María Luisa Fuentes en el alto de la montaña de Boavita, Boyacá, la comarca que la vio nacer hace 45 años. Foto: cortesía producción |
Ricardo Rondón Ch.
He
intentado comprender de dónde vienen las lágrimas y me he detenido en los
santos (Emile Ciorán)
El bello retrato que Rubén
Mendoza, el laureado director colombiano (boyacense para más señas) hizo de
María Luisa Fuentes Burgos, la Señorita María, la falda de la montaña,
como titula el documental, obliga a repasar el libro Lágrimas y santos, del filósofo rumano Emile Ciorán, duro y frentero cuestionamiento al catolicismo, que tras
su publicación en 1937 fue calificado como blasfemo
y no menos hierático, y que el pensador subrayó como la pasión de lo absoluto en un alma escéptica, paradoja existencial
entre lo espiritual y lo místico.
Si sufrir es el sendero que conduce al cielo de los
escribas bíblicos, la Señorita María
ya lo tiene asegurado desde que alumbró hace 45 años como una dicotiledónea,
una gramínea, una plantita de maíz como las que ella siembra con esmero en los
fértiles surcos de la huerta de su casa campesina con fogón de leña, donde el
único vestigio de vanidad es un espejo de cartera que ella utiliza para
rasurarse el mentón.
Lo sagrado de este pueblo, Boavita, provincia del Norte
Gutiérrez, en Boyacá, de
primitivo y rancio conservadurismo, liado a la dictadura clerical que desde los
tenebrosos tiempos de la violencia condenó el trapo rojo del liberalismo al fuego eterno, no solo está en las
imponentes naves de la parroquia de Nuestra
Señora de la Estrella, sino en la vida silvestre de la Señorita María, diáfana y milagrosa como el agua que corre por su
vereda Río Arriba; la austera cabaña
donde pernocta, y en su soledad monacal, que en noches estivales, bajo el
escándalo primoroso de un cielo rutilante, la ha llevado a reflexionar en voz
alta y a viva lágrima: Parece como si no
existiera yo en este mundo.
Con su jaspeada vaca 'Lucero', el amor más próximo a lo terrenal en la novelesca y ahora cinematográfica vida de la Señorita María. Foto: cortesía producción |
¡Claro
que existe Señorita María!, y para envidia de muchos y de muchas,
en un entorno privilegiado que cualquier impresionista como Renoir hubiese deseado para plasmarlo
en el lienzo, con sumercé, por supuesto, con el sombrero de paja para capotear
la canícula picante de medio día en ese valle de verdes imposibles enmarcado
por los santuarios naturales del Tabor
y el Socahoga, este último que tiene
un huerto como el Getsemaní del
fresco de Adam Abram, que narra el evangelista Lucas, donde Jesús, sumido en su agonía en la
víspera de su crucifixión, sufrió la hematidrosis
de los iluminados, que es cuando el sudor se revela sangre.
No en vano, el cineasta Rubén Mendoza presenta a María
Luisa en los festivales del mundo donde viene cosechando premios, como un
milagro, como una fuerza especial de la naturaleza.
Porque no puede ser de otra manera que en un mundo a
punto de extinguirse, donde el mal le va
ganando al bien 5-0, y los legítimos demonios apoltronan sus infectas
posaderas en los tribunales de justicia, en fiscalías y en contralorías, y en algunas
curules del Congreso, exista una
mártir como sumercé, Señorita María,
inocente pero a la vez incólume como el madero del crucificado, incorruptible y
pródiga a las bondades y a la misericordia, no obstante su cadena de
sufrimientos, de mucho antes de nacer, de la maledicencia, la discriminación y el
rechazo, expurgando culpas incomprensibles y llorándole en su soledad
irremediable a un Nazareno y a unas
vírgenes de procesión, que en su pueblo desempolvan y visten de raso en la
primera semana de enero, para las fiestas patronales.
Cómo no va a ser un milagro, si con todos los
padecimientos que le expuso en primerísimo plano a la cámara de Mendoza, sumercé no haya matado una mosca en su vida; si
hasta los bichos ponzoñosos que circundan su sementera los respeta y les
permite su curso sin hacerles daño, como si se hubiera leído de cabo a rabo El cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, el austero y
humilde hermano Francisco, ese sí un
santo para quitarse el sombrero.
Ciorán, en
su profundo ensayo, describe a Dios como
un pararrayos, porque según Él es un buen conductor de la tristeza y la
desesperación. ¿Y acaso no ha sido la iglesia la que ha capitalizado esos
miedos al por mayor, esas oscuridades de la sinrazón y la intriga para
atemorizarnos desde niños, inculcándonos que lo que llevamos entre las piernas
es pecaminoso, descontadas las caricias de un cura pedófilo?
Preparando la merienda de la tarde en un improvisada estufa de leños, sin más compañía que su vaca y la sinfonía de los grillos. Foto: cortesía producción |
No me imagino, Señorita
María, sus confusiones de niño, o de niña, sintiendo en su cuerpo de
varoncito ese crepitar del aleteo femenino, esa mujer en ciernes tratando de
abrir su capullo como la crisálida, sin encontrar respuestas, sin pedir
explicaciones; impensable una confesión con el presbítero de turno, escapando
de los señalamientos y las habladurías de su propia familia, de la legión de
beatas que le achacaban las convulsiones y las torceduras de ojos de la
epilepsia a una posesión demoníaca, y sumercé silente, escondida como una
borreguita ante las implacables dentelladas del carnicero peludo.
Sola entre las más solas de las criaturas, íngrima en ese
mar de dudas y de tribulaciones, de culpas sin justificaciones, de pesadillas
de media noche, arañando un desdén, una fatiga temprana, un alfabeto
irreconocible, marcando con sigilo cada paso como una cierva extraviada de la
manada, pero con la fe inquebrantable ante el Cristo de los Dolores, esa apología del vano sufrimiento que cita
en su ensayo el filósofo rumano, como si la humanidad no diera cuenta del
suficiente dolor que ha habido por siglos en este desventurado mundo.
“Amo a las santas -dice Ciorán- por su ingenuidad apasionada que otorga a sus figuras esa
expresión de entusiasmo infantil y de tormento gratuito”.
Me pregunto, Señorita
María, en la soledad de sus calendarios, cuántas veces habrá usted hincado
sus trajinadas rodillas frente a la Virgen
de la Estrella de la iglesia que lleva su nombre. Allí, mismo, cuentan los
que hoy pintan canas y se apoyan en bordones, donde el expresidente Misael Pastrana Borrero llevaba a
caciques y líderes de Chulavita
(comarca aleñada a Boavita), a
concertar sus campañas con el señor cura párroco, para que los domingos, desde
el púlpito, arengara a los feligreses sobre las impudicias y los estragos del
liberalismo, y elevara plegarias al sagrado
partido conservador, el partido de
los que están con Dios Todopoderoso.
Como si fueran escasos sus sufrimientos, desde antes de nacer, la Señorita María padece de epilepsia. Foto: cortesía producción |
Cuántas veces Señorita
María habrá usted blasfemado y con toda razón (intercede Ciorán: la blasfemia forma parte de la religión popular, prohibirla es
envenenar el corazón del pueblo y cercenar su confianza con la divinidad),
al darse cuenta que el Altísimo
atendía primero las rogativas del político de marras y de sus huestes
uniformadas, que las suyas, sencillas y piadosas, regadas con lágrimas de mujer
desconcertada, ansiosa del cariño de un varón que la comprendiera, la valorara,
la tratara con ternura y le hiciera realidad su ilusión maternal…
Nunca le fue concedido ese favor, pero sumercé le
sostiene a la cámara de Rubén Mendoza,
su mentor, que no pierde la esperanza; ¡qué la va perder, Señorita María!, si usted está enterita, curtida y fortificada de
tanto sufrimiento, y ahora con este, su documental, empieza a recoger lo que ha
venido sembrando tanto tiempo en su silencio, en sus oratorios de duermevela,
en su fortaleza y paciencia de santa.
Ponga atención, Señorita
María, a este párrafo de Ciorán:
“Los santos no son asexuales sino transexuales. Ante los
transportes extáticos de los santos, las convulsiones sexuales palidecen. Hay
transportes místicos que llegan a durar días anteros. Las lágrimas de los
santos no son sólo fruto del dolor y del sufrimiento, sino también de la bondad
y el goce”.
Es que Ciorán,
Señorita María, tenía como hábito -y
valga la redundancia-, desvestir a unos santos para vestir a otros. Sólo él se
atrevió a tomar esas licencias, cuando la Iglesia, por su eterna
desinformación, o por sus intereses pactados desde mucho ante de la Inquisición, ha pasado por alto nimbos
y aureolas como las de Dostoievski, Pascal, Rilke o Kafka, de tantas santidades no sólo en
la literatura sino en misiones de apostolado y de grandes obras inéditas.
Ya quisieran los políticos corruptos y descarados de este
país tener un ápice del valor y la sinceridad que a usted le luce y le sobra.
Porque usted, Señorita María, tiene
más carácter y pantalones que ellos, no obstante la falda que lleva de arriba a
abajo por la montaña, cruzando a diario ríos y sembrados, sin más compañía en
las noches estrelladas que la sinfonía de los grillos, el cacarear de su prole
de gallinas, y el mugir de su vaca Lucero,
con esa mansedumbre hecha a su justa medida.
Su morada enclavada en la vereda Río Arriba, de Boavita, Boyacá. Foto: cortesía producción |
Señorita
María, el Dios de sus
cielos y del altar donde se postra, tarde que temprano le está parando
bolas a sus rogativas. En los festivales de cine del mundo, como el de Cartagena, en Colombia, o el de Locarno,
en Suiza, donde se ha presentado su
franco y conmovedor relato, no la bajan de heroína,
de heroína de la buena, por
supuesto…
La primera vez que la vi en la sala de cine, Señorita María, bajo un cielo estival
de Boavita y con un arco iris rotundo
que enmarcó su cabeza, sentí inmediatamente los pálpitos de retomar las
lecturas del gran Ciorán, y de
subrayar sus máximas alrededor de la trágico y sagrado de la vida, que es su
caso en particular.
Hoy debe sentir que no está tan sola en el mundo. Y que si
insiste en ello, dese por bien servida, porque como dijo el bandoneonista
argentino Rodolfo Mederos en un sentido y memorable concierto, hará un
par de meses, en el auditorio León de
Greiff, de la Universidad Nacional,
pareciera que el mundo se estuviera
cayendo a pedazos. Y no es una metáfora. Ahora sí estamos en el ciclo
definitivo del sálvese quien pueda.
Porque los verdaderos demonios, señorita María, no son los que pintó Doré para ilustrar la Divina
Comedia del poeta Dante Alighieri.
Ni tampoco son los cornudos de cola rematada en saeta como los que usted habrá
visto en las cajas de fósforos o en los potes de pesticidas y de emulsiones
para destapar cañerías. Los verdaderos demonios están regados por el mundo. Y
con mucho poder. Cómo serán de perversos que ya es un karma mentarlos por su nombre, y la gente se acostumbró a
referenciarlos como los innombrables,
porque es una redundancia llamar al diablo como diablo, eso se sabe.
Pero a la par de los engendros también están presentes los
ángeles terrenales como la gente que ha creído en usted, como la finada María Isabel Bonilla, su vecina de toda
la vida (falleció una vez terminado el rodaje), que intercedió ante el director
Rubén Mendoza y la productora Amanda Sarmiento, a su vez ángeles de
la creación cinematográfica, para que sumercé diera cara, para que le
compartiera al mundo sus vivencias y usted, entre tímida y obstinada, fue
estirando, fue estirando, entre el sol y la luna y el canto de los pájaros y el
mugir de su Lucero, en un tránsito
paciente de seis años para el equipo de rodaje, hasta plasmar ese bello y
respetuoso retrato que hoy es arte y parte de la admiración de públicos de
diversas lenguas, aquí y en las antípodas.
La Señorita María comienza una nueva vida a partir del documental dirigido por Rubén Mendoza, producción de Amanda Sarmiento. Foto: cortesía producción |
Hay un paisano suyo, Señorita
María, que a lo mejor usted conoce. Le envía en estas líneas un cálido
saludo de felicitación. Se llama Julián
Rodríguez Blanco y también tiene algo de ángel. Es concertino de guitarra
(graduado del Conservatorio de la
Universidad Nacional) y su virtud no cubre el ego y la cosmética de las
páginas esmaltadas de las revistas de farándula. Julián, más que ensimismarse en el espejo de sus intereses
personales, hace sin pregonarlo obras de caridad, como el concierto que por
estos días tiene agendado con el propósito de recaudar fondos para el ancianato de Boavita. Esto no lo hace
un político, Señorita María. Lo hace
un artista desde su sensibilidad y entusiasmo. Y quiere aprovechar el
guitarrista para componer una melodía en su nombre, de todo lo bueno, sincero y
valiente que usted inspira.
Porque Señoritas
Marías no se topan todos los días, y sumercé, téngalo por seguro, no está
sola en el mundo. En cualquier momento, se dará cuenta, sin likes ni artilugios de redes sociales, va
a estar rodeada de su primer millón de amigos, de los de carne y hueso y alma
solidaria, de los de verdad, de los que cuentan.
Para rematar, Señorita
María, le tengo otra buena nueva: el último reporte de las estadísticas
cinematográficas en Colombia revela que
desde su estreno (23 de noviembre), su documental se ubica en el top de las
cinco películas más vistas, con salas repletas el fin de semana.
¡Aleluya!, Señorita
María. Esto pone de presente que Colombia
definitivamente cambió el chip frente al cine que se hace en casa, que muchos
años atrás dejó de ser el pedigüeño, el del patio trasero, porque se han
multiplicado alianzas y patrocinios, y lo más importante, porque hay sobrado
talento para aprovechar valiosos argumentos como el suyo, Señorita María, digno de admiración y respeto, por todo lo legítimo
y profundo que usted representa.
¡Felicitaciones!
Luminosa
como el sol y la luna
(Nota del director)
El cineasta Rubén Mendoza en el emblemático Café Pasaje, de Bogotá. Foto: La Pluma & La Herida |
El amor es un animal capaz de adaptarse a las más áridas
montañas del odio. Señorita María: la falda de la montaña es fundamentalmente
un retrato. El retrato de una fuerza descomunal, femenina y desconocida para
mí, para el equipo, hasta que pudimos compartir profundamente con ella.
Como cualquier extranjero llegamos al país que es cada
persona, fascinados por las obviedades exteriores, por el camino fácil. Siempre
supe que iba a hacer una película de ella, con ella, pero jamás que tendría
caminos tan complejos, tan duros, tan reales, materia que hace al arte, arte, finalmente.
La película pudo ser en algún momento un dibujo de la fascinación de una
campesina que había nacido con un género distinto al que escogió para su vida,
pero se volvió el retrato de una fuerza.
Una mujer que es capaz de imponerse a ríos desbordados de
odio, sobre ella, sin razón; aún desde antes de nacer, y crear en su corazón
una isla de amor y de compasión: por su montaña, por el prójimo de alguna
manera, por Dios y por los animales.
Su soledad, dolorosa, cavernícola, la atraviesa en el
alma y en el cuerpo, pero como una espiga resiste cualquier terremoto. No se
cae como los grandes edificios, no se deja tumbar por su demoledor pasado, el
de antes de que naciera, la raíz de su origen.
Se agarra a la falda de la montaña, a los animales, a la
esperanza del amor, al sueño de la maternidad, a la calma que le robó el
engaño.
Femenina como la montaña, que no es hombre ni mujer,
luminosa como el Sol o la Luna, que no son hombre ni mujer, espera sin tiempos,
sin fechas, sin desespero, a la Nada.
“Me
siento mujer, completamente mujer”
(Entrevista a María Luisa Fuentes)
Con el bello plafondo boavitano y un arco iris que ilustra una postal de lo trágico y sagrado de la vida. Foto: cortesía producción |
¿Dónde
conoció a Rubén Mendoza y por qué decidió contarle su historia?
Yo no lo distinguía, yo iba para el pueblo con un canasto
de cuajadas por un favor y venía un carro, el carrito paró y el señor que venía
manejando me preguntó:
-¿Señorita
esta carretera para dónde va?
Yo le respondí:
-Esta
carretera va para Soatá-. Y el carro arrancó de nuevo. Hasta
ahí no fue más.
Ya después de unos días, como un viernes, bajé con una
amiga al pueblo, don Rubén mandó a un amigo para que me dijera que fuera a la
casa de la Tía Dulce. Yo no quería ir y le dije: “Amiga por allá sola no voy,
sí usted me acompaña, vamos”. Fuimos a la casa, cuando yo lo conocí me dio una
brisa desde la cabeza hasta los pies, porque yo lo vi encapuchado, no me gustó
la cara del hombre cuando lo vi. Me dijo que era nieto de la finada Empera y
del finado Antonio, ahí yo me tranquilicé. En ese momento me contó lo que
quería y esa misma tarde, cuando salimos fue a mi casa a hacer eso, pero yo siempre
con timidez, porque como no lo conocía me preguntaba: ¿esto será para bien? Él fue
a hacerme unas preguntas y de ahí yo arranqué a contarle mi historia, de lo que
me pasaba, desde que era pequeña, de mí mamá como me tenía, y ahí arrancó la
película.
¿Por
qué se ocultó de Rubén y del equipo de la película durante casi dos años
después de conocerse?
Pues a mí me parecía que de pronto venían a hacer algo
malo y por eso me escondía, una amiga me dijo: no se esconda que eso no es para
hacerle nada malo, eso va a ser un bien para usted. Entonces me presenté de
nuevo y ahí fue cuando seguimos.
¿Qué
fue lo más difícil de hacer la película?
Lo más difícil fue cuando le conté a él, a don Rubén,
cómo me tenía mi mamá de humillada, que no podía hablar con nadie, me tenía
como se dice encerrada, que yo no le contestara a nadie. Ella me decía que
bajara al pueblo a traerle el mercado, pero cuidadito hablaba con alguien o
contestarle a la gente. Yo volteaba la cara para no contestar. Ahora gracias a
mi Dios mi vida ha cambiado mucho. No todo el mundo ha cambiado conmigo, pero
mucha gente ahora me dice que me admira y me dice que soy una mujer muy
valiente.
Señorita
¿qué le ha dejado la película?
Todo, todo lo que don Rubén y Amandita están haciendo por
mí, si no hubiera sido por ellos, cómo sería mi situación en este momento. Yo
le agradezco a mi Dios y a la Santísima Virgen por haberlos conocido, a todos
los de la película.
Oculta
en la montaña
(Entrevista a Rubén Mendoza)
Rubén Mendoza con el premio a Mejor director del Festival de Locarno, Suiza, acompañado de la productora Amanda Sarmiento. Foto: cortesía |
¿Cómo
encontró a María Luisa Fuentes?
Me topé con la señorita María después de años de saber de
ella, de creerla una leyenda, un mito que yo admiraba, en una de las carreteras
de Boavita; paré y le hice una pregunta tonta sobre a dónde se dirigía la
carretera por la que iba, solo por decirle algo porque esa carretera tiene solo
un destino en cada punta, aterrado de dicha por encontrarla por primera vez.
Años después, en una sequía de ideas y de ejercer el cine la recordé, en un avión,
volviendo a Colombia del otro lado del charco: como un aguacero se me apareció
y de las 10 horas de vuelo, pasé a 10 horas de viaje por tierra a buscarla, y a
encontrarla. Ahí empezó realmente la película.
¿Por
qué contar la historia de María Luisa Fuentes?
Yo estaba muy intrigado por la Señorita y por la
naturaleza de su decisión de género en un lugar tan conservador como Boavita.
Empecé a proponerle cosas, escenas, contenido, como un aparecido, como un
extranjero, como un turista maravillado. Tuvimos inicialmente seis días de
rodaje y ya se nos había escondido un par de veces. Ahí empezamos a conocer su
carácter, creo que la aturdí un poco y por eso se escondió por dos años.
Durante ese tiempo nos presentamos a varías convocatorias y nos ganamos algunas,
pero no sabíamos qué iba a pasar porque no aparecía. Una vez nos hizo viajar con
el equipo técnico y no apareció. Nos confesaba que estaba en otro punto de la montaña
viendo como golpeábamos en su puerta, como bobos.
Usted
ha pasado por diferentes géneros cinematográficos ¿qué es lo especial de esta
película?
Yo soy malo para los géneros cinematográficos ya que el
cine es uno solo, corto o largo, documental o ficción; también, para pensar en
hacer una película de género, para tal comunidad y para cuál no. Lo más sincero
es hacer para la comunidad que es uno mismo. Yo quería saciar mi curiosidad y
cuando empecé a ver la sensibilidad que tenía la señorita frente a muchas
cosas, quería saber más. Empezar a saber sobre su historia familiar, su relación
con los oficios, su fuerza para ejercerlos, su feminidad, la visión que tiene
de la belleza, todo eso fue ampliando mi noción. El norte era lo que ella nos
fuera compartiendo, cuánto abría la puerta y cuánto la abrían ciertos vecinos.
Eso es lo que uno debe hacer en cine, y más con el documental, no restringirle
el paso a la vida, primero porque eso es imposible, es inorgánico y segundo
porque la vida misma va revelando unos caminos mucho más interesantes que los
que uno puede planear.
Flores y halagos para la Señorita María, acompañada de la científica Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt. Foto: cortesía |
¿Cuál
es su relación con la Señorita?
Yo sí creo en ese cliché que son las historias las que lo
descubren a uno y lo someten, yo tengo una debilidad por los outsiders y por los marginales, desde
que la vi me parecía increíble que aún, entre estas montañas podía haber
alguien con su fuerza y con su rebeldía. Me aterraba que en un lugar tan
conservador como Boavita, ella hubiera podido hacer su vida y se mantuviera, en
su decisión y en su vestimenta. Que no la hubieran matado, que no se hubiera
dejado matar. Yo me acerco no por ayudarla, por el contrario, sino para sentir
la imaginación seducida e inundada: por hallar tanta belleza y de un matiz tan
único. Quería saber todo de su fuerza y poder, heredar algo de eso, y el cine
es el vehículo perfecto. Estar seis años en contacto con ella y con su historia
me ha llevado a lugares donde no creía que podía ir mi corazón.
Rubén
Mendoza -perfil
En su búsqueda por darle voz a quienes no la tienen,
Rubén Mendoza, se ha consolidado como uno de los directores colombianos más
reconocidos en el mundo. Ha rodado cinco largometrajes (está terminando el
sexto), más de ocho cortometrajes y quince videoclips.
En 2010 estrenó su primer largometraje La sociedad del
semáforo y cuatro años después estrenó Tierra
en la lengua y Memorias del calavero.
En 2015 estrenó el documental El valle
sin sombras. Sus trabajos han sido Selección Oficial y ha obtenido premios
y fondos en más de 40 festivales del mundo, incluidos Cannes, Locarno, San
Sebastián, Berlín, Cartagena, Clermont-Ferrand, Toulouse, Huelva, Huesca,
Beijing, La Habana, Mar del Plata; FonSud (del Ministerio de Cultura de
Francia), Ibermedia, Visions Sudest, Ventana Sur, entre otros.
Tras finalizar el documental Señorita María, la falda de
la montaña, se encuentra en la postproducción de su proyecto Niña errante ganador del Estímulo
Integral, máximo premio público otorgado en Colombia para la realización de una
película.
Encuentros
inesperados
(Entrevista con la productora Amanda Sarmiento)
La productora Amanda Sarmiento con la Señorita María, en la premier del Festival Internacional de Cine de Cartagena 2017. Foto: cortesía |
¿Dónde
inicia Señorita María, la falda de la montaña?
La Señorita es uno de esos personajes icónicos del pueblo
de la familia paterna de Rubén. Desde siempre, él la había visto y naturalmente
sentía curiosidad por ella. Un día decidió buscarla para proponerle hacer una
película sobre ella. Unos meses después de ese primer encuentro entre ellos, Rubén
me contacta. Estaba buscando una productora para esta historia, me mostró
imágenes de esos primeros días de rodaje y me compartió sus ideas. Me quedé
fascinada. Me emocioné frente a esta posibilidad, pues conocía y admiraba su
trabajo. ¡Seis años después, henos acá!
¿Cuándo
conoce a María Luisa Fuentes?
¡Casi no la conozco! Me embarqué en este proyecto e iba a
defenderlo a mercados, convocatorias, talleres, solo imaginándola. La describía
y hablaba de ella haciendo una combinación de las primeras imágenes que Rubén
rodó y de mi imaginación: una señorita ideal, que habitaba mi cabeza, que me
acompañó como dos años y que también nos ayudó a conseguir la financiación para
rodar la película. Luego habíamos ganado el Fondo para el Desarrollo
Cinematográfico -FDC- de Documental y se nos perdió por un buen tiempo. Tocó
echar a andar todo un dispositivo casi diplomático en Boavita para que nos
recibiera, conversáramos sobre lo qué íbamos a hacer. Allí adquirimos unos compromisos
mutuos que hasta ahora se han respetado. Cuando la vi, esa primera vez, la abracé
como cuando uno abraza a una amiga que no ve hace años.
La Señorita María con la mejor amiga que ha tenido en su vida, su vecina de campo, María Isabel Bonilla (Q.E.P.D.). Foto: cortesía producción |
¿Cuánto
tiempo les llevo hacer la película?
Alrededor de seis años, la mitad de ese tiempo estuvimos
buscando la financiación, que no fue fácil, porque Rubén no tenía una
estructura narrativa detallada de la película y muchos fondos y jurados se
asustan cuando esa estructura no existe. Pero yo confiaba en la mirada de Rubén
y en la sinergia que la señorita y Boavita podían ofrecer para el relato. Y esas
intuiciones (ni la de Rubén ni la mía) fueron equívocas. Cuando por fin tuvimos
los recursos para emprender la producción, visitamos Boavita en tiempos
espaciados durante dos años. Cada visita nos ofrecía una sorpresa, ocurrían
cosas alucinantes, descubrimientos que nos dejaban perplejos, que nos
recordaban el poco control que sobre la realidad se tiene. La película da fe en
términos de su estructura, del proceso que vivimos como cineastas con su
historia.
¿Cuántas
personas participaron en el rodaje?
Fue un grupo muy pequeño porque era evidente por las
características de la historia, no podíamos ser un crew muy grande, por temas de presupuesto tampoco podíamos hacerlo.
Éramos un total de seis personas, con sus roles definidos dentro del rodaje y
afuera del mismo como grupo de amigos. La señorita entró rápidamente a ser la
séptima: la protagonista y la amiga.
¿Qué
fue lo más difícil de contar la historia de la Señorita?
Lo más difícil en cualquier película documental, son esas
decisiones que te confrontan humana y éticamente, cosas que uno puede estar
filmando y que no sabe si estarán o no en la película. Algunas circunstancias
de la vida personal de la señorita, que fueron apareciendo, nos llevaban a
analizar el cómo debíamos contarlas. En las entrevistas muy profundas y muy
íntimas no estaba presente todo el equipo. Se logró generar con el tiempo y la
proximidad ese entorno de confianza.
¿Por
qué apostarle al documental?
La experiencia cinematográfica si bien, siempre es
transformadora, con este género te permite trabajar de frente y con la
realidad, que además usualmente no es la tuya, sino la de otro y eso tiene unas
implicaciones que te hacen crecer. Ese valor que se desprende de lo profesional
y que traspasa a lo personal es muy potente. El relato de una persona que
existe, que está ahí, que es real, te confronta constantemente. Cuando logras y
eres afortunado de hacer inmersiones, como la que hicimos con esta película, la
mirada cambia y uno ya no vuelve a ser el mismo. Por eso creo profundamente en
el poder trasformador del documental.
Amanda
Sarmiento -perfil
Directora y Productora de Cine y Televisión. Comunicadora
Social y Periodista.
Actualmente, es asesora para el Ministerio de Cultura de
Colombia. Fue productora ejecutiva para el canal Señal Colombia. De manera
independiente ha producido los cortometrajes Las Bromelias, Juancho el pajarero y Montañita de Rubén Mendoza.
Señorita
María, la falda de la
montaña, es el primer documental y largometraje que produce.
Algunos
artistas del equipo
Gustavo
Vasco
(Montaje)
Por los senderos de la montaña, avanza a paso firme la Señorita María. Foto: cortesía producción |
Se ha desempeñado como montajista de producciones de
documental y ficción, que incluyen destacadas producciones de renombre como Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina;
Pizarro, de Simón Hernández; Buenaventura Mon Amour, de Jorge Navas; Amazona, de Clare Weiskopf, por
mencionar algunas. Estudió Antropología en la Universidad de los Andes, luego
pasó por La Femis de Paris. Editó junto a Jacques Comets el largometraje Tierra en la lengua, de Rubén Mendoza. A
estos trabajos se suman Señorita María,
la falda de la montaña, de Rubén Mendoza, el cual hizo parte de la Selección
Oficial en la Semana de la Crítica del Festival de Locarno 2017, donde recibió el
premio al Mejor Director, que también había obtenido en la Competencia Oficial Colombia
del FICCI 2017.
Juan
David Soto
(Edición)
Documentalista y editor de películas y videos. Graduado
de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños
(EICTV). Ha realizado los cortometrajes Mujeres
de cerca, ¿Cuántas horas tiene un día?, La Gran Cicatriz, El bombillo, 19º sur 65º oeste. Es editor de Cine
Corónica. Con el film Parábola del
Retorno ganó el premio Númax de Exhibición del Festival de Cine Márgenes,
de Madrid. Entre sus más recientes trabajos como editor se encuentra La defensa del dragón, de Natalia Santa,
película seleccionada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de
Cannes 2017 y Señorita María, la falda de
la montaña, de Rubén Mendoza.
Isabel
Torres
(Diseño sonoro)
Comunicadora Social de la Universidad Javeriana de Bogotá
y Cineasta con especialización en Sonido de la Escuela Internacional de Cine y
Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba. Su trabajo como sonidista
abarca desde el sonido directo hasta el diseño y edición de sonido para
ficciones y documentales de larga y corta duración: entre los que se cuenta los
documentales Pasaje y Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina;
Señorita María, la falda de la montaña,
de Rubén Mendoza, Cocaine war y Submarinos de la droga, para National
Geographic, Apaporis, de Antonio
Dorado, Run or die, de Klych López, y
Buscando a Gabo, de Pacho Bottía,
entre otros.
Como docente se ha desempeñado en distintas instituciones
nacionales e internacionales donde se destaca la Escuela Internacional de Cine
y Televisión (Cuba), Universidad del Magdalena, Universidad de la Sabana,
Universidad de Nariño, Ministerio de Cultura y la Cinemateca Distrital de
Bogotá.
0 comentarios