viernes, 21 de febrero de 2014

Cleóbulo Sabogal: fiscal de los cacógrafos

El profesor Cleóbulo Sabogal, atrincherado entre diccionarios. Foto cortesía El Espectador 
Ricardo Rondón Ch.

Triste realidad: de las quinientas mil palabras que en promedio tiene el castellano, un colombiano corriente no alcanza a manejar cinco mil. Las alocuciones en radio y televisión (sobre todo en las secciones de entretenimiento, chismes y farándula), están plagadas de yerros. Ni hablar de periódicos, revistas y otras publicaciones, todas ellas, empedradas de errores idiomáticos.

Estás y otras consideraciones hacen parte del vivir cotidiano del profesor Cleóbulo Sabogal Cárdenas (Cunday, Tolima, 1974), desde su escritorio de jefe de información y divulgación de la Academia Colombiana de la Lengua.
  
Hasta hace un par de años, Sabogal era un defensor del idioma con su sección ‘Los puntos sobre las íes’, de Noticias Caracol, pero la ‘brillante’ idea de su ex director, Darío Fernando Patiño, de sacarlo del aire, con el argumento facilista de que no tenía rating, dejó un enorme vacío para quienes propendemos por el uso del buen castellano (ojalá su actual director retome su estimulante cátedra, o en su defecto continúe en otro canal).

Ahí donde lo ven, el profesor Cléobulo, que podría ser el nombre de un santo, estuvo a punto de ordenarse sacerdote.

La Pluma & La Herida le picó la lengua.

¿Cómo son las relaciones con tus padres a partir del nombre con que te bautizaron?

“Fue una relación de gratitud la que tuve con mis padres, porque los dos fallecieron. Sin embargo, agradezco a mi padre el haber escogido este nombre griego, que tiene un gran significado, y que al decir de muchos, hago honor a él”.

¿Por ese nombre fue que decidiste en tu juventud seguir los caminos del sacerdocio?

“No, el nombre no tuvo nada que ver con mi carrera, que fue la sacerdotal”.

¿Qué te motivó entonces?

“La vocación que desde niño sentí y por la que estuve diez años interno en el Seminario de Ibagué”.

¿Te alcanzaste a ordenar?

“Terminé la carrera, recibí ministerios de electorado y acolitado, pero me faltaron las órdenes diaconal y sacerdotal”.

¿Y qué te hizo renunciar?

“Al final descubrí que no era mi verdadera vocación”.

¿Tienes un diario donde cuentes esta vida y la otra al servicio de Dios?

“Nunca he llevado diarios”.

Pero con diez años de encierro monástico debes tener muchas cosas qué contar...

“Hay un conjunto de anécdotas, tristezas, alegrías y satisfacciones, pero tampoco como para publicar un libro”.

¿En qué momento te dejas seducir por la lengua, en el sentido categórico de la palabra?

“Al final de mi carrera sacerdotal, porque estando en el seminario oficiaba como profesor de español y luego ingresé a estudiar Licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad de la Salle”.

¿Cuánto llevas trabajando en la Academia Colombiana de la Lengua?

“Estoy próximo a cumplir catorce años”.

¿No es como para enloquecerse estar todos los días rodeado de incunables y mamotretos?

“No es para enloquecerse, sino para enriquecerse y para aprovechar al máximo el tiempo”.

Cuando te observas al espejo, ¿no te da la impresión de que estás tomando la sospechosa curvatura de una interrogación?

“Me doy cuenta de que estoy tomando la forma de un signo de exclamación, porque cada vez me admiro más de lo que desconozco”.

¿En instantes neuróticos te asaltan tempestades de tildes, apóstrofes y comas?

“No, las tempestades que me asaltan tienen que ver con problemas sintácticos”.

¿Eres un obsesionado de la letra H?

“Sí lo soy, porque muchas veces me quedo como una H, es decir mudo, ante tanto conocimiento inabarcable de nuestro idioma”.

¿Es cierto que estás avanzando en un complejo ensayo de mil páginas alrededor de la ‘muda’?

“No es cierto, y esa pregunta me deja mudo”.

¿Cuál es para ti la letra más sensual del abecedario?

“Podríamos retomar la H, puesto que con ella se escriben muchas interjecciones como hum, huy y hey, ésta última, que dio nombre a una de las célebres canciones de Julio Iglesias”.

¿Tienes alguna aversión contra la Ñ?

“En absoluto, porque esta letra es indispensable en nuestro idioma”.

¿Por cuál signo de puntuación sientes más simpatía?

“Por la coma, porque es el signo que más usos tiene y el que más se presta a discusión”.

A propósito, ¿cuál fue el motivo de tu salida de ‘Los puntos sobre las íes’ de Noticias Caracol?

“Se cumplió un ciclo y se determinó que era hora de que saliera del aire”.

¡¿Pero cómo?!, si llegó a tener un poder de convocatoria impresionante...

“Pero al exdirector de noticias, Darío Fernando Patiño, no le pareció que el poder de convocatoria fuera tan grande...”.

Bueno, dicen que con Luis Carlos Vélez, su actual director, la cosa es a otro precio. ¿Te gustaría volver con tus famosos punticos...?

“Él es un periodista dinámico e innovador, y si le gusta la cultura, es probable que la sección vuelva”.

¿En la calle te recuerdan como ‘Coágulo’?

“Nunca: las personas que me reconocen después de dos años largos de no estar en el noticiero, me llaman por el nombre, o me dicen profesor”.

¿Hay un santo con ese nombre?

“No señor, lo más parecido a mi nombre entre los santos es Teódulo, que significa siervo de Dios”.

¿Es verdad qué es difícil ingresar a tu domicilio por la cantidad de arrumes de diccionarios y libros de gramática que existen?

“No es verdad, puesto que soy una persona muy organizada, y casi todos mis libros están en el estudio de mi apartamento”.

¿Cuál es el diccionario en español más confiable en este momento?

“Aparte del Diccionario de la real academia española, consulto otros muy importantes como el Diccionario de uso del español y el Diccionario del español actual”.

¿Qué hay con el Diccionario panhispánico de dudas?

“Es mi libro de cabecera para resolver múltiples interrogantes idiomáticos”.

¿Sigues consultando a María Moliner?

“Sí señor, porque es uno de los diccionarios más importantes de nuestra lengua y la editorial Gredos se ha encargado de actualizarlo: ya va por la tercera edición, publicada en 2007”.

¿Crees que los correctores de estilo están en vías de extinción?

“Para nada. Sin embargo, muchos de ellos sí están condenados a desaparecer por su mala preparación y por su desconocimiento del idioma, que es la herramienta esencial de su trabajo”.  

¿Cuántas palabras en promedio tiene el idioma español?

“Más o menos 500 mil”.

¿Cuántas palabras del español puede manejar un colombiano corriente?

“No más de cinco mil”.

Triste, ¿verdad?

“Sí, porque es una mínima parte del gran caudal léxico de nuestro idioma”.

¿Esto quiere decir que los colombianos somos unos malhablados?

“Más que malhablados diría que hay mucho desconocimiento de nuestro idioma y que lo maltratamos a menudo”.

¿Tienes por afición cazar gazapos como en su momento lo hizo Roberto Cadavid Misas, el recordado Argos?

“No tengo esa afición, pero los detecto fácilmente en mis lecturas”.

¿Los periódicos y revistas colombianas están bien escritos?

“No lo están. Todo lo contrario: están empedrados de errores idiomáticos”.

Pues ahí está una labor tuya: fájate un manual de estilo editorial. Podría ser un éxito de ventas.

“Se han publicado muchos libros y manuales de estilo, muy buenos la mayoría de ellos, y de nada han servido para contrarrestar la oleada de yerros idiomáticos”.

¿Cuál es la palabra más extraña que conoces?

“Calipedia, una palabra de origen griego que designa el arte quimérica de procrear hijos hermosos”.

¿Cuál es el verbo que más conjugas?

“Leer”.

¿Y del que más rehuyes?

“Emperezar, es decir, dejarse dominar por la pereza”.

¿Eres un artículo de fe?

“No lo soy, porque los artículos de fe sólo pueden ser propuestos por la Iglesia”.

¿Tus disputas son de género?

“De ningún modo, porque no suelo entrar en disputas de ningún género”.

¿Te conmueven las diéresis?

“No conmueve su presencia sino su ausencia, puesto que muchos creen que este signo diacrítico ya no se emplea”.

¿A qué sabe una lengua muerta?

“A nostalgia, porque es un sistema de comunicación ya perdido”. 

Fuera de la lengua, ¿para qué más eres bueno?

“La lengua ha sido mi fuerte, pero por mi segunda carrera, el sacerdocio, me destaco en asuntos religiosos”.

¿Entonces eres la mata de la piedad?

“Sin ser la mata reconozco que soy muy creyente, piadoso y católico practicante”.

¿Qué pecados puede tener un hombre aparentemente sin mácula como tú?

“Muchos, puesto que uno ofende a Dios hasta con el pensamiento”.

¿Y de los capitales?

“De pronto me dejo llevar por la soberbia, que es el más grave de todos, y que por ese un ángel se convirtió en demonio”.

¿Cuánto hace que no te confiesas?

“No más de unos tres meses, aunque esta también es una confesión, y pública”.

¿Y cuánto que no te arrodillas?

“El domingo, puesto que participo en la eucaristía dominical”.

¿Ayunas?

“Hubo una época, cuando estudiaba en el seminario, en que sí lo hacía, pero actualmente no”.

¿A qué santo le prendes veladoras?

“A ninguno”.

¿Quién es Cleóbulo Sabogal Cárdenas cuando se meta a la cama y apaga la luz?

“Un ser durmiente, que la demora es que yo ponga la cabeza sobre la almohada y quedo dormido como un bebito”.

¿Y quién te socorre cuando te atragantas de miedo con una horrible pesadilla?

“Dios, porque con Dios me acuesto y con Dios me levanto”.

¿Cuál es la pesadilla más frecuente, acaso la mala ortografía?

“La ortografía es por definición escritura correcta, luego, ‘mala ortografía’, es una contradicción y ‘buena ortografía’ es un pleonasmo o redundancia”.

¿Entonces cómo se dice, profesor?

“Se dice cacografía, es decir, la escritura contra las normas de la ortografía”.

¿Y tú eres el verdugo implacable de los cacógrafos?

“Si me dan la oportunidad me convierto en un censor, más que un verdugo”.

¿Cuál es el antónimo de cacógrafo?

“Portógrafo, y ese soy yo”.

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1 comentarios

  1. Muy interesante la entrevista. Da ánimos para escribir con ortografía y aprender mucho más sobre nuestro idioma.

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