En
la Feria del Libro de Bogotá, Heraclio Parra Barona, de 86 años, cuenta que
aprendió a escribir leyendo los periódicos y revistas que vendía en la calle.
Entrevista.
Ricardo
Rondón Chamorro
Fotos: Ricardo Rondón
«¿No dizque que le gusta la
rumba, bailar, desfilar en las fiestas, las mujeres lindas, el calor, sobre
todo el humano? En Las Tres Cruces de Cali, allí vive el diablo» ('El diablo
vive en Cali').
Cuando lo vi en el stand de
Salsa y Literatura de Cali, en la Feria del Libro de Bogotá, lo asocié con un
viejo bongosero cubano de alguna orquesta de cabaret hace muchos años
desaparecida. Por su figura magra de músico de puerto y sus ojos de dromedario,
seguro que a la pintora María Paz Jaramillo le inspiraría un óleo
Heraclio Parra Barona,
vallecaucano, 86 años, fue vendedor de periódicos y revistas, cantó boleros y
tangos en griles y escenarios de postín, ha sido oficial de albañilería, y con
apenas cuarto de primaria, es autor de más de treinta libros de Salsa y melodía
afroantillana, que ha escrito a pulso, con micro punta, en cientos de cuadernos
que luego manda a levantar en computador, para enviar a sus correctores de
confianza.
Parra Barona no aparece en
los catálogos de las grandes marcas editoriales, ni en el boletín cultural del
Banco de la República, ni en los archivos de prestigiosas publicaciones.
De su firma no dan razón
periodistas culturales ni críticos de música. Todo lo que ha publicado ha sido
por su cuenta, y en ese mismo tren ha vendido sus libros en el correcorre de la
calle, los amigos y vecinos, el voz a voz.
-Don
Heraclio, ¿usted dónde nació?
«En el barrio La Pilota, de
Buenaventura, pero muy pequeño me llevaron a Buga. Después me fui a vivir del
todo a Cali. Quíteme el don. Dígame Heraclio, como me conoce todo el mundo. ¿Ha
oído hablar de La Pilota?», pregunta el escritor, que hace un corte en la
conversación para atender un racimo de visitantes que han llegado a preguntar
por sus títulos.
La
Pilota que inspiró a Mutis
Parra Barona lo sabe de hace años que ha vivido a su aire la movida caleña
De La Pilota escribió en El
País de Cali (octubre 9 de 2014) el periodista y narrador bonaverense Medardo
Arias Satizábal, a propósito de una remembranza de Álvaro Mutis y sus afectos
por el "bello puerto de mar" que inmortalizó en su rutilante página
el maestro Petronio Álvarez:
«Mutis me preguntó una vez
si todavía existía La Pilota, la que fuera la zona de tolerancia más asombrosa
del sur de América. Le expliqué que La Pilota había desaparecido a inicios de
los 70, cuando un alcalde decidió ir con la tropa y un hisopo para cerrar
definitivamente este lugar que había sido comparado con el barrio chino de La
Zanja, en La Habana».
«Los soldados descendían de
un camión, mientras el alcalde, personalmente, sellaba los burdeles, y un
sacerdote regaba agua bendita en las puertas».
«Las locas del lupanar, las
coperas, los razoneros, las consuetas, y celestinas, los calanchines y
chirimbolos, las putas de alta montaña, las mulatas y coquimbas, corrían calle
abajo presas de pánico, mientras la voz corría por el puerto como una serpiente
de fuego: '¡Se acabo La Pilota!'».
«'Me encantaba dormir ahí,
entre el calor y la charanga', me diría Mutis. Me pregunto si estas siestas
juveniles del poeta, acompañado por pájaras complacientes, fueron en la casa de
citas de Guillermo, en el Puerto Rico, en Aurora, donde se veía el mar y se
tocaban tangos al amanecer:
Qué
bien se baila sobre la tierra firme / mañana al alba tenemos que zarpar.
«O, donde 'La Che', aquella
mujer que sólo iba a la cama con argentinos. Mutis conoció bien esa calle, lo
constatamos ahora por las menciones precisas que hace en su novela 'Abdul
Bashur, soñador de navíos': la calle en una loma, la más alta del puerto, por
la que 'soplaba una brisa piadosa', era La Pilota».
«Ahí, además de una refinada
prostitución enclavada en una cima que daba al mar, en una casa en la que solo
aceptaban capitanes y oficiales de navío, estaba el bar conocido como 'La
Barata', donde se dio inicio a lo que se llamó salsa en esta parte de
Colombia».
«En las puertas de este
lugar bailaba descalzo Watussi, un bailarín callejero con una cortada en la
cara que inventó una forma de deslizarse. Los marineros arrojaban monedas y
chiclet's a sus pies. Buenaventura, semilla de inspiración para Mutis, que
habla en el lenguaje de los vaporinos».
Voceador
de prensa
Heraclio interactuando con interesados de sus títulos en el stand Salsa y Literatura
-Heraclio,
¿usted se habla con el escritor Medardo Arias?
-Claro, somos amigos.
-¿Y
cómo es que Arias no ha escrito una línea sobre sus libros?
El viejo literato se tapa la
boca y voltea la cara por un ataque de tos. Al rato se recupera y responde:
-Así es la vida. Pero yo sí
he escrito de él. Con esto de los libros siempre ha habido recelos, intereses,
envidias.
-¿Y
de La Pilota hay algo escrito por usted?
-No, porque a mí llevaron
chiquito para Buga, y eso se acabó en los 70. Y yo escribo de lo que veo, vivo
y siento».
El diálogo se vuelve a
interrumpir porque llegan otros interesados en las obras de Parra Barona, y él
no tiene asistentes, ni agente literario, ni jefe de prensa, ni mucho menos
editorial. Como dicen: "le toca cantar, silbar, aplaudir y cobrar al
tiempo". Pero me alegra que llegue gente a comprarle sus libros, y a
hacérselos firmar.
Vuelve y juega.
-¡Cómo
es que con cuarto de primaria, usted ha escrito más de treinta libros!
-Es que yo fui voceador de
prensa en Buga, y en Cali tuve puesto de periódicos y revistas. Leía todo lo
que llegaba: El Tiempo, El Espectador, Vanguardia, las revistas Semana, Cromos,
Life, Selecciones, entre otras. Así me fui formando en la escritura. Hasta que
me lancé y le fui cogiendo el tiro.
-¡Por
favor, Life!, venia en formato grande, abundante en crónicas y fotografías, y
con tremendas firmas como las de Norman Mailer y Truman Capote.
-Ah, era una maravilla leer
eso, y Selecciones, y los periódicos de antes. Es que yo leí y vendí las
noticias de la muerte del torero Manolete y del crimen de Jorge Eliécer Gaitán,
así por encima, para que haga sus cuentas.
-¿Ha
sido lector de novelas?
-No, solo prensa. De pelado
me gustaban las tiras cómicas. Había una revista especializada en eso: La
Peneka, y las aventuras dominicales de El Tiempo: Tarzán, El Fantasma, Dick
Tracy, Mandrake, el mago, todo eso. Ese era el entretenimiento a mano. Había
gente que llevaba solo el cuerpo informativo y dejaba las tiras cómicas que
venían en un cuadernillo. Después de leerlo, yo lo vendía a cinco centavos.
-¿Con
qué libro se lanzó al agua?
-Con 'Santiago', la historia
de un albañil que trabajó conmigo. Un tipo solitario, melancólico, cliente
asiduo de prostíbulos, aferrado a la música antillana, al Trío Matamoros y a la
Sonora Matancera. Murió de Sida. Se enteró que padecía el virus ocho días antes
de su fallecimiento.
¡Azúcar
y jalajala!
Heraclio hace historia en la FilBo con sus libros de música afroantillana
Persiste la tos del
escritor, que vuelve otra vez al ruedo de la venta.
El parlante del stand
despacha 'Acuyeyé', y una esbelta mulata curvilínea, de afro, le sigue el paso.
Aprovecho para seguir ojeando los libros de Heraclio Parra Barona acomodados en
el exhibidor.
Al son de 'Santiago', están
las memorias de sesenta y una ferias de Cali, que data de la primera, en 1956,
organizada por el gobierno distrital para apaciguar en diciembre el insufrible
luto de los caleños, luego de la catástrofe ocurrida el 7 de agosto de ese año,
cuando siete camiones cargados con 1053 cajas de dinamita explotaron en la
ciudad, dejando como saldo 1.300 muertos, 4.300 heridos, y más de cien millones
de pesos en pérdidas materiales.
Otro libro, 'Prostitutas
alegres', semblanzas de las trabajadoras
de griles y burdeles de Cali y Juanchito en distintas épocas, que según
Heraclio controvierte el título de 'Memoria de mis putas tristes', de Gabriel
García Márquez: «Yo, por respeto y prudencia, las llamo prostitutas, y enfoco
el trabajo de ellas por sus vivencias en los antros y su relación con la
música».
'Lo que no se ha dicho de
Bobby Cruz y Celia Cruz, ¡Azúcar y Jalajala!', narra anécdotas inéditas de
estos grandes pilares (la Guarachera, Bobby, con Richie Ray, por supuesto) que
corrieron el telón de la salsa en la Sultana, en los albores de los 70, y
desataron la incontrolable fiebre del "sonido bestial" que marcó para
siempre a 'La sucursal del cielo'.
'El amor y el bolero'
incluye 102 perfiles con los grandes intérpretes de todos los tiempos: Armando
Manzanero, Javier Solís, Leo Marini, Don Lucho Ramírez, Pedro Vargas, Carlos
Julio Ramírez, Alfonso Ortiz Tirado, Nelson Pinedo, Daniel Santos, Bienvenido
Granda, entre otros.
'Hotel Aristi' y 'La
Matraca', narran acontecimientos y reminiscencias de dos establecimientos
icónicos del jolgorio, la bohemia y la idiosincrasia caleña.
El primero, en su época
dorada, epicentro de la glamurosa vida artística y social, donde se alojaron
por décadas rutilantes figuras de la música afroantillana, capítulo aparte las
pomposas y concurridas fiestas, que a todo timbal se celebraban. Y, 'La Matraca',
templo del bailarín, el son, el tango y la milonga.
Tarimas,
chorro y bohemia
-Heraclio,
no me equivoqué cuando lo vi, y sin conocerlo, lo figuré como un viejo y ya
retirado hombre de orquesta.
«Tuve el privilegio, en el
Club Colombia, de presentar a figuras de la talla de Olga Guillot, Juan Bruno
Carranza, Luisito Rey, y de alternar como crooner
de la Orquesta Pepe, con Machito, cuando él estuvo en Cali con La Lupe: eso
pocos lo saben. Lo cuento en mis libros de la feria».
«También canté con Rafico
Bolaños y con la Fórmula 8, orquestas de los años 60, cuando aún no se había
impuesto la salsa en Cali, pero ya se oían pasos grandes».
«Nosotros interpretábamos
porro, rumba, merecumbé, guaracha, boleros, que era otro de mis fuertes. En
México estuve acompañado por el mariachi Vargas. En Venezuela también
interpreté melodía romántica con tríos y orquestas».
«Es que hasta tango canté,
porque en Buga me críe oyendo en la radio a Gardel, Magaldi, Hugo del Carril, y
a los grandes boleristas, los argentinos y mexicanos, los de la Sonora
Matancera. Fui por ocho años el cantante de planta del Club Campestre de Cali».
-¿Existen
grabaciones suyas con las orquestas que lo acompañaron?
«No, qué va. Se vivía al
día, o mejor a la noche, el horario del sentimiento, la rumba y la bohemia, y
el trago, que nos llegaba gratis a la mesa, y del mejor, whisky fino».
-¿De
qué vive hoy, Heraclio?
«De los libros, de vez en
cuando. Pero sigo en el oficio de la albañilería. Ya no como para subirme a un
andamio con batea de cemento, llana y palustre, sino como contratista de obra.
Lo que salga».
-¿Pero
tiene techo propio?
«El que dejaron mis padres
en el Barrio Popular. Estoy reuniendo para hacerle reparaciones».
-¿Quién
le corrige los libros?
«Antes los corregía Ernesto
Fernández, escritor y editor, heredero de la Editorial Seriva, hasta que esta
se acabó. Ahora los revisa un buen amigo, Luis Alberto Martínez, quien también
trabajó en la editorial».
-¿Qué
anécdotas guarda de Celia Cruz?
«Muchas, porque fueron
varios los encuentros con ella desde que empezó a ir a Cali. La primera vez,
ella llegó del aeropuerto con Alberto Beltrán, directo a RCN. Yo estaba
pendiente afuera y les dije que les subía las maletas. Y así fue, me dejaron
entrar. En cabina, Celia cantó Burundanga, y Alberto Beltrán 'El Negrito del
Batey'».
-¿Tiene
alguna anécdota con Daniel Santos?
«Pues cómo le parece que el
13 de junio de 1953, Daniel Santos estaba cantando en la emisora RCO (hoy
Caracol Radio), cuando se produjo la noticia del golpe militar de Rojas
Pinilla. ¡Y todos firmes! Tengo por lo menos 1.000 anécdotas que cuento en mis
libros. Óscar D'León, tiene varios de ellos. Es mi amigo, desde cuando yo
trabajaba en construcción en Caracas, y lo iba a ver con la Sonora Dinamita».
-¿Qué
le falta por hacer, Heraclio?
«Vender los libros que me
quedan para regresar contento a Cali».
El
diablo en Cali
Llegan más visitantes a
averiguar por libros. Algunos preguntan y pasan de largo, otros los adquieren
gustosos con la firma del autor. Diana Moreno Ortiz, abogada bogotana y asesora
de Colsanitas se lleva 'El amor por la salsa', lo hace firmar, y expone sus
motivos:
«Vengo de familia salsera,
llevo alrededor de veinticinco años con este gusto por la música afroantillana,
inicié en este recorrido asistiendo a las fiestas de vieja guardia, y lo digo
en tono jocoso porque comencé con lo más 'bravo', escuchando y aprendiendo de
mambo, son cubano, guaguancó, danzón, chachachá, y a la par el baile. No soy
coleccionista, pero conozco a varios cultores y melómanos, y cuando puedo, voy
a la feria de Cali».
Heraclio le hace quites a la
tos. Regresa de vender y firmar, y en su mirada de dromedario de agrestes caminos
y arduas batallas, hay un brillo que delata su entusiasmo por la vida, sus
libros, la música, por todo lo que ha hecho, pese a los tropiezos y la adversidad.
En el remate de la conversa le lanzo la pregunta de cierre:
-Heraclio,
¿el diablo vive en Cali?
«Cómo que si qué, lo
sostengo en mi libro. Vive a sus anchas por La Alameda, San Antonio, Las Tres
Cruces, Barrio Obrero, por donde le huela a rumba, y por el Pascual Guerrero,
cuando juega el América, y ni se diga con el alboroto de la feria».
Me despido de Heraclio. Le
digo que me alegra haberlo conocido y de enterarme de su vida y obra, de su
admirable lucidez, del trajín en su movida rumbera a sus 86 años. Pero también
le recomiendo que se cuide de la tos.
"Ah, sí, gracias, esa
se me quita con un chorrito de whisky, o con una aguadepanela con limón y
aguardiente. Es que el cambio de clima ha sido muy brusco. Cuando vaya por Cali
no olvide llamarme, por allá a la orden».
Y retorna Heraclio Parra
Barona a atender otra entrevista, esta vez
con un medio radial, mientras las notas al piano de 'Sofrito' se amoldan
a sus pausados andares.
35 Feria Internacional del Libro de Bogotá. Pabellón Colombia. Cali Ciudad Invitada. Stand 166. Salsa y Literatura.
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