Richie Ray & Bobby Cruz, 51 años de amores salseros, de nuevo en Bogotá, con lo mejor de su repertorio. Foto cortesía: Sony Music |
Ricardo Rondón Ch.
Sobre el trajinado piano del Hotel
Tequendama, un Bosendorfer de época -el mismo donde Richard Clayderman pulsó
alguna vez ‘Balada para Adelina’, y Armando Manzanero nos regodeó con ‘Adoro’-,
Richie Ray hace un barrido en clave de Fa de su ya legendario 'Jala Jala', y la
gendarmería del lobby se vuelca a ver el estrépito de las notas, que corta en
paro la siesta de una señora robusta, de fenotipo caucásico, apoltronada a sus
anchas en la sala de espera.
Ricardo
Maldonado Morales, Richie Ray, el célebre pianista de ascendencia puertorriqueña
nacido en Brooklyn repite la dosis para complacer el capricho del reportero gráfico,
a quien se le antoja un mejor ángulo, pero esta vez con arpegios de Stravinsky,
en esa sabia conjunción del artista en sus inicios, la de fusionar los clásicos
de la música brillante -caso específico el compositor de ‘La consagración de la
primavera’- con esa ardorosa melopea que fue ganando un terreno propio en bares
y discotecas de Nueva York, de las más reconocidas, el Cheetah y Palladium, en
el meridiano de los años 60, desde entonces, templos sagrados del género salsa.
-¡Va de nuevo!-, dice Richie Ray, al
tiempo que le hace un guiño a la cámara.
-¿Cómo salió?-, pregunta el artista.
-Bien, dice el fotógrafo, pero permítame
maestro le hago un contrapicado.
-Entonces, ¿me quedo sentado o me
levanto?
-No, maestro, quédese así quietico, que
así está de maravilla.
Sus dedos brujos, en veloz ejecución,
ahora imparten por escalas de Si bemol ese toque a manera de fanfarria que
inmortalizó a la morena más sabrosa y cotizada de Juanchito y de Juanchaco, la
misma que a esta hora debe estar marcando el paso en los arreboles de la
eternidad: Amparo Arrebato, acompañada en el bamboleo de celestas con ese negro
poderoso de la baldosa, Walter Rivas Cuero, apodado ‘Watusi’, el gran camaján
del movimiento, otrora forrado en unos pantalones de terlenka negra, bota
campana, camisas de seda brillante con los colores del arco iris, zapatos de
charol blancos y un afro de Burundún, carta de presentación en la pista de
baile, que opacaba las bombillas de techos bajos.
Richie sonríe. Su rostro de mago benévolo
nos inspira complicidad. Sobre el vientre abierto del enorme piano Bosendorfer,
de manufactura alemana, de los primeros que entraron a Colombia por el puerto
de Barranquilla (por donde ingresó la civilización), se asoma el rostro
cinematográfico de Bobby Cruz, que luce gafas negras, como un Ray Charles
blanco, confirmando con un gesto el virtuosismo y la experiencia de su compañero
de bregas, de hacer ver y oír la complejidad del teclado como si se tratara de
un pasatiempo didáctico de guardería infantil.
-Siento una voz que me dice, ¡agúzate!,
que te están mirando…
La voz sigue intacta. Una voz que parece salir
como de las profundidades de una abadía, que es el diafragma de este hombre, a
su edad, aún de contextura maciza, erguido, como esos galanes que causaron
furor en el cinemascope de vaqueros, y en los afiches que promocionaban sus
películas con las rocosas en bermellón del Cañón del Colorado como telón de fondo, en esos tiempos, también
escenario de la Philip Morris para el rodaje de sus comerciales de Marlboro.
Richie Ray & Bobby Cruz: marca
registrada de la salsa más depurada y exquisita de todos los tiempos. La salsa
de estudio, de trabajo, de fusiones inteligentes, de ritmo y pulsión. La salsa que en un verano magnífico del 65 en Nueva York -dos
años después de su afortunada unión-, disparó a la concurrencia a bailar exaltada
con los arpegios, las trompetas y la voz que en el orbe hizo eco de su primer
éxito: ‘Comején’. Así dejaron impreso un sello de calidad y de inspiración para
fortuna de varias generaciones, vigente hasta nuestros días.
-¿En qué momento se jodió la salsa buena
de la que ustedes fueron pioneros?, le pregunto a Richie Ray.
"Desde que empezaron a meterle
'catre' y a volverla facilista. Ese es el tipo de salsa, la de motel, que se hace en serie,
como salchichas, y que raya en la obviedad, y a veces en la vulgaridad. La
salsa se vino abajo desde que le cerraron la válvula de la mística y del
romanticismo.
Sabia aseveración. Esos son los
ingredientes que en su momento le dieron realce a la salsa clásica: la mística,
el romanticismo. Y el talento. Y ese saborcito del ‘Ketchup’ gringo que embadurnaba
las hamburguesas de los trabajadores neoyorkinos a la salida del trabajo. De
ahí viene el término.
“Póngale salsa”, le dijo Bobby Cruz al
locutor de una estación radial de Nueva York cuando le preguntó qué nombre
recibía ese ritmo que estaba enloqueciendo a media humanidad en los albores de
Fania All Star. “Póngale salsa, como la de las hamburguesas”.
Y la llaman clásica -otros le dicen
sinfónica-, porque fue Richie Ray quien le dio ese toque de majestad, a lo Igor
Stravinsky, producto de una larga vida de estudio, ensayo e improvisaciones: a
los 16 años era pianista clásico y concertista.
A esa edad emparentó con Bobby Cruz, que
le lleva 7 años. "Nos conocimos por nuestras mamás -dice Richie-. La de
Bobby, doña Gregoria Ramos, era muy amiga de la mía: Cristina Morales, quien me
infundió el amor por la música. Vivíamos en Brooklyn, tiempos duros, días de
necesidades, de premuras económicas, pero la música y la ilusión de llegar
lejos, llenaba ese vacío”.
"Bobby era un pillo en ese entonces -continúa
Richie-. Para ser más precisos, desafiaba el bravo mundo de la noche
neoyorquina como líder de una pandilla que hacía todo tipo de pilatunas en el
Bronx y en Queens. Era un chico de respeto. Por algo lo llamaban: 'Bobby, el
implacable’. Si es que inspiraba una película de Martin Scorsese, que por esas
fechas estaba metido en el rodaje de ‘Taxi Driver’, con Robert de Niro. ¿Se
acuerdan?'".
-Claro que sí, uno de los clásicos de
Scorsese, que nos hizo conocer el lado oscuro del bajo Manhattan con un taxista
sicótico al volante (de Niro). Pero ustedes eran diametralmente opuestos:
Richie, el bueno; Bobby, el malón. ¿Cómo lograron entenderse?
-Por la misma razón que Dios los cría y
el diablo los junta-, riposta Cruz.
Y Ray contraataca:
"Nos hicimos muy amigos. Congeniamos
desde el primer momento. Él era como mi guardaespaldas, mi protector. Le
gustaba como interpretaba el piano. Un día me dijo: ‘con lo que yo sé de la
vida y con lo que tú sabes de música, podemos hacer algo extraordinario, que
estoy seguro, va a estremecer el mundo’".
Las palabras de Cruz no pudieron ser más
proféticas. Así sucedió, al pie de la letra. Ya son 51 años de amores salseros,
con más de cien producciones discográficas, entre seculares y cristianas,
varias vueltas al mundo, cualquier cantidad de éxitos, desde 'Richie Jala
Jala', pasando por 'Amparo Arrebato', 'Ahora vengo yo', 'Yenyeré', 'La Zafra',
'Sonido Bestial', 'Traigo de todo', 'Comején', 'Bomba Camará', hasta 'La vieja
reguetona', de uno de sus álbumes más recientes, 'Que vuelva la música' (el
número 102, grabado en Medellín), el retorno triunfal de Richie y Bobby a la música
secular después de seis lustros de estar grabando melodía cristiana.
-¿Por qué este regreso al goce pagano?
Richie responde como si se le hubiera
disparado el automático:
"Aunque suene a frase de cajón, lo
hicimos a petición del público. La gente que ama la verdadera salsa, la salsa
original, ha puesto de presente su inconformismo con lo que se viene haciendo
de un tiempo a esta parte. Con lo que te mencioné hace un rato: la salsa
'catre'. Ese fue el motivo de este retorno a la música secular. Reivindicarnos
con nosotros y con nuestra gente".
Claro, Richie hace énfasis que la
corriente cristiana, desde la conversión de ambos en el año de 1974, les ha
traído parabienes a granel, en su estilo de vida, en el reflejo permanente de
esa paz y tranquilidad que tanto anhelaron después de haber pasado por el tubo
del desbarajuste emocional, de esa fama mal administrada que conlleva al caos,
al egoísmo, al contacto permanente con el licor y las drogas, a ese infierno al
que ellos se asomaron, pero del que supieron salir a tiempo.
Le recuerdo a Richie de su primer
concierto con Fania, en el Cheetah, en Nueva York.
-¡Ah!, si, lo recordamos como si fuera
ayer. Fue en julio de 1965. Esa noche el Cheetah estaba a reventar. El maestro
de ceremonias fue el mismo Johnny Pacheco. La sola presentación de ese
concierto ya es un clásico. Estábamos muy jóvenes y creíamos tener el mundo en
nuestras manos. El corazón de la Gran Manzana palpitaba a ritmo de salsa.
Un año más tarde, Richie Ray & Boby
Cruz harían su ingreso memorable a nuestro país por Barranquilla, en el
desaparecido gril 'Veracruz', donde estrenaron su tema, 'Pa'Colombia' y nos
contagiaron para siempre de esa fiebre irremediable que es su sonido bestial.
Vuelven Richie Ray & Bobby Cruz, esta vez
a Bogotá, acompañados del Gran Combo de Puerto Rico, una gala compartida para
los salseros de época y para su prole, esa nueva generación que goza del legado
legítimo de la mejor salsa de todos los tiempos, la ‘clásica’, para unos, la de
‘los viejitos’, para otros, en finadas cuentas, la banda sonora de un fenómeno cultural
que nunca pasará de moda, que ha desatado ríos de tintas de eruditos y
aficionados, y que sentó un precedente en el acervo de obsesionados
coleccionistas que conservan sus acetatos como si fueran reliquias. Y lo son.
El concierto de Richie Ray & Boby Cruz, y
El Gran Combo de Puerto Rico, tendrá lugar en Bogotá el viernes 3 y el sábado 4
de octubre en Downtown Majestic. Mayor información www.tuboleta.com o en el teléfono: 5936300
Éxitos de Richie Ray & Bobby Cruz:
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