Juan Neira, artista colombiano radicado en Estados Unidos, autor de una obra que rompe con los esquemas de la plástica. 'Eris' es el título de la exposición que abrirá en octubre, en Miami |
Desordenar el orden propone más que ordenar el desorden, esta podría ser una premisa válida para ahondar en la obra de Juan Neira, cargada de reflexiones íntimas, de historia, antropología, humanística, y de una cosmovisión plena y admirable en un creador que aún no ha completado los 30 años de vida.
Genio provocador, el joven artista bogotano residente en
Miami pone de presente con Eris, su nueva exposición, un lenguaje vivo,
orgánico, dispuesto a la dialéctica y a la transgresión, y a múltiples lecturas
y discursos en consonancia con el mundo que nos acontece, atribulado de
ambiciones mezquinas, beligerancia, dolor, indiferencia e individualidad.
Justamente en este caos existencial que palpita acelerado y
demoledor en el planeta, se construye la obra totalizadora de Neira, más de
suspicacias que de subterfugios; y con más tendencia a la liberación que a la
celebración, cuando el autor apunta sin falsas modestias: “No soy yo, mi obra
es lo que importa”.
En todas y cada una de las piezas que integran esta muestra,
el observador expedito a la perplejidad, podrá captar, a manera de espejo
metafísico, su propio reconocimiento ante la verdad y la pureza de un arte que
rompe con todos los esquemas y convencionalismos. De hecho, Neira no se encapsula
en ninguna escuela ni en otro movimiento o expresión artística que no sea la
propia, la que apunta a su momento, su entorno y compromiso: “Uno no puede ser lo que otros fueron”, ha
dicho.
Esto no quiere decir que se niegue a reconocer la grandeza y
el legado de artistas como Malévich -quizás uno de sus principales pilares de
estudio y análisis-, o que no subraye la postura iconoclasta y contestataria de
Duchamp; la música silente que enmarca los laberintos algebráicos de Kandinski,
el inconformismo radical de Coubert, el lirismo naturalista de Van Gogh, o las
epopeyas transgresoras de Pollock, el gran revolucionario del expresionismo
abstracto.
La obra de Neira configura un estilo personal, figurativo y a contracorriente |
De todos los anteriores puede haber un guiño, un homenaje,
en la obra de Juan Neira, a la que es necesario fijarse en actitud
contemplativa y ontológica para descifrar sus enigmas, sus profundos misterios,
sus laceraciones, la caleidoscópica quietud de un pasado remoto, pero también
el apego a la vida, a los elementos de la tierra con sus clamores de esperanza
y redención. La propuesta plástica de Neira contiene una cuota terapéutica, capaz
de sanar incluso a aquellos escépticos y desahuciados que insisten en negar
cualquier aproximación a la salvación.
Él así lo ha ratificado: “A mí el arte me ha curado de la
vida, de la vida rota”, y agregaríamos, de su finitud inexorable y de su
“insoportable levedad”, al decir de Milán Kundera.
En ese tránsito se descubrirá el preciosismo de su
propuesta. El lienzo virgen transmutado por sus alquimias, por los secretos de la naturaleza, por sus texturas que incitan al olfato, por sugeridas pigmentaciones y por un orden y un desorden con vida propia.
Para ello es necesario hacer uso de la introspección, porque la belleza
en las piezas de Neira -como en las grandes obras del arte universal, El Cuadro
Negro de Malévich o El Grito de Munch, por nombrar algunos-, no está en el
plano exterior sino en la quintaesencia de la creación.
Parafraseando a Margarite Yourcenar en el último párrafo de
sus ‘Memorias de Adriano’, entremos en la obra de Neira con el alma desnuda y
los ojos abiertos, dispuestos al asombro y al rescate de esas quimeras
recónditas, a veces extraviadas, que solo son posibles por el milagro del arte,
esa chispa divina que ha sido otorgada a ciertos privilegiados. Y Juan es uno
de ellos.
Cuando se refiere a Eris como el título de su exposición,
¿este término se contextualiza con el planeta enano del Cinturón de Kuiper o
con la diosa de la discordia de la Mitología Griega? ¿O hay de parte y parte?
“Eris hace referencia a la Diosa de la discordia, que pude
controlar lo incontrolable, el azar no existe para ella, porque puede ver e
interpretar con claridad el caos. Algo muy interesante en la Mitología Griega
es el hecho de que nadie es bueno o malo. Tenemos uno que otro Dios o unidad
suprema, encargados de crear conflictos, pero simplemente son representaciones
del universo en su equilibrio. La discordia y el caos no son más que reflejos
de la humanidad”.
¿Es Eris su
currículum artístico, es decir, la hoja de vida de su obra, dispuesta a
múltiples miradas y lecturas?
“Podría presentarse como un resumen artístico de diferentes
estilos y trabajos, pero al mismo tiempo este arte se encuentra conectado. Toda
pieza realizada en la historia del arte viene del reflejo directo de la
sociedad en la cual uno vive”.
La propuesta del joven artista revela la esencia del movimiento, la cadencia y la fragilidad |
¿De qué está elaborada la materia prima de sus obras y
cuáles son las herramientas de trabajo que dan lugar a las mismas?
“La materia prima de mis obras es una concatenación entre
mis esfuerzos, la naturaleza del material y el universo en sí. Al trabajar con
estas variables, que al mismo tiempo son constantes, mi trabajo evoluciona como
un intento de reproducción de ideas”.
¿Cómo es la evolución
de ese proceso orgánico en que se va transmutando el lienzo? ¿Es como una
suerte de maduración de los mismos materiales?
“La evolución está basada en la materia prima y cómo logro
explotarla para obtener un resultado.
Pero como mencioné antes, no está todo en mi poder. Se necesita tiempo y
los mismos materiales se lo toman para que la pieza alcance su desarrollo
completo”.
Ceñido a la máxima filosófica del maestro japonés Suzuki
Daisetsu: 'La belleza no está en la forma exterior, sino en el significado que
esta encierra', ¿cómo interpreta la belleza interior de sus obras?
“La belleza interior es la simple esencia de las mismas.
Algunas pueden tener más significado que otras, pero al final lo más importante
es su simplicidad. No hay nada más impresionante que alguien o algo adoptando
su papel básico”.
¿Es una belleza como la de ciertas ruinas espectrales, por
citar algunas, esa energía que se puede sentir en la Acrópolis, en el Partenón,
y más próxima a nuestra realidad en un edificio derruido, en sus mismos
escombros, esas edificaciones que por años albergaron familias, oficinistas o
comerciantes, y que llegaron a justo término? O, más dramático aún, ¿la
tragedia de las Torres Gemelas en aquel fatídico 11 de septiembre, de la que se
acaban de conmemorar 13 años?
“La esencia de mis obras está radicada en lo básico. Es
idílico ver algo que antes necesitaba la humanidad, pero que en su transformación ha llegado a un
punto de total individualidad. Estas ruinas a las que te refieres no han
llegado a un término final, ellas siguen viviendo, ellas continúan siendo
ruinas, así no exista nadie que las observe. Tal vez ya no alberguen familias,
oficinistas o comerciantes, pero estos escombros tienen una bella y nueva existencia”.
¿Qué es para usted el
lienzo virgen, sin mácula, dispuesto al propósito creativo?
“Un lienzo virgen es
aquel objeto que puedo utilizar para remarcar la existencia de algún elemento o
ideal, y está dispuesto a mostrar la
naturaleza de la cual está hecho”.
¿Y qué le significa el lienzo que ha cumplido con su
metamorfosis a partir del objeto creador? Es decir, ¿qué lectura hace de la
obra expuesta?
“Es difícil saber cuándo uno ha finalizado una pieza. Pero
algo que he aprendido durante todo este tiempo, es que el arte es sutil. No
puede ser forzado, no puede obligar al que mira una obra: el arte es una
caricia, o como la misma brisa, tan delicada pero poderosa”.
No hay nada más subversivo que el arte. A partir de esa
concepción usted propone un discurso íntimo, pero a la vez político de la
realidad, desde un plano subjetivo. Por ejemplo, en uno de sus lienzos detecto
una reflexión sobre la crisis ambiental, la esterilidad, el deterioro del
planeta. ¿Me equivoco?
“Efectivamente, mi arte intenta reflejar lo personal y lo social, ya que nosotros somos el espejo
de la comunidad en la cual vivimos. Pero
los problemas sociales van más allá
del planeta o de la crisis ambiental. Lo más grave es que estos inconvenientes
siempre recaen sobre la humanidad. Siempre he creído que cuando el ser humano piensa mucho en sí mismo,
es porque realmente no es nada”.
El lienzo es la materia orgánica que se encarga de transmutar la obra, con una técnica propia |
También observo una clara influencia del suprematismo del
artista ruso Kazimir Malévich: esa degradación del color que sobredimensiona a
su antojo las formas. Pero también imagino que en la obra de Juan Neira hay
guiños de Vasili Kandinsky y de Joan Miró.
“Kandinsky, puedo decir, que es simplemente exquisito. Su
obsesión de representar la esencia de la música en términos tan sencillos y a
la vez poderosos, es un talento que desearía tener. Él decía: ‘El color es el
teclado, los ojos son los martillos, el alma es el piano con muchas cuerdas. El
artista es la mano que pulsa una tecla y otra para causar vibraciones en el
alma’. De Joan Miro debo decir que es su
sentido del movimiento que lo hace tan interesante. El uso de sus líneas negras
permite que uno corra por el lienzo en cuestión de segundos”.
¿Cómo es su proceso de trabajo en el laboratorio del color?
¿Hay colores negados en su obra? Se lo digo por el tratamiento que se observa
en ciertas texturas, en los colores frescos y naturales que utiliza, en algunos
opacos, me atrevería a decir que hasta odoríficos.
“Tiendo a trabajar piezas con diferentes colores. En cada
nueva obra elijo los tonos que tienen una influencia entre uno y el otro. Si
considero necesario, puedo decir que el color negro siempre estará dispuesto para hacer la pieza más
pesada. Cuando me hablas de odorífico, me parece interesante y a la vez
complicado despertar tantas sensaciones con las múltiples gamas de colores,
pero realmente he observado que ese es un efecto que está implícito en el arte
provocador”.
¿Cuál es el truco para descomponer el color y darle ese
punto exacto que requiere, como para dejarlo impreso y perdurable en la retina
del espectador?
“Truco, no hay ninguno. El color es como un ser humano:
puede ser moldeado de varias formas, pero siempre será el mismo color. Es solo
cuestión de saber qué es lo que uno quiere hacer y si el color está dispuesto a
ayudarlo a uno”.
Qué técnica recibe el entramado de su obra, que da la
impresión está elaborado con textiles procesados de más de mil hilos, sin que
parezca un 'arte industrial', sino todo lo contrario: el arte oculto, decantado
y minimalista.
“La técnica está basada en tratar de mostrar lo que estos
materiales son de verdad, su real
esencia. Si vemos más allá podemos darnos cuenta de que estos materiales
ya tienen su propia dinámica. Los hilos están dispuestos a moverse, a ser
arrugados, cortados. Es simple cuestión de pensar de qué está hecho el material
que uno usa”.
Cuando está trabajando, ¿también se produce en usted ese
desdoblamiento por capas de su interioridad? ¿El cuerpo experimenta esa
catarsis orgánica?
“Uno aprende mucho de uno mismo en el arte. No soy la misma
persona que era hace un mes y nunca seré la misma persona que soy ahora. Es
cuestión de encontrarse a sí mismo y hacer el esfuerzo en ser la mejor versión de lo que uno es”.
¿En qué escuela podría clasificarse su obra? ¿Acaso, si se me
permite la licencia, un suprematismo constructivista?
“Siendo honesto, no lo sé. Uno nunca será lo que otros
fueron, ya que ellos eran el fiel
reflejo de su propia sociedad en otro
tiempo. Considero que es un grave error tratar de ser un artista con la ilusión
de ser parte de un movimiento que ya pasó”.
¿Qué tipo de público cree que es el más interesado en su
obra? ¿Quiénes son sus compradores potenciales?
“Yo diría que la gente con una buena dosis de cinismo,
caracterizada por el rechazo de los convencionalismos sociales, y las personas
que tienen su alma averiada por diferentes razones en su vida. Cuando aprendes
que no eres inmortal ni perfecto, uno comienza a apreciar todo aquello que pasa
por un procedimiento”.
¿Cómo es su rutina de
trabajo? ¿Existe una metodología del artista o lo suyo es producto de la
intuición y la chispa, ese 'soplo divino' del que hablaba Miguel Ángel?
“No poseo una rutina, cuando llega a mi cerebro una idea,
inmediatamente deseo plasmarla. Si
aplico alguna metodología, solo viene a mí cuando entro a organizar intuiciones.
Es necesario que nuestra mente pase por múltiples experiencias para generar diferentes arquetipos, poder
estructurarlos y representarlos de un
modo conceptual”.
"La belleza no está en la forma exterior sino en el significado que esta encierra" |
¿Una pared desnuda también podría ser el 'lienzo' para su obra?
¿Ha intentado una posibilidad con el muralismo?
“Sí, podría ser. Una pared inmaculada dispuesta a la creación, sería de mi total
interés. Por ahora no he encontrado el espacio para trabajar en ello”.
¿De qué manera se reconoció en el arte en los primeros años
de la infancia?
“Tuve más deleite por la historia del arte. Desde pequeño
creía en el poder que tenían varios artistas de capturar el caos a través de un
impulso y transformarlo en algo balanceado”.
Es de suponer que la tenía clara desde que estaba en el aula
colegial, que lo suyo era el arte, y que como tal iba a ser su proyecto de
vida. ¿O hubo otras querencias? ¿Cómo fueron esos primeros deslumbramientos?
“Fue interesante, porque de hecho planeaba estudiar Economía,
ya que siempre fui muy bueno con los números, pero a medida que transcurría el
tiempo comencé a sentir una insaciable sed por películas independientes (cine
arte), museos, poesía, y así fue como me
di cuenta del delicioso sabor que trae el arte, y entonces verifique que una
vida sin ello, no vale la pena vivirla”.
Como la literatura, la pintura, la plástica, obedecen a
rigores de soledad y de sacrificio, casi siempre acompañadas de una cuota de neurosis
positiva, que es como el motor a bordo para explorar, navegar, crear y apuntar
a lo que se quiere. ¿Es consciente de ese 'otro yo' que dirige el acto
creativo?
“El poeta Charles Bukowski dijo: ‘encuentra lo que ames y
deja que te mate’. De modo que hay que convertir el arte en ‘amante’ y en tu prioridad. Tal vez uno
pierda amigos o relaciones, no tengas tiempo, te falte sueño o alimento, pero
al final todo valdrá la pena; porque el
arte va más allá de uno mismo. Cuando uno es consciente de esto, el acto
creativo comienza a fluir”.
¿Qué tan importante ha sido la academia en su formación
artística? ¿Qué hay de teoría y qué hay de práctica en el tránsito de su obra?
“La academia es muy importante, no porque uno deba seguir
sus pasos, sino por que aprendemos sobre todo de la belleza que encierra la
historia del arte, y al comprender la historia podemos entender qué es un buena
pieza para la época en la cual vivimos. Considero que mis obras son una mixtura, están plenas
de inspiración, práctica y formación artística”.
¿Algún ritual a la hora de trabajar? ¿El día o la noche?
¿Alguna superstición? ¿Trabaja mejor con música?
“Mi ritual es crear como si nada más importara, a cualquier
hora del día o de la noche. Soy gran amante de la música, pero intento dejarla como música de fondo, ya que
no deseo que las emociones que estas
melodías me crean, lleguen a influir en mi obra”.
"Yo visualizo mi trabajo como esculturas plasmadas en lienzos": Juan Neira |
La población invidente podría perfectamente disfrutar de su
obra a partir del tacto, del sutil lenguaje de sus texturas. ¿Alguna vez se lo
planteó a propósito?
“Las texturas son sumamente importantes en todo objeto. Me
encantaría poder observar a un ser humano sentir mi arte con sus manos y que me
contara qué emociones despierta en su interior”.
Además de Marcel Duchamp, de Kazimir Malévich, de Lucian
Freud, ¿por qué otros artistas profesa
admiración?
“En sí tengo admiración por los artistas que destruyen parámetros
y crean nuevas leyes. Gustave Courbet y su destrucción del arte académico, es
de admirar. Van Gogh y su representación espiritual de la naturaleza. Pollock y
su uso de material industrial, son algunos de los artistas que despiertan en mi
la sensación del gusto”.
¿Qué opina de la obra en conjunto de la colombiana Doris
Salcedo?
“Interesante su trabajo, la repetición y la fragilidad de
objetos tan pesados, es de mi gusto. Como lo había mencionado antes, si uno
quiere hablar de buen arte, debe observar su lado sutil. Para mí el arte debe ser insinuante y al mismo tiempo
contundente”.
¿Qué opinión le merecen expresiones contemporáneas como el
performance, el happening, las instalaciones?
“El arte es la manifestación de lo que cualquier otro tipo
de lenguaje no puede transmitir. Hay varios modos para comunicarnos, algunas
veces un lienzo o escultura no son suficientes. Posiblemente un performance o una
instalación puede ser para otros arbitraria, pero cualquier manera que nos
permita comunicar con arte posee una potestad invaluable”.
¿Qué balance hace del arte actual en general? ¿Qué se salva
y qué se condena al olvido?
“El arte actual debe ser congruente con la humanidad. Somos
expresiones de nuestro tiempo y quien lo niegue o no lo use a su favor, va ser
fácilmente olvidado. Uno debe vivir al
extremo con el arte, cuando se habla de la naturaleza humana o de la naturaleza
universal; pero también uno determina quedarse en la mitad y no evolucionar: ahí
es cuando se produce arte con mediocridad”.
'Guerra y paz', como en la gran novela de León Tolstoi. Qué
más que esos dos términos que encierran un potencial artístico en la historia
de la humanidad. ¿Desde esa óptica, cómo representaría la guerra?
“Representar la guerra es poder plasmar con diferentes técnicas
el no aceptar los cambios y pararse con
firmeza en contra de ellos”.
¿Y la paz?
“Admitiendo las transformaciones y logrando el mejor
provecho de ellas”.
¿Qué obras del arte universal lo han marcado profundamente
desde lo estético y lo metafísico?
“El Cuadro Negro de Malévich, me encanta. Es la perfecta
representación de la fragilidad y lo potencia juntas. La simplicidad de las
formas, la sencillez y la sobriedad, la síntesis extrema”.
¿Le hubiera gustado vivir la época fecunda del Renacimiento?
“Si tuviera que seleccionar un tiempo para haber vivenciado
mi arte, sería la época de 1950. Artistas como: Jackson Pollock, Rothko, Franze
Kline y Motherwell. Haber podido plasmar ese ciclo de experimentación y
movimiento; su épica por el expresionismo abstracto hizo que el arte de ese
momento fuera impresionante”.
¿Quién es Juan Neira cuando sale de su taller y retoma la
vida común, la del ciudadano de a pie, inmerso en esta sociedad cada vez más compleja,
atrapada en el tren del capitalismo brutal, del consumismo a ultranza y la
individualidad?
“Juan Neira es otro ciudadano que trata de sobrevivir cada día
al máximo con el arte, porque después de esto percibe que ya nada tiene
sentido. Como cualquier otro ser humano que se cansa de ver y escuchar la misma suciedad social,
una y otra vez”.
¿Cuál es el comentario, el concepto o la crítica de catálogo
que más lo ha marcado?
“Evoco uno: me encontraba utilizando el laboratorio de
fotografía y mi profesora requería mi espacio. Entonces preguntó: ‘A quién le
importa tus fotografías de paredes’. En
ese momento fue cuando me di cuenta que ya había aprendido todo lo que
necesitaba de ella y que había encontrado algo que la gente no entendía por
completo. Solo era cuestión de tiempo y trabajo, hasta que pudiera expresarlo
de un modo perfecto”.
Como en la literatura, la obra finalizada ya no pertenece al
autor sino a su público. ¿Le duelen esos desprendimientos o, por el contrario,
celebra esa liberación?
“Al final Juan Neira no es nadie. Mi arte es lo que importa.
Cuando se va una pieza esta se convierte, ya no en mis palabras, sino en un
ideal”.
¿Qué suele salvar de los cócteles de inauguración de las
exposiciones, cada vez más contaminadas de imposturas por parte de los
invitados, de los que juzgan sin criterio, de aquellos que presumen saber de
arte, de los que sólo van a acabar con los pasabocas y el champán, y de los
comentarios de algunas señoras que señalan aquel o tal cuadro para combinar con
los muebles de sala o el color de las cortinas?
“De esas escenas siempre logro salvarme, no sin antes
observar, sacar mis propias conclusiones y fugarme lo más rápido posible. Una
vez Duchamp dijo que el arte llegaría a un punto en donde los maridos, para
apaciguar los ánimos hogareños, comprarían a sus esposas una pieza de arte
antes de llegar del trabajo. Pues ahora
estamos en ese punto: la poca apreciación del arte, la falta de información, la
insensibilidad, poco a poco está generando mayor rechazo
por este tipo de eventos”.
¿De qué lo ha curado el arte?
“De la vida. El arte tiene el poder de volverte un
observador omnisciente y así te das cuenta qué tan rota está la vida”.
¿Cuál ha sido el síntoma de admiración que más lo ha
inquietado?
“El aprecio por el dolor impreso en mis piezas. Mucha gente siente que mis obras están llenas
de dolor. Y les encanta”.
Juan Neira abrirá su exposición Eris en ‘Alberto Linero
Gallery’ (Wynwood Arts District 2294 N. W. 2nd Av. Miami, Florida 33127) el
próximo jueves 2 de octubre de 2014. La muestra se podrá apreciar hasta el 13
de octubre.
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