Cuando Chucho ejecuta el piano, lo hace con tal facilidad, como si se tratara de un juego de niños. He ahí su majestad interpretativa. Foto: diariodepuertorico.com |
Ricardo Rondón Ch.
Uno de los
grandes pilares del Jazz de todos los
tiempos, hijo del gran Bebo Valdés y
de Pilar Rodríguez (cantante cubana),
Jesús Dionisio Valdés Rodríguez, más
conocido como Chucho Valdés, será el
célebre protagonista de tres conciertos que ofrecerá en Colombia en los
próximos días (Bogotá, Medellín y
Barranquilla), en esta oportunidad al frente de los Afro-Cuban Messengers, quinteto de jóvenes músicos cubanos de
magistral interpretación.
Cuando se
subraya el apellido Valdés en Cuba, es necesario remitirse a una
genealogía de creadores, músicos, pianistas, percusionistas, violinistas, como
también rutilantes voces por antonomasia del bolero feeling, el danzón, la rumba, la guaracha, la guajira y la salsa,
esta última que, como género, tuvo sus orígenes en la isla caribeña.
La prolífica
familia de Chucho Valdés, pianista,
instrumentista, compositor, es un caso específico: comenzó a tocar el piano
recién dejó los pañales, antes de aprender a leer y a escribir. Lo hizo a los
tres años viendo ejecutarlo a sus padres. Cualquier día, a doña Pilar se le olvidaron unas partituras
camino a la escuela de música donde dictaba cátedra, y cuando regresó a casa
encontró al pequeño Chucho tocando a
dos manos.
-¡¿Cómo lo hace?!-, le preguntó a la abuela paterna, la
sabia Caridad Amaro.
Y esta le respondió:
-Simplemente el niño repite lo que
ustedes hacen-,
refiriéndose a Bebo y Pilar.
Luego vendría
la formación académica, el Conservatorio
Municipal de la Habana, alternando los estudios con el trabajo, y con esa
disciplina férrea y de vocación religiosa de los cubanos cuando se trata del
arte en todos sus niveles, en especial la música.
Qué más que
esa Melopea de Cuba, sus ritmos
afroantillanos y el deleite y la magia que se percibe en cada rincón de La Habana, en sus bares y esquinas
repletos de músicos, concertistas y serenateros de todas las edades, para
recrear el universo jazzístico de Chucho
Valdés, particularmente el Jazz Latino,
el mambo, la salsa y el son, que ha sido el territorio más abonado en la
carrera del célebre pianista y creador cubano.
Esto
agregado a la influencia de su padre, la Orquesta
de Bebo Valdés, La Aragón, la Sonora Matancera con la estridencia
rumbera de Celia Cruz, todo Ernesto Lecuona, El Septeto Nacional de Cuba, y pianistas de antología de la talla
de Eliseo Grenet, Obdulio Morales Ríos, Jorge Bolet, Emiliano Salvador y Joaquín Nin Castellanos, entre otros.
Muy joven se
vinculó a la agrupación de Bebo, que
integraban, entre otros, Fernando
Álvarez, Rolando Laserie y Pío Leyva,
y después en el piano con muchas otras orquestas, incluida la de Benny Moré, a quien recuerda cuando el
bolerista de Santa Isabel de las Lajas
aún no estaba tocado por los laureles de la fama, y en ciernes, recién llegado
de México a la Habana, se estrenó como vocalista de la Orquesta Batanga, para años más tarde catapultarse como el cantante
insigne de la música popular de Cuba.
Fundador y
director de varias orquestas y agrupaciones con acentuado ritmo y sabor latinos,
comenzando con Chucho Valdés y su Combo,
Irakere -de las más reconocidas en
el mundo-, El Cuarteto Valdés y La Afro-Cuban
Jazz Messengers, que derivó de la anterior, el destacado pianista ha sido
merecedor, además de múltiples reconocimientos en su país y en festivales de Jazz del mundo, de ocho Grammys (cinco anglo y tres latinos),
que lo acreditan como uno de los mejores en su género, con una brillante
carrera que hace muchos años empezó a escribir su propia leyenda.
Bebo y Chucho, 'Juntos para siempre', como en su memorable álbum a cuatro manos. Foto: bilboard.com |
¿Pero qué
tiene de especial Cuba que por decenios
se haya consolidado como una de las grandes escuelas y vertientes del arte
musical en Latinoamérica con repercusión en el hemisferio?
Nadie más
que el mismo Chucho Valdés para dar puntual
y acertada respuesta: “Cuba es música
por cualquier rincón que se le mire, además del profesionalismo y la alta calidad
pedagógica de sus escuelas, y ese talento general que viene impreso en el ADN,
la raza, común denominador en la belleza y el duende que ofrece el Caribe. Priorizando
la educación estricta, la disciplina y el sentido de pertenencia con la música,
que merece respeto y devoción religiosas”.
Autor de una
pianística que rompe con las lecturas pentagramadas allende su devastadora
improvisación; de un estilo único, incomparable, la polifanía de Chucho Valdés nos ha entregado en estos
estos años verdaderas joyas de la música
cubana y del Latin Jazz.
Por nombrar
algunas piezas en solitario de su recordado álbum Pianíssimo (2001), del cubanísimo sello Egrem que incluye piezas inmortales como ‘El manisero’ (Moisés Simons), ‘Delirio’
(César Portillo de la Luz), ‘La Negra
Tomasa’ (Miguel Matamoros), ‘Quiéreme
mucho’ (Gonzalo Roig), ‘Son de la loma’
(Miguel Matamoros), ‘Cachita’
(Rafael Hernández), ‘Novia mía’
(José Antonio Méndez), ‘La comparsa’
(Ernesto Lecuona), y sus improvisaciones alrededor de ‘Guantanamera’ (Joseíto Fernández) y ‘El guayo de Catalina’ (Arsenio Rodríguez), entre otras.
O de la
cantidad de colaboraciones para diferentes orquestas y bandas sonoras como la
de ‘Calle 54’, inspirada en el
documental de Fernando Trueba, donde
Chucho nos regala esa preciosa suite suya titulada ‘Caridad Amaro’, un homenaje a su abuela paterna, motivo del
veredicto de su padre Bebo cuando
afirmó orgulloso: “Es el mejor pianista americano vivo de la historia. Si vuelve
a tocar, no le sale igual. Las improvisaciones son así. Es un sello que él ha
dejado. Ahí hay técnica, buen gusto, feeling,
virtuosismo”.
El mismo que
plasmó en la rica y variada producción en su época de Irakere, con un sonido más universal del Latin Jazz y el Son como
plataforma de sus creaciones e improvisaciones. Para destacar: ‘Dile a Catalina’, ‘Tres días’, ‘Bacalao con pan’, ‘Por culpa del Güao’, ‘Te tocó perder’,
su ‘Homenaje al Benny’, en tiempo de
son; y el espléndido bolero-son ‘Boliviana’.
Y de lo más entrañable
a sus afectos paternales, al vital maestro suyo que fue Bebo, el memorable álbum de piano a cuatro manos titulado ‘Juntos para siempre’ (2009), que es un
toma y dame de dedicatorias, de Chucho
para Bebo en el preludio, y el reprocite del padre, acompañado de un
racimo de antologías cubanas que va de ‘Lágrimas
negras’ (Miguel Matamoros), pasando por ‘Sabor a mí’ (Álvaro Carrillo), ‘La Gloria eres tú’ (José Antonio Méndez), ‘La conga del dentista’ (Bebo y Chucho Valdés), hasta ‘Descarga Valdés’, donde padre e hijo se
funden en ese eterno sortilegio que sólo resuelve y depara la música, y en el
capítulo de ambos, el piano como instrumento clave.
Para quienes
admiramos y cultivamos el caro patrimonio de la música cubana con sus poderosas
ramificaciones y fusiones en el Jazz
y el pentagrama popular latino, es un orgullo contar de nuevo con la presencia
en escenario de Chucho Valdés, su
majestad y amplio concepto interpretativo, la sensibilidad y la entrega, cada vez
que impone la virtud de sus manos en el teclado, y el don de gentes de un
hombre que ha vivido por y para el arte musical.
Chucho Valdés & The Afro-Cuban Messengers: http://bit.ly/1F7KeYY
Concierto Chucho Valdés en Bogotá
Chucho Valdés & The Afro-Cuban Messengers: http://bit.ly/1F7KeYY
Concierto Chucho Valdés en Bogotá
Teatro ‘Jorge Eliécer Gaitán’, sábado
14 de marzo. 8:00 p.m.
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