: “Vals para Kairo”, dedicada a su pequeño hijo de año y medio, y “1915”, sublime memoria luctuosa del genocidio
del Líbano, que ese año cobró la
vida de un millón de inocentes.
En ese cruento capítulo, el de la guerra, el de sus víctimas,
viudas, huérfanos y miles de refugiados desperdigados por Europa ante los ojos indiferentes del mundo, Malikian deja por sentada una lección de honor: Gracias a la música
logró sanar las heridas de la barbarie, él que de niño aprendió de su padre las
primeras lecciones de violín en los bunker
de Beirut, sin poder escapar del
ensordecedor tartamudeo de las metrallas y los bombardeos.
Todo eso lo cuenta Ara
en los entremeses de las melodías, porque paralelo a su talento con el Stradivarius, es un cronista
excepcional, con un afilado sentido del humor que compromete al público. Así
narra sus peripecias de cuando salió de casa a los 15 años y cómo llegó a Alemania sin saber una sílaba del
idioma, con un “sí” que pronunciaba a todo lo que le preguntaban y le
cuestionaban, y de cómo ese afirmativo le sirvió para ganarse la vida durante
cuatro años, amenizando bodas de judíos, por supuesto, pasándose él por judío.
Y su aventura con el jamón ibérico en España, uno de sus grandes
descubrimientos gastronómicos, que lo hizo renunciar en paro a su rutina de
vegetariano, y su periplo trashumante por la península, dándose a conocer en
pueblos y provincias, en cafés, plazas, pequeños circos, en las estaciones del
metro, todo esto para llegar a ocupar el privilegiado atril de concertino en la
Orquesta Sinfónica de Madrid, en el
foso del encopetado Teatro Real,
para luego soltarse como solista con su espectáculo respaldado con la agrupación
que hoy le acompaña.
Ara Malikian, uno de los atractivos del XV Festival Iberoamericano de Teatro, en su memorable y aclamado concierto en el Teatro Cafam de Bellas Artes. Foto: La Pluma & La Herida |
Ara
Malikian se mueve como un cíngaro por el teatro. De hecho lo
parece: lo han relacionado por su estampa con Diego ‘El Cigala’, aunque los más osados lo etiquetan como un “Jimmy Hendrix del violín”. Lo cierto
es que su energía en el escenario es inagotable y contagiante: salta, baila,
corre por el teatro, de repente desaparece
del proscenio, y en la parte más trasera se ubica al lado de un espectador
entrado en años que no deja de intimidarse ante sus fachas de gitano esmirriado,
y esa melena que jamás ha conocido el rigor de un peine.
Esa ausencia momentánea del tablado tiene un particular significado:
la deferencia que él tiene para con sus músicos, que es una invitación para que
ellos se presenten sin palabras, sólo con el lenguaje de lo que saben hacer,
que es una maestría cum laude de
todos y cada uno de los instrumentos que interpretan: Humberto Armas (viola), Jorge Guillén (2° violín), Nantha Kumar
(percusión india), Héctor ‘El Turco’ (percusión latina), Tania Abad
(contrabajo), Cristina López (violonchelo), que en esta noche, y entre
todos los “picos de jamón ibérico”, nos obsequiaron dos versiones
extraordinarias, una de ‘La cucaracha’ que tarareaba Pancho Villa mientras recargaba su fusil en la Revolución mexicana; y otra de ‘Alma
llanera’, que nos crispó los nervios por el brillo de su ejecución.
El remate corrió por cuenta de Malikian con un sentido arreglo del 2° movimiento del ‘Concierto de Brandenburgo’, de Johann Sebastian Bach, que al final
arrancó la última y atronadora salva de aplausos, de una noche al tope de
palmas y ovaciones a pie junto, de adrenalina en su estado líquido, y de la emoción
trémula de la anfitriona del Festival, Ana
Marta de Pizarro, que agradeció con palabras y un ramo de flores la
presencia del genio del arco de fuego, capaz de rubricar en el aire lo que no
dictan las partituras.
Ara
Malikian en concierto
Teatro
Cafam de Bellas Artes
Marzo
19 al 21
Boletería:
taquilla del teatro y Primera Fila: PBX 4042463Entérese de la programación y el acontecer en detalle del XV Festival Iberoamericano de Teatro: http://bit.ly/1pqGDRT
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