El pequeño artista de la lente vive y estudia en una vereda
de Fómeque, Cundinamarca, y es guardián del águila crestada, especie en vía de
extinción
Ricardo Rondón Chamorro
(Fotos: Óscar Valderrama)
Matías tiene la mirada vivaz de las aves a las que les toma fotos, y la incontrolable hiperactividad de los colibríes que en su aletear vertiginoso, pican aquí y allá.
En su granja, La Rana, vereda Mortiñal, municipio de Fómeque, Cundinamarca, donde vive con su familia, Matías Valderrama Casallas, el niño campesino que en septiembre de 2022 se ganó un concurso de fotografía con una cámara prestada, se despierta con la feliz obertura de cientos de aves que cruzan el cielo del Parque Natural Chingaza, que las promociones turísticas venden como el hábitat de los osos de anteojos, pero que una mayoría desconoce que provee cerca del 80% del agua que consume a diario Bogotá.
"Payasito" ('myioborus ornatus'), foto de Matías, ganadora del concurso de fotografíaSorprende, que a sus escasos diez años, Matías esté tan enterado del ecosistema, de la flora, la fauna, los bosques de frailejones, sus flamantes espejos de agua, la espléndida variedad de aves de ese paraíso llamado Chingaza, a las que él llama, no solo por su nombre popular sino por el que le han conferido los científicos:
Arrayanes, chirimoyas, aguacates, gaques, palos de agua, toquines, balús, saucos, eucaliptos, guamos, granadillas, coachas, guayacanes, entre más de 400 individuos, en donde anidan y pernoctan torcazas, colibríes, copetones, turpiales, tintines, tucanes, mirlas, tangaras, alcaravanes, garzas y gallinazas, de más de 200 especies.
El águila crestada
La semilla del amor y el interés por el entorno natural, igual que su afición por la fotografía, viene de sus padres: Óscar Valderrama, docente y Jaqueline Casallas, ingeniera industrial, quienes han cultivado en Matías, y en Gabriel, su hijo menor, conciencia y cultura ambiental, y sentido de pertenencia por el privilegiado territorio que habitan.
Matías hace parte del proyecto Niños Amigos y Guardianes del Águila Crestada, iniciativa comunitaria de varias veredas de Fómeque, con el respaldo de Parques Nacionales de Colombia, la National Audubon Society (rectora de la conservación aviaria científica) y la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (UDCA).
Matías, con las botas puestas, rodeado de naturaleza, aire puro, la vida del campo
El águila crestada, soberana de los páramos, es una especie amenazada y en vía de extinción que habita en la zona de reserva forestal del páramo de Chingaza, a 2.700 metros de altura. «Solo quedan 200 de ellas -refiere Óscar Valderrama -. Son blanco de cazadores furtivos y de algunos campesinos, porque ellas bajan a buscar alimento a las granjas, y ahí es donde se forma el conflicto».
Matías obtuvo el primer premio del concurso de fotografía infantil aviaria organizado por la Gobernación de Cundinamarca, con la foto de un payasito ('myioborus ornatus'), subraya el niño, «de la familia parulidae». El dinero de la gratificación, representado en dos millones doscientos mil pesos, está guardado como base de ahorros para comprarse una cámara profesional, con sus respectivos lentes, porque con la que concursó, de aficionado, es propiedad del citado proyecto ambientalista.
Óscar, su padre, dice que Matías, desde que se inició en la fotografía, hace cuatro años, ha registrado más de 2.000 fotos de aves, incluida el águila crestada, de la que ha vendido cincuenta y cuatro cuadros, y que ese recaudo está en una cuenta de ahorros, porque uno de los proyectos a futuro de su hijo, es dar la cuota inicial de un bosque para la conservación de esta especie, cada vez más desprotegida y amenazada.
Escuela rural
El niño ambientalista al abrigo familiar: sus padres y su abuela ejemplar
El día a día de la familia Valderrama Casallas se reparte entre la granja La Rana y el estudio fotográfico que atiende en el pueblo, donde realizan trabajos para documentos y ceremonias: bautizos, primeras comuniones, grados, bodas, reinados de provincia. La fotografía es herencia de la señora madre de Óscar, doña Marlén Valderrama, una matrona de admirar: educadora, modista, estilista, y en su momento, la fotógrafa más solícita de la municipalidad.
La escuela rural donde estudian Matías y Gabriel se llama Mortiñal (nombre de un árbol parecido al arrayán) y solo tiene una maestra para todos los grados, la profesora Gertrudis. Fue levantada en adobe, fruto del trabajo colectivo de los campesinos, enclavada en una vertiente de la cordillera oriental, gran ventana abierta de la naturaleza, pródiga a la admiración por la belleza y el aprendizaje de la biodiversidad. Matías dice que quiere llegar muy lejos con la fotografía, y que cuando culmine el bachillerato, aspira a estudiar biología.
La escuela Mortiñal va de la mano de padres y madres de familia. Una de ellas, la ingeniera Jacqueline Casallas, madre de Matías, impulsora del proyecto bandera que busca disminuir la brecha entre el mundo contaminado de tecnología y la educación rural y experimental, las providencias y la riqueza del campo, y el aprovechamiento comunitario de sus recursos.
Matías y Gabriel en el itinerario de su expedición 2022: clase magistral de geografía
Y como la educación empieza por casa, en la granja La Rana no hay televisor ni dispositivos digitales ni monitores para videojuegos. El entretenimiento familiar gira alrededor de una biblioteca elaborada en guadua, donde abundan atlas de Colombia, libros de biología, botánica y geografía, juegos didácticos relacionados con la naturaleza, la mayoría de aves, y las sagas de Narnia y Harry Potter.
Es el vínculo de comunicación y esparcimiento de la familia, que deriva del proyecto de la granja y de Ondas de Mortiñal, emisora virtual que abandera en la región todo lo relacionado con la cultura ambiental, el respeto por los recursos naturales, su protección y conservación, el agua como fuente de vida.
Expedicionarios
En 2022, los niños Matías y Gabriel Valderrama Casallas no fueron a la escuela rural, pero no perdieron el año. Previo aviso a la profesora Gertudris, emprendieron con sus padres una expedición por diecinueve departamentos de Colombia, con la casa a cuestas, como llaman ellos a sus carpas iglú y morrales de exploradores, y la ropa necesaria para diferentes climas, que no supera dos prendas. Rex, el pastor alemán, guardián de la granja, también se unió al paseo.
Desde el primer día del viaje (1° de enero de 2022), hasta el regreso a Fómeque (segunda semana de diciembre de 2022), Matías llevó un diario de su puño y letra donde registró lo más relevante del ambicioso recorrido que inició por veredas de su municipio, y se extendió a Bogotá, Santa Marta, Sierra Nevada, Valledupar, Aracataca; Manaure y Cabo de la Vela en la Guajira; Popayán, Pasto, Ipiales, Cumbal, para rematar en Meta y Santander.
Soberana de las cumbres de Chingaza, paraíso de bosques y riqueza acuáticaSe transportaron en flota y en bicicleta, "echaron infantería" en largos tramos de distintas comarcas. Para recaudar fondos, se instalaron en parques y otros espacios públicos donde interpretaron vallenatos, porros y pasajes andinos, al ritmo de quenas y guacharacas.
Le pregunto a Matías qué fue lo que más le llamó la atención de su extraordinario viaje. El niño, con su aguda mirada de colibrí, dice que todo, pero que lo que conoció de Nariño lo dejó impresionado, y enseña la página del diario donde escribió al respecto:
«Nos despedimos de Nariño, un departamento hermoso, de gente muy amable y culta. Para mí Nariño es el departamento más lindo del mundo, con sus bellas lagunas, como la Cocha, y sus volcanes, como el Galeras y el Cumbal, y la magia y la alegría de sus indígenas, algo mágico que no se puede explicar. Adiós Nariño».
Matías concentrado en su granja de la vereda Mortiñal, en Fómeque, Cundinamarca
La bitácora de Matías está consignada en un cuaderno resortado de cuadriculas, de gran formato. La mayoría de los capítulos están acompañados de dibujos. Por estas fechas, lo ocupan las narraciones del último tramo de su expedición.
En 2023, Matías, el niño ambientalista, guardián del águila crestada, retornará a la escuela Mortiñal a cursar 5° grado, pero no puede ocultar que quedó picado por el viaje. Óscar, su padre, dice que el próximo sería por Amazonas, Guainía y Vichada. «Fue una magnífica e inolvidable experiencia, una clase de geografía de un año por esta Colombia megadiversa y hermosa», concluye.
Colombia urge de familias como los Valderrama Casallas y niños como Matías y Gabriel
El planeta agoniza. ¿Vieron la reciente catástrofe de la costa este de los Estados Unidos con sus arrasadoras tormentas de hielo y nieve que han dejado muertos y destrucción a su paso? Vamos por el quinto aviso, El quinto jinete del apocalipsis, citando el best-seller de Dominique Lapierre y Larry Collins.
Urgen familias como los Valderrama Casallas, y niños como Matías y Gabriel, promotores de cultura y conciencia ambiental. Que se multipliquen esas proles. Las necesitamos. Está visto que las pomposas cumbres climáticas de los poderosos, con sus empalagosos y reiterativos discursos, quedan en eso: solo palabras. Y en las fotos de abrazos y sonrisas impostadas.
Sigue volando alto, Matías, como tu imponente águila crestada.
(Las personas interesadas en apadrinar a Matías en sus nobles causas, lo pueden contactar a través del celular de su padre, Óscar Valderrama: 3108151695)
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