El maestro Fabio Polanco durante su clamorosa intervención poética por la paz de Colombia, en el salón 'Luis Carlos Galán', del Congreso Nacional. Foto: Jorge González. Imagon Multimedia |
El pasado
jueves 20 de agosto, en el salón Luis
Carlos Galán de la Cámara de Representantes,
Congreso
Nacional, se celebró el recital poético-musical Canción urgente por la paz de Colombia, en el verbo y la voz del
poeta y compositor tolimense Fabio
Polanco, acompañado en el piano por el maestro Jorge Zapata, y en la interpretación de sus letras por la talentosa
vocalista manizalita Bibiana.
El emotivo y
aplaudido acto cultural, al que asistió un promedio de setenta personas, tuvo
como atractivo principal el estreno del vídeo El llanto de Bolívar, sentido relato épico de Polanco, dramática metáfora del Libertador que, en la inspiración del autor, cuando ha ascendido al
cielo prometido luego de librar cruentas batallas por la causa libertaria de
cinco naciones, retoma, por insinuación del Gran Tutor Celestial, el sendero de Santa Fe de Bogotá.
En abismal
pesadilla, Bolívar se transmuta en
una víctima más del caos que nos acontece, y su ánima vaga desconcertada por
laberintos terroríficos infectos de locura y degradación, triste y
desafortunada conclusión de que su misión en la tierra como pensador, estratega
y baluarte de la independencia, ha sido en vano.
Bolívar, el invencible,/ el Gran
Libertador, / el genio en Boyacá, /el de la Gloria Inmarcesible,/ ha sido
derrotado, cita uno
de los fragmentos de esta desgarradora epopeya, que al final desató una
atronadora salva de aplausos del público, plato fuerte de esta gala poética de
profunda reflexión que se prolongó por espacio de una hora y treinta y cinco
minutos, en la que el bardo se explayó emocionado en un repertorio de versos inspirados
en el hondo acontecer nacional, en la patria dolida y sacrificada por los
vejámenes del desangre, la humillación y el secuestro, pero a la vez avivada
por la esperanza de una redención, un borrón y cuenta nueva para tomarnos de
las manos en el candor de la reconciliación y el anhelo de la paz, como puntualizó
la maestra de ceremonia Ana María Roa.
A El llanto de Bolívar, con una duración
de once minutos –documental que debería ser parte del pénsum de rigor en
establecimientos educativos del país-, siguieron poemas de depurado lirismo -algunos
musicalizados e interpretados por el pianista Zapata y su señora esposa Bibiana-
como La tierra de mis amores, Inventé un
mundo de paz, Estampas de guerra, Mercado de oprobio, Amargo final, La huida
(que en los años 80 fue éxito en las voces de Ana y Jaime-, Si tomados de
la mano, ¡Carajo! A mí qué me importa, Los sobrevivientes, Romance de la
emboscada, Vieja calle y Tierra mía, para un total de veinte páginas de
esmerada factura poética, en esa caja de resonancia que es la voz grave,
pausada y marcial del vate Polanco.
En el punto
final del recital, el respetable se puso de pie y aplaudió por varios minutos
al oferente. Luego tomó la palabra el ex senador y ex representante a la Cámara
Jairo Rivera Morales, oriundo de Dolores, Tolima, la patria chica del
poeta, que en una alocución de refinada prosa y cultura a raudales, al mejor
estilo de la oratoria romana en las voces de maestros como Cesare Lombroso y Enrico
Ferri, destacó las virtudes, el talento y la dedicación de Polanco, no sólo
como poeta y letrista sino como ser humano de francas luchas, esfuerzos y nobles
ideales. En las postrimerías de la gala, los invitados compartieron una copa de
champaña.
El bardo tolimense estuvo acompañado en el piano por el maestro Jorge Zapata y la voz de la talentosa intérprete manizalita Bibiana. Foto: Jorge González. Imagon Multimedia |
De la paz,
en la retórica política y demagógica, se ha hablado hasta el cansancio. Ni
hablar en el espectro mediático: ríos de tintas, voces altisonantes entre el
clamor, el optimismo y la derrota; análisis concienzudos y bagatelas de
engrudo; pronósticos y aproximaciones de hipódromo. Es que ni el mismo gobierno
entiende su propio libreto al respecto, y sólo Dios sabe cómo el jefe negociador
en La Habana, Humberto de la Calle Lombana, no ha pedido una licencia para dejar
su atribulado cerebro, por lo menos una semana, en manos de los facultativos de
una clínica de reposo.
Paz y más
paz. Paz en letreros y vallas por doquier, a lo largo y ancho del país, en la
publicidad política pagada que cada cinco minutos aparece en radio y televisión,
y de manera abrumadora en redes sociales. Paz en el escudo representado en la
paloma dorada que nunca falta en la solapa del Señor Presidente de la República,
y en las de su equipo de colaboradores. Paz como un estribillo de mañana, tarde
y noche; paz en el papel y en la pared. Paz como un ofertazo del día en la voz
desgañitada de un pregonero de baratillo. La pregunta que no puede quedar en el
tintero es, ¿a qué precio está el gobierno comprando la paz?, y ¿cuánto más, de todo lo
pagado, nos toca a los colombianos seguir desembolsando por ella?
Fue directo
y contundente el letrista y poeta Fabio
Polanco cuando el reportero del Canal
Capital, Carlos Alberto González,
minutos antes de su lectura, le preguntó sobre su opinión acerca de la prórroga
del cese al fuego bilateral, y otras inquietudes inherentes al proceso que se
debate en Cuba.
“La verdadera paz empieza en el corazón de cada colombiano -enfatizó el vate-. No
puede haber paz si no existe ese sentimiento en lo más recóndito de quienes
habitamos y nos enorgullecemos de este hermoso país, y procuramos con trabajo,
fervor y honestidad, hacer posible ese anhelo, y llevarlo a la práctica. La
firma de un documento, vaya a uno a saber a qué precio, no garantiza la paz”.
La paz en la
voz de un poeta que sufrió de niño el azote de la violencia y se vio forzado a
huir de la tierra de su nacencia, se tornaba una vez más prístina y elocuente gracias
al milagro de la palabra, que es el verdadero espíritu, el que nos distancia de
lo salvaje e irracional, es decir, de lo que a su paso demoledor da cuenta
luctuosa de los horrores de la guerra, el odio, la muerte y la orfandad.
Actos poéticos
como los de Polanco y sus artistas
invitados se deberían repetir a menudo en salas y espacios públicos, en
colegios y universidades, como una contribución a la cultura colectiva, al amor
y el interés por lo que nos corresponde: el digno territorio que la Divina Providencia nos confirió para
vivir y ver crecer a nuestros hijos, y para incentivar en cada uno de ellos la
grandeza, los valores, el respeto, la solidaridad, y el efecto prodigioso que
depara el arte en todas sus manifestaciones.
La poesía, una de ellas. De ahí que debe seguir teniendo la palabra.
Vídeo de 'El llanto de Bolívar': http://bit.ly/1JQYIkG
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