El maestro Calixto Ochoa apoltronado en su casa de Sincelejo, la víspera del homenaje que le tributó el 45° Festival de la Leyenda Vallenata. Foto: La Pluma & La Herida |
Ricardo Rondón Ch.
Juglar íntegro:
compositor, intérprete, autor de más de 1.500
canciones, maestro
del acordeón y reparador del fuelle, hacedor y mentor permanente del vallenato
en su pureza y legitimidad, el vallenato sabanero, Calixto
de Jesús Ochoa Ocampo (Valencia
de Jesús, Cesar,
14 de agosto de 1934-Sincelejo, 18 de noviembre de 2015), o Calixto
Ochoa como
siempre apareció su rúbrica en las portadas de innumerables producciones
discográficas, empezando por los acetatos de 45 revoluciones en los floridos
tiempos, antes y después de Los
Corraleros de Majagual, deja con su partida una memoria prolífica e
invaluable para el folclore nacional, y un ejemplo latente para las nuevas
generaciones de letristas y músicos, ante la alarmante avalancha de discordancias,
algarabías y sonidos atropellados que pretenden acomodarse en el vallenato
comercial. En abril de 2012, el Festival
de la Leyenda Vallenata le rindió un homenaje a Calixto
Ochoa,
que ya revelaba síntomas y fatigas de los múltiples males que lo aquejaron en
los últimos años. De esa época, comparto la siguiente crónica, publicada en el
desaparecido diario El Espacio.
Apoltronado en su casa del barrio La Terraza, en Sincelejo,
demarcada con el número 28-04, a escasas cuadras de la plaza Majagual
-justamente donde nacieron Los
Corraleros-, el maestro Calixto Ochoa Ocampo, leyenda viviente del
vallenato, con más de un millar de composiciones impresas en setenta discos de
vinilo (otra cuenta larga en los de formato digital), saluda al visitante de
otras tierras con una voz de gramófono RCA Víctor, un
timbre similar al del veterano periodista y narrador de béisbol cartagenero, Eugenio Baena.
Luce
el magnánimo juglar una guayabera de lino fresco, un pantalón flanel negro,
zapatos del mismo color, cachucha bacana de despachador de flotas, y unas gafas
de aviador en combate.
A
su lado, y asida a sus curtidas manos de cirujano de fuelles, lo acompaña el
amor de su vida, una dama con aires de matrona costeña, robusta y bien
plantada, de ojos maternales y modales tranquilos como los de las buenas
señoras del Caribe, doña Dusaide Bermúdez, que en esta última
etapa ejerce como vigía y enfermera en las afugias y en los trances de la
precaria salud del memorioso cantor.
"Si
el maestro Calixto aún respira -dicen en el vecindario
sincelejano-, es por los cuidados y las atenciones oportunas de doña Dusaide", quien está
pendiente todo el día de sus medicamentos, de las cuatro sesiones de diálisis
en casa, de la dieta a seguir, de su reposo y tranquilidad, ¡Ay!, por fin Calixto, que este año (2012), es el
homenajeado del 45ª Festival de la
Leyenda Vallenata.
Ochoa enseña orgulloso el poncho
que la corporación en mención lanzó para esta celebración con su foto y nombre
impresos, que él lleva terciado en el hombro izquierdo, y que ahora exhibe a la
lente del fotógrafo para que le haga un primer plano.
-Quedó bonito, ¿verdad?-,
asiente con tono pedregoso, ondeando a media altura la típica prenda.
En
ese mismo brazo, en la muñeca izquierda, luce una joya mística: su reloj Mido Multifort automático, caja de oro
de 24 kilates y pulsera de broche del mismo material, en épocas pretéritas,
adminículo de garantía en las prenderías, cuando artistas y desesperados se
veían obligados a abordar la ‘santa peña’ para solucionar aprietos económicos,
mientras pasaba la tormenta.
Mirada nostálgica del juglar sabanero, pilar y mentor de la música vernácula del Caribe. Foto: La Pluma & La Herida |
A
su diestra, una maceta de lirios en bermellón y, como en altar, uno de los
tantos acordeones que han pasado por sus manos de ejecutante y reparador,
cuando en su taller y en labores silentes y consagradas, rescataba fuelles
constipados por el uso y la fatiga de los acordeoneros andantes en cruzadas
interminables de valles, sabanas, aldeas y desiertos del Caribe, o los ajustaba y afinaba con un mecanismo similar al de la
relojería, de acuerdo a los requerimientos de sus ejecutantes.
Alfredo Gutiérrez, por
ejemplo, compañero de lides en Los
Corraleros de Majagual y uno de sus amigos más entrañables, fue hasta hace
un tiempo, cuando los achaques de la enfermedad y el paso inexorable de los
años se lo permitieron, uno de sus clientes más frecuentes.
Su
maestro en estas labores de precisión, tonalidades, bajos, afinación, pitos y
armonías, y todos esos trucos reveladores de ese vientre mágico donde anidan
pajarillos sobrenaturales de onomatopéyicas fanfarrias, fue el viejo Ismael Rudas, quien le confió todos sus
secretos, estratagemas y jeroglíficos melodiosos que ni siquiera han podido
descifrar los encopetados fabricantes alemanes de la Casa Honner.
Cuenta
doña Duisaide que su marido, cuando le llegaban estos armatostes
afónicos, la mayoría de veces destartalados y hechos trizas, como si a su paso
hubieran enfrentado batallas devastadoras y homicidas, el científico del acordeón se encerraba en su taller de patio adentro
como el Melquiades de los oratorios
garciamarquianos, y después de horas y horas de trabajo, en silencio y
soledad, como se han producido los grandes inventos del mundo, "los regresaba a la vida".
En los albores de su carrera musical, los años dorados de Los Corraleros de Majagual. Foto: Discos Fuentes |
En
esos acordeones y con una sabiduría prodigiosa, Calixto Ochoa, para no
extraviarse en las labores de la escritura, dictaba lo que le iba saliendo en
una grabadora de periodista a la antigua. Dejaba decantar las letras un tiempo,
y cuando creía que ya estaban lo suficientemente maduradas, las oía a solas, les
agregaba o les quitaba, las corregía, “las
ponía más bonitas”, y con destreza
de funámbulo digitaba los acordes en el fuelle, "como si las notas se las
soplara al oído el Señor de las alturas, que todo lo sabe y todo lo ve".
Esas virtudes las viene cultivando desde que estaba de pantalón corto, cuando se escapaba de su humilde casa de Valencia de Jesús, Cesar, y se iba orondo a las parrandas donde sus hermanos mayores, Juan y Rafael, tocaban hasta que aclaraba el día. "Apenas los vencía el sueño, yo aprovechaba para hacer pitar el acordeón. Y así fui aprendiendo.
Como
se aprendía en los tiempos de las velas de sebo y las tertulias de cocina hasta
el alboroto de los gallos: sin más cátedra que las de la virtud y la
imaginación, que Ochoa ha cultivado por lustros hasta lograr
ese brillo perdurable, esa pátina fascinante que brindan sus alegres y
nostálgicas melodías, de las miles que ha escrito y entonado, como ‘Los sabanales’, que en cualquier época del
año, pero más en la decembrina, resuenan con un gusto fresco y renovado, como
si las acabara de sacar del horno.
El
escritor y vallenatólogo César Augusto
Muñoz Vargas sintetiza en una suerte de partitura Caribe, loable ejercicio literario, el precioso legado de más de
mil obras que hacen parte del repertorio del juglar cesarense, motivo de
homenaje en el presente Festival de la
Leyenda Vallenata. Dice el experto en algunos apartes.
"Tal
como pretendió hacer el compadre Menejo
cuando quiso sacar cosecha de ‘El
calabacito alumbrador’, Calixto Ochoa, en el ‘Amanecer de un día’, sin haber
alcanzado las ‘Veinticuatro primaveras’,
se terció el acordeón y salió con dos provincianos como él a recorrer la
comarca, pequeño universo del que lo separaban caminos reales, veredas y
montañas. Partió como los juglares de su generación a crear y a cantar las más
entretenidas crónicas de un territorio que se antojaba primitivo, pero fecundo
en motivos para que ‘La historia del
negro’ encontrara siempre la ‘Palabra
sagrada’. Había nacido para ser semilla de una mies cantarina.
Hasta
el ‘Huevo sin sal’ en ‘La cazuela’ dejó servido quien preso
del ‘Desasosiego’ dejó de tocar a
escondidas para buscar su propio reconocimiento como correo itinerante de
jocosos y extraños episodios que habría de contar en diversos tiempos. ‘Listo Calixto’
se enrumbó hacia los umbrales de la gloria, armado con su voz rauca, las manos
esquivas y una mente lúcida, que serían como ‘La medallita’ de su buena estrella. Travesías que contaría después
en ‘Mi biografía’.
En
esas laberínticas andanzas de juglares, Ochoa Ocampo ya era uno de los artífices de Los Corraleros de Majagual, esa big bang de montes y sabanas que iba
reclutando los buenos músicos y cantantes de la región. Calixto era al
mismo tiempo como ‘El profesor’ que
guiaba a los nóveles músicos que se iban internando en esa sinfonía de cueros,
metales y cuerdas. Ya estaba en Sincelejo,
ya era emblema en la plaza, y ya había atravesado los campos tupidos de majagua
y ‘Los sabanales’ extensos de
guayabales y amores al candil, perennes en el tiempo".
Afiche del 45 Festival de la Leyenda Vallenata, en 2012, año en el que Calixto Ochoa recibió su homenaje |
‘Los Sabanales’, la
pieza más amada y citada del mítico acordeonero y cantor que se coronó Rey vallenato en 1970, en franca lid
con rivales de la talla de Andrés
Landero, Náfer Durán, Julio de la Osa y Emiliano Zuleta. La plaza ‘Alfonso
López’ era un hervidero y la parranda se prolongó tres días cuando el
jurado dio como indestronable vencedor a ese Negro iluminado, oriundo de un pueblo que no aparecía en el mapa
donde los párvulos de pantalón corto aprendían geografía: Valencia de Jesús, Cesar.
Ochoa, a sus
77 años, hace reconocimiento exacto de las músicas con que se coronó Rey: ‘La puya regional’, el paseo ‘Gavilán
castigador’, el son ‘La interiorana’
y el merengue ‘El veterano’.
"No
joda, compadre, cuantas lunas han pasado y este pecho todavía resuella. Y eso
que me he visto cara a cara con la muerte, cuando me dio una isquemia pulmonar
que me dejó 45 días en coma. Salve Dios
que me alargó el plazo para poderle contar a los nietos mis memorias. No le
temo a la parca porque ya la reconozco, pero si algo me desconsuela es el
olvido", apunta el bardo caribeño mientras acaricia una medallita de la Caridad del Cobre.
42
años han pasado de aquel amanecer glorioso. Calixto de Jesús Ochoa Ocampo vuelve ahora a esa plaza para
ser coronado de nuevo en la grandeza de los siglos postreros.
Palmas
y honores para el Científico del
acordeón, ahora terno habitante de las remotas esferas celestiales.
Lo mejor del maestro Calixto Ochoa: http://bit.ly/1T6g0uH
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