Gustavo 'El Loko' Quintero, 52 años poniéndose de ruana las fiestas de fin de año en Colombia. |
Ricardo Rondón Ch.
Quien por estas fechas de desbarajuste emocional colectivo, "diciembre con su alegría, mes de parranda y animación", no ha azotado baldosa con clásicos del llamado 'chucuchuco navideño' como: 'La maestranza', 'Promesas de cumbiambera', 'Don Goyo', 'Fantasía nocturna', 'Ojos gachos', 'Al compás de las polleras', 'La banda del vecino', 'Carita de ángel', 'La danza de la chiva', 'La pelea del siglo', 'Alumbra luna', 'El paganini', 'Las gotereras', 'La ballena de Jonás' y 'El aguardientosky', entre un número alarmante de más de dos mil canciones impresas en ciento dos producciones discográficas que resumen la vida y obra de Gustavo 'El Loko' -así con K, como él ordena que se le escriba-, rey indestronable de este género, irrepetible y sin descanso en las celebraciones de fin de año.
¿Pero qué sería de 'El Loko' Quintero sin el amparo y la protección de quién él puntualiza como su ángel de la guarda en carne y hueso y por toda la eternidad? Sí, estamos hablando de su señora esposa, la abogada antioqueña Consuelo Ruiz, madre de sus tres hijos, quien podría merecer, sin ninguna dificultad, La Cruz de Boyacá. Es que para aguantarse la ‘lata’ de este hombre hay que hacer un master en paciencia, un postgrado en tolerancia, y una tesis laureada de amor inconmensurable por el ser con quien se comparten las cobijas. Y ella ya completa 32 años en estas bregas.
“Parece que a este 'Loko' lo hubieran criado con leche de mica”, dice la buena de doña Consuelo, tratando de atajar a su marido que se le escurre al menor descuido, que parlotea como una cacatúa perseguida por una banda de suricatos, que se mofa de sus interlocutores, que hace muecas y que tiene una memoria prodigiosa para narrar en detalle los pormenores de su vida personal y profesional como intérprete del rumbón y la sabrosura que ya completa cincuenta y dos años ininterrumpidos en actividad, amén de giras por el mundo y cualquier cantidad de premios y reconocimientos, de los más recientes, el doble compilado de la serie Platino de Codiscos, su sello discográfico de toda la vida, que incluye sus mejores páginas de antología.
Aquí está, con pelos y señales, Gustavo de Jesús Quintero Morales (Rionegro, Antioquia), como aparece en la fe de bautismo, un fuera de serie en el ámbito de la música tropical en Colombia, amo indiscutible del 'chucuchuco' navideño.
¡Y a gozar se dijo!
¿Sí es cierto Gustavito, que donde hoy queda el aeropuerto ‘José María Córdova’, en Rionegro, era hace más de 50 años la finca de tu papá?
“Sí, es cierto: era una finca agrícola en donde se cultivaba papa y maíz, pero también había vacas lecheras. Allí nos criamos trece hijos de don Eleuterio Quintero y de doña Ana Julia Morales”.
Menos mal que no te dio por ser piloto...
“¡Ay!, hermano, no estaría contando el cuento, porque si no he aprendido a manejarme yo a la edad que tengo, cómo fuera con un aparato de esos. Aunque me gusta volar seguido, y mejor si es gratis”.
¿En qué momento te empezó a ti la loquera?
“Como dormíamos hasta cinco en una sola cama, a mí me dejaban en la orilla y cada ratico me mandaban pa’l suelo. De modo que con tanto golpe en la motola, se me fue corriendo el caspero”.
¿Diste mucha guerra en el colegio?
“Todas las que quieras. Era muy peleador, me daban en la ‘jeta’ casi todos los días, y en las huelgas tiraba piedra”.
Pero como estudiante, ¿qué tal?
“‘Regulímbis’. A mí las únicas clases que me gustaban eran: música y dibujo. De resto yo no sé cómo pasé el bachillerato”.
¿Estudiaste con curas?
“Bendito sea mi Dios, no; aunque en la iglesia participaba en los coros, porque todos tenían que ver con mi voz. Es que aunque parezca curioso, yo empecé con el canto lírico. Cuando venían las compañías de zarzuela de España me invitaban para hacer parte de ellas en el ya desaparecido Teatro Junín”.
¿Hiciste estudios universitarios?
“Cursé algunos semestres de Economía, pero terminé comprándome un marranito de barro para echar las monedas, porque lo mío era el canto”.
¿En qué momento te picó el bichito de la música bailable?
“En los barrios Boston y Buenos Aires se fue formando la fiesta de la manera más improvisada. Imagínate que los instrumentos eran tarros de galletas Noel, una dulzaina con la que me gané un premio en el Instituto de Bellas Artes, y la voz: es que yo abría la boca por la mañana y despertaba a todo el barrio”.
Y como artista profesional, ¿cómo fue tu debut?
“Aníbal Ángel, pianista de La Ceja (Antioquia), tenía un acordeón de teclado, y él tocaba en un gril detrás del hotel Nutibara. Una noche me invitó a cantar con Hernán Cuervo (en las congas), y yo con la pandereta. Ese negocio se llenó, fue la sensación y con ellos me quedé mucho tiempo. Así nacieron Los ‘Teen Agers’”.
¿Cuál fue el primer éxito?
“Del mismo Aníbal Ángel, ‘El Gordo’, inspirado en un gordo, hijo de un periodista, Jaime Jaramillo, del diario La Patria, de Manizales. Corría el año de 1961”.
¿Qué sello lo grabó?
“El sello Zeida, que funcionaba en el tercer piso del Edificio Roca, Junín con Ayacucho. Era un disco de 78 revoluciones donde además de ‘El Gordo’, estaba ‘Laura y Tommy’, ‘El Casamiento’, ‘La Gallinita Josefina’, ‘Color de Arena’ y ‘El Twist del esqueleto’, entre otros”.
¿Cuántos discos grabaste con los ‘Teen Agers’?
“Por ahí unos siete”.
¿Y quién fue el cerebro de meterle ‘chucuchuco’ al rock and roll? ¿O viceversa?
“Francisco ‘Pacho’ Zapata y Aníbal Ángel, quienes dieron en el clavo con ese ritmo que pegó en todo el país. Y, en lo que llaman salsa fuimos lo pioneros antes del mismo Fruko, como sucedió con ‘El Paso de Encarnación’, original de la Orquesta Aragón, de Cuba, muy famosa la versión de Larry Harlow, y la mía, la de ‘El Loko’ Quintero, con el sello Musart de México”.
¿Por qué no continuaste con la salsa?
“Porque la idea era vestir la música colombiana de muchos colores: del porro, la cumbia, el currulao; por supuesto la salsa, el merecumbé y hasta el joropo. Pero ahí no para la cosa. De todo esto ha grabado ‘El Loko’ en idiomas como hebreo, italiano e inglés”.
¿De donde dónde nació ‘Don Goyo’?
“Eso es de doña Graciela Arango de Tobón, que era de la barra de Helenita Vargas, de Gladys Iragorri y Carmenza Duque, con quienes ‘El Loko’ salía a los hospitales a realizar brigadas de salud con los niños”.
Eran las famosas fiestas de clubes, ¿verdad Gustavo?
“Sí, muy famosas, como las del Club San Fernando y el Club Colombia, en Cali; el Club Unión y el Club Campestre, de Medellín; el Club los Lagartos y el Club Militar, de Bogotá; y esas fiestas inolvidables del Hotel El Prado y el Club Naval de Barranquilla”.
¿De qué botella viene el ‘aguardientosky’?
“De la de Gildardo Montoya, el montañero más sabio que ha parido Antioquia, y de quien son innumerables éxitos como: ‘Las Gotereras’, ‘El Paganini’, ‘La Pelea del Siglo’ y ‘La Ballena de Jonás’, entre muchas, que si no las canto en una fiesta, no pagan el contrato”.
¿A cómo cobraste tu primer baile?
“Yo con la plata no me he metido, porque termino metiéndome en la grande. La berraca pa’negociar es mi mujer, que es la que me maneja a mí, porque como soy ‘Loko’, pues soy bien complicado. Es que eso es lo que yo me pregunto: ¿Qué hubiera sido de mí sin mi Consuelo?”.
Más bien, Gustavo, ¿quién más que ella para aguantarte a ti?
“Yo pienso que el mejor homenaje que me ha hecho la vida es mi amada esposa, quien me ha dado tres hijos que son mis bendiciones”.
¿De dónde sacas tanta energía para seguir dando lora después de 52 años de carrera?
“Miel de abeja, cáscaras de mandarina revueltas con ajo, dormir muy bien y cero vicios, porque ese es el peor enemigo del hombre”.
¿Cuánto hace que no te tomas un ‘aguardientosky’?
“Hace 29 años, cuando empecé a ver doble sin estar borracho. Ahí me asusté y arrojé la botella al río San Jorge”.
¿Cómo recuerdas las fiestas de pobres de época?
“Como las mejores, no hay otras que se les compare, porque nunca falta comida, trago, bochinche y hembras. Y hasta los perros se emborrachan. Yo tenía uno que pedía permiso para orinarse en la sala, detrás del equipo de sonido”.
Fuera de tu música, ¿qué otra escuchas?
“Beethoven, Bach, Vivaldi, todo eso me hace ver angelitos, y la sintonizo en la emisora de la Universidad Pontificia Bolivariana”.
Y cuando no tienes toques, ¿qué haces?
“Hago oficio, barro, plancho, hago de comer, y si estoy muy aburrido, me pongo a leer el directorio telefónico”.
¿Pesan 52 años de carrera artística?
“A mi no, aunque me duele y lloro mucho por las injusticias del mundo”.
¿Qué dice el médico cuando lo visitas?
“El médico Miguel Ángel Ceballos va a mi casa pero a jugar ajedrez, y termina aburriéndose porque no lo dejo hablar”.
¿Y dormido también hablas?
“Sí, pero me cuido mucho, uno no sabe, la lengua es traicionera”.
¿Qué te falta por hacer en la vida?
“Yo creo que el país está en deuda conmigo. Cómo te parece que ni Sayco me llamó para felicitarme cuando celebré, en 2011, mis primeros 50 años de carrera”.
¿Con qué no te haces ‘El Loko’?
“Con Dios, con mis hijos y con mi mujer. De resto el manicomio sigue intacto, porque como dijo el poeta: ‘aquí venimos a reír con llanto y también a llorar a carcajadas’”.
¿Qué acostumbras hacer un 24 de diciembre?
“Si no están los hijos, hacer ‘chichí’, apagar la luz y arruncharme con mi mujer, que es la mejor Navidad que me ha dado la vida”.
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