Don Élkin Giraldo en su clínica de restauración de acetatos, segundo piso de su Almacén de Calzado Cosmos (Calle 17#8-40), en pleno corazón de Bogotá. Foto: Diego Téllez |
Por:
Jorge Éric Palacino Zamora
Bajo una atmósfera atravesada de un vapor
alcanforado, en el segundo piso de la calle 17 con carrera 8°, de la capital colombiana,
don Élkin Giraldo Giraldo limpia con
esmero un larga duración de Pacho Galán,
grabado hace cuarenta años.
Su labor comienza antes de las siete de la mañana:
restaurar, pulir, cambiar forros deteriorados y catalogar las grabaciones que
configura una singular historia musical de Colombia, el
Caribe y el mundo, representada en más de 100.000 acetatos cuidadosamente organizados en las bodegas de su
negocio de toda la vida: el Almacén de
Calzado Cosmos.
Con la paciencia de un curador de
museo, limpia un acetato de época bajo la luz iridiscente que proyectan
las carátulas multicolores. Se trata del álbum Cuba’s Queen of Rhythm, de 1957, donde aparece una Celia Cruz de aires juveniles, que
pareciera observar con la mirada el trabajo de Giraldo quien, para verificar el resultado de la restauración,
acomoda el vinilo en el tornamesa.
La voz de La Guarachera,
acompañada por la Sonora Matancera,
suena igual a como fue grababa por la Seeco Tropical, hace sesenta y un años.
Luego se compromete a dejar como nuevo un álbum de Antonio María Peñaranda y su Conjunto,
de 1978, autor de éxitos imborrables como el Hombre caimán y La pringamosa.
El disco, decorado en el centro con el vistoso emblema de la casa Unión Musical,
de Venezuela, gira a 33 revoluciones por minuto con las guapachosas cumbias del maestro barranquillero.
Aquellos
diciembres
Discos en perfectas condiciones, luego de una cuidadosa labor de curaduría. Foto: La Pluma & La Herida |
Don Elkin, con
dedicación, pega la maltrecha carátula al compás de esas grabaciones que
hace treinta y cuarenta años interrumpían el eterno mutismo de algunos poblados
de la costa, la banda sonora de un interminable baile de gentes que izaban
velas encendidas al cielo.
“Esa música fue migrando a las ciudades para ser grabadas
o prensadas en los acetatos, una corriente que siguieron Lucho Bermúdez, y luego las
orquestas tropicales de los 70”, agrega el ángel custodio de la música de
antología.
El tocadiscos continúa con sus despachos de nostalgias
bailables. El turno es para el decembrino tema del Seis chorreado. La orquestación es
simple y la voz alcanza notas muy altas, “pero no es Bobby Cruz, es un maravilloso cover
que Rodolfo Aicardi grabó en 1968”,
explica Giraldo,
quien ahora aplica sus ungüentos a una pasta de Leonor Gonzalez Mina La Negra Grande de Colombia,
prensada por el sello Sonolux, en 1975.
Como curiosidad, explica el curador de marras,
refiriéndose a otro álbum, en los créditos aparece como autor de La múcura
el legendario empresario Toño Fuentes,
pero la composición es de la autoría de Crescencio Salcedo: “Al parecer, a mediados de los cuarenta,
el señor Fuentes compró la canción
para su disquera, pero todos saben que es propiedad del artista nacido en Palomino,
Bolívar”.
Otro disco de antología recibe una dosis de agua con
vinagre, una emulsión que, relata don Élkin,
le fue recomendada por el periodista Marco
Aurelio Álvarez para cuidar estas auténticas joyas musicales. “Yo
usaba antes un preparado a partir de alcohol isopropílico y percloroetileno,
una combinación que es muy efectiva pero molesta para la nariz del
restaurador”, indica Giraldo,
mientras nos conduce a la zona donde atesora rarezas dignas del más afiebrado
coleccionista.
Discos imposibles
surgen de los escaparates: Roberto
Torres, el famoso salsero puertorriqueño, montado sobre un caballo y vestido
de vaquero. Se trata del trabajo musical titulado Charangas vallenatas, del sello Sar, de 1982, que incluye éxitos de la música vernácula como El testamento, de Rafael Escalona, y clásicos del folclore llanero como A usted, de Reynaldo Armas, y La yegua
blanca, de Simón Díaz.
Melómanos, coleccionistas de Colombia y el exterior, críticos musicales como don Marco Aurelio Álvarez, aficionados, visitantes asiduos del admirable refugio de don Élkin. Foto: Diego Téllez |
Estas y otras joyas llegan ocultas en lotes de mil, dos
mil y hasta doce mil discos, por lo que su hallazgo es el resultado de una
dispendiosa búsqueda. Así se han rescatado coleccionables como el álbum
Internacional, 1977, del Gran Combo de Puerto
Rico, que contiene el merengue dominicano Compadre Juan, o el curioso disco del senegalés Laba Sosseh interpretando el tema salsero Errante y bohemio. Como novedad, el disco incorpora el título Diamule Mawe, adaptado y popularizado en
Colombia por Joe Arroyo como Yamulemau.
Salsa con timbre africano, salseros cantando
vallenato y tropical, una extraña alquimia que es
posible gracias a la labor de Giraldo
y sus colaboradores. En esta clínica musical se
clasifica, documenta y rotula, con la experiencia y la sensibilidad que le
imprime a su trabajo don Élkin,
tesoros con historias propias y anécdotas de cómo llegaron a sus manos:
“Primero hay que desinfectar las carátulas y las pastas,
que en ocasiones llegan contaminadas de excrementos de perros, gatos
y ratas, y desechos de alimañas. En una ocasión compré un lote que venía
del Casanare, y tamaña sorpresa cuando, dedicados a esta labor, encontramos
discos manchados de sangre, ya que venían de una emisora atacada con explosivos
de un grupo paramilitar.
En este fantástico museo del sonido se aplica una regla
de oro: la basura de uno es el tesoro de
otro. Este axioma se cumplió cuando don
Elkin encontró en una bodega herrumbrosa del sur de Bogotá la colección
completa del Rodolfo Aicardi, Gustavo El loko Quintero, un
disco de La Billo’s Caracas Boys en
la que aparecen los cantantes vestidos de reyes magos, otro del legendario
presentador de televisión de los 80, Jimmy
Salcedo, cantando vallenatos, así como una rarísima grabación del
inspector Ruanini, el recordado
personaje del programa Sábados
Felices, representado por el fallecido comediante Carlos Mocho Sánchez.
Las portadas, en perfectas condiciones, como si
acabaran de salir de una imprenta, aportan una idea de la dinámica que se vivía
en aquella época, tocada por la inspiración a raudales, el permanente
movimiento de agrupaciones y orquestas tropicales que no daban abasto a
producir y grabar dos, tres y hasta cuatro álbumes en un año.
Carátulas
de antología
Tesoros, anécdotas y curiosidades de la música decembrina de todos los tiempos, hacen parte de la magnífica colección de don Élkin Giraldo. Foto: La Pluma & La Herida |
La creatividad de productores y diseñadores también era
cuota preponderante a la hora de lanzar con todos los hierros un álbum de los
éxitos más sonados para fin de año, tal y como se puede apreciar en Lo mejor de lo mejor, de Codiscos, 1978,
y de Los Graduados, con Gustavo Quintero, donde los integrantes
de la orquesta se revelan desnudos, apenas cubiertas las partes pudendas con los
instrumentos.
En ese entonces, la competencia más reñida era entre Los Hispanos, del sello Fuentes, con Rodolfo Aicardi, como vocalista, y Los Graduados, de la Casa
Zeida-Codiscos, con Gustavo El Loko Quintero, como solista estrella. De ambas orquestas hay decenas de
discos en las bodegas de Giraldo,
como La pelea del siglo, que por
estas fechas de fin de año aún se oye y se baila.
Las pastas, como en una máquina del tiempo,
evocan la Colombia de los 70 y 80 con su arquitectura incipiente, camisas
de colorines y cuellos mariposa, pantalones bota campana, cabellos
rebeldes y espesos mostachos. Grupos que arribaban a Bogotá provenientes de
regiones remotas, con sus partituras debajo del brazo, en busca de una
oportunidad para grabar, darse a conocer en la radio, y cosechar públicos en
festejos de clubes o plazas públicas.
Como la plaza de Medellín, que fue inmortalizada por el
fotógrafo Leo Ruiz en la carátula El culebrero (1973), alusión a los
personajes típicos de Antioquia y del Eje cafetero que ofrecen pócimas y
elíxires para la salud, el sexo y el buen vivir, y que mejor representado por El Loko Quintero.
“En esa época los productores eran muy creativos y se
ingeniaban unas carátulas que en este negocio del acetato llaman la atención. Tuve
un caso de un publicista que se hizo cliente asiduo y que llevó muchos discos,
pero no por el contenido musical sino por los diseños de las portadas”.
Esa apuesta transgresora se verifica al oír las melodías.
Basta poner a circular el vinilo
para confirmar la fórmula del éxito en cada corte: convertir gracejos, dichos
populares, refranes y trabalenguas tomados de lo más auténtico de la gran masa
y de la tradición criolla en cumbias, porros, paseos y merecumbés, tal es el
caso de títulos como La boda de Mandrake,
Se casó Drácula, Satanás, Erre con erre, Juanito preguntón, El paisa
Bedoya, Pomponio, Quita la mano, Que
lo diga ella, Los apodos, Ese muerto no lo cargo yo, entre tantos.
Para
todos los gustos
Por estas fechas, el público adquiere vinilos de culto de la música tropical para obsequiar a sus familiares y amigos, como esta joya de Rodolfo Aicardi. Foto: Diego Téllez |
La colección de música decembrina, en las bodegas de don Élkin Giraldo, complace los gustos de
coleccionistas y aficionados por igual. Hay que disponer de buen tiempo para
internarse en escaparates de lo insólito y desconocido de la parranda de fin de
año, como ese álbum de Rodolfo Aicardi
que quedó para la posteridad, De peligro,
publicado en 1969, en el que el mítico cantante aparece trasladado en una
camilla hospitalaria por sus panas de Los
Hispanos.
“Estas carátulas son de gran demanda -agrega Giraldo-, al tiempo que enseña las portadas de Mano a mano I (1984) y Mano
a mano II (1985); otra con los famosos intérpretes armados de fusiles, y
una más en un tinglado, aludiendo un combate de boxeo, donde se muestran
exhaustos y con los ojos colombinos.
En el trabajo discográfico De Locura, Los Hispanos
(1968), el Loko Quintero simula
ser un médico que atiende al paciente, representado por el Chengue Velásquez, baterista de la agrupación, y en la
cubierta de Los Primeros (1970), es
un ciclista, mientras que en Eso es Colombia
(1971), se planta de torero, y en Golazo
(1972), un futbolista. Este disco incluye una versión de un partido de fútbol
narrado con la voz del célebre relator antioqueño Jorge Eliecer Campuzano.
Don Elkin
Giraldo repara aquí y allá, con la disciplina y la vocación que
cultivó en los años en que ejerció como profesor de la cátedra
de religión en la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín. En medio
de un conversatorio con los compradores expertos en la vieja guardia
musical, pone a sonar una rara versión de los tradicionales variados
de fin de año: El L.P., Bailables 1976,
de grata recordación entre los seguidores de la melodía tropical.
Como lo son a su vez las carátulas de la colección de los
14 Cañonazos Bailables, en sus
cincuenta y nueve ediciones, con sus parientes en acetato: Bailoteca, El disco del año, Lo mejor del año, Párese a bailar, El
discómetro del año, Hit parade del año, entre otros de la fiebre
decembrina.
“Hasta
las seis de la mañana”
Gustavo 'El Loko' Quintero, uno de los intérpretes de la melodía parrandera de fin de año, que jamás pasará de moda. Foto: La Pluma & La Herida |
Algunos coleccionistas y estudiosos de la
música que visitan el lugar puntualizan en la laboriosidad y el orden de Giraldo, y en su memoria cultivada a lo
largo de casi cuarenta años de estar comercializando con la música en vinilo,
formato que hoy por hoy despierta las expectativas no solo de veteranos sino de
la juventud que observa en la pasta un añejo tesoro, un viaje a la nostalgia,
ese infaltable recorderis de aquellos
tiempos cuando se azotaba baldosa con la tía y se compartía hasta las seis de la mañana, como era la
ordenanza de Rodolfo Aicardi.
Otro álbum, difícil de conseguir, el de Hasta la madrugada, del sello Tropical
(1970), de la orquesta de Manuel Villanueva,
que se conozca entre cultores y entendidos, la primera aparición de Joe Arroyo en vinilo, cantando el tema El cambio, cuando apenas tenía quince
años.
“La música se va vendiendo, yo no me quedo con
nada, salvo piezas de música clásica, que fue el género que empecé a adquirir
recién comencé el negocio del calzado. La primera colección que adquirí fue la
de Grandes Compositores, que Salvat
promocionaba por entregas. Luego me aficioné a comprar discos raros en los
mercados de las pulgas, y así me fui haciendo a una clientela numerosa, al
punto que hoy en día vendo más discos que zapatos, y a la par pinchadiscos, radiolas, antiguos equipos
de sonido y tornamesas. Todos ellos en perfecto estado”, narra don Élkin.
De modo que los coleccionistas que pasan horas
esculcando, tomando apuntes y oyendo la música de sus preferencias, terminan
llevándose tesoros que luego exhiben
orgullosos en Youtube. Por ejemplo, rarezas como Alégrense los cielos, tema interpretado en hebreo por El Loko Quintero, o El Gordo, éxito de Quintero con Los Teen Agers (1958), disponibles
en plataformas digitales.
Las pastas quedan como nuevas a partir de la rigurosa limpieza que depara don Élkin. Foto: La Pluma & La Herida |
Del primero, cuentan los versados visitantes al
admirable refugio de don Elkin que
fue una melodía que decidió grabar El
Loko en homenaje a su abuela que era de origen sefardí, mientras que
el segundo es atribuido a una genialidad en los arreglos del director de Teen Agers, Aníbal Ángel, artista antioqueño de leyenda.
“Era un músico extraordinario que le puso arreglos a
una letra que le hicieron a un tipo de Manizales que siempre se les pegaba a
los grupos que llegaban a esa ciudad. De Los Teen Agers, otro sonado tema fue Isla de San Andrés. Aníbal hizo después la música bajo el
nombre de Anán, con temas como La perra, La cumbia monteriana y Guarituza, que se oían en circos y en
dentisterías, “¡cómo serían de buenos!”, apunta Mauricio Rojas, un afiebrado a los temas bailables de época, quien
no para de revisar los escaparates atiborrados de discos.
Rojas
anda a la caza de los covers de Michi Sarmiento, de los primeros hits del gran Chico Cervantes, de la orquesta La Protesta, música extranjera interpretada por Los Teen Agers, en especial, destacadas
versiones de números de salsa como Acuyuyé, Se te quemó la casa y La Gorda, consideradas piezas únicas.
“En esa época El
Loko tenía un timbre parecido al de Bobby
Cruz”, señala el coleccionista Rojas mientras encarga las citadas versiones
a Giraldo.
Grandes
orquestas
Con todos sus tesoros musicales, don Élkin asegura que no sabe bailar y que no es amigo de las fiestas. Y eso que nació un 25 de diciembre. ¡Feliz cumpleaños, maestro! Foto: Diego Téllez |
Era inagotable la experimentación musical de esa
década, 1968-1978, de la cual Giraldo
conserva acetatos que sirven como fuente de documentación para un ejercicio de arqueología musical:
desentrañar facetas desconocidas y sorprendentes de los
cantantes que luego se hicieron estrellas.
Es así como esta historia palpable en acetatos
confirma que Joe Arroyo grabó en un
momento su propia versión de La Reina de
las Cruces, la canción de Noel Petro,
que tiraba dardos a su amor de juventud, la encopetada baladista Claudia de Colombia, a quien el Burro Mocho conoció en el tradicional y
popular barrio capitalino, inmortalizado en la citada canción.
Por su parte, Giraldo refiere
que más allá de las orquestas exitosas como la de Pastor López, Nelson Henríquez, Luis Felipe
González, Los Melódicos, la Billo’s Caracas Boys, Los Corraleros de
Majagual, Lizandro Meza, Dolcey Gutiérrez, Fruko y sus Tesos, Latin Brothers,
Guayacán, Niche y Aníbal Velásquez,
además de las antes mencionadas, se conservan pastas de grupos bailables que,
en su momento, marcaron un hito con algunas canciones pero que se
desvanecieron con el paso de los años.
En el listado bailable decembrino que se puede rememorar
en lugares como este laboratorio musical capitalino están Los Líderes, con sus notables
vocalistas Moab Valencia (Pedacito de mi vida) y Joe Rodríguez (Te lo juro yo), Alcidez Díaz (Remolinos y Bota la bata), Los Bestiales
(La cantaleta), La Banda de Filemón (La saporrita),
Manduco (La suavecita), Grupo
Contraste (Ya no te quiere), Juan Piña (El machín), Armando
Hernández ( El azulejo -Loquito por ti), Los Rivales, con Jairo
Paternina (Plegaria vallenata), Hernán Hernández (Mala- Tonto amor), Los Black Stars,
con Gabriel Romero (Pa’ve pa’ve), Afrosound (La danza de los
mirlos), La Sonora Dinamita, con
Lucho Argaín (La cadenita ), el Grupo
Clase, de Sady Ramírez (Ingrata),
La Cheverísima (Quiero ser feliz), Los Nada que ver (Me alejé llorando), Jaime Ley (El (enterrador), Hernán Rojas (El canoero), y el
infaltable de las rumbas decembrinas, el recién fallecido Adolfo Echavarría con su sonado tema Amaneciendo, entre otros.
Con la ambiciosa y no menos sorprendente colección de
música de diferentes partes del mundo que brilla en los contornos de su
depósito de calzado, don Élkin Giraldo
Giraldo, el atento, juicioso y perenne curador y restaurador de vinilos, y
justo para esta época de goce y festejo de fin de año, manifiesta que no sabe
bailar, que jamás ha ido a una fiesta, y que por lo general, el 24 de
diciembre, víspera de su cumpleaños, amanece limpiando y desinfectando pastas,
y cambiándole los plásticos a las carátulas, y que si en esos trámites lo vence
el sueño, pues allí tiene su propia cama.
¡Báilenme ese disco en la aguja!
0 comentarios