Existe
un trecho enorme entre el humilde farmacéutico de barrio José Fernando Salomón
Cabrera de su juventud, y el afamado Profesor Salomón con templo propio de
misas y rituales
Ricardo Rondón Chamorro
Fotos: Ricardo Rondón
Su destino estaba marcado a
fuego en el albor de su juventud: de no haber descubierto un mazo de cartas
acuñado en un ladrillo suelto del rellano de la escalera, en la casa materna
del barrio La Española (noroccidente de Bogotá), José Fernando Salomón Cabrera, 40 años después del fortuito
hallazgo, sería a la fecha don Salomón, el farmacéutico de confianza de la
vecindad.
¿Quién pudo haber dejado la
misteriosa baraja camuflada en un bloque? ¿Los albañiles a quienes doña Elvira
había encomendado reparaciones? Una anécdota más en la novelesca trama que ha
sido la vida del afamado profesor Salomón, hoy apoltronado en el despacho de su
soberbia residencia de estilo inglés, del sector de Palermo. Lo certero es que
esas cartas refundidas le cambiaron la vida y le aseguraron el futuro.
Doña Elvira Cabrera Ramírez,
madre soltera, enfermera titulada de la Universidad Nacional, quien trabajó en
el Ministerio de Salud, anhelaba que su unigénito fuera boticario. Salomón, que
fue buen estudiante, pero daba guerra por rebelde e indisciplinado, atendió la
conseja de su progenitora ante el temor de su fuerte carácter. Ella le
transmitió el saber de las fórmulas magistrales para la preparación de
medicamentos tradicionales, que él complementó en el SENA y aplicó en la
farmacia de su señora madre.
Salomón aún conserva como
reliquia en su bufete de consultas esotéricas los frascos color ámbar donde los
boticarios almacenaban vaselina salicílica, cremas antiescaras,
despigmentantes, antiverrugas y antihongos; vermífugos, tinturas de árnica y
belladona; cápsulas y bálsamos para la alopecia, pomadas para fisuras anales,
de una interminable lista del vademécum ancestral. El ámbar, apunta Salomón, es
para proteger las combinaciones de los rayos ultravioleta. El ámbar y el lapizlázuli
son colores medicinales.
El tarotista rememora la
crianza y el rigor de doña Elvira en una época en que la sociedad murmuraba de
las madres solteras y la curia las discriminaba. Cuánto bregó la señora para
que su vástago ingresará al Colegio El Minuto de Dios, "pero mamá fue una
mujer lista y fuerte, y encaró con argumentos al padre García Herreros que
terminó cediendo. Como yo era un muchachito arisco, y ella una señora templada
e insobornable, me crio como acostumbraban antes: con el pan en una mano, y con
el rejo en la otra. Y así, hasta que me independicé. Es decir, cuando descubrí
las cartas", señala.
"Su novio se va a
morir"
Salomón exhibe el tarot diseñado por la artista Luz Helena Jiménez
En el oráculo zodiacal,
Salomón dice ser Virgo con ascendente Acuario: "una explosiva combinación
entre intuición e imaginación; audacia y rigor; sed de conocimiento y obsesión
por el trabajo". En el Tarot, una mixtura de arcanos mayores: El Sol, La
Estrella, El Mago y La Rueda de la Fortuna, vigías en el trasegar esotérico.
Sobre el amplio escritorio de
su despacho, con un retrato al óleo a sus espaldas, Salomón baraja las cartas
de un Tarot diseñado y elaborado por encargo a la artista Luz Helena Jiménez:
"una obra de arte -explica-, porque está elaborado en fino cuero; las
imágenes repujadas y pinceladas con tintes extraídos de plantas y raíces. Mamá
me reprochó cuando me decidí por el Tarot. 'Yo no quiero brujos aquí. Entonces
para qué estudió farmacia', recriminó, hasta que me empezó a ir bien y mandé a
tumbar su antigua casa para construirle una moderna".
Salomón, añade, que no fue
sino descubrir la baraja para entregarse a escudriñar en el simbolismo y el
significado de cada una de las cartas. El enigma de los arcanos le produjo una
reacción providencial, como si se tratara de algo que le tenía reservado la
vida, y que, por azar, en el momento justo, había llegado a sus manos. Tomó
clases con la renombrada maestra Leonor Ayala, y al poco tiempo arrendó un
cuarto en La Española para debutar como tarotista.
"El destino le pone a uno
las herramientas, y yo las aproveché sin dudarlo. Sabía que eso era lo mío. De
hecho, era consciente de mis facultades de ver y presentir más allá de la
realidad. Yo guardaba silencio por el respeto que le tenía a mamá y porque
estudiaba en un colegio de curas. Pero un día me aventé y le advertí a una
profesora que su novio se iba a morir. Quién dijo miedo, estalló el escándalo,
mandaron a llamar a mi mamá a rectoría. Me gané vaciada y sanción. A los tres
días la profesora estaba de luto".
Entre sabiduría y superchería
Arte hindú que el tarotista recauda en sus viajes por el mundo
Con el tarot, Salomón empezó a
ganar clientela y popularidad en su barrio, pero aún no era el mediático
profesor Salomón, y como el habitáculo donde atendía le quedó pequeño, se puso
a buscar y encontró la casona de Palermo, que años más tarde, asegura, terminó
comprando.
Salomón fue uno de los
clientes fijos en el departamento de publicidad del desaparecido tabloide El
Espacio, cuando brujos y mentalistas como el Indio Amazónico, la quiromántica
Dora López, el psíquico Rondín, y la espiritista Eulalia, entre otros hechiceros
y adivinas, llegaban a comprar páginas enteras con dinero en rama.
Salomón se supo vender con la labia y el desparpajo que lo ha caracterizado, y utilizó con creces los medios de comunicación. Lo consultaban figuras de la farándula, y aparecía con ellas en las revistas de peluquería.
Inspirado en el vedetismo del
célebre mentalista puertorriqueño Walter Mercado, Salomón no solo se
promocionaba como intérprete de los arcanos, sino como astrólogo, consejero
espiritual y numerólogo.
Jorge Barón le concedió un
espacio en la emisora Punto 5, y el recordado presentador Jota Mario Valencia
lo apadrinó en su habitual programa televisivo y lo bautizó como el 'Profesor
Salomón', rótulo que lo catapultó al estrellato.
En Colombia, "el país de
las emociones tristes", como el escritor Mauricio García Villegas tituló
su revelador ensayo sobre la radiografía de los tortuosos conflictos
nacionales; los confesionarios de las iglesias fueron perdiendo penitentes para
expurgar pecados y rogar por sus angustias materiales y espirituales, y
acudieron a la charlatanería barata de hechiceros de bola de cristal,
espiritistas y curanderos de garito, para averiguar sobre el futuro, sin
reparar en el desdichado presente.
"Escúcheme bien"
"¡Escúcheme bien!", la muletilla frecuente en las consultas de Salomón
-¿Está el tarot en la misma bolsa de la superchería de los mercachifles de la fe y las adivinanzas a la caza de incautos?
"A mí sáqueme de ese
talego", dice Salomón, que mira fijo el "tercer ojo" de su
interlocutor, como llaman los místicos al "chakra de la consciencia",
ubicado en el entrecejo.
"¡Escúcheme bien!",
puntualiza enérgico el tarotista con la muletilla más frecuente que utiliza en
su parla habitual con la gente que lo consulta:
"Si aquí viene una dama,
un caballero; una señorita o un muchachón, a que les adivine el futuro y les
arregle la vida de la noche a la mañana, pierden el tiempo conmigo. Yo no soy
brujo ni mago ni curandero ni adivino. Nada de supercherías. Porque la magia
negra existe. Vaya al cementerio central para que vea todas las porquerías que
hacen. A mí me han intentado hacer brujería, pero yo tengo mis contras, que son
la fe y la oración: Dios Todopoderoso y Santa Marta, abogada de los imposibles.
Ante ellos, la maldad se acobarda.
Yo estudié para ser maestro
del Tarot, y reforcé con estudios de Cábala y Astrología. Todo lo que sé no lo
aprendí hace 8 días. Llevo 40 años de estar sintonizado con el arte de
interpretar la naturaleza humana a través de la simbología y las narrativas que
aporta la lectura de las cartas. La baraja es un universo tan misterioso como revelador.
El Tarot no está hecho para adivinar el futuro sino para formular preguntas del
presente. El Tarot no es para todo el mundo. Se necesita intuición, formación y
pasión".
Su casa y su templo, en Palermo, es lo mas parecido a una iglesia
-Pero, a fin de cuentas, qué
es el Tarot: ¿arte, negocio, pasatiempo, especulación?
-La ignorancia es atrevida.
¡Escúcheme bien! El Tarot es un arte milenario, y el conocimiento que sobre él
he adquirido, no ha sido gratuito. He invertido para aprender y construir. Y
cobro por mis servicios como usted cobra por lo que hace. A mí nadie me ha
regalado nada. Lo que tengo lo he logrado a punta de trabajo y disciplina. Que
me haya ido bien, bendito y alabado sea el Señor. Me he dado gusto, he viajado
y disfrutado. Lo que pasa es que la maldita envidia corroe al que la siente. Lo
dijo 'Cochise': 'en Colombia la gente se muere más de envidia que de cáncer'.
Por este consultorio han
pasado cientos de personas: políticos, empresarios, millonarios, gente que no
sabe qué hacer con la plata, porque llevan una vida vacía, miserable, con sus
hogares rotos. Sobre este escritorio han dejado regueros de lágrimas. Pero
también han venido personas humildes, honestas trabajadoras, con cantidad de
problemas y necesidades. Repito: yo no enderezo vidas ni reconstruyo hogares ni
hago ricos de la noche a la mañana. Pero doy luces con la sabiduría que el
Divino Maestro me ha dado, y con la lectura del Tarot.
Artistas e intelectuales
La diosa de la fortuna ocupa un lugar privilegiado en su morada de estilo inglés
En su libro 'El Tarot, del dilema a la metáfora', el artista plástico, psicólogo y tarotista mexicano Miguel Canseco, remite la existencia de la baraja al período creativo y renovador del Renacimiento italiano, y habla de sus influencias en la mitología griega; las dudas y los dilemas de la existencia, las narrativas en clave metafórica del catolicismo; que enmarca un juego deliberado de la intuición, la imaginación y la palabra.
"La vida en su
complejidad es tan impredecible como una tirada de Tarot", cita Canseco,
"porque de este mosaico de ideas e influencias religiosas y filosóficas,
nace un juego combinatorio que depara sorpresas para todo aquel que se anime a
explorarlo. Así la pregunta, ¿creer en el Tarot?, no tiene validez. Sería como
preguntarse, ¿creo en la Capilla Sixtina, o en la primavera de Botticelli? No
hablamos de profesar ninguna fe, sino de regocijarse y participar de la riqueza
polisémica del Tarot como obra de arte.
El Tarot ha seducido a
artistas, eruditos e intelectuales. En su libro 'El castillo de los destinos',
el escritor Italo Calvino demostró cómo al emplear un grupo aleatorio de cartas
en la creación literaria, se emula el movimiento fortuito y contradictorio de
la vida, fracturando el pensamiento lineal, y abriendo paso de este modo al
surgimiento de significados y rutas argumentales no previstas", concluye
Canseco.
El artista, cineasta y
escritor chileno Alejandro Jodorowsky, autor del libro 'Yo el Tarot', propone
en el juego un abanico abierto a las posibilidades del arte, que cuando alcanza
la cumbre, se transforma en poesía. La poética como alfa y omega de todas las
artes.
La periodista y escritora
colombiana María Alexandra Cabrera, que firma en la edición dominical de El
Tiempo el 'Taróscopo de Alexa', viene investigando y publicando sobre el Tarot
desde los 16 años. También es maestra de Reiki, terapista de sanación con
cristales y autora de los libros 'El camino del Tarot' (2021), y 'Tus cuatro
reinos sagrados' (2023). Sobre la enigmática baraja de los arcanos resume:
"El Tarot es la oportunidad de encontrarte de una manera directa, profunda
y asombrosa, con un espejo".
El Templo de Salomón
Fachada del Templo de Salomón, en el sector de Palermo
La sagacidad de Salomón no
mide fronteras. Allende la interpretación de la baraja y sus habilidades como
astrólogo, asesor espiritual y numerólogo, que periódicamente transmite en
Radio Santa Fe, en City Tv y en otros canales, se propuso en capitalizar la fe
católica con la creación de un templo, en el mismo sector de Palermo, que lleva
su nombre: El Templo de Salomón.
Allí, no solo comercializa
imágenes, veladoras, camándulas, medallas, postales, escapularios y
devocionarios para todas las santidades y potestades, sino que, en la parte
trasera del local, instaló una suerte de “iglesia” con altares, donde abundan
imágenes de vírgenes, ángeles y santos, con capacidad para 400 feligreses. Allí Salomón programa rituales y ofrece misas
oficiadas por sacerdotes.
El altar mayor está erigido a
la "Reina Santa Marta", como él la llama, con bandera propia, colmada
de flores, querubines y música en vivo (piano, guitarra y batería) para su
ritual de los martes, que conlleva una ceremonia con sermón, plegarias y
cánticos, en medio de un juego de luces robóticas que proyecta en techo y
paredes un sistema multidimensional.
La puesta en escena está
fríamente calculada por el anfitrión del templo, sus secretarios, y personal de
vigilancia y logística. Al ingreso, de un promedio de 250 creyentes, cada uno
va depositando un billete de 20.000 en un canasto. En compensación por la
"cuota moderadora", la persona recibe el kit de la 'Reina Santa
Marta', que varía entre un devocionario, un velón, botellitas de riegos para el
amor y la prosperidad, y el aceite sanador de Santa Marta.
Salomón toma la palabra en el escenario de sus rituales
La menuda figura de Salomón,
vestido como un palomo sideral, es repasada por fulgores cromáticos de
tecnología láser. El montaje es impactante, y la feligresía, como en estado de
trance, entre palmas y aleluyas, se deja llevar por el magnetismo que irradia
el tarotista orador. Se oye el repiquetear de redoblantes, y al piano, la voz
primorosa de una joven que entona el himno de 'Santa Marta', "mediadora de
los clamores imposibles de la humanidad".
Acto seguido, Salomón, con
micrófono de diadema, toma la palabra, y en tono ceremonial, los ojos
entrecerrados y las palmas en alto, avanza en una oratoria que implora por los
malsanos, afligidos y derrotados del mundo; por la sanación de las enfermedades
incurables; porque regrese al corazón de los hombres el amor que predicó el
redentor para que cesen las guerras y retorne el amor y la paz de las familias
fracturadas.
En su discurso, el predicador
la emprende contra embusteros y tramposos; "aquellos que saquean las
sagradas arcas que pertenecen al pueblo"; y sube el volumen para condenar
la mentira, la traición, la infidelidad; la juventud descarriada que, en vez de
seguir la ruta del Buen Jesús, elige los caminos retorcidos del vicio y la
degradación. "¡Escúchenme bien, solo el amor y la verdad nos salva!",
pronuncia excitado el ritualista con la frente perlada de sudor, en medio de
los palmoteos de la concurrencia.
Antes de que se apaguen las
luces robóticas y el templo quede por cuenta de las bombillas convencionales,
Salomón, en tono suave, recomienda: "No se les olvide mis amores, que el
viernes tenemos ritual de prosperidad, y el 11 del próximo mes, el de San
Benito, para alejar las tentaciones y las energías negativas. Vayan con Dios y
la Virgen". Pienso, mientras despejo pista, que Salomón, como predicador
de almas confusas y extraviadas, le lleva un tramo de ventaja al polémico y
controvertido pastor Alfredo Saade, hoy vecino del despacho presidencial.
Testimonios
La estilista Lili Castaño, creyente de Salomón, de hace 30 años
Lili Castaño Flores, madre
soltera, estilista, trabajadora independiente, propietaria de un salón de
belleza en el barrio Bello Horizonte, localidad de San Cristóbal, manifiesta
que frecuenta a Salomón hace 30 años, únicamente por los rituales.
"Conocí al profe
(Salomón) por el programa que él tenía en Radio Recuerdos. Por esos días tenía
problemas y necesidades que no me dejaban dormir tranquila. Llamé al teléfono
que él dio al aire, y me programé para un ritual de Santa Marta. Yo he sido una
mujer de oración y me pareció muy bonito todo lo que dijo, pero más por la
forma como lo expresó. Al final, sin él haberme visto nunca, se me acercó y me
dijo: 'no te vayas, que quiero hablar contigo'.
Cuando el profe se desocupó de
saludar y conversar con otras personas, fue a donde yo estaba y me miró
fijamente: "Estás sufriendo por una relación que no te conviene, y ese
problema es tu dolor de cabeza. Y como si fuera poco, atraviesas una crisis de
plata'. No podía creerlo. Fue como si me hubiera leído enterito el pensamiento.
Me llevó al almacén y me dio
la novena y el aceite de Santa Marta para que me lo frotara en la coronilla.
Pero, lo más asombroso, es que antes del ritual, el profe le dio a cada persona
un palito de paleta numerado. A mí me tocó el 421. Ese día, cuando llegué al
barrio, me dio por jugar un chance con ese número. Pues al otro día verifiqué
que me lo había ganado. 360.000 pesos, que era un platal. No cabía de la dicha.
Pagué las deudas que me tenían del cuello, y me fui a mercar. Volví a conciliar
el sueño, porque fueron muchas noches las que pasé en vela.
Con el profe he aprendido
muchas lecciones espirituales y de las vidas de los santos. Vivo y trabajo al
otro extremo de Bogotá, pero saco tiempo para asistir a los rituales de Santa
Marta, o a las misas que programa con sus amigos sacerdotes, entre ellos el
padre William Arenas", concluye Lili Castaño.
Diecisiete días en coma
Yarley González da fe de su sanación por su devoción a Santa Marta
"Al profesor Salomón lo
distingo y frecuento de hace 28 años, cuando él tenía su programa en la emisora
Punto 5", relata Yarley González, residente del barrio Las Mercedes, de
Suba. Pondera su unión matrimonial y sus dos hijos, y como ama de casa recauda
ganancias con las ventas por catálogo para ayudar en los gastos.
Por eso le queda tiempo para
atender su programa radial, 'A diario con Salomón', que se transmite por Radio
Santa Fe, de lunes a viernes, entre las 6 y 8 de la mañana. "Le tengo fe
-comenta Yarley-, de cuando por el ritual de Santa Marta y sus oraciones, evité
la operación a la que se iba a someter mi hija pequeña, por una afección de
cadera. En mayo de ese año, estuve al borde de la muerte por tres aneurismas.
Me indujeron a un coma. Duré diecisiete días por fuera de este mundo.
Mi familia, devota como yo de
la Virgen de Santa Marta, hizo cadena de oración. Cuando salí del coma, me
enteré que los médicos dijeron, como pasa muchas veces con los accidentes
cerebrovasculares, que, de continuar con vida, sería en condiciones complicadas.
Se deduce invalidez, parálisis o dificultades con el habla. Doy testimonio de
que en mi ser obró un milagro, porque hoy me siento como si no me hubiera
pasado nada", ultima Yarley.
Son populares las leyendas que
Salomón ha relatado en programas de radio y televisión: que soñó con humo,
fango y fuego, días antes de producirse la catástrofe de Armero en 1985. Que,
en otras vidas, de las tantas que dice haber vivido, contó con la suerte de
aprender de la sabiduría del bíblico Rey Salomón, en el antiguo Egipto. Que
conoció a Juana La Loca, y que luchó por liberarla de su profunda melancolía y
de los demonios que la atormentaban, y que fue él quien predijo el bicho de la
pandemia del coronavirus porque ya lo había padecido con la arrasadora gripe
española de la Primera Guerra Mundial.
Cantidad de fábulas y mitos
brotan de la mente fantástica de Salomón. Con ese imaginario, la habilidad
verbal, su poder de convicción, la muletilla imperativa del "¡Escúcheme
bien!", el suertudo espectro mediático y la baraja del Tarot, construyó de
joven su propio oráculo, piedra angular de un boyante "reinado" de 40
años.
Caso aparte el bajo mundo de
teguas, yerbateros, hechiceros, culebreros, adivinos y pitonisas de cuchitriles
del centro, Chapinero y barrios populares, que se promocionan con tarjeteros de
calle y publicidad de poste, como el ‘Llanero’ (de tantos llaneros solitarios),
que prometen devolver al ser amado en menos de 24 horas con una fotografía o
una prenda intima, con la premisa de que, si no se produce el regreso en el
plazo señalado, “se garantiza la devolución del dinero”.
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