sábado, 6 de agosto de 2016

Otra metida de pata

Escenas bochornosas grabadas por una pasajera de Transmilenio, cuando el periodista Víctor Ballestas, del canal City Tv, era sometido por un patrullero
Ricardo Rondón Ch.

Me pregunto qué sentirían los policías que a bolillo, puño, patada y cacha de revólver agredieron a los jóvenes periodistas del Canal Ciy Tv.

¿Se vanagloriaron de su brutal hazaña? ¿Levantaron sus puños cerrados en señal de victoria? ¿Se relamieron como los bárbaros que secundaban a Atila con la sangre de sus víctimas?

Me pregunto qué cara hicieron al siguiente día cuando sus hijos, sus cónyuges, sus madres, les repararon sobre la salvaje golpiza después de ver horrorizados las imágenes en los noticieros.

Seguro que afloraron interrogantes de diversos calibres:

-Papi, ¿por qué le pegaste así a ese señor?-, preguntaría el niño desconcertado.

-¡Mijo!, ¿qué le pasó?, ¿fue que se jinchó otra vez? ¡Qué vergüenza con la vecindad!-, demandarían esposas y madres cariacontecidas.

¿Por qué en este caso no aplica una prueba de alcoholemia o de consumo de psicotrópicos para los de verde oliva?

Porque tiene que haber una ingesta de estas sustancias para que un cerebro atribulado dé órdenes tan salvajes contra profesionales que solo estaban cumpliendo con sus legítimos derechos y deberes: los de la libertad de informar a tiempo y con veracidad, que es la vertiente por donde navega el buen periodismo.

La Policía, como institución, no aguanta un escándalo más: desde los nocivos elementos que enlodan su prestigio en las jerarquías -como el General que es motivo de investigación por su vínculo con los llamados ganchos de la droga del Bronx-, hasta los patrulleros inmiscuidos en microtráfico que les entregaron un peregrino a unos sayanines de San Bernardo, los que operan por debajo de cuerda en el tráfico de celulares robados del sector de la calle 13, y aquellos que cobran impuestos a atracadores y jíbaros a cualquier hora del día, a lo largo y ancho de la ciudad.

No son muchas las manzanas podridas, por supuesto. Hay uniformados que cumplen a cabalidad con la encomienda de velar y proteger la seguridad del ciudadano. Y de dar ejemplo de autoridad y tolerancia, que es su deber, y que por eso reciben una paga que, a un costo cada vez más alto y con economía de posconflicto, sale de los bolsillos de nosotros, los contribuyentes.

En su discurso de posesión, el señor director de la Policía Nacional, General Jorge Hernando Nieto Rojas, subrayó que una de las prioridades, en el inicio de su mandato, estaba proyectada a sanear la institución de esa corruptela que la viene carcomiendo de tiempo atrás. A la fecha, todo indica que la promesa, como la mayoría de promesas en este país del birlibirloque, se quedó en el papel.

Lo acontecido con los colegas Víctor Ballestas (reportero), David Romero (camarógrafo) y Jorge Mercado (asistente de cámara), del equipo noctámbulo de noticias City Tv., de la Casa Editorial El Tiempo, es inaceptable y reprochable desde cualquier ángulo que se le observe.

No es suficiente, como ya es habitual en estos casos, un mensaje plagado de disculpas, con la más que trillada frase: de rechazo y exhaustiva investigación para los uniformados agresores. Debe haber una acción disciplinaria contundente por parte de la Policía y la Procuraduría, comenzando por la expulsión sin atenuantes de los culpables, lo mismo que sanciones ejemplarizantes hacia futuro.

La Policía está en mora de replantear su sistema de admisiones a posibles aspirantes. De entrada, tiene que exigirse un examen psicológico del personal, más cuando el estado de salud mental de los colombianos está cada día más crítico y amenazante.

No pueden seguir recibiendo trogloditas a la topa tolondra para chantarles el uniforme, un garrote y una pistola. Y a ver cómo no. ¡Sálvese quien pueda! Que revisen el método de selección y requisitos en sistemas policiales de Estados Unidos, o de Francia. Y que lo apliquen al pie de la letra.

La prensa vuelve a ser vulnerada y golpeada de manera infame. Pero en el país de la impunidad, y ad portas dizque de la anhelada paz, hechos como el de los periodistas de City Tv., seguro que seguirán pasando de agache, por más investigaciones exhaustivas.

Hace unos años, el afectado por la bota y la furia policial fue el fotógrafo Mauricio Moreno, de esa misma casa editorial, curiosamente en ejercicio de sus funciones durante un operativo en una estación de Transmilenio, la de la calle 39. La más reciente metida de pata de la policía, con Ballestas, Romero y Mercado. Atropellos repudiables como estos no pueden quedarse en retóricas excusas y titulares.

Queda pendiente esclarecer los móviles de la agresión por parte de los uniformados, ahora que el alcalde Enrique Peñalosa habla de una hipotética acometida de uno de los comunicadores a un patrullero que al principio impidió la labor reporteril. Como pendiente un debate para definir qué tipo de imágenes están autorizadas o no en el ejercicio periodístico.

El objetivo de los de City Tv era registrar en la cámara a un supuesto ladrón recién capturado por los policías en la parte exterior -sobre la carrera Séptima- de la estación Museo Nacional de Transmilenio. Pero entiendo que las gráficas de denuncia pública sólo se pueden hacer una vez el sindicado sea judicializado en audiencia. Como quiera que sea, debe mediar el respeto y la tolerancia. Y es la Policía la encargada de velar por esa impronta.   

Picaporte: ¿Será que a la Secretaría de Seguridad y a la Policía Metropolitana les va a quedar grande el problema de los sayanines y los habitantes de calle desterrados del Bronx, ahora posesionados en La Estanzuela, el Ricaurte, el Samper Mendoza, La Favorita y otros barrios intermedios? Con tantos baldíos que hay en Colombia para construir empalizadas agrícolas y llevar ese gremio a trabajar, a producir, a desintoxicarse de tanto bazuco y pegante. ¡Por favor!, señores del Concejo, rásquense la cabeza a ver si se les ocurre algo. ¿Sólo engorde y prebendas?

Así fue el ataque a equipo noctámbulo de City Tv: http://bit.ly/2aqs7GO       
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