El maestro César Rincón durante su conmovedora alocución interrumpida por lágrimas. Foto cortesía: Alejandra Parra
Ricardo Rondón Ch.
Ricardo Rondón Ch.
Con una nutrida asistencia de público, agremiaciones taurinas,
empresarios, ganaderos, toreros, novilleros, subalternos, mozos de espada,
cronistas, escritores, fotógrafos y aficionados, se celebró en las afueras de
la Plaza de Santamaría uno de los actos más significativos y trascendentales que
a la fecha se hayan realizado en aras de defender los derechos de una fiesta
milenaria, una expresión legítima de la cultura por antonomasia, como es el
arte del toreo: el último rito pagano de la humanidad.
La proclama tuvo el protocolo habitual de las corridas, a la hora inicial de las mismas, 3:30 p.m., con los acordes del Himno Nacional de la República de Colombia, el Himno de Bogotá D.C., y el emblemático pasodoble, ‘El Gato Montés’, toque de apertura del paseíllo.
La proclama tuvo el protocolo habitual de las corridas, a la hora inicial de las mismas, 3:30 p.m., con los acordes del Himno Nacional de la República de Colombia, el Himno de Bogotá D.C., y el emblemático pasodoble, ‘El Gato Montés’, toque de apertura del paseíllo.
El cronista taurino Iván Parra ofició como maestro de
ceremonias en una tarima donde se ubicaron los toreros de América y del otro lado del
Atlántico, de la España que erigió el toreo como su fiesta nacional, en un acto
de solidaridad y hermandad con los nuestros, los novilleros en huelga desde
hace tres meses, tras la alcaldada de prohibir las corridas de toros en Bogotá,
y no obstante la Corte Constitucional fallar a favor de la fiesta brava, persistir en la negligencia y demora de la administración distrital en las reparaciones
locativas del edificio taurino, para dar continuidad a la expresión artística de
la tauromaquia.
Entre los toreros de otras latitudes (España, Francia,
México) figuraron: Curro Vásquez, Juan José Padilla, Miguel Abellán, Julián
López ‘El Juli’, Sebastián Castella, José María Manzanares, Iván Fandiño,
Octavio García ‘El Payo’, Miguel Ángel Perera, Manuel Escribano, Alejandro
Talavante, Diego Silveti; y los colombianos Pepe Manrique, Paco Perlaza,
Cristóbal Pardo, Ramsés Ruiz, Juan Solanilla, Guerrita Chico, Sebastián Vargas,
César Camacho, Juan Rafael Restrepo, entre otros.
Una de las intervenciones más aclamadas y conmovedoras, fue
la del maestro César Rincón, que sin un papel de por medio expresó con
elocuencia el derecho a la libertad, a las minorías, el sentido de pertenencia y el respeto a
los protagonistas de la tauromaquia, a las numerosas familias damnificadas por
la censura oficial, y su alocución alcanzó topes de efervescencia y sentimiento al
punto que tuvo que hacer un intervalo para dar paso a la lágrimas, en medio de
una pertinaz lluvia.
La emoción de la máxima figura del toreo nacional cundió
entre la concurrencia que rompió en aplausos, lo mismo que en el estrecho
abrazo de los toreros invitados. Otra disertación ovacionada fue la del cronista
taurino Guillermo Rodríguez Muñoz, impresa en su característico lirismo, con la
sindéresis, el tono y las pausas de oradores de épocas rancias.
Rodríguez Muñoz también fue el vocero del Manifiesto Libertario,
en propiedad y defensa de la fiesta, autoría del escritor y cronista taurino
Antonio Caballero -que a continuación reproducimos en su totalidad-, firmado por
los toreros y novilleros presentes, y avalado de igual forma en su rúbrica por
personalidades como el Premio Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa y
los cantautores españoles Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina.
Manifiesto Libertario
Nutrida asistencia de aficionados en el Plantón Taurino, en las afueras de la Plaza de Santamaría. Foto cortesía: Alejandra Parra |
Para nosotros, los aficionados a los toros, el toreo es una
manifestación de alta cultura. No porque lo hayan cantado los poetas o pintado
los pintores, ni porque Francia, burocráticamente, lo haya declarado patrimonio
cultural intangible de su tierra. Sino porque es una actividad que se expresa
de muchos modos y es a la vez muchas cosas: una fiesta, un rito, un
espectáculo, un combate, un sacrificio, un juego. Y un arte.
Las artes se definen por sí mismas, sin necesidad de
demostración teórica: son como el movimiento, que se demuestra andando. Y en
consecuencia se defienden también por sí mismas. Pero el arte del toreo, como
todas las artes, tiene un enemigo, que es el poder. El de la Iglesia lo ha
perseguido durante siglos, el de las autoridades civiles ha querido prohibirlo
en muchas épocas y lugares, tanto cuando son despóticas – dictaduras o
monarquías de derecho divino –como cuando se pretenden democráticas en virtud
del derecho de las mayorías a gobernar. Olvidando el otro elemento esencial de
la democracia, que es el respeto por las minorías.
Es esta última modalidad de acoso la que nos tiene reunidos
hoy aquí, ante esta plaza de toros de Santamaría arbitrariamente clausurada por
el capricho de un alcalde, que lo justifica en nombre de la estrecha aritmética
que le dio el triunfo electoral.
Los aficionados a los toros somos una minoría, y sabemos que
nuestros gustos no son universalmente compartidos. Por eso no aspiramos a
imponerlos sobre los de otras minorías haciéndolos obligatorios, ni queremos tampoco
prohibir los suyos, que pueden ser tan variados como la ópera o las carreras de
motocicletas o la práctica del espiritismo, las procesiones religiosas o las
maratones de marcha a pie. Sólo pretendemos que, recíprocamente, no nos
impongan los suyos ni nos supriman los nuestros. No queremos ni mandar ni
prohibir. Pero nos resistimos a que nos prohíban y nos manden.
No se trata únicamente de reclamar el derecho a asistir como
espectadores a las corridas de toros. Se trata también de defender el derecho a
elegir el propio oficio. En este caso, la profesión de torero, como lo desean
estos jóvenes novilleros que llevan meses acampando frente a las puertas
cerradas de la plaza de toros, como refugiados de una guerra. O como lo
hicieron estas figuras del toreo venidas de España, México y Francia, y por
supuesto también de Colombia, para acompañarlos en persona en una manifestación
de solidaridad con ellos y de coherencia con sus propias vidas. Estamos aquí,
en suma, para exigir la libertad. La libertad de expresión. La libertad de
elección. La libertad del placer. Contenidas todas en el eterno sueño
libertario que es la prohibición de prohibir.
Quien quiera suscribir este Manifiesto, bienvenido sea. Ya
lo haga por su afición a los toros, o por su interés en el arte, o por su
tolerancia hacia los gustos ajenos, o por su respeto por los derechos de las
minorías, o por su amor a la libertad. Este es un Manifiesto para hombres
libres.
Antonio Caballero Holguín, Bogotá, 13 de noviembre de 2014
Julián López 'El Juli', encarando con solidaridad la censura y prohibición de las corridas. Foto cortesía: Alejandra Parra |
El maestro César Rincón y el cronista taurino Iván Parra Díaz. Foto cortesía: Alejandra Parra |
El rejoneador Juan Rafael Restrepo y Juan del Mar. Foto: La Pluma & La Herida |
El escritor y cronista taurino español Felipe Garrigues. Foto: La Pluma & la Herida |
Los toreros colombianos Cristóbal Pardo y Ramsés Ruiz. Foto: La Pluma & La Herida |
El torero y empresario colombiano José Porras. Foto: La Pluma & La Herida |
Carlos Barbero, ganadero del hierro Santa Bárbara. Foto: La Pluma & La Herida |
La periodista taurina Diana Carolina Baquero. Foto: La Pluma & La Herida |
El periodista Juan Carlos Arenas entrevista a Miguel Abellán. Foto: Alejandra Parra |
Felipe Negret, gerente de la Corporación Taurina de Bogotá. Foto: Alejandra Parra |
Infaltable Noel Petro, torero y folclorista. Foto: La Pluma & La Herida |
Estrecho abrazo de César Rincón y José María Manzanares. Foto cortesía: Alejandra Parra |
Salud Hernández-Mora tomando atenta nota. Foto: La Pluma & La Herida |
Leonidas Manrique y don Luis Galindo. Foto: La Pluma & La Herida |
Alejandro Talavante celebra un apunte de Luis Bolívar. Foto cortesía: Alejandra Parra |
El abogado y aficionado Neftalí Montaña. Foto: La Pluma & La Herida |
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