Julio Ernesto Estrada 'Fruko', en la bodega de más de 100.000 acetatos de la legendaria Zapatería Cosmos, en el centro de Bogotá. Foto: David Rondón Arévalo |
“Este álbum casi me mete en problemas: yo creo que es la
primera vez que un músico salsero se desnuda para una portada. No fue por
iniciativa propia, sino por insinuación de una productora de Fuentes (la disquera)”.
Julio
Ernesto Estrada Rincón, el archifamoso Fruko, pionero de la salsa en Colombia, sostiene con sus manos
enormes y cuadradas, como guantes de sparring,
la carátula de uno de sus trabajos antológicos, Fruko, el bueno: Ayunando (1973), donde efectivamente aparece
viringo, despernancado entre cojines, sosteniendo en las palmas un frondoso
racimo de uvas; las partes nobles tapadas con dos licoreras de cristal agotadas
de vino.
“Que conste, tenía calzoncillos. El cuento es que la
disquera quería una portada diferente a lo que se había hecho antes, y la
muchacha de producción me sugirió encuerarme. Las fotos se hicieron en la casa
de ella, y estábamos en esa labor cuando llegó el marido, ¡santo Dios!, la
llamó por allá a un cuarto y alcancé a oír cuando le dijo: ‘¿Qué hace ese tipo
empeloto aquí?’. Por fortuna no pasó a mayores. Había una justa explicación”.
Fruko da
rienda suelta a ese ejercicio de nostalgia en una bodega con más de 100.000 acetatos que es la segunda
planta de la legendaria Zapatería Cosmos, en el centro de Bogotá, propiedad
de don Élkin Giraldo Giraldo, comerciante
de calzado, quien a lo largo de treinta años ha acumulado una insólita y no
menos envidiable existencia de vinilos con músicas del mundo, con mayor demanda
en los géneros salsa y tropical.
La cita en el tornamesa, con don Élkin Giraldo, en fiel comunión con la nostalgia de los acetatos y el legado musical de Fruko, el Grande. Foto: La Pluma & La Herida |
“Casa de herrero, azadón de palo -continúa Fruko-. De mi música tengo muy poco en
Medellín. Debería tener, pero la he regalado, o se ha extraviado. Es que son
más de 8.000 melodías en no sé ya
cuántas producciones. Y ahora que está regresando la moda de este formato (el
acetato), rescatar lo que se hizo en el pasado es una maravilla. Es como volver
a ser muchacho”.
A Fruko lo
acompaña su hijo Julio Ernesto Estrada
López, que hace años recibió la antorcha de su padre. En la actualidad
lleva las riendas de The Latin Brothers,
prima hermana de Fruko y sus Tesos,
y como abogado en ejercicio es el representante legal de la agrupación y de su
compañía productora.
Fruko,
el Teso, repasa uno a uno sus acetatos. El de Fruko, el bueno, el del polémico
desnudo, donde cantan dos jovencísimos Joe Arroyo y Wilson Manyoma (Wilson Saoco,
o Saoco), con temas que para esa
época ya registraban los éxitos primarios del aluvión de la frukomanía, que a la fecha se sostiene
como el gran referente de la salsa criolla: Yo
soy el punto cubano, Lamento campesino, El ausente, Tú sufrirás, Ayunando,
Canto a Borinquen, Pa’teso yo y el sonadísimo Mosaico santero que incluye A
Santa Bárbara, San Lázaro y A la
Caridad del Cobre.
-Vea, hombre-, se dirige Fruko a don Élkin Giraldo.
¿Y cómo hace usted para mantener todo esto intacto?
-Eso hace parte del negocio-, responde el dependiente.
Aquí no se reciben discos rayados sino en el mejor estado. Algunas carátulas
llegan viejitas, deterioradas, con los plásticos raídos, pero aquí disponemos
de una clínica artesanal para repararlos, y dejarlos como nuevos. ¿Quiere que
le ponga alguno de sus discos, maestro?
'Fruko' con su hijo Julio Ernesto Estrada López, músico y abogado, actual director de The Latin Brothers. Foto: La Pluma & La Herida |
-¡Hombre!, sí, éste, Contento
(Discos Fuentes, 1986), que tiene su impronta internacional, porque invitamos a
Orlando Contreras con un especial de
su repertorio.
La joya de colección comparece a la aguja del tornamesa
con esa cosquillita de tiempos pretéritos, el scratch, que para los expertos y amantes del vinilo es como el
rumor de las burbujas de una fina champaña en el preludio del encuentro
idílico:
En
el juego de la vida / juega el grande juega el chico / juega el blanco y juega
el negro / juega el pobre y juega el rico. / En el Juego de la vida / nada te
vale la suerte / porque al fin de la partida /gana el albur de la muerte.
El bolerazo en la voz aterciopelada del cubano Contreras, autoría del Viejo anacobero Daniel Santos, enciende la chispa de una entretenida y extensa
tertulia matizada de anécdotas y recuerdos, que inicia a temprana edad de
pinitos musicales de un niño fortachón del barrio El Naranjal, de Medellín, que a los cuatro años ya intentaba la percusión
en los tarros de galletas, y a los nueve, en la escuela, le partía el brazo a
un compañero calavera con una llave
de lucha grecorromana, cobrándole la mayor ofensa cuando a varón que se respete
le nombran la que le dio el ser.
-¿Cuál otro quiere oír, maestro?-, interpela Giraldo.
-Gracias, hombre, este, El Grande, que sonó mucho…
-Pero maestro, dígame de usted que no ha sonado…
“Pues el primero que grabé en 1970, cuando armé tolda
aparte después de mi trayectoria con Corraleros:
Tesura. No pasó nada con ese disco, a
lo mejor porque fue el del arranque como director de mi propia orquesta”.
Perfil del polifacético e inagotable maestro, quien ha dedicado su vida al engrandecimiento, producción y divulgación de la música tropical. Foto: David Rondón Arévalo |
Tesura,
por la jerga empleada en la barriada bravera de la capital antioqueña a finales
de los años 50 y comienzos de los 60. Julio
Ernesto Estrada Rincón se apropió de esa expresión a pulso, a fuerza de sus
demoledoras manos que repartían trompadas a diestra y siniestra, un respeto en el
colegio, en el bar, en la calle, a donde fuera, y un sartal de apodos como El bárbaro (título de unos de sus
discos), El terrible, El temible, El
teso, El terror del barrio y Mano
multada, luego de enviar a un pana al hospital tras una acalorada discusión
de tragos.
Al tesura,
versión de las comunas paisas (donde hay que hacerse sentir para sobrevivir) de
la cinematografía de Martin Scorsese,
siguió ya con aplomo y cordura tesitura, término clave en el concepto
musical de Fruko, en el proceso
coyuntural que ha marcado su polifacética carrera de músico integral
(percusionista, conguero, timbalero, pianista, bajista, flautista, bajista, más
de veinte instrumentos), compositor, arreglista, productor, montajista,
ingeniero de sonido, grabador, cortador, etc.
Revisando en los acetatos, Fruko se detiene con visible asombro en una carátula donde aparece
su tutor y hacedor en los derroteros de la música: el cartagenero Antonio Fuentes, creador del sello Discos Fuentes. Título del álbum: Cuerdas que lloran en el Ecuador. Toño Fuentes y su guitarra hawayana
(sic).
Fruko
repasa la carátula y la contracarátula, extrae el vinilo y le pide el favor a
don Élkin para que se lo haga sonar.
Acto seguido abreva del pote de agua y toma la palabra:
'Fruko' narra a don Élkin la graciosa anécdota de la portada del disco donde posó desnudo. Foto: David Rondón Arévalo |
“De Toño Fuentes
no se ha escrito la biografía que merece su legado artístico y cultural, que es
monumental. Fue un genio. El gran receptor y productor de las culturas
musicales del Caribe y del continente, con su matriz en Cuba. Porque todo esto
empieza en la isla, que es la catedral insigne de lo que se ha producido en
todos estos años en el género afroantillano, en la salsa, en el mambo y en el
bolero feeling”.
“Pocos saben por ejemplo que Toño Fuentes, altruista, de un profundo sentido humanístico,
respaldó desde el arte la causa contra la esclavitud que emprendió San Pedro Claver, cuando interpretaba el violín para los coros en la Catedral de San Pedro, en Cartagena”.
“Se fue a Filadelfia a estudiar en la Academia de la RCA Víctor, y de allí
vino con equipos y micrófonos a fundar Emisora
Fuentes, plataforma de lo que sería con el tiempo el más sólido y
acreditado sello disquero, aún vigente, prestigioso por su contundente
sonoridad y por grabar en sus estudios, después en Medellín, a rutilantes
figuras del género tropical como La
Sonora Matancera, y a artistas como Celia
Cruz, Daniel Santos, Celio González,
Nelson Pinedo, entre tantos”.
“Mi gran fortuna musical, se la debo a Toño Fuentes. Como a mí por tarambana
me echaron de la escuela, la República
de Chile, a los once años, me fui a
trabajar, ya que en la casa se pasaban necesidades. Mi papá Baudilio, ingeniero mecánico, se había
ido de la casa a atender otro hogar, y a mi mamita Alicia, costurera, no le alcanzaba lo que ganaba para cubrir los
gastos del hogar y el sustento de mis dos hermanos”.
Las poderosas manos de 'Fruko', que en juventud noquearon a más de uno, y a la vez produjeron la sabrosura y el goce de la mejor salsa. Foto: La Pluma & La Herida |
“Por recomendación de mi tío materno Jaime Rincón Parra, compositor de La Cuchilla, y de su hermano, mío tío Mario, ingeniero de sonido y cortador, con amplia experiencia en la
industria musical, me fui a trabajar al sello
Ondina, de ahí pasé al sello
Metrópolis, para dar el salto definitivo a Fuentes”.
“Fuentes fue
la universidad y Toño el gran
maestro: músico, ingeniero de sonido, ingeniero electrónico, grabador,
productor, relacionista público, manager, fotógrafo, radioaficionado, y hasta
ingeniero de calderas. Por Fuentes se
hizo mundial La vaca vieja, una de
las primeras grabaciones del sello, original de Clímaco Sarmiento, padre de Michi
Sarmiento; como lo fue Fiesteros del alma,
con Los Trovadores del Barú; igual
que Busco tu recuerdo, de José Barros, en la voz de Charlie Figueroa.
“Qué más facultad que esa, la de la polifuncionalidad y
la practicidad. Y a mí me pagaban por aprender. Cuando yo llegué a Fuentes todavía no había cumplido los quince
años y ya repicaba los timbales en la que sería mi primera agrupación como
músico profesional: Los Corraleros de
Majagual”.
“Toño, que
tenía el olfato agudo para el talento de los artistas, se dio cuenta del
apetito que yo tenía para escalar, y me fue soltando pita de a poquito. Tenía claro tres conceptos que ya adulto, en
mis estudios de Cienciología,
comprobé como la base que le abre a uno las
puertas a la formación, la tenacidad y el éxito de cualquier proyecto: mente analítica, mente reactiva y línea
temporal, Con eso tiene usted para reírse de la vida”.
“Como en la empresa estaban todos los instrumentos y uno
estaba acostumbrado a ver por pasillos y estudios de grabación a figuras como Eliseo Herrera, Lisandro Meza, Aniceto
Molina, Alfredo Gutiérrez, Julio Erazo, Tony Zúñiga, Calixto Ochoa, José
Barros, Pacho Galán, Lucho Bermúdez, entre tantos que salían y llegaban; el
roce, la confianza cotidiana, y esa sabrosura que despachaban a la hora de
tocar o de grabar, significó para mí un derroche de vitamina y de madurez en lo
personal y profesional”.
El primer álbum de 'Fruko y sus Tesos', que según él, pasó sin pena ni gloria. Foto: La Pluma & La Herida |
“Con esto quiero decir que alterno al aprendizaje de la
música, de los trucos que absorbía de ese tejemaneje armónico de todos los días,
también me fui sumergiendo en los vericuetos de la tecnología y de la
ingeniería de grabación. Llegué a ser el mejor cortador de Fuentes, cuando el margen de tiempo de cada melodía en los acetatos
no podía pasar de tres minutos y quince segundos. Esto influyó para que
artistas consagrados me buscaran cuando tenían que grabar. Y si por alguna
razón no me encontraban, separaran turno con anticipación”.
-Maestro, ¿qué le provoca: agua mineral, un refresco, un
café, una cervecita…?-, interpela don Élkin
Giraldo.
-Agua está bien, gracias don Elkin. Yo el trago y otras vagabunderías las abandoné cuando era un
callejero, un buscapleitos. El cerebro es un músculo prodigioso como para
envenenarlo con alcohol. Eso se lo he oído decir muchas veces al científico Rodolfo Llinás, y en Cienciología la palabra licor está
prohibida.
Fruko
sigue
esculcando acetatos de una baraja interminable en lo que corresponde a salsa y
tropical, de los más de 100.000 vinilos
de música de todos los géneros que acumula la bodega de la Zapatería Cosmos.
De un arrume extrae un par de discos que lo devuelven
cincuenta años atrás: En la portada de ellos, Nuevo ritmo (Vol. 2), se titula, sobresale la figura de una
escultural chica en bikini, con el cabello recogido en una balaca, y en la mano
derecha una chupeta que señala el rostro adolescente del timbalero: Fruko, antes de la tesura. Fruko con Los
Corraleros de Majagual.
“Corraleros
viene a ser como mi tesis de grado de músico -continúa el Bárbaro de la salsa. Un paso fundamental en mi carrera musical, de
una gran riqueza en composición, ritmo y estructura melódica, aplicada a los aires
tradicionales de la Costa, y al desbordante talento, olfato y experiencia de
personalidades como Antonio Fuentes,
Isaac Villanueva, Eliseo Herrera, César Castro, Tony Zúñiga, Nacho Paredes,
Lucho Argaín, Lisandro Meza, Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez, Rosendo
Martínez, Chico Cervantes, Enrique Bonfante, entre una cantidad de
virtuosos que desfilaron por esa academia”.
Para el álbum: don Élkin Giraldo, 'Fruko' y su hijo Julio Ernesto Estrada. Foto: La Pluma & La Herida |
“Mi pasaporte a Corraleros
se dio por iniciativa propia. Un día, Antonio
Fuentes reunió a los muchachos para proponerles un nuevo ritmo que rompiera
con lo que se venía haciendo de tiempo atrás en la orquesta. Algo que marcara
la diferencia ante la fiebre tropical y salsera que se desató en Venezuela, con agrupaciones como Billos,
Los Melódicos, Los Blanco, Nelson y sus estrellas. ‘Tiene que ser
algo pegajoso, que quede en el inconsciente colectivo, que la gente lo
identifique y se lo apropie’, sugirió Toño”.
“Yo, que hacía sonar congas y timbales, metí la cucharada
en la reunión: ‘Y si don Antonio me
da una palomita…”. ‘¿Cómo así, mijo?’, preguntó él. ‘Por favor, le pido que
escuché este golpecito’, le dije. Tomé las baquetas y me solté sobre los
timbales: pim, pam, pum, pum, pim, pam, pum,
pim, pam, pum. Todos se miraron sorprendidos. Antonio me lo hizo repetir varias veces. ‘Eso me suena’, murmuró. Y
sin pensarlo citó a un ensayo”.
“A ese golpe yo lo bauticé billo. Cundo salió al mercado, fue la locura, se convirtió en una
moda, el público asumió otra forma de baile. Por ese golpecito milagroso, como
lo llamo yo, los éxitos de Corraleros
traspasaron fronteras. Gracias al frenético billo
yo, sin cumplir los dieciocho años, tuve la oportunidad de conocer Venezuela, viajar a los Estados Unidos, compartir tarima en el Manhattan Center de Nueva York con los
duros del momento: Richie Ray y Bobby
Cruz, Willie Colón, Tito Puente, Héctor Lavoe, y La Sonora Matancera. Nueva York era la meca. Allí me impregné de
la magia de la salsa, de ese goce latino que años después repercutió con Fruko y sus tesos: del malevaje a la
fama”.
“Títulos como La
Yerbita, Culebra cascabel, El cigarrón, Tingo al tango, El calabacito, El
tamarindo, La bonga, La burrita, La mafafa, La ombligona, El vampiro, Los
sabanales, Tres puntá, Cigarrón colorao, Festival en Guararé, India motilona,
El mosquito y La pollera colorá
(versión de Chico Cervantes), entre
centenares de éxitos en diferentes épocas de Corraleros, siguen vigentes después de tantos años.
Parte de la discografía de 'Fruko', sin contar los acetatos de las canastas, que resume su trayectoria con Los Corraleros de Majagual. Foto: La Pluma & La Herida |
“Fue una época de intensa creatividad y producción que
alcanzó topes extraordinarios en Colombia y en el exterior: Vivíamos aferrados
a la maleta y a los instrumentos, de hotel en hotel, de feria en feria, de
carnaval en carnaval, en el país más fiestero del mundo, pese a las
adversidades”.
“Debido a ese boom,
llegó un momento en que se hizo difícil pagar la nómina de Corraleros, y en consecuencia los pilares fueron haciendo nicho
aparte: Eliseo (Herrera), Calixto (Ochoa), Alfredo (Gutiérrez), Chico Cervantes, y quienes les está
narrando, nos abrimos con proyectos personales a conquistar nuevos mercados,
nuevas plataformas, otros públicos”.
“Fruko es el
resultado de esta gran escuela. Lisandro
Meza le dio ese bautizo porque me jorobaba con el cuento de que yo me
parecía a la muñequita de la salsa Fruco.
Yo acepté el remoquete con agrado, pero en vez de dejarlo con la ‘c’, y para
diferenciarlo de la marca, la reemplacé con
la ‘k’”.
“Como dije antes, con Tesura,
la primera grabación, no pasó nada. El primer fogonazo de la popularidad fue
con A la memoria del muerto, en la
voz de Edulfamid Molina Díaz,
mundialmente conocido como Piper
Pimienta, con un final trágico en 1998, como también fue la suerte de una
de las voces más hermosas que ha producido la música tropical en Colombia: Álvaro José Arroyo, el gran Joe Arroyo, pedazo de artista, de
músico, sin serlo, porque tenía un oído endiablado, con una sensibilidad a
prueba de risa y de llanto. Joe era
la exaltación de la vida, y la alegría de vivir pese a los errores”.
“Éramos unos goodfellas
(parodiando la película de Scorsese,
Buenos muchachos), solo que en vez de
revólveres y ametralladoras armábamos el desorden con instrumentos musicales y
un concepto de salsa diferente a la que sonaba en Nueva York o en Puerto Rico;
una salsa regada sobre el brasero, de obligado azote de baldosa que en el argot
de barriada recibió el nombre de salsíbiri.
‘Vamos al salsíbiri de Fruko y sus tesos’, decía la gente
cuando se enteraba de un toque nuestro”.
Como un pachá, en el polémico desnudo de su álbum 'Fruko, el bueno. Ayunando'. Foto: La Pluma & La Herida |
“Fruko ha sido
un colegio ya de cincuenta y un años con cientos de discos, desde la Fruta bomba que fue el primero que pegó,
pasando por El ausente, A la memoria del
muerto,Tania, Manyoma, El caminante, Yo soy el punto cubano, Flores silvestres,
Mosaico santero, El patillero, El cocinero mayor, Los charcos, Los patulekos,
el especial de Mambos, Charanga campesina, Si yo encontrara un amor
(en la voz de Saoco, el
inconfundible Saoco), y El preso, que es la cúspide, el Cum laude de esta universidad de
constante aprendizaje”.
“De El preso,
de Álvaro Velásquez, hay versiones en
alemán, en tiempo de tango y de ranchera, récord en la música tropical
colombiana, himno oficial en los centros carcelarios, que yo creo que ya los
recorrimos todos. Me da pesar ver el hacinamiento y las pésimas condiciones en
las que viven los internos, por la ausencia de políticas de rehabilitación
efectiva”.
“Si yo fuera director del Inpec, decretaría la música en las cárceles como terapia. La música
brillante, que es una melodía sanadora, reflexiva: Stravinski, Mozart, Beethoven, Chopin, Vivaldi, Bach, que es la
profundidad, la elevación del espíritu a los arcanos supremos. Al condenado se
le deben abrir ventanas de reconciliación y esperanza a través de la música. No
puede haber opresión más cruel y lacerante que donde no se oye música”.
“Todo esto ha sido un trabajo de aprendizaje constante.
Nunca se acaba de aprender. Hay que ensayar todos los días, estudiar,
investigar, oír toda clase de música, reinventarse. Y esto ha sido posible
gracias a la gente con la que me he rodeado desde mis inicios, de autores como Álvaro Velásquez, Senén Palacios, Isaac
Villanueva, Roberto Solano, entre tantos que han aportado sus creaciones;
de vocalistas como: Piper Pimienta, Joe
Arroyo, Wilson Manyoma, Juan Carlos Coronel, Álvaro Pava; y de músicos de
la talla de: Jorge Gaviria
(trompeta), Germán Carreño
(trombón), Diego del Real (piano),
los hermanos Villegas (percusión), Humberto Muriel (timbales), y este, su
servidor en el bajo, los arreglos, la dirección; de una extensa lista de
talentosos artistas que han desfilado por la orquesta”.
El maestro salió fascinado con la cantidad y variedad de vinilos que acuña la Zapatería Cosmos. Foto: la Pluma & La Herida |
Fruko
hace una pausa para abrevar un sorbo de agua, y atiende el llamado de su hijo Julio Ernesto que le enseña un álbum de
época de The Latin Brothers. Padre e
hijo, dos generaciones, posan para la foto, cada uno exhibiendo joyas de
antología de la mejor salsa de todos los tiempos en Colombia, perenne en el
trasegar de los años, con el mismo furor en la actualidad que cuando hacía
delirar a la concurrencia en la caseta
Matecaña de la Feria de Cali, en
el Madison Square Garden, en el Manhattan Center de Nueva York, o en las antípodas, en las
discotecas latinas de China y Japón, en distintas épocas y con sus
orquestas emblemáticas: Fruko y sus
tesos, La sonora dinamita, The Latin Brothers y Afrosound.
“Bueno, creo que está bien por hoy. Vamos para el hotel
porque hay que atender allá otra entrevista. Cuando volvamos a Bogotá -le dice
a su hijo-, venimos a donde don Élkin
a ver que más llevamos de música. ¡Eh, Ave María!, aquí se puede pasar uno el
resto de vida viendo y oyendo acetatos. Esta memoria discográfica, don Élkin, es una fortuna invaluable.
Admirable como usted la ha conservado”.
En la planta baja, Fruko
pasa revista por las vitrinas de calzado. Uno de los empleados le pide permiso
para tomarse una foto con él. Seguido al clik,
se queda observando un par de zapatos negros.
-¿Qué talla de calzado es el maestro?-, pregunta don Élkin.
-45
-Sí, los hay.
Talla mayor para un caballerazo de 125 kilos, 1.77 Mts.
de estatura, caja torácica y manos de plantígrado, pero con una sensibilidad enorme
para absorber conocimiento, a su edad, 67 años, con una memoria prodigiosa y la
habilidad musical intacta.
-¿Cómo los siente?, ¿qué tal le quedaron?, indaga don Élkin.
-Muy bien, perfectos. Todavía se consiguen buenos zapatos
de material. Me gustan los de amarrar. Me los llevo-, asiente Fruko.
-¿Se los empaco?
-No, me los llevo puestos. Aprovecho para llevarle un par
a Rosa, mi mujer. Páseme por favor
la factura.
-No, maestro. Es un obsequio. Honor que me hace tenerlo
por aquí-, replica el dependiente.
-Don Élkin,
con mucho respeto, si no me pasa la factura, no puedo volver a su almacén. Y la
idea es venir seguido a consultar su música. Su trabajo es tan respetable como
el mío.
Al final, el trámite corre por cuenta del joven encargado
de caja.
Mix Fruko y sus Tesos: bit.ly/2Ch0eyh
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