El rol magistral de actor norteamericano Terry Notary, simulando un primate posmoderno en 'The Square, la farsa del arte', candidata al Óscar, por Suecia, a Mejor Película Extranjera |
Ricardo
Rondón Ch.
No
creo en esa proposición moderna, o más bien posmoderna, que dicta que el arte
no es útil. Por supuesto que lo es, siempre y cuando no se proponga serlo. En
cuanto se propone serlo, el arte se convierte en propaganda o pedagogía, y deja
de ser arte. Es lo que ocurre cuando el artista, en vez de encarnizarse
valerosamente en tratar de entender, se resigna a la cobardía y a la pereza de
tomar partido y juzgar. Un artista no puede ser equidistante en su vida, pero
está obligado a serlo en su obra (Javier Cercas).
El mundo, convertido hoy en un completo disparate, como
una mutante monstruosidad de todas las amenazas posibles, podría enmarcarse,
con su estrépito ensordecedor, como la pavorosa performance del universo:
El poder y la manipulación a ultranza, los estragos
demoledores de la posverdad, los
antivalores, el capitalismo salvaje, las migraciones por doquier, el clamor a
garganta herida de los necesitados, el enloquecido clima producto de la irreversible
crisis ambiental, la batalla encarnizada de clases y de géneros, el odio y el
rencor que se riega como la bilis, el desasosiego de la individualidad, y la
paranoia ante un cataclismo inminente y definitivo, tiene en guardia a la
humanidad como en ningún otro período de la historia, valga la paradoja, con
los más sofisticados y desconcertantes adelantos de la ciencia y la cibernética
a su servicio, como el babélico carrusel de las redes sociales, muro de las
vanidades y de las más estúpidas y agresivas infamias.
El actor danés Claes Bang, en el protagónico del manager de una galería de arte en Estocolmo. Foto: enfilme.com |
La cuenta regresiva para que el hombre mono -lease Donald Trump-
presione el botón que active el bombazo apocalíptico, que según los expertos
desaparecería medio planeta, avanza a su aire, sin contratiempos. Del desastre
de la otra mitad se encargará Kim
Jong-un, el otro troglodita de las antípodas, todo dependerá al final de
quién tenga el botón más grande o más pequeño.
Y como en la más reciente novela de Salman Rushdie, La decadencia
de Nerón Golden, el del arisco copete rubicundo alucinará entre chispas y
bengalas en su impúdico trono de Las Vegas,
tal y como el del Imperio Romano -que
mandó a asesinar a la mamá para averiguar de qué víscera se había desprendido- vio arder a Roma mientras rasgaba la lira.
The
Square, la farsa del arte, cinta del director sueco Ruben Östlund, que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, y que es firme aspirante a Mejor película extranjera en la nueva edición de los Óscar, está cernida en el engaño y las
imposturas de una sociedad hastiada y
decadente, ojo avizor al estallido del hongo letal en el firmamento para
sucumbir en el cieno y abrazarse al descanso eterno de las
profecías.
Con la premisa de que todo
es arte mientras se encuentre dentro de un museo, y acorralado por las
tensiones de una familia disfuncional y las presiones de un comité de curaduría
que presiona para ganar la licitación de una campaña publicitaria, el manager (Claes Bang) de una galería de Estocolmo pasará por lo más
descabellado y perverso para lograr la atractiva pauta y satisfacer las
pretensiones de su cliente.
El cuadrado refiere a una instalación del director Claes Bang y del productor artístico Kalle Roman, presentada en 2015. Foto: enfilme.com |
El
arte como implementación propagandística y mercantilista que
critica el escritor español Javier
Cercas, transmuta en diabólicas estratagemas en la gran mentira que envuelve
la soledad y la derrota del hombre actual, cada vez más presa de un incisivo hostigamiento
de poder y dinero como mecanismo ineludible para llenar sus vacíos
materiales, su reputación y su ego exacerbado, y más doloroso, la profunda
inestabilidad en la ruina maquillada que lo rodea.
El discurso para presentar dicha farsa, ya se sabe, está a
expensas de un lenguaje absurdo, incomprensible y efímero como la misma obra
que se quiere promocionar: entre más fútil y enredado, incluso pedante y
agresivo, más rápido y convincente penetrará en el inconsciente colectivo. La
misma fórmula que aplicó el hombre mono
en su estrafalaria oficina de la Torre
Trump, en su codicia sin freno por empoderarse
como el amo de lo que queda del mundo.
Lo del hombre mono
no es un plus fantasioso en la
película. Es una de las metáforas más fuertes y dicientes del guion, que alude
al final de una civilización ahíta de poder y de excesos, cuando en una cena de
gala organizada en la misma galería, irrumpe la versión posmoderna del homo sapiens transgresor
(malgistralmente interpretado por el actor norteamericano Terry Notary), quien advierte con sus acechanzas, gruñidos y onomatopeyas,
que el retorno a la caverna primigenia ha llegado.
Seducido por la cinematografía del gran Luis Buñuel, Ruben Östlund no escatima en recursos surrealistas para mofarse de
la individualidad y de esa insoportable
levedad del ser, de la que habla Milan
Kundera, para incluir un primate en la triste y mediocre cotidianidad de
una reportera de arte, tan insatisfecha como descontrolada por la farsa del
arte, y del mundo como patraña cosmética, del que ella se resigna a hacer parte.
La película cuestiona las imposturas y engaños del arte contemporáneo, comidilla de críticos ortodoxos como la mexicana Avelina Lésper. Foto: enfilme.com |
The
Square también es un guiño personal del director, a partir de
una instalación creada por Östlund y
el productor artístico sueco Kalle Boman
en mayo de 2015, que propone un cuadrado en el suelo convertido en santuario de confianza y humanidad, donde
cualquiera que ingrese podrá estar a salvo.
"Confiar en la sociedad -dice Östlund- es un valor esencial en Suecia para afianzar nuestra forma de vida. Hoy, en toda Europa,
estamos exagerando miedos al extranjero, al recién llegado, una percepción
errónea que nos está llevando a la paranoia. Muchos temores de comunicación y corrientes
políticas buscan el sensacionalismo o crean un conflicto para llamar la
atención. Ese es el lenguaje pernicioso y nocivo que se está manejando, y lo
más grave, que está triunfando".
El filme de Östlund,
que compite por el Óscar a Mejor película extranjera con Una mujer fantástica (Sebastián Lelio, Chile), El insulto (Ziad Doueiri, Líbano), Sin
amor (Andréi Zviáguintsev, Rusia)
y En cuerpo y alma (IIykó Enyedi, Hungría), no podía estar tan
justo y a la medida para la implacable arremetida de Avelina Lésper, crítica de arte mexicana, autora del polémico y
controvertido libro El fraude del arte
contemporáneo. Al respecto de The
Square, replica en uno de sus párrafos:
En
la película los personajes son idiotas declarados, y en la vida real estas
mismas personas son consideradas la cúspide de la cultura del establishment y
les dan todos los premios. La risa no la provoca la trama, estamos contemplando
a la frivolidad dominando la escena artística para entretenerse, pagando una
burocracia impostada en sus clichés. Los bufones del siglo XVIII costaban más
baratos a los reyes y daban mejores servicios que los artistas VIP y su
parasita burocracia. Reserven un palco para aplaudir el nuevo entretenimiento:
quemar los museos de arte VIP.
Quizás ya estemos habituados a los aguijonazos pasados
por salsa de jalapeño rabo de ají de
la señora Lésper, pero en mi modesta
opinión me quedo con la reflexión sensata y sin astillas de Javier Cercas.
The
Square, la farsa del arte, está en cartelera en salas de Cine Colombia, Cinemanía, Cinema Paraíso y Cine
Tonalá, en Bogotá.
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