14 de julio de 2020: 100 años del natalicio del reportero gráfico que narró con su talento la historia de Bogotá en distintas épocas. |
Ricardo
Rondón Chamorro
Fotos: cortesía Archivo Manuel H.
Aquella mañana lluviosa del sábado 19 de septiembre de
2009, un día después de su fallecimiento, a los 89 años, un grupo de vecinos y
admiradores del fotógrafo Manuel H se instaló a las puertas de su laboratorio
de fotografía, en la calle Veintidós con carrera Séptima, de Bogotá.
De esa centenaria casona con balcón de estilo
republicano, donde el maestro despachó por más de sesenta años, saldría su
féretro en romería, rumbo a la plaza de toros de Santamaría, donde Manuel
Hermelindo Rodríguez Corredor, como registraba su cédula, adoptó para siempre
el sello artístico de Manuel H., personaje querido y admirado en el callejón hasta
sus últimos años, cuando arribaba puntual con el maletín de reportero terciado
al hombro, su frondosa melena plateada, y esa mirada dulce que ahorraba palabras.
A ese ruedo regresaba Manuel H para ser despedido con
honores, en el marco de una ceremonia sencilla oficiada por el padre jesuita
Joaquín Sánchez García, capellán de la plaza por varios lustros. En el albero
sobresalía el standee en cartón al
tamaño del viejo Manuel H, como le
llamaban con cariño. La última faena del veterano fotógrafo fue bordada con unas
breves pero sentidas palabras del empresario Felipe Negret Mosquera, y de ahí a
la Capilla de la Fe, al norte de Bogotá, donde fue velado.
Así florecía, en los surcos de la memoria postrera, la
leyenda de unos de los grandes exponentes de la fotografía en Colombia, en la
misma línea de recordados como Sady González, Leo Matiz, su hermano Armando (el
Fotógrafo de la nostalgia), Nereo, Carlos
Caicedo, entre otros, cuando la
fotografía analógica y en blanco y negro poblaba las páginas de los principales
diarios, y las de los álbumes y colecciones de expertos y aficionados.
De mediana estatura, probo, sencillo, de más oídas que
hablas, el viejo alquimista del cuarto oscuro, amalgama de filósofo empírico,
trashumante irredento y poeta de la imagen, narró desde la juventud con sus
cámaras gran parte de la historia de Bogotá.
La tenebrosa y sangrienta jornada del 9 de abril de 1948 |
El centro capitalino era su campo de batalla, siempre de
a pie, en un trasegar silente, desapercibido entre multitudes, y en los
momentos más fragorosos y decisivos de la historia de Colombia, como aquella
tarde tenebrosa del 9 de abril de 1948, cuando Manuel H se vistió de luces como reportero gráfico al cubrir, con escasa
experiencia y una cámara Rolleiflex que compró por veinte pesos, los
catastróficos episodios que sucedieron al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
En ese momento Manuel H tenía veinticinco años, y recién
se había casado con María Julia Rodríguez, con quien tuvo diez hijos (dos fallecidos), y residía en una
humilde vivienda del barrio La Concordia donde se ingenió, en la alcoba
conyugal, un nicho para el revelado.
Ese 9 de abril, Manuel H estaba tomando tinto con su
hermano Jaime en el Café Colombia, cuando se enteró de la trágica noticia del líder
liberal, en la voz del locutor Rómulo Guzmán, encargado del informativo
gaitanista que se emitía por Radio Santa Fe.
El fotógrafo en ciernes, con la cámara al pecho, salió
disparado a la calle a enfrentar esa gesta escalofriante y suicida, sin más
distintivo que un pañuelo blanco que se amarró en el brazo derecho, y el motor
a toda marcha de su juventud sedienta de
aventuras. Manuel H, muchos años después, contaría que ese capítulo siniestro
del Bogotazo, le hubiera podido
costar la vida.
Nadie explicaba cómo, en esa sangrienta jornada, el
fotógrafo en solitario pudo multiplicarse en diferentes flancos para realizar
su trabajo: a las afueras del edificio Nieto (Cra. 7°, calle 14), donde fue
ultimado el llamado Caudillo del Pueblo,
a manos de Juan Roa Sierra; en el arrastre del asesino linchado por la turba
enardecida, rumbo a la Plaza de Bolívar; en la Clínica Central a donde fue
llevado Gaitán herido de muerte (allí tomó la foto del difunto con las
enfermeras), en el endemoniado asalto a la Ferretería Berrío, donde la chusma alucinada
se proveía de martillos y machetes (a un grupo de ellos los puso a posar); y al
siguiente día, en el Cementerio Central, con Felipe González Toledo, encargado
de la crónica roja de El Espectador, en procura de identificar, en medio de una
pila de cadáveres, el de Roa Sierra, desnudo y con el rostro destrozado, el
único que tenía dos corbatas atadas al cuello, las mismas que fueron utilizadas
para arrastrarlo.
Celebridades como Gabriel García Márquez, entre una larga lista, fueron registradas en las cámaras del recordado Manuel H. |
Contaba Manuel H que en esos recorridos de la muerte, los
saqueos, el incendio de los tranvías, los disparos que se oían desde los
campanarios de las iglesias, como las de San Francisco y Santa Bárbara, y las
miradas desorbitadas de los revoltosos corriendo agitados y sin rumbo sobre un
pavimento resbaloso de lluvia y sangre, estuvieron a punto de robarle la
cámara, pero que lo salvó el grito de unos conocidos que se interpusieron
alegando que ese era Manuel H, el fotógrafo, el taurino.
El quite oportuno de los aficionados sustentaba ya su
presencia en la plaza bogotana, reforzada cuando dos años atrás Manuel H le tomó
la postal memorable a su tocayo, el diestro español Manuel Rodríguez Manolete, una de perfil, con los hombros
recostados sobre los tableros, y la mirada taciturna, ensombrecida.
Ese retrato poético de la soledad del torero cruzó el
Atlántico, llegó a España y se hizo célebre, pero nunca recibió una
bonificación por ella, como tampoco por las fotos que tomó del 9 de abril. Al
año siguiente, el 29 de agosto de 1947, Manolete pasaría a la historia de los grandes
de la tauromaquia mundial en Linares, en
el mismo ruedo que lo vio nacer torero, después de la fulminante cornada que le
propinó el toro Islero.
Es que Manuel H amaba los toros y no cesó de hablar del
tema hasta su muerte. Desde muchacho anhelaba ser figura del toreo, cuando el responsable
del aldabón del Circo de San Diego (la primera plaza de toros de Bogotá,
ubicada donde hoy está la glorieta de La Rebeca), el barrio donde nació, le permitía
el ingreso gratis.
Como tampoco consolidó su ilusión de coronarse campeón de
ciclismo, ni próspero empresario de la tipografía, que fue de chico su primer
empleo La vida lo tenía destinado para
ser recordado como maestro de la fotografía, de quien por estas fechas se celebran
100 años de su nacimiento: 14 de julio de 1920.
La Plaza de Toros de Santamaría era el escenario de los aplausos y las silbatinas políticas. En esta gráfica, dos acérrimos contendores: Laureano Gómez y Jorge Eliécer Gaitán |
Rodríguez Corredor era un tipo desprendido de ambiciones
económicas. Todo lo contrario, fue un romántico de novela. Trabajador como el
más, sí, pero sin pretensiones ni protagonismos. Sostener una familia tan
numerosa como la que tuvo, fue para él una labor dispendiosa.
No obstante las manos oportunas de periodistas como
Felipe González Toledo, que le abrió las puertas de El Espectador, y los
revisteros taurinos las de El Tiempo, en distintas épocas, Manuel H permanecía concentrado
en su laboratorio de la calle Veintidós con carrera Séptima, Foto Manuel H, como rezaba el aviso, de donde
solo salía a tomar tinto al Café Mercantil.
Con el paso del tiempo dio rienda suelta a su vocación de
registrar en placas la evolución de la ciudad y sus personajes, desde los más
encumbrados en las élites y el poder (incluidos veinte presidentes de la
República), celebridades del deporte, el arte, la intelectualidad y el
espectáculo; figuras del toreo con sus glorias y derrotas, que por décadas hicieron
el paseíllo en la arena de la Santamaría, hasta gente del común, artistas de
calle, cómicos, musiqueros, adivinos, organilleros de cinemascope, o esos pelafustanes que se bañaban felices en la
fuente de La Rebeca, que inspiraron al humorista gráfico Ernesto Franco a crear
la caricatura de Copetín, que trascendió en El Tiempo por más de cincuenta años.
Sin proponérselo, Manuel H hizo de su laboratorio de
fotografía su propio museo, con un promedio de 600.000 negativos en blanco y
negro, y 200.000 diapositivas a
color, y cualquier cantidad de revelados en diferentes formatos que tapizaban las
paredes del recinto, donde el soñador del daguerrotipo atendía a su clientela
de toda la vida, y a estudiantes y docentes de colegios y universidades, la
mayoría de facultades de sociología y comunicación social, ávidos de averiguar por
la fascinante vida y obra del genial reportero, y de fotografiar su colección
de cámaras analógicas, de más 100 que tuvo, que tras su fallecimiento y la
entrega del local, quedaron en manos de su familia.
La pregunta que muchos nos hemos hecho después de su
deceso en 2009, a la fecha, es por qué ese precioso material no está en manos
de una institución cultural del distrito, con su respectiva tutela y curaduría,
para ser expuesta al público como un invaluable tesoro de la historia
fotográfica de Bogotá.
En la clínica Central, y en medio de la consternación, las enfermeras, con el cuerpo inerte de Jorge Eliécer Gaitán, posaron para el lente de Manuel H. Observen la mirada del médico. |
Manuel Humberto Rodríguez, uno de los nietos que heredó
la vena y la inspiración del maestro, dice que en la alcaldía de Gustavo Petro
se planteó esa posibilidad, pero que al final todo quedó en veremos ya que no llegaron
a un acuerdo porque solo se comprometían a digitalizar el archivo, y
devolverles los negativos. Y lo que ha buscado su familia es una entidad que
garantice su preservación, y que sea difundida.
Agrega Rodríguez que han vendido algo de la estimada obra
al Museo de Bogotá y al Museo Nacional, pero que la gran parte, debidamente
protegida del polvo y de la humedad, empacada en bolsas de plástico y cajas, reposa
en su casa, en la carrera Octava con calle Veintiuna, a escasas dos cuadras donde
funcionó el laboratorio de su abuelo, ese local que en el año de 1952 el
fotógrafo sogamoseño Saúl Orduz, pionero de la fotografía aérea, cedió a su
colega Manuel H.
Seguramente, por razones de presupuesto, pero más por el
desconocimiento del tema, la ineptitud y la modorra que suele reinar en los
entes burocráticos del distrito, la enorme y representativa obra del gran
Manuel H seguirá guardada en el domicilio de su nieto, que no ahorra en esfuerzos
en compartirla a través de las plataformas digitales. Instagram: @foto_Manuel_
H Facebook y Twitter: @Manuel_H
“Hace dos años tengo la cuenta de Instagram de mi abuelo.
Debido a la pandemia me puse a escanear unos negativos, obras inéditas, y en
ese proceso vimos que tuvimos gran aceptación, y que la gente recordaba con gran
cariño a mi abuelo. Entonces tomamos la decisión de realizar actividades de
manera digital para avivar el legado de Manuel H, que se ha ido perdiendo a lo
largo de esta última década”, puntualiza Rodríguez.
Para la celebración del centenario del nacimiento de
Manuel H, este 14 de julio, su familia contó con la participación de destacadas
personalidades del arte y el periodismo como el maestro Eduardo Serrano, uno de
los grandes curadores del país; Víctor Diusabá Rojas, autor del libro 9 de abril: la voz del pueblo, con
fotografías de Manuel H; y Filiberto Pinzón, reportero gráfico de El Tiempo.
Adicional a este evento, y en los siguientes días: 15, 16
y 17 de julio, se programará una serie de conversatorios con sociólogos,
escritores, historiadores, expertos en el arte fotográfico, la fiesta brava y
la ciudad, actividades que se prolongarán en lo que queda de 2020, y que se
estarán actualizando en las plataformas digitales.
“Ojalá la nación tenga conciencia de la importancia que
representa para Bogotá y para el país la extraordinaria obra fotográfica de
Manuel H, y la adopte como una memoria que sea compartida por públicos de todas
las edades y procedencias”, refirió en su momento el jurista, historiador y académico
caldense Otto Morales Benítez (1920-2015), contemporáneo de Manuel H. Ojalá que
ese deseo del intelectual no quede extraviado en la desmemoria de este país ingrato y amnésico,
Gloria al Viejo
Manuel H, olfato agudo del fotoperiodista sin par detrás de su cámara, en los acontecimientos que
marcaron historia en Bogotá; inspiración de fotógrafos de varias generaciones,
que siempre lo observaron con admiración y respeto, y a quien consultaban a
menudo como al mejor maestro.
(Con fuente del documental Manuel H: reflejos de una vida, 2017, de Orlando Forero Casasbuenas).
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