jueves, 8 de junio de 2017

Al 'profe' se le respeta, ¡carajo!

Maestros reclamando justos derechos salariales y dignas condiciones para ejercer su profesión. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Al presidente Juan Manuel Santos le cayó en la cabeza el tercer ladrillo que enuncia su consigna de Todos por un nuevo país -Paz (1°), equidad (2°), educación (3°)- al ripostarle al gremio de educadores del reciente paro que no hay más dinero para maestros, que el presupuesto está ahorcado. Y de ñapa advertirle el descuento salarial de los días no trabajados por las protestas.

Se le cayó el tercer ladrillo, cuando el primero, el de la paz, empieza a desmoronarse en el último tramo de su mandato, y con la evidente apatía de quien ya está exhausto de chicharrones y responsabilidades, y que lo único que espera es que llegue el 7 de agosto de 2018 para hacer maletas y radicarse en Londres con su familia a disfrutar de los laureles del Nobel, y ya relajado y repuesto, darle la vuelta al mundo en instituciones y universidades, dictando cátedra de cómo se logra en un país tercermundista una paz estable y duradera.

Contradijo Santos a su ministro de hacienda al subrayar que están en ceros los fondos para la educación, cuando el doctor Mauricio Cárdenas, en sus alocuciones mediáticas, no cesa de pregonar el repunte de la economía a partir de los apretones tributarios por el bien de la nación, Todos por un nuevo país.

El respaldo estudiantil se hace evidente en  las jornadas de protestas del magisterio. Foto: La Pluma & La Herida 
No nos crea tan pendejos, ministro. ¿De qué país está hablando?, o mejor, ¿En qué país vive usted? ¿Favorece el repunte de su economía a los 360.000  educadores públicos con sus pírricos salarios, sin garantías ni sostenibilidad para ejercer su profesión? ¿No fue la educación la bandera que enarboló el gobierno Santos en las arengas proselitistas de su reelección? ¿Cómo se puede hablar de una paz estable y duradera cuando se desatiende el derecho digno y fundamental de una sociedad, el de educar a sus hijos?

Triste que los platos rotos de la guerra los estén pagando ocho millones de infantes, con  los riesgos y perjuicios catastróficos que acarrea el cese de actividades estudiantiles en estratos populares: Familias de mínimos recursos que no tienen con quien dejar a sus críos a la hora de cumplir con su trabajo, agregado a los gastos que se multiplican en hogares con hijos inactivos.

Como decepcionante ver semana a semana estas aglomeraciones de maestros de distintas regiones, de las más apartadas, olvidadas y vulnerables, con sus rostros lánguidos y apergaminados clamando por sus justos derechos a un gobierno desentendido que, está visto y demostrado por el propio jefe de estado, no le interesa que su pueblo se eduque.

Río de educadores por la carrera Séptima de Bogotá. El clamor se hace oír a viva voz y por megáfonos. Foto: La Pluma & La Herida
Siempre que observo este desolador panorama generacional del magisterio que desfila con pitos, clamores y pancartas en pos de una razonable y justa remuneración a su salario, y a las dignas condiciones en las que un conglomerado estudiantil merece recibir su enseñanza, desempolvo el viejo Autorretrato del poeta Nicanor Parra, elocuente y conmovedora semblanza del maestro.

A Santos le cayó en la cabeza el ladrillo de la educación, seguramente, con todo lo que está aconteciendo, seguirá el de la paz, y al final de su mandato quedará el de la equidad, que alguna modista de barrio recogerá para identificar el nicho de una miscelánea.

Y el Todos por un nuevo país quedará en la cuenta de cobro del publicista de turno, en el papel que todo lo aguanta, en el país más resistente del mundo.

Gobierno indolente, al profe se le respeta, ¡carajo!   

Autorretrato
 (Nicanor Parra)


Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? ¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!

Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.   
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