domingo, 27 de noviembre de 2016

Baritenor tolimense Sidney Jiménez, rinde tributo a México

El Baritenor Sidney Jiménez con el tenor español Plácido Domingo, en el Teatro Real de Madrid. Foto: Archivo particular
Ricardo Rondón Ch.

Al filo de la media noche, entre chascarrillos y celebraciones, y al calor de unos tequilas, Sidney Jiménez, acompañado del Mariachi Evolución, interpreta sin micrófono México lindo y querido, del compositor moreliano Jésus Monge Ramírez.

El segundo piso del emblemático Museo del Tequila (zona T, de Bogotá), del consorcio familiar González-Aragón, está a reventar de comensales, en las postrimerías de un noviembre pasado por agua, pero con buenos augurios de paz, más allá de polarizaciones y contradictores.

Sidney, tez morena clara, espigado, corpulento, sonrisa de comercial, con una caja torácica de los bisontes de Altamira, primeros referentes del arte rupestre, viste chaquetón blanco, pantalón del mismo color, camisa negra, y botas de interventor petrolero.

Sidney con el Calendario Azteca como telón de fondo, en el emblemático Museo del Tequila, del consorcio familiar González-Aragón. Foto: La Pluma & La Herida
Si no fuera por la voz impetuosa que devora el establecimiento, cualquiera de los que alzan copas pletóricas de agave y besan apasionadamente a sus mujeres, podría confundirlo con un ingeniero de alto rango de Ecopetrol, o quizás con un afamado pelotero de Los Cachorros de Chicago, de paso por Colombia, y aficionado hasta los tuétanos del encabronado cancionero mexicano.

-¡Por Dios, qué vozarrón!-, replica admirada una dama rubia que sostiene entre sus finos dedos ese jacuzzi en miniatura que representa la sensualidad de un Margarita, alta majestad de la coctelería azteca.

-¡Meeeeeeeeeeeeeeexico lindo y querido / Si muero lejos de ti / Que digan que estoy dormido / Y que me traigan aquí…

Entona el Baritenor tolimense, y su torrente de voz queda suspendido en el aire, entre efluvios de Carolina Herrera que exhalan las finas sedas de una joven cumpleañera, y los aromas penetrantes y provocadores de las especias y los condimentos de la gastronomía mexicana, del exquisito mole poblano y la salsa tabasco, y de los fogonazos intermitentes de un lomo flameado en tequila que un mesero en volandas exhibe como un trofeo en la palma derecha.

Portada y contraportada de 'A México', el primero disco de música popular mexicana de Sidney Jiménez, con el respaldo instrumental del prestigioso Mariachi Real Scarpetta
El aplauso para el virtuoso cantante, que esa noche de viernes ha querido pasar como espontáneo, se oye rotundo. El clamor por una nueva melodía no se hace esperar. Los integrantes del Mariachi le hacen un guiño y afinan guitarrones, trompetas, violines y vihuelas.

-¡Otra, maestro!-, reclama un caballero que ocupa un asiento cercano a la vitrina donde está entronizada la botella más grande de tequila en el mundo (registrada en los Guinness Récords), en forma de rifle, con capacidad para tres litros: “Un arma de largo alcance”, diría su propietario.

-¿Otra botella?, u ¿Otra canción?-, riposta un compadre en medio del jolgorio.

Sidney Jiménez esboza su sonrisa complaciente y pone a prueba del respetable la voz lírica que Dios le premió, para interpretar en su estilo Qué de raro tiene, mentada ranchera de Vicente Fernández.

Qué de raro tiene / Que me esté muriendo / Por una mujer...

Al lado del altar de la 'Guadalupana' y en medio de la preciada colección de más de 3.000 botellas que alberga el Museo del Tequila. Foto: La Pluma & La Herida
El estribillo de la melodía es coreado al unísono por hombres y mujeres, al tiempo que llueven los flashes de los celulares para registrar un acontecimiento musical imprevisto en el restaurante más apetecido y cotizado de comida mexicana en Colombia, que alberga una preciada colección de botellas de tequila, más de 3.000, cada una con una leyenda qué contar.

Una nueva salva de aplausos. Otra canción. La sonrisa del artista que destella fulgores diamantinos. Y el agradecimiento con venia, como en su época dorada lo hacía Don Pedro Vargas.

Las alas de prueba de A México, el primer disco comercial que está promocionando el Baritenor ibaguereño, han sido cumplidas con resultados extraordinarios.

De eso se trataba. De tomarle el pulso a una concurrencia habituada al pentagrama mexicano para sus ágapes y encuentros sociales, románticos y de camaradería, en Bogotá-Colombia, un país mexicanista por excelencia en el orbe.

El destacado intérprete ibaguereño en la faceta artística más reconocida y de grandes frutos de su carrera: el arte lírico. Foto: Archivo particular
Pus échele no más la rúbrica, mi cuate, que eso ya es éxito asegurado, apuntarían los entendidos de Morelia, Michoacán, para calificar un producto de compromiso y calidad, con la voz operática de Sidney Jiménez, y el respaldo instrumental del Mariachi Real Scarpetta, galardonado como uno de los mejores del mundo en el Festival Internacional de Mariachis de Guadalajara.

Camino a tomar un refresco en la barra, Sidney se detiene en el primer piso frente al altar dorado de la Virgen de la Guadalupana. Murmura algo en secreto, y accede al requerimiento de David Rondón, nuestro fotógrafo, que busca el mejor ángulo para registrarlo.

Sonia Aragón y su hijo Julián González, propietarios del Museo del Tequila, inspiración y genio de Alfonso José González, que abrió sus puertas hace más de diez años, ofrecen cálidas demostraciones de gratitud.

Julián, empresario y productor de espectáculos como Frida/Libre, monólogo escrito y actuado por Flora Martínez -por estos días en cartelera en el Teatro Colón-, se interesa por la ópera que sobre Frida Kahlo, le comenta Jiménez, que no hace mucho tiempo él tuvo la oportunidad de ver en Detroit, y que sería estupendo montarla en Colombia.

Durante su espontánea y aclamada actuación en el Museo del Tequila, interpretando lo más representativo del cancionero mexicano. Foto: La Pluma & La Herida 
Por lo pronto, queda en conversación, el impulso que desde el Museo del Tequila se le pueda brindar a este trabajo discográfico, A México, un tributo que recorre las páginas más sentidas y representativas de la música popular mexicana: El popurrí Guadalajara y Ay, Jalisco, Ya lo pagarás con Dios, Bésame morenita; el popurrí Qué suerte la mía y La que se fue (homenaje al más grande, Don José Alfredo Jiménez), A México (composición del actor Santiago Bejarano, piedra angular de este álbum), Si Dios quisieraMéxico lindo y querido, entre otras, con un bonus track Funicullí Funicullá, y el arreglo sinfónico  de Yo el aventurero.

No es gratuito que Sidney Jiménez, luego de una amplia y brillante trayectoria como cantante lírico por prestigiosos escenarios del mundo, se haya lanzado al ruedo de la popularidad con esta ofrenda a México.

En la Ciudad Musical de Colombia que lo vio nacer hace 36 años, el gusto por la ranchera se compartió siempre al interior del hogar, aunque en la adolescencia los proyectos de Sidney estaban visualizados hacia las matemáticas puras. De hecho, logró su licenciatura en la Universidad Pedagógica Nacional, que después aplicó en la docencia.

Aun así, a la par de las complejas operaciones de Pitágoras y de los sesudos teoremas de Euclides, la voz parlante fluía por doquier, en el colegio, en las reuniones de familia, en los recuerdos del Teatro Tamaná, de Ibagué, donde disfrutó en primera fila las películas de la Época Dorada del Cine Mexicano, los clásicos del Mario Moreno Cantinflas, y las memorables producciones protagonizadas por íconos como Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Antonio Aguilar y Vicente Fernández, que marcaron sus derroteros por lo popular.

'A México' y con 'México en un solo lugar', como cita el eslogan del Museo del Tequila. Foto: La Pluma & La Herida
Lo de Sidney, como gracia bautismal, tiene que ver con los caprichos de su padre, un hombre aficionado a las travesías insondables del sabio Nicolás Copérnico, quien después de arduas jornadas sobre el mapa, y sin lugar a concesiones maritales, señaló el nombre de la capital australiana para su retoño. De haber elegido Camberra, habría metido al pobre muchacho en un lío de Padre y Señor mío.

En cuanto a la herencia de su portentosa voz, Sidney se la atribuye a su tío abuelo Victoriano Moscoso, un patrón trajinado en las faenas del agro, de contextura cavernaria, “capaz de llamar a pulmón limpio a los jornaleros de una montaña a otra, y sin esforzarse demasiado”. Igual que su convocatoria a los animales distantes para que comparecieran a los comederos.

La de Sidney, una voz privilegiada que ha sido motivo de análisis por peritos y especialistas, no sólo en el canto sino en Foniatría (capítulo de la otorrinolaringología que se ocupa de la emisión de la voz y sus alteraciones).

Como le sucedió cuando cursaba estudios de canto lírico en El Liceo, de Barcelona, y presentó audición, nadie más ni nadie menos, que con Monserrat Caballé.

Ella fue quien lo sorprendió con un dictamen que jamás había oído en su vida:

En el 'Juan Valdez' de la carrera 9° con calle 74, primer encuentro con el virtuoso cantante operático. Foto: La Pluma & La Herida
“Usted es un tenor dramático. Es decir, se puede desplazar sin contratiempos de la lírica al drama, con la misma frescura que depara un abanico”.

Un diagnóstico diferente al de la señora Caballé, corrió por cuenta del afamado doctor René Alzate, que con solo oír su saludo al ingresar al consultorio, le dijo que, como el español Plácido Domingo y el legendario chileno Ramón Vinay, Sidney ostentaba la fortuna de ser un Baritenor, argumento que a su vez refrendó Cori Casanova, otra autoridad de la Foniatría, reconocida a nivel mundial.

¿Y qué es al fin de cuentas un Baritenor?

Tan sencillo como el parte emitido por la especialista Casanova: “Un voz conjugada por las cuerdas de un barítono y la laringe de un tenor”.

Para la ortodoxia musical, “un cantante que goza de la calidad y la fluidez de ambos: sus graves bien definidos y profundos como un Barítono, y sus agudos apenas  subrepticios, con el color brillante del Tenor”. ¡Háganos el favor!

Con estas prodigiosas cualidades, el maridaje perfecto, dirían enólogos, sommeliers, y finos cultores del vino, Sidney Jiménez ha recorrido a su antojo y con experiencias provechosas la escena lírica y operática de Colombia, América y Europa, desde su debut en 2003 con Carmen, de George Bizet, pasando por sus roles en La Flauta Mágica, de W.A. Mozart, El Barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, o Simón Bocanegra, de Giuseppe Verdi, para el Teatro Real de Madrid, donde compartió con Plácido Domingo, quien después de oírlo le dijo que estaba en mora de grabar un compilado de música popular latinoamericana, tal y como él lo hizo en 1998 con el repertorio de Agustín Lara.

Con su paisano, el galardonado poeta y compositor de Dolores, Tolima, Fabio Josías Polanco. Foto: La Pluma & La Herida
Sidney Jiménez atendió con beneplácito la sugerencia, y así como él ha sido fiel a Giacomo Puccini, su compositor favorito en el bel canto, y al maestro Jaime Manzur, con quien trabajó por espacio de diez años en su compañía de zarzuela como barítono titular de sus obras, Luisa Fernanda, Los Gavilanes, La Viuda Alegre, La Leyenda del Beso, entre otras, también lo es por antonomasia a Don José Alfredo Jiménez, alma y nervio en la hondura y el sentimiento azteca, desde los febriles tiempos de las aulas colegiales y de las vívidas postales que a su paso le dejaron los galanes bigotones del cine mexicano.

Con A México, Sidney Jiménez rubrica una vez más la supremacía que se impuso en los primeros años de su carrera como intérprete de variadas y exigentes posibilidades, gracias a la riqueza invaluable de su voz, pero más a la disciplina, la constancia y el respeto que él profesa por el arte y por el público, el verdadero juez y parte con el que cuenta un artista en su estima, criterio y responsabilidad.

'Si Dios quisiera', videoclip del álbum 'A México': http://bit.ly/2glHsYy
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