Leopoldo López, junto al bronce de José Martí, minutos antes de entregarse a la guardia |
Ricardo Rondón Ch.
Un complejo estado siamésico –si se me permite la
licencia idiomática-, tiene a Venezuela al filo de una
guerra civil, un derramamiento de sangre en cadena en el que, Dios no lo
quiera, pagarían los más inocentes, el pueblo en rama, la juventud enérgica y
valerosa, por culpa de la irracionalidad,
la furia megalómana de su gobierno, un poder a ultranza que roza los topes de
la demencia y la decrepitud del espíritu.
Dos cabezas, dos vertientes, cruento enfrentamiento en un paralelismo ideológico donde la fuerza bruta de las armas y la represión
supera las manos limpias, el clamor, la legitimidad ciudadana y la esperanza. La esperanza, verdad de Perogrullo, “que es lo último que se pierde”, se encuentra como moneda
extraviada en el oscuro fondo de arenas movedizas en que se ha convertido la hermana República,
hoy sacudida por la violencia, la barbarie y la estigmatización.
Las dos fotos que ilustran este artículo son suficientes
para sintetizar la preocupante crisis venezolana: Nicolás Maduro, respaldado por la marea roja
del oficialismo, después de pronunciar a voz en cuello su trajinado discurso de
un golpe de Estado del fascismo, desconociendo el origen histórico y etimológico de esta palabra que él aplica a su antojo.
Entiéndase por fascismo la fuerza unilateral, militar y totalitarista que en las
postrimerías de la Primera guerra mundial tuvo como mayor exponente al dictador
italiano Benito Mussolini, paradigma de la abolición de las libertades
individuales, órgano represor contra toda reflexión o contradicción de sus
dictámenes y leyes, que derivó en
directas ramificaciones en el nazismo alemán y en el falangismo español.
Maduro, por supuesto, no tiene ni de lo uno ni de lo otro,
porque no tiene praxis ni antecedentes en esto que los eruditos denominaron
antropología filosófica. Ni siquiera es político. No obstante ejerce una suerte
de fascismo tropical, herencia de la logia chavista que se ha sostenido en el
poder a lo largo de quince años, bajo la batuta en la actualidad del hombre más
poderoso política y económicamente de Venezuela: Diosdado Cabello, presidente
de la Asamblea Nacional Constituyente.
Una fórmula demencial, acaparadora y hostigante que ha
sumido a Venezuela en un caos económico sin precedentes, con una inflación que
sobrepasa el cincuenta por ciento, con un emprobrecimiento no sólo de la
despensa familiar del ciudadano de a pie, sino de lo más más grave aun, su
identidad, sus derechos y su dignidad; una postración humillante y esclavista,
agregado a un temor doméstico, sonámbulo, representado en la más alta tasa de inseguridad
que vive la nación en su historia, propagada por tentáculos siniestros y
arrasadores: la de la delincuencia común, el asalto a mano armada a cualquier
hora del día, y la de los ‘colectivos’ y guarniciones auspiciados por el gobierno,
milicias autorizadas y con carné expuesto para cometer cualquier cantidad de
crímenes y actividades ilícitas, incluido el narcotráfico.
Maduro arenga a la marea roja con su reiterado discurso de la amenaza de golpe del fascismo |
La otra gráfica no puede ser más explícita: ahí está inquebrantable y decidido el líder de la oposición,
Leopoldo López Mendoza, joven político y economista venezolano con un master en
Harvard, ex alcalde del municipio de Chacao, en Caracas, coordinador nacional
del partido Voluntad Popular, quien desde la marcha estudiantil del 12 de
febrero, que dejó como saldo tres estudiantes muertos y más de sesenta heridos,
se ha convertido en la figura mediática de mayor relevancia y debate a nivel
mundial, después de entregarse a las autoridades el 19 de febrero, en medio del
clamor y la admiración de sus seguidores, quienes encuentran en él el mayor
respaldo a su lucha a contracorriente por la libertad, la verdad y la
reivindicación de un país estancado en el atraso, la farsa y las excentricidades
de un poder siniestro y tóxico que se escuda en la torpe y empecinada dramaturgia del 'socialismo bolivariano'.
Mientras López Mendoza animaba a sus simpatizantes desde el
bronce de José Martí para no desfallecer en el cometido de restaurar la
democracia, la coherencia y la libertad de expresión en su país, minutos antes
de entregarse a la guardia, Maduro se desgañatiba en
improperios con todo aquel –incluso el
presidente Juan Manuel Santos- que propusiera un mensaje o una reflexión de
reconciliación y solidaridad a la crítica y sangrienta situación que vive
Venezuela, su capital, Caracas, y ciudades como Maracaibo y Valencia, esta
última, escenario en las últimas horas de la muerte por un disparo en la cabeza
de la Miss Turismo 2013, Génesis Carmona, de apenas 22 años.
Pero en el tono de Maduro y de su mecánico y reiterado
parlamento de la amenaza fascista, se percibía a leguas el temblor de cuerdas y
la inestabilidad en su pedestal de quien en verdad se siente amenazado, del que
sabe que algo negro se avecina. Y de eso también están
enterados los otros dos miembros de este novelesco sanedrín: Diosdado Cabello y
el canciller Elías Jaua.
Seguramente correrá más sangre, más linfa inocente, pero
valiente, la de las juventudes en marcha y la de los ciudadanos de bien que
quieren recuperar el país próspero, digno y vivible que sus padres y abuelos
forjaron en las épocas generosas de la democracia. Sólo las vigorosas marchas estudiantiles han dado resultado. Recuérdese mayo del 68 en París. la revolución innata, a la par del rock, la más efectiva y contestataria en la memorabilia de las protestas orbitales.
Rescatar la nación donde sus recursos y divisas eran aprovechados en
beneficio de su pueblo, de su educación y su salud, de sus garantías y
menesteres prioritarios. La Venezuela que no necesitaba importar gasolina,
cuando ha sido el pilar internacional del petróleo, que hoy los mandamáses de dril y boina regalan a Cuba, Bolivia y Nicaragua.
La Venezuela abierta a las diferencias y a la discusión civilizada, sin amenazas, sin mordazas, sin exclusiones ni fundamentalismos. La Venezuela dirigida por mandatarios capaces, inteligentes, generosos, no por tiranos desvergonzados disfrazados de comunistas que están llevando a la hermosa patria del recién fallecido Simón Díaz al ostracismo y la perdición.
La Venezuela abierta a las diferencias y a la discusión civilizada, sin amenazas, sin mordazas, sin exclusiones ni fundamentalismos. La Venezuela dirigida por mandatarios capaces, inteligentes, generosos, no por tiranos desvergonzados disfrazados de comunistas que están llevando a la hermosa patria del recién fallecido Simón Díaz al ostracismo y la perdición.
En una celda inhóspita de Ramo Verde, penitenciaría militar, aguarda López Mendoza un proceso cargado de dudas, de triquiñuelas jurídicas, de incertidumbres fiscales. Su gente no lo ha desamparado en ningún instante. Ahí está está atenta y vigilante, por encima del fusil, la agresión y la amenaza. Y con la arenga altiva, como la de José Martí en su plaza.
Mientras prevalezca el nervio vivo de las juventudes y sus líderes, y no se renuncie al clamor perseverante del cambio emergente, Venezuela resurgirá del caos y la deshumanización en que por ya tres lustros la ha mantenido el oportunismo maléfico.
Mientras prevalezca el nervio vivo de las juventudes y sus líderes, y no se renuncie al clamor perseverante del cambio emergente, Venezuela resurgirá del caos y la deshumanización en que por ya tres lustros la ha mantenido el oportunismo maléfico.
El sólo hecho de que se empiecen a mover los cimientos del sanedrín,
ya es una señal afortunada.
(Vea el vídeo de Leopoldo López): http://www.infobae.com/2014/02/18/1544696-el-video-que-leopoldo-lopez-publico-su-cuenta-twitter
(Vea el vídeo de Leopoldo López): http://www.infobae.com/2014/02/18/1544696-el-video-que-leopoldo-lopez-publico-su-cuenta-twitter
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