viernes, 5 de septiembre de 2014

Un 'Lago en el cielo' para Gustavo Cerati

Gustavo Cerati, uno de los grandes revolucionarios del rock en español. Foto: Natinielelcamino.blogspot.com
Ricardo Rondón Ch.

“Despiértenme cuando llegue el amor”, tuvo que haber musitado en sus adentros, en el laberinto límbico en que se encontraba Gustavo Cerati, esa penosa e indescifrable sala de espera de cuatro años lentos que fue su estado de coma, cuando su espíritu abandonó para siempre el vehículo carnal y emprendió el viaje postrero, el que a todos nos espera, en la burbuja estratosférica de la eternidad.

La última exhalación de Cerati en su lecho de moribundo en un centro clínico de Buenos Aires, dio paso a la estrella fugaz que cruzó el firmamento, anunciando la bienvenida del flamante músico y compositor argentino al reino privilegiado de los inmortales. Entonces se sintió el vibrato finisecular de su Gibson, un solo de guitarra en arpegios encadenados de sus olímpicas letras, desde ‘Nada personal’ hasta ‘Lago en el cielo’ (“El tiempo es arena en mis manos”), pasando por los hits que marcaron la época estelar de Soda Stereo (Zeta Bosio y Charly Alberti) y sus homéricas traslaciones en solitario, y en fin, toda su prolífica discografía impresa en más de treinta álbumes de diferentes formatos.


Fue Gustavo Adrián Cerati Clark el gran revolucionario del rock en español, motivado desde sus inicios por quien él consideró sus dos firmes pilares: Luis Alberto Spinetta, el recordado y loquísimo ‘Flaco’, iconoclasta y transgresor, fallecido hace dos años; y no menos que el anterior, Charly García, poeta bonaerense de la contracultura, quien se pronunció certero ante el catafalco del amigo, en la vigía luctuosa del Palacio de la Legislatura Porteña ‘Julio Argentino Roca’: “Fue el gran arquitecto del rock.

'Fuerza natural', uno de los álbumes con el que Cerati se sintió más a gusto. Foto: Rockaxis.com
Sí, una suerte de Fidias de nuestros tiempos en la escala generacional del rock argentino, capaz de convertir lo más simple y etéreo de la vida en obras magníficas,  resonantes, multidimensionales, a través de la 'Fuerza Natural’ del sonido y el poder eclético de la palabra. De esa artesa de sus alquimias emergían, con vapor de hielo y como salmos responsoriales -en ese cuarto de millón que fue el promedio de los seguidores que asistían a sus liturgias rockeras-, odas en filigrana como: ‘Bocanada’, ‘Siempre es hoy’ , ‘Deja vu’, ‘Corazón delator’, ‘Magia’, ‘Puente’, ‘Amor amarillo’, ‘Naturaleza muerta’, ‘Tu locura’ o ‘Lago en el cielo’, de los racimos por decenas que iban brotando de los dos cauces en los que se movió: la sobriedad del esteta y los impulsos extremos  de la alucinación.

Vehemente, perfeccionista, conmovedor, Cerati, en sus navegaciones de Melopea y con Neptuno a bordo, iba hasta el fondo y cuando sus seres queridos, amigos y compañeros de bregas musicales menos sospechaban, salía a flote: transformado, “recargado”, diría él, con el ‘Dynamo’ que generaba sin treguas la fuerza centrífuga de su inspiración. Así, entre encerronas prolongadas de escrituras y estudios de grabación, e impredecibles bitácoras de vuelo, cruzó el mundo a su aire en pos de la conquista de otros públicos, de nuevas culturas, entre ellas la nipona, que lo cautivó a tal punto de predecir que Japón sería escenario de su último suspiro.

No fue la isla asiática sino la patria que lo vio nacer y lo formó como artista, a donde regresaba de sus giras, siempre con la rúbrica patentada de una sonrisa que aceleraba el circuito sanguíneo de jovencitas de varias generaciones. Las que corearon ‘Vuelta por el universo’ (1992), hoy camuflan sus hebras canas con rayitos tornasolados y algunas vencieron la terquedad iconoclasta, de rodillas y camándula, en los reclinatorios de la Catedral Metropolitana.

El sólo de guitarra de su Gibson, quedará vibrando como mantra en el postrer de los tiempos. Foto: diariolatercera.com
Otras, para quienes el tiempo no es arena en las manos, ponen ahora su música en el Ipad que reposa en un escritorio de gerencia financiera o que sale a borbotones de los parlantes de una confitería de San Telmo, en una tienda de mascotas de Calle Corrientes, o en cualquier bulín de Caminito a medio día, con despachos recientes de un  bifé de chorizo y una jarra pletórica de un Malbec de Mendoza.

Desde los fúnebres tiempos del deceso de Gardel, en Medellín (la ciudad donde Cerati cantó por penúltima vez), hace 79 años, y del de Mercedes Sosa, hace cinco, no se había producido una conmoción lacrimógena en cadena como se ha visto en el reciente fallecimiento del ídolo rockero. La presidente Cristina Fernández, de negro ceremonia, mantilla religiosa y gafas ahumadas, no ha parado de expresar sus condolencias a la familia del músico, a los exintegrantes de Soda, a la fanaticada generacional, y a la anciana mujer en quien en este momento recae todo el peso de la soledad, pero también del coraje, la fe y la paciencia de los últimos años: su señora madre.

Doña Lilian Clark fue vigía permanente en la cabecera del hijo absorto en un mutis interior, inexplicable, enceguecedor. Cuando las esperanzas representadas en unos lentos movimientos de los dedos de la mano derecha vaticinaban el milagro de la recuperación, de un despertar redentor, y todos los del club Cerati nos comíamos el cuento de que sí era posible que saliera de ese límbico y extraño sueño largo que es un estado de coma, sobrevinieron las complicaciones, esta vez por cuenta del corazón y los pulmones.

Perfeccionista, lúdico, conmovedor, así fue la vida y la obra que dejó plasmada Cerati en sus melodías. Foto: natanielelcamino.blogspot.com
La vida de Gustavo Adrián Cerati Clark se apagó en la mañana del jueves 4 de septiembre de 2014, en la Clínica Alcla, de Buenos Aires. Igual, empezó a apagarse desde aquel memorable concierto del 15 de mayo de 2010 en el estadio de la Universidad ‘Simón Bolívar’, de Caracas, minutos después de afinar ‘Deja vu’, tema de cierre, el corte promocional de su último trabajo, ‘Fuerza natural’. Con guiño premonitorio manifestó a la muchedumbre excitada:  “Espero que lo hayan disfrutado. Este es el último concierto de la gira. ¡Y quién sabe hasta cuándo!”.

Luego de descender de tarima, sintió los primeros estertores del cortocircuito neural, que en la clínica La Trinidad, de la capital venezolana, fue diagnosticado como accidente cerebro-vascular. En ese trance y después de la operación, para citar a Barba Jacob, Gustavo Cerati “era una llama al viento. Y el viento la apagó”.

Si el paraíso prometido de Abraham es cierto, Cerati, a esta ahora, debe haber transmutado en un cisne de ágora, azul en su plumaje, de ojos límpidos de niño burlesque, chapoteando enternecido en su ‘Lago en el cielo’. Ojalá, desde la remota tierra, atosigada de metrallas y bombardas, alcancé a oír el rumor coral de quienes lo admiramos y seguimos en vida, y lo perduraremos con el correr de los tiempos:

“Vamos despacio para encontrarnos,/ el tiempo es arena en mis manos,/ sé por tus marcas/ cuanto has dejado/ para olvidar lo que hiciste,/ sentir algo que nunca sentiste…

Cerati, amigo, despierta ya, que llegó el amor.

Frases memorables de Gustavo Cerati

'Luna en el cielo', la parada eterna de Gustavo Cerati, 'El arquitecto del rock'. Foto: terra.com 
*Y si te abrazo es para sentir, que a nuestro amor nunca podrán sacarlo de raíz.

*Me pasé la vida imaginándote; no es momento para ser cobarde.

*Lo terrible del mar es morir de sed.

*Lo que seduce nunca suele estar donde se piensa.

*Si el lenguaje es otra piel, toquémonos más con mensajes de deseo.

*El fin de la pasión es que lo oculto se vea.

*Hasta la música que no me gusta me ha influenciado.

*El rock argentino se parece a la mala televisión.

*Si yo me retirara ahora, que no creo que sea muy factible, pero supongamos que sí, me iría contento, por Fuerza Natural.

*El arte te da la posibilidad de mentir, de imaginar, de cambiar los sistemas. Ojalá me animara a mucho más de lo que me animo. De eso se trata ser artista: de animarse, de ser cara rota, pero con talento.

*Sé que Dios es bipolar.

*Nadie, realmente, ha inventado algo de cero.

*Poder decir adiós es crecer.

*El lugar de Soda no lo ocupa nadie.

*Cuando no nos sirven las palabras, llorar es mejor.

*Yo te quiero para siempre, pero siempre es hoy.

*Nuestro futuro depende de cómo entendamos el pasado.

*Sos el paisaje más soñado, sacudiste las más sólidas tristezas y respondiste cada vez que te he llamado.

*Mereces lo que sueñas.

*¡Gracias…totales!

Gustavo Cerati, once episodios sinfónicos (2001): http://bit.ly/1A7oQyY
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