El maestro Fabio Polanco en el recinto sagrado de la poesía en Colombia. Foto: La Pluma & La Herida |
Ricardo Rondón Ch.
Como una
reivindicación de los tradicionales viernes
culturales que en otras épocas se celebraban en el histórico barrio La Candelaria, de Bogotá, el viernes 27
de febrero, en la Casa de Poesía Silva,
el bardo y compositor tolimense Fabio
Polanco retomó esa añeja costumbre con un recital poético-musical que colmó
de público las dos salas de la bella casona de estilo republicano, declarada Monumento Nacional.
El poeta frente al piano centenarista que ejecutaba Elvira, hermana de José Asunción Silva. Foto: La Pluma & La Herida |
Justo a las
4:30 de la tarde, cuando ya las sillas de ambas salas estaban ocupadas, el
maestro de ceremonias, reconocido compositor, cantante y pintor, Óscar Javier Ferreira, pronunció unas
breves palabras protocolarias, en medio de la expectativa de los asistentes,
quienes disfrutaban desde sus asientos de un exquisito ‘canelazo’.
Fue el comienzo
de un acto cultural memorable que se prolongó por espacio de dos horas, entre
lectura de poemas en la voz de Polanco,
y musicalización de los mismos en la virtud de los Hermanos Tejada y el hermoso timbre de la cantante colombiana Bibiana, quien estuvo acompañada en el
teclado y el cajón peruano por sus talentosos hijos.
El poema de
apertura, ‘Tierra mía’, también interpretado
por los Tejada, arrancó una salva de
aplausos de los presentes, en una tarde de clima agradable en este recinto, la Casa Silva, templo sagrado de la poesía
en Colombia.
Junto al retrato de la poeta María Mercedes Carranza. Foto: La Pluma & La Herida |
El poeta evocó
pasajes de distintas épocas de su prolífico quehacer como letrista, haciendo
gala de su voz grave y pausada de declamador de antología. Recitó quimeras de
la infancia, puntualizó en los versos del territorio que lo vio nacer, de sus
primeras cuitas en los albores de la juventud, una oda costumbrista a su pueblo
(Dolores, Tolima) donde refirió lugares,
oficios, personajes, sanas tradiciones, y el esplendor de todos los verdes que
engalana la fértil campiña tolimense.
Polanco le cantó a la sufrida y convulsionada
patria, sacudida por los estertores dolorosos de la absurda guerra, pero
también hizo hincapié en sus sonatas a la paz y a la esperanza, a esa reconciliación
que toda Colombia anhela ansiosa.
Fue pródigo
en sus versos enamorados, de ese ramillete, uno en especial que le dedicó a su
señora esposa, lo mismo que otro profundo y conmovedor que provocó que se inundaran
de lágrimas los ojos de algunas señoras: El que escribió para el décimoctavo
aniversario del fallecimiento de su señora madre.
Óscar Javier Ferreira y Fabio Polanco en la pileta del patio trasero de la Casa de Poesía Silva. Foto: La Pluma & La Herida |
Caía el velo
de la noche sobre el tejado de la Casa
Silva, cuando el poeta Polanco cerró
su recital, pidiéndole el favor a los Hermanos
Tejada que volvieran a interpretar la letra, en tiempo de bambuco, de su
poema ‘Tierra mía’, que fue el introito
de la cita poético-musical, y al finalizar, la gente emocionada se levantó de
sus puestos a festejar, con cerrado aplauso, tan acertado remate.
Segundos
después, Óscar Javier Ferreira tomó
la palabra y sorprendió al poeta y a los presentes con un emotivo homenaje en
ritmo de bambuco al oferente de esta celebración poética: Fabio Polanco. La letra arrojó noticias de su pasado, del terruño
que lo vio nacer, de los años precarios de la adolescencia cuando tuvo que
salir con su familia del pueblo, rumbo a Bogotá, huyendo de la violencia bipartidista;
de los quehaceres y rebusques del jovencito en la gran ciudad, y de los
esfuerzos y sacrificios en el trabajo y en la honra, hasta alcanzar el
prestigio y la calidad humana como uno de los grandes empresarios y mecenas de
la música en Colombia.
El público que abarrotó las dos salas de la Casa Silva, atento a los poemas de Polanco. Foto: La Pluma & La Herida |
“¡Que viva!, ¡Que viva!, ¡Que viva
Fabio Polanco…!”, se
oyó al unísono en la sala mayor, y el homenajeado, bajo la enorme foto tutelar
de José Asunción Silva, agradeció
emocionado a los más de cien espectadores que abarrotaron los espacios del
caserón por donde ha desfilado lo más selecto de la poesía en Colombia, y de otras latitudes.
Luego
vinieron los abrazos y saludos de felicitación, la firma de autógrafos en las
tarjetas de invitación, y las fotos para el recuerdo de una tarde decorada con
la inspiración y el verbo, con la palabra transfigurada en esa comunión del
alma que es la poesía.
A la salida,
parafraseando los primeros versos del ‘Nocturno
III’ de Silva, nos envolvió con
su manto “una noche…, una noche toda
llena de perfumes y de música de alas”.
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