El tenor ibaguereño Juan Carlos Villaraga Rengifo con el maestro español Plácido Domingo, en la Ópera 'Simón Bocanegra', en el Teatro Real de Madrid. Foto: Archivo particular |
Ricardo
Rondón Ch.
Relámpagos intermitentes en la memoria de la infancia:
En la radiola
Crown de la casa paterna de Ibagué
gira con su brillo y su scratch un
disco del sello Odeón que marca el
corte Granada, de Agustín Lara. El padre del niño, el
abogado Luis Carlos Villarraga Linares,
apoltronado en la sala, observa una y otra vez la carátula y el envés del
acetato: Alfredo Sadel/Álbum de oro/16
grandes éxitos.
El pequeño, atento a los altos registros de la voz más
poderosa y rutilante que haya dado en su historia musical la hoy demolida y
saqueada república de Venezuela,
pide a su progenitor que le repita el pasodoble que consagró como el más grande
de los compositores mexicanos al menudo, feúco y desgarbado poeta de los
lupanares, señalado hasta su muerte por la cicatriz de una cuchillada que una
impúdica le dejó en la mejilla derecha.
El doctor
Villarraga complace el interés del pequeño que se va acrecentando en las vespertinas
de fin de semana con nuevos gustos de una celosa colección de grandes
intérpretes, líricos y populares, en la época dorada del vinilo, artilugio de
la buena educación sentimental, pasaporte a culturas remotas y desconocidas, y
punto de encuentro familiar.
De esa viniloteca
-si se me permite la licencia-, van apareciendo, como en baraja de ilusionista carátulas
de Plácido Domingo, José Carreras,
Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus, Enrico
Caruso (pionero de la música grabada), y el legendario Fritz Wunderlich, tenor lírico alemán, considerado como uno de los
timbres más sublimes del arte lírico en la Alemania
de la posguerra, quien falleció al caer de una escalera, a escasos días de
cumplir 36 años, y a un par de
semanas de su anunciado debut en el Metropolitan
Opera House de Nueva York.
La prodigiosa voz de Wunderlich
y su desgarradora historia de vida, cuando el mejor amigo del tenor, el
barítono Hermann Prey, emocionado
por el gran paso que iba a dar en el Opera
House, le dijo que se acercaban buenos tiempos, y que un cantante lírico solo
está estructurado cuando llega a los 40
años, marcó sobremanera las inquietudes musicales del niño ibaguereño, embebido con las poderosas arias del trágico Wunderlich, que invadían los rincones
de su casa.
Villaraga interpretando el repertorio del maestro Fabio Polanco, en los actos protocolarios de la visita del Papa Francisco a Colombia, en la Catedral Primada. Foto: La Pluma & La Herida |
Primeras referencias de la música clásica y del canto
lírico en la naciente vida de Juan
Carlos Villarraga Rengifo, que en el colegio -en una ciudad por tradición
musical como la capital tolimense-, en los albores de la adolescencia, revelaba
con su voz en los centros literarios, en las sesiones solemnes, y en las
animadas veladas familiares de ponche, buñuelos y natilla, nutrido por las
clases de técnica vocal con profesor particular auspiciadas por su señora madre,
doña Piedad Rosario Rengifo.
En aquella época, el tema del arte musical, y de la
mayoría de las artes, era visto en las mejores familias como un hobbie, una cualidad relacionada con el
divertimento y la seducción, cuando no un pretexto para la bohemia, el goce sin
par y la camaradería. De ahí que Villaraga
Rengifo decidió resolver presuroso la papeleta de su futuro profesional en
una carrera seria como la Ingeniería
Industrial, primero en la Universidad
de Ibagué y luego en la prestigiosa
Escuela de Ingeniería Julio Garavito, de Bogotá.
No obstante, el gusanillo del canto seguía ahí presente,
perturbando la cátedra de algoritmos, procesos sistemáticos, engranajes y
maquinaria, al punto que Juan Carlos
solo esperaba con ansiedad el fin de semana para permitirse un solaz con los
discos del gran Pavarotti, su alter ego, y en la soledad de su
habitación, frente al espejo, henchido el pecho y la voz a todo pulmón,
tratando de imitarlo en sus arias celestiales.
Cualquier día, Orlando
Rengifo, profesor de canto de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Manizales lo oyó cantar, y le
manifestó que le pusiera cuidado a su voz, que se escuchara a sí mismo, que
algo importante había ahí, y le recomendó que se esforzara por seguir las dos
carreras al tiempo: la ingeniería y el canto.
Villarraga era
consciente de que no se hallaba con la ingeniería, y que si se empeñaba en
sacar adelante la carrera, era por no lastimar la quimera de los padres a la
antigua, orgullosos de presentar en sociedad a un hijo médico, ingeniero,
sacerdote o senador de la República.
Como Iván 'El Gitano', de 'La leyenda del beso', en el Teatro La Moncloa, de Madrid. Foto: Archivo particular |
Hasta que Juan
Carlos no resistió más y decidió poner las cosas claras con sus
progenitores, de quienes recibió la comprensión y el apoyo necesarios para
concentrarse en sus estudios de canto lírico, que él fue descubriendo como una asignatura
ardua, compleja; un compromiso que le demandaba, como ningúno, férrea
disciplina, jornadas extenuantes de ensayo, y dedicación absoluta. Y así lo
asumió. Era él y su arte: un vínculo estrecho que confina actividades sociales,
amigos, novias, caprichos y embelecos de juventud.
Juan
Carlos Villaraga in
crescendo en el estímulo y la formación con el arte lírico, tomó clases con
el reconocido barítono cubano Ramón
Calzadilla, quien lo animó a participar en los festivales de ópera de Bogotá, conquistando los primeros puestos en
2005 y 2007, y en 2011 como protagonista, declarado fuera de concurso.
Villaraga se
tomó tan a pecho su nueva y definitiva profesión, que a la par de los estudios
esenciales de italiano, como lengua operática por excelencia, y de sus visitas
a Italia en varias temporadas, se
interesó también por el inglés, el francés, el ruso y el alemán, a través de
las fonotecas líricas que abundan en Europa,
de fácil acceso a estudiantes, catedráticos y figuras del bell canto de todos los rincones del mundo.
En Colombia,
su debut como cantante lírico en escena fue en el Teatro Colón, con la
Fundación Jaime Manzur, en la zarzuela Luisa
Fernanda, con el protagónico de Javier
Moreno, y su familia ibaguereña en las primeras filas de platea,
reconociendo con fervorosos vítores y aplausos los esfuerzos y sacrificios de
mucho años, y acreditando con orgullo las virtudes de aquel niño silente y
pensativo que pasaba las horas lelo ante los inalcanzables timbres de Wunderlich y Pavarotti que su padre ponía en la vieja radiola Crown.
Como Don José, en la Ópera 'Carmen', de George Bizet, teatro Tivoli, dde Barcelona. Foto: Archivo particular |
Hoy en día, reescribir el palmarés del tenor Juan Carlos Villaraga Rengifo, no solo
honra su calidad de intérprete y la enorme suma de sacrificios, sino la de su
familia y el terruño ibaguereño que lo vio nacer. En su orgulloso portafolio
–como llaman ahora al currículum-
aparecen registradas una tras otra sus proezas con el bell canto: su debut en el exclusivo Ópera Seabrook, de Filadelfia
(EEUU) con Carmen, en el rol de Don José; en España, en el Teatro de la
Ópera de Moncloa, con Tamino, de
La Flauta Mágica; en el Teatro Real de Madrid, como corista de
la ópera Simón Bocanegra.
Uno de los más significativos logros de su rutilante
carrera, fue haber ganado la convocatoria de talentos de capitales como Madrid, Buenos Aires, Nueva York y Bogotá. Villarraga fue el elegido en 2016
para interpretar a Ricardo,
protagonista de la ópera Gustavo III
(también conocida como Una venganza en
dominó), que narra los cruentos acontecimientos que condujeron al asesinato
del rey Gustavo III de Suecia, presentada
con los mejores comentarios de la crítica especializada en el Teatro Jovellanos, de Guijón (Asturias), bajo la dirección
del maestro José Gómez, docente de
la Escuela Superior de Canto, de Madrid,
que es como el Vaticano del canto
lírico en España.
Con estas rúbricas de molde en las Europas cultas e ilustradas, Juan
Carlos Villaraga Rengifo regresa a su patria a reencontrarse con los suyos,
con la familia del canto lírico y de la música que enaltece nuestro patrimonio,
representada en la Fundación Jaime
Manzur y su habitual Temporada de
Zarzuela, y con la Gran Rondalla
Colombiana, bajo la batuta del maestro al piano Jorge Zapata.
En la Casa de Poesía Silva, en Bogotá, con el poeta Fabio Polanco, como tenor invitado al recital La Paz tiene la Palabra. Foto: La Pluma & La Herida |
Para el tenor tolimense, Canciones con sabor a patria es una deuda personal que él de tiempo
atrás tenía pendiente saldar. Dice al respecto:
“Una oportunidad que estaba buscando, la de apropiarme y
afianzarme en mis raíces musicales. Un sentimiento presente que siempre he
llevado en mi equipaje, a donde quiera que he ido, en la diáspora, en los
momentos cumbres de mi carrera como cantante lírico, en los extramuros del
planeta, como sucedió cuando trabajé en un consorcio de casinos y
entretenimiento de Guangzhou, China,
y en esas lejanías te dan esos irreparables ataques de nostalgia cuando oyes un
pasillo que te cuenta cosas bellas de tu patria. Allí, ganándome la vida
interpretando arias de óperas del mundo, no podía evitar las lágrimas al
recordar el cancionero legítimo de la tierra tolimense que señaló mis primeros
pasos. Por eso este disco, Canciones con
sabor a patria, es un reencuentro con lo que me pertenece, y sus letras
profundas de paisajes y añoranzas, me incitan a revivir el inmenso amor que
siento por Colombia, con todo el dolor y la complejidad que encierra, más allá
de sus fronteras”.
El mayor beneplácito con estas páginas criollas se
produjo el 23 de mayo de 2017, con
un público que abarrotó el Teatro Jorge
Eliécer Gaitán, cuando Villaraga,
de etiqueta, interpretó el pasillo Flor y
verso, en el marco del homenaje que la Gran
Rondalla Colombiana le hizo al maestro Fabio
Polanco.
Villaraga y Consuelito Rodríguez, mecenas del arte y la cultura, y directora del Instituto 'León Tolstoi', en Bogotá. Foto: La Pluma & La Herida |
Lo dice un caballero
del arte lírico, que no obstante haber compartido escenarios
internacionales con figuras consagradas como el italiano Leo Nucci (el mejor Rigoletto
de la historia), y los españoles Pedro
la Virgen y Plácido Domingo, entre
otros, conserva su sencillez y calidad humana, distante de las bagatelas de la
presunción y la fama, siempre afincado en el respeto, el profesionalismo y la
responsabilidad que demanda el bell canto.
“El arte lírico -agrega el tenor tolimense- es como la
religión del intérprete, cuando de asumir la vocación se trata. En Europa, el elegido se entrega en cuerpo,
mente y alma a su profesión, como si se tratara de un atleta de alto
rendimiento, y su estudio y preparación está subvencionada por el Estado. En países como Austria, Italia o Alemania, es un orgullo de patria patrocinar y promocionar un
talento, porque así se contribuye al engrandecimiento y el prestigio de una
nación. Aquí sucede todo lo contrario. Como el canto operático es para un reducido
núcleo, las oportunidades escasean, y la paga por función o temporada, es ínfima.
Da pena traerlo a colación, pero un cantante lírico en Italia, Francia o Alemania,
cuenta con una tarifa diez veces más alta de lo que le puede usufructuar en Colombia. Esa es la realidad”.
Cualquiera, de manera despectiva, podría controvertir: “Y
si es tan buena la oferta en Europa,
¿qué hace un genio operático como
Villaraga en Colombia?
La misma pregunta, en otras disciplinas, se les trasladaría
a Radamel Falcao, a Mariana Pajón, a Nairo Quintana, a la virtuosa mezzosoprano de Buenaventura Betty Garcés, o al mismo Valeriano Lanchas. Ellos coincidirán que el sentido de pertenencia
y el amor de patria es más grande y significativo que la bolsa de valores y su
equivalente en dólares o euros.
Portada del álbum 'Canciones con sabor a patria', letras del poeta y compositor Fabio Polanco, interpretadas por Juan Carlos Villlaraga. Foto: Cortesía |
Si Juan Carlos
Villaraga Rengifo, hijo virtuoso del Tolima
Grande, motivo de orgullo para su tierra, y modelo a seguir para las nuevas
generaciones se debate todos los años en un tránsito itinerante entre Colombia y Europa, como decían los
abuelos en la suma lacrimógena de sus pesares, es porque la sangre tira y el humor y el calor de la nacencia se lo
reclaman.
Y es
bienvenido siempre a estas tierras, no solo por el torrente de
voz conque la divina providencia lo dotó, o por brillar como uno de los
destacados intérpretes líricos del momento, como lo sustenta su envidiable
currículum. Lo es también porque cuando llega a Ibagué, trasciende como un lugareño más entre la concurrencia que
asiste a la misa dominical de las doce del día en la catedral, y luego con su
familia, con sus amigos y compañeros de universidad, se integra en una
heladería a disfrutar de un refresco y a recordar viejas épocas.
O en las noches estrelladas de diciembre, como es
costumbre en las provincias calentanas, de taburetes y mecedoras recostadas en
árboles aromáticos de patios traseros y de antejardines, entonar con arpegios
de tiples y guitarras esos bambucos, pasillos y torbellinos que le llegan al
alma.
Villaraga
Rengifo (lo ha comentado en varias oportunidades), estaría
dispuesto a orientar un semillero de noveles cantantes líricos en la capital
tolimense, si las instituciones encargadas atendieran sus proyectos. Pero él ya
está curtido de circular propuestas que pasan del escritorio de los
funcionarios a la papelera de documentos, y de allí, al cesto de la basura; o
de oír el amañado libreto de que no hay presupuesto, y menos en épocas de
turbulencias electorales.
Prefiere la sinceridad y el entusiasmo que en él depositan
amigos y compañeros de lides artísticas como el maestro Fabio Polanco, o el pianista
Jorge Zapata, director de la Gran
Rondalla Colombiana, cuando lo convocan a sus conciertos, como el de gala
programado para el viernes 15 de
diciembre de 2017, en el Teatro
Astor Plaza, en Bogotá, donde
una vez más alzará su voz de tenor lírico con las entrañables melodías del
folclore nacional, el que nos corresponde, el que se remonta a la cuna que nos meció,
y nos cita a rememorar los bellos paisajes, el amor de los seres queridos, la
nostalgia de los que se fueron, y aún la esperanza de una patria sufrida,
saqueada y golpeada, que merece nuevas oportunidades.
Prográmese: Viernes 15 de 2017, concierto de La Gran Rondalla Colombiana y el tenor Juan Carlos Villaraga. Teatro Astor Plaza (Calle 67#11-58). Hora: 8:00 p.m. Boletas en las taquilla del teatro o en TuBoleta.com.
Juan Carlos Villaraga y la Gran Rondalla Colombiana, interpretando 'Granada':
bit.ly/2AFxbnQ
Juan Carlos Villaraga en 'Tosca', Antología de la Ópera: bit.ly/2AH5nzq
Prográmese: Viernes 15 de 2017, concierto de La Gran Rondalla Colombiana y el tenor Juan Carlos Villaraga. Teatro Astor Plaza (Calle 67#11-58). Hora: 8:00 p.m. Boletas en las taquilla del teatro o en TuBoleta.com.
Juan Carlos Villaraga y la Gran Rondalla Colombiana, interpretando 'Granada':
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Juan Carlos Villaraga en 'Tosca', Antología de la Ópera: bit.ly/2AH5nzq
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