De izquierda a derecha: Alberto Salcedo Ramos, Eduardo Sacheri, Sergio Ocampo Madrid, Juan Gabriel Vásquez y Luis Mayorga. Foto: La Pluma & La Herida |
Por: Eduardo
Yáñez Canal
Esta frase del escritor argentino que nos visita en la Filbo 2018 es un canto a la esperanza que
nunca abandona al hombre. Sobre todo, al que ha perdido y piensa que tal vez
mañana todo cambie y el triunfo nos alcance. Esa sensación fue la que acompañó
a muchos de los que asistimos a Entre la ética
y la lírica: Grandes jugadas del fútbol, debate de apertura del magno
certamen editorial que tiene a Argentina
como país invitado.
Fue el miércoles 18 de abril en el Gran Salón de
Ecopetrol, 6 en punto de la tarde. Con lleno total, en el estrado estaban Sergio Ocampo Madrid -coordinador del conversatorio-,
el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez,
el cronista Alberto Salcedo Ramos,
el escritor ecuatoriano Luis Mayorga,
y Eduardo Sacheri, autor, entre
otras obras, de La noche de la Usina
(Premio Alfaguara de Novela 2016), La pregunta de sus ojos (llevada al cine
con el título de El secreto de sus ojos,
y la dirección de Juan José Campanella,
Óscar a Mejor película extranjera 2010), y sobre todo, para efectos del fútbol,
el ensayo Me van a tener que disculpar,
donde manifiesta el disfrute que significó, a manera de revancha, la victoria
de Argentina sobre Inglaterra en el
mundial de 1986.
Empezó Ocampo
Madrid al recordar el partido aquel de 1987 cuando, en el alargue, Peñarol
de Montevideo anota el gol que deja al América de Cali como subcampeón por
tercera vez en la Copa Libertadores.
Salcedo
Ramos observó cómo, a pesar de ser el mejor equipo de la
década en Suramérica, el conjunto dirigido por Gabriel Ochoa Uribe no logró obtener la máxima presea. Este y el vídeo
que mostró la comparación entre Maradona
y Messi al convertir un gol idéntico en distinta época, contexto y
escenario, fueron los únicos que pudieron proyectarse.
Se dio entonces paso a la palabra, la memoria y el
recuerdo de los panelistas.
Sacheri manifestó
la satisfacción que le generó lograr el desquite cuatro años después de perder Las Malvinas. Fue la oportunidad ante
todo el mundo de robarle a los
ingleses y transmitirles la sensación de sentirse despojados de algo que
atesoran.
Eso fue, guardadas las proporciones, el significado de La mano de Dios, como se conoció el primer gol de Maradona ante la rubia Albión. Luego, el segundo, una
obra de arte, una pintura que ratificó que el desborde y final apoteósico del
mejor jugador del mundo era prueba patente de que a todos les llega su cuarto
de hora.
Luego, Salcedo
Ramos recordó el gol olímpico de Marcos
Coll en el Mundial de Chile 1962 ante
el poderoso equipo de la Unión Soviética,
con Lev Yashin, el mejor portero del
mundo. Fue, al final, empate a 4 y el único hecho memorable que nos acompañó
hasta el Mundial de 1990, cuando logramos
el empate ante Alemania con aquel gol de Fredy
Rincón.
Para el cronista barranquillero, todas nuestras historias
patentizan que siempre nos faltan cinco centavos para el peso, o como dijera el
filósofo del fútbol Francisco Maturana, a veces resulta
mejor decir que perder es ganar un poco.
Aunque Sacheri
disfrutó el calificativo dado a su equipo Independiente
de Avellaneda como Rey de copas,
aceptó que ahora llevan treinta y cuatro años sin volver a ser campeones de la Libertadores. Sin embargo, consideró, a
manera de consuelo, que todos esos años dan a su conjunto una amplia ventaja
sobre los demás que aspiran a ser los mejores de América.
Es decir, que en todas partes se cuecen habas. Asunto que
confirmó Mayorga al admitir que Ecuador, eliminado de este Mundial 2018, tiene que seguir
aspirando a mejorar para presentarse nuevamente ante los mejores futbolistas
del mundo.
Para Juan Gabriel
Vásquez, en su juventud notable goleador intercolegiado, el punto de
quiebre para su afición fue la muerte de Andrés
Escobar el 2 de julio de 1994, luego del Mundial de Estados Unidos.
No podía entender que un deporte donde se manifiesta la
belleza estética y la búsqueda de la victoria con lealtad y normas claras,
fuera escenario también de violencia sin límite. Sin embargo, todavía sigue a
su equipo amado que en Colombia se llama Millonarios
y en España el Barcelona Futbol Club.
En síntesis, los panelistas confirmaron que a pesar de
las derrotas o tal vez por ellas, siempre estamos a la espera de que todo
cambie y surja la gran jugada, y que nuestro club o la selección nacional nos
brinden la satisfacción del triunfo.
Será
entonces el momento inolvidable de la revancha,
sin importar la angustia previa, morderse las uñas o, como dijo Sacheri, estar desconectado de todo
frente a un televisor viendo tres partidos diarios del mundial de fútbol, como él
tiene programado hacerlo, de principio a fin, con Rusia 2018.
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