martes, 10 de marzo de 2015

Chucho Valdés, su majestad el Jazz

Cuando Chucho ejecuta el piano, lo hace con tal facilidad, como si se tratara de un juego de niños. He ahí su majestad interpretativa. Foto: diariodepuertorico.com
Ricardo Rondón Ch.

Uno de los grandes pilares del Jazz de todos los tiempos, hijo del gran Bebo Valdés y de Pilar Rodríguez (cantante cubana), Jesús Dionisio Valdés Rodríguez, más conocido como Chucho Valdés, será el célebre protagonista de tres conciertos que ofrecerá en Colombia en los próximos días (Bogotá, Medellín y Barranquilla), en esta oportunidad al frente de los Afro-Cuban Messengers, quinteto de jóvenes músicos cubanos de magistral interpretación.

Cuando se subraya el apellido Valdés en Cuba, es necesario remitirse a una genealogía de creadores, músicos, pianistas, percusionistas, violinistas, como también rutilantes voces por antonomasia del bolero feeling, el danzón, la rumba, la guaracha, la guajira y la salsa, esta última que, como género, tuvo sus orígenes en la isla caribeña.

La prolífica familia de Chucho Valdés, pianista, instrumentista, compositor, es un caso específico: comenzó a tocar el piano recién dejó los pañales, antes de aprender a leer y a escribir. Lo hizo a los tres años viendo ejecutarlo a sus padres. Cualquier día, a doña Pilar se le olvidaron unas partituras camino a la escuela de música donde dictaba cátedra, y cuando regresó a casa encontró al pequeño Chucho tocando a dos manos.

-¡¿Cómo lo hace?!-, le preguntó a la abuela paterna, la sabia Caridad Amaro.

 Y esta le respondió:

-Simplemente el niño repite lo que ustedes hacen-, refiriéndose a Bebo y Pilar.

Luego vendría la formación académica, el Conservatorio Municipal de la Habana, alternando los estudios con el trabajo, y con esa disciplina férrea y de vocación religiosa de los cubanos cuando se trata del arte en todos sus niveles, en especial la música.

Qué más que esa Melopea de Cuba, sus ritmos afroantillanos y el deleite y la magia que se percibe en cada rincón de La Habana, en sus bares y esquinas repletos de músicos, concertistas y serenateros de todas las edades, para recrear el universo jazzístico de Chucho Valdés, particularmente el Jazz Latino, el mambo, la salsa y el son, que ha sido el territorio más abonado en la carrera del célebre pianista y creador cubano.

Esto agregado a la influencia de su padre, la Orquesta de Bebo Valdés, La Aragón, la Sonora Matancera con la estridencia rumbera de Celia Cruz, todo Ernesto Lecuona, El Septeto Nacional de Cuba, y pianistas de antología de la talla de Eliseo Grenet, Obdulio Morales Ríos, Jorge Bolet, Emiliano Salvador y Joaquín Nin Castellanos, entre otros.

Muy joven se vinculó a la agrupación de Bebo, que integraban, entre otros, Fernando Álvarez, Rolando Laserie y Pío Leyva, y después en el piano con muchas otras orquestas, incluida la de Benny Moré, a quien recuerda cuando el bolerista de Santa Isabel de las Lajas aún no estaba tocado por los laureles de la fama, y en ciernes, recién llegado de México a la Habana, se estrenó como vocalista de la Orquesta Batanga, para años más tarde catapultarse como el cantante insigne de la música popular de Cuba.

Fundador y director de varias orquestas y agrupaciones con acentuado ritmo y sabor latinos, comenzando con Chucho Valdés y su Combo, Irakere -de las más reconocidas en el mundo-, El Cuarteto Valdés y La Afro-Cuban Jazz Messengers, que derivó de la anterior, el destacado pianista ha sido merecedor, además de múltiples reconocimientos en su país y en festivales de Jazz del mundo, de ocho Grammys (cinco anglo y tres latinos), que lo acreditan como uno de los mejores en su género, con una brillante carrera que hace muchos años empezó a escribir su propia leyenda.

Bebo y Chucho, 'Juntos para siempre', como en su memorable álbum a cuatro manos. Foto: bilboard.com
¿Pero qué tiene de especial Cuba que por decenios se haya consolidado como una de las grandes escuelas y vertientes del arte musical en Latinoamérica con repercusión en el hemisferio?

Nadie más que el mismo Chucho Valdés para dar puntual y acertada respuesta: “Cuba es música por cualquier rincón que se le mire, además del profesionalismo y la alta calidad pedagógica de sus escuelas, y ese talento general que viene impreso en el ADN, la raza, común denominador en la belleza y el duende que ofrece el Caribe. Priorizando la educación estricta, la disciplina y el sentido de pertenencia con la música, que merece respeto y devoción religiosas”.

Autor de una pianística que rompe con las lecturas pentagramadas allende su devastadora improvisación; de un estilo único, incomparable, la polifanía de Chucho Valdés nos ha entregado en estos estos años verdaderas joyas de la música cubana y del Latin Jazz.
Por nombrar algunas piezas en solitario de su recordado álbum Pianíssimo (2001), del cubanísimo sello Egrem que incluye piezas inmortales como ‘El manisero’ (Moisés Simons), ‘Delirio’ (César Portillo de la Luz), ‘La Negra Tomasa’ (Miguel Matamoros), ‘Quiéreme mucho’ (Gonzalo Roig), ‘Son de la loma’ (Miguel Matamoros), ‘Cachita’ (Rafael Hernández), ‘Novia mía’ (José Antonio Méndez), ‘La comparsa’ (Ernesto Lecuona), y sus improvisaciones alrededor de ‘Guantanamera’ (Joseíto Fernández) y ‘El guayo de Catalina’ (Arsenio Rodríguez), entre otras.

O de la cantidad de colaboraciones para diferentes orquestas y bandas sonoras como la de ‘Calle 54’, inspirada en el documental de Fernando Trueba, donde Chucho nos regala esa preciosa suite suya titulada ‘Caridad Amaro’, un homenaje a su abuela paterna, motivo del veredicto de su padre Bebo cuando afirmó orgulloso: “Es el mejor pianista americano vivo de la historia. Si vuelve a tocar, no le sale igual. Las improvisaciones son así. Es un sello que él ha dejado. Ahí hay técnica, buen gusto, feeling, virtuosismo”.
El mismo que plasmó en la rica y variada producción en su época de Irakere, con un sonido más universal del Latin Jazz y el Son como plataforma de sus creaciones e improvisaciones. Para destacar: ‘Dile a Catalina’, ‘Tres días’, ‘Bacalao con pan’, ‘Por culpa del Güao’, ‘Te tocó perder’, su ‘Homenaje al Benny’, en tiempo de son; y el espléndido bolero-son ‘Boliviana’.

Y de lo más entrañable a sus afectos paternales, al vital maestro suyo que fue Bebo, el memorable álbum de piano a cuatro manos titulado ‘Juntos para siempre’ (2009), que es un toma y dame de dedicatorias, de Chucho para Bebo en el preludio, y el reprocite del padre, acompañado de un racimo de antologías cubanas que va de ‘Lágrimas negras’ (Miguel Matamoros), pasando por ‘Sabor a mí’ (Álvaro Carrillo), ‘La Gloria eres tú’ (José Antonio Méndez), ‘La conga del dentista’ (Bebo y Chucho Valdés), hasta ‘Descarga Valdés’, donde padre e hijo se funden en ese eterno sortilegio que sólo resuelve y depara la música, y en el capítulo de ambos, el piano como instrumento clave.

Para quienes admiramos y cultivamos el caro patrimonio de la música cubana con sus poderosas ramificaciones y fusiones en el Jazz y el pentagrama popular latino, es un orgullo contar de nuevo con la presencia en escenario de Chucho Valdés, su majestad y amplio concepto interpretativo, la sensibilidad y la entrega, cada vez que impone la virtud de sus manos en el teclado, y el don de gentes de un hombre que ha vivido por y para el arte musical.

Chucho Valdés & The Afro-Cuban Messengers: http://bit.ly/1F7KeYY

Concierto Chucho Valdés en Bogotá
Teatro ‘Jorge Eliécer Gaitán’, sábado 14 de marzo. 8:00 p.m.
Boletería entre $148.000 y $86.000
Descuentos: 10% Afiliados a Compensar. 25% para adultos mayor (taquilla sur del teatro). 20% Club Vivamos El Tiempo (máximo 4 boletas por suscriptor).    
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