martes, 22 de octubre de 2013

'Papa Giovanny', nostalgia de 'La vendedora de rosas'

Ricardo Rondón Ch.

‘Papá Giovanny’ es uno y muchos tangos a la vez. Conoce la vida sin cáscara en los bajos fondos del Medellín malevo, en las cuevas y recovecos donde anida el vicio duro, la miseria y la orfandad.

Y escarba en el “botellerío humano”, como el dice, refiriéndose a los habitantes de la calle que por años ha rescatado de la adicción a las drogas, de las enfermedades contagiosas, y de esas heridas, físicas y espirituales, que tardan tiempo en sanar.

Allí, en Barrio Triste, un nombre que hubiera deseado Homero Manzi para una página de arrabal, entre San Juan y la Avenida Ferrocarril, Colombia y La Macarena, a sólo cinco cuadras del Guayaquil novelesco que honrara con una sentida novela ‘Aire de tango’, el escritor Manuel Mejía Vallejo, pasando el puente de Alpujarra, Giovanny Patiño Tejada se ganó hace muchos años el título de ‘Papá Giovanny’ por su apostolado de años en salvar esas almas sumidas en el infierno de los estupefacientes, ese demonio rastrero que lleva a la degradación humana, el crimen y la muerte.

Él, que nació hace 43 años en este territorio comanche, el de Barrio Triste, que nunca se ha fumado un cigarrillo (detesta su humo), que recuerda a Óscar Patiño, su padre, como un “loco y hermoso aventurero”, y a su señora madre, Morelia Tejada, “como la viejita trabajadora que a veces, por cumplir a sus labores en una panadería, me dejaba al cuidado de las prostitutas del hotel Olímpico".

"Ellas se ponían a jugar con mis crespos, me daban de comer y me tenían como el niño mimado de su cuadra. A mí me arrullaron las putas en tiempo de tango, que es la banda sonora de mi vida”, dice este hombre franco y de mirada sincera que ha aprovechado al máximo su existencia para ayudar a su prójimo, el más dolido, señalado, perseguido y envilecido, aquel que la sociedad impostora, al decir de Rubén Blades, se empeña en castigar y rehabilitar, algo que nunca ha sido habilitado.

Patiño Tejada, que ha tocado fondo en este drama, lucha parejo por crear, a través de una corporación, gestionada y liderada por iniciativa propia, un aliciente para la población marginada de Barrio Triste, en la medida de talleres, tejidos, bordados, productos alimenticios y artesanías, y de una productividad que resume la esperanza de sus habitantes por salir de las tinieblas y el abandono, y renacer en una vida digna.

El trabajo de ‘Papá Giovanny’ no ha sido en vano cuando son muy pocas las ‘ollas’ y los fumaderos que hoy quedan. “En otra época -subraya-, hace unos diez años, ésta era la capital mundial del vicio. Te estoy hablando de ‘Las Cuevas’, por donde pasaban a diario, y más, los fines de semana, cientos de personas de todos las edades y estratos. Aquí se quemaban bultos de marihuana y de bazuco, y de todas las drogas habidas y por haber. Esto era el mismo infierno. Y agregado al comercio y al consumo de droga, el delito rampante, la violencia, la muerte y la ley del silencio”.

A partir de esa dura experiencia escribió un libro cuyo título sintetiza la labor que ha venido desarrollando: ‘Para llegar al bien, conocí el mal’, que narra en pepa los impresionantes dramas de la gente del asfalto que cae en el abismo del consumo de droga, algunos por curiosidad, otros por esa depresión que conlleva el desamor, la soledad y la falta de oportunidades. 

Con su mochila terciada y repleta de medicamentos, analgésicos, inyecciones, desinfectantes, el redentor de los indigentes se desliza por oscuros laberintos en procura de sanar las llagas y las enfermedades de aquellos seres que jamás atenderían en el pabellón de urgencias de un hospital, menos en un centro de salud o en un consultorio particular.

Periódicamente programa brigadas sanitarias de vacunación, aseo, peluquería, desintoxicación y entretenimiento. “Ya no se me hace raro -dice Patiño Tejada- ver un loquito que de repente se me avalanza para abrazarme y darme gracias por haberle salvado la vida, o por curarles sus heridas, o por asistirlo cuando más lo necesita”.

Papá Giovanny,  una vida de película
Fue así que ‘Papá Giovanny’ se convirtió en el mecenas de esta comarca de marginales, pero también en el embrión de cinematografista que se fue empollando en las entrañas de Barrio Triste, gracias a sus estudios nocturnos de técnicas de comunicación audiovisual, y de los primeros contactos que tuvo como productor y asesor de casting de destacados directores de cine, el primero en suerte, Víctor Gaviria, quien le delegó la misión de reunir los actores naturales de ‘La Vendedora de Rosas’.

Ese trabajo de búsqueda y selección, y posteriormente de ‘acuartelamiento’ y preparación durante dieciséis meses, arrojó el documental ‘Como poner a actuar pájaros’, una cruda pero reveladora metáfora de convencer a un puñado de jóvenes, la mayoría corroídos por el crimen y el vicio, a responder a los parlamentos de un guión, y a la ordenanza de un director entre cámaras.

De ese espeso lodo fueron germinando los actores que hicieron historia en el Festival de Cannes y otros festivales de suma importancia en el Séptimo Arte: Lady Tabares, quien paga una condena por homicidio de 26 años en la penitenciaría de San Cristóbal, en Medellín; John Freddy Ríos, apodado ‘Chocolatina’, quien quedó inválido de por vida después de recibir cuatro balazos en un cruce entre policías y malandros; Elkin Giovanny, ‘El Canoso’, ya fallecido; Alex Bedoya ‘La Lángara’, también muerto, y el más bravero y atorrante de esta tribu, Giovanny Quiroz, ‘El Zarco’, famoso por su crueldad y su mirada de espanto.

El éxito de ‘La Vendedora de Rosas’ fue el trampolín para que ‘Papá Giovanny’ trascendiera como un cotizado director de casting. En ese tren continuó su compromiso para escoger los actores naturales, los extras y los protagonistas (Juan David Restrepo y Anderson Ballesteros) de ‘La Virgen de los Sicarios’, dirigida por Barbet Schröeder, basada en la novela homónima de Fernando Vallejo.

De ahí retornó a trabajar con Víctor Gaviria en ‘Sumas y restas’, en calidad de actor y productor, para conectar con Emilio Maillé y Matthias Ehrenberg, en ‘Rosario Tijeras’, y luego ‘En coma’, dirigida por Juan David Restrepo, donde además de la producción interpretó al guardián de una cárcel, para rematar tres años después como guionista, productor y director de su propia película: ‘Loladrones’, desde su productora, Barrio Triste Films.

Para ‘Papá Giovanny’, el resumen de sus desgarradoras vivencias en las comunas de Medellín: “una bella historia de amor en las ‘favelas de Medallo’, protagonizada por  Gina Jaramillo, reina de belleza de la comuna 3, con actores naturales y reconocidos como Fabio Restrepo y María Fernanda Yepes (Rosario Tijeras en la serie televisiva).

Al Festival Internacional de Cine de Cartagena (2010) llevó Giovanny Patiño Tejada su ‘Loladrones’, y se sintió orgulloso de presentarla y de recibir de realizadores nacionales y extranjeros los mejores comentarios.

Así es el pulso efervescente y la fe inquebrantable de este hombre, quien mira, desde la cumbre de Robledo, el Diamante, en la comuna 7, donde vive con su mujer y sus hijos, ese Medellín de tantas lecturas y caras: el de la prosperidad afincada en su gente decidida, honesta y pujante, pero también el revés salpicado de sangre, drama, olvido y violencia, producto de la delincuencia y el narcotráfico.

El ‘Papá Giovanny’ que, como todo paisa tradicional que se respete, conserva en la sala de su casa un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, que se jacta de tener cinco críos con tres mujeres; que se voló de su casa cuando era niño para probarse varón en una temporada de rebusque en Cartagena, durmiendo en un árbol. vendiendo tintos y rosquillas en las playas de Marbella; el mismo que se bebe sus ‘guarilaques’ de vez en cuando escuchando tangos, su preferido, ‘Lágrimas de sangre’, “porque mi papá, un loco hermoso, me lo cantaba de niño”, y el que no cesa de escarbar en el “botellerío humano”, en ese trote, casi que demencial, de reciclador de almas perdidas.
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