Ricardo
Rondón Ch.
No
soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de esto, /
tengo en mí todos los sueños del mundo.
Quién se haya asomado subrepticia o profundamente a la
obra de Fernando Pessoa. Quien haya
husmeado desde la ventana de su buhardilla la cotidianidad de su calle en Lisboa, frente a la Tabaquería (su poema mayor). Quien haya
navegado entre saudades por su Libro del desasosiego y haya compartido
una botella de oporto a la salud de sus heterónimos y fantasmas, se verá
reflejado como lector penitente de su descomunal obra, o quizás como un
espectro más en este desgarrador poema histriónico de convulsiones, retratos y
metáforas que es la puesta en escena de Juan Carlos Moyano y su colectivo Teatro Tierra.
Pero para quien no tenga la menor idea de quien fue Pessoa y como transeúnte desprevenido se entere en la taquilla del
teatro de un anuncio fúnebre que reza
Los cinco entierros de Pessoa,
seguro que no se resistirá a la tentación, primero, de apreciar una obra
poderosa y admirable que remite a un arduo trabajo de escritura y laboratorio
escénico de más de dos años; y segundo, a descubrir a un poeta de resonancia
universal, voraz, atormentado y autodestructivo, quien se vio forzado a
repartirse en otros…, como en el verso de Borges,
yo, que tantos hombres he sido / No he
sido nunca… para menguar la grandeza de su espíritu inabarcable.
El bardo lusitano, que entre mareas alucinantes y
demoledoras pesadillas logró trascender más allá de lo rutinario y efímero de
la vida, se revela en la obra de Moyano
como en un coloquio de múltiples y delirantes espejos, acuciosos, amenazantes,
los mismos que en vida él se empeñó en evadir.
Para este revelador y fascinante montaje, Moyano viajó al fondo de la vida y obra del poeta lusitano. Foto: Carlos Mario Lema |
El montaje de Los
Cinco Entierros de Pessoa tiene como génesis el sugestivo título del poema
que Juan Manuel Roca (Medellín,
Colombia, 1946) escribió para Fernando
Pessoa, y que enhorabuena transcribimos:
Pocas
veces ocurre / Que al morir un poeta / Sean necesarios 5 ataúdes. / Como pocas
veces ocurre / Que un poeta sea morada / Para que vivan en él, / Para que
trabajen a sus anchas / Y duerman cuando quieran / Sin pagar renta, / Sin
amenazas del casero, / Otros 4 poetas. / Al entierro de Pessoa / Fueron con
sigilo.
Así
como vivieron. / Nunca le objetaron / La estrechez de su vivienda, / Ese raro
vivir gabán adentro. / ¿Pero no querrían más espacio / Ahora, en la rigidez de
las formas? / No se vio a Pessoa en tertulia / Con sus 4 fantasmas cardinales.
/ No se le vio en grupo / Caminando hacia la tabaquería, / Compartiendo
viudeces, / Pessoa y sus compinches, / Y esa forma / De no dejarse ver en los
espejos.
A partir de esa premisa, Juan Carlos Moyano -con una vocación y laboriosidad ambiciosa e irreductible
por el teatro, en un periplo de cuarenta años y con más de cincuenta obras y
espectáculos en su haber- emprendió con sus actores una travesía por lo real e
imaginario del vate, traspasó fronteras, viajó a Portugal, recobró las huellas de Pessoa, indagó en sus documentos, y se sumergió en sus laberintos y
encrucijadas. Todo esto, gracias a una beca de creación del Ministerio de Cultura que se ganó con
este proyecto, y con los recursos y la serendipia que ha sido el mantra en su
aventurero timonel de teatrero.
No en vano, en Los
Cinco Entierros de Pessoa, Moyano
evoca la mar, los papeles al viento como vuelos de palomas, el último adiós al
navegante de tierra firme representado en una máquina de escribir con
cuartillas izadas como velas, entre otras lúdicas que contextualizan el
complejo universo del poeta, su pluralidad, su desconcierto, sus furias
existenciales, y esa combustión que lo llevó a escribir, entre la lucidez y el
desvarío, las páginas más brillantes y desoladoras de la poesía portuguesa,
paradójicamente reconocidas muchos años después de su muerte, ocurrida a los 47
años.
Metáfora del último adiós al navegante de tierra firme con sus papeles al viento. Foto: Carlos Mario Lema |
Si
después de morirme quisieran escribir mi biografía / no hay nada más sencillo.
/ Tiene sólo dos fechas / la de mi nacimiento y la de mi muerte. / Entre una y
otra todos los días son míos. Escribiría el lisboeta, y Moyano aprovecha al máximo esa epifanía para mostrar un Pessoa en sus más íntimos pliegues y en
el instante dramático de sus fatigosos
días, cuando presa del delirium tremens
lo sobrecoge un coma hepático en plena calle, camino a la morada de Henriqueta, su hermana menor.
Así afloran como peces y espejismos los dolientes del
poeta que son sus heterónimos y fantasmas: Alberto
Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Abilio Cuaresma,
Alexander Search; pero también sus mujeres, su madre, su abuela, el Pessoa de la niñez, Dionisia, María José la
Corcovada, Ophelia Queiroz (su novia de la adolescencia), la tía Rita, entre otros personajes y
desdoblamientos.
Una escenografía minimalista que solo puntualiza la silla
giratoria de amanuense, de publicista, de corredor de negocios, de traductor a
lengua inglesa, pero siempre de poeta en su soledad irremediable; una rústica maleta
de viaje y una máquina de escribir a la antigua, son suficientes para Moyano en este viaje de interminables
dilemas y claves secretas por los barullos psicológicos de lo imprevisible y lo
visionario, de su sensibilidad extrema.
Por donde se mire, el montaje sugiere un entramado
poético que va de la acción escénica a la metáfora física, apoyado en imágenes
visuales y sonoras que expresan un universo crepitante: la experiencia
devastadora de un ciudadano que, como en los versos de introito de su poema Tabaquería, decía no ser nada, no ser
nadie, no obstante todos los sueños del mundo.
Embutido en un gabán gris como su trasegar taciturno y
melancólico, con un sombrero cándido curtido por la brisa salobre del mar y de la
lluvia, Pessoa, como narra la obra
de Moyano con la magistral
interpretación de sus actores, sólo necesitó de una pluma, muchas resmas de
papel, sendos paquetes de cigarros, litros de oporto y una ventana de par en
par a la vida.
Ese
raro vivir gabán adentro que subraya Roca, esa enigmática manera de narrarle al hombre su complejidad,
sus debilidades y miserias, el caro precio de habitar un nicho del mundo, su
finitud irremediable, y el postrer olvido cuando no se dejan veinticinco mil cuartillas inéditas en
un baúl, su baúl, testimonio perenne del poeta que desbordó todos los límites;
frágil y enfermo, pero de una altura insuperable en su verbo y cosmovisión.
El
Grupo
Juan Carlos Moyano, dramaturgo, actor, director, infatigable en su quehacer creativo y teatral. Foto: Archivo particular |
Juan
Carlos Moyano, director escénico y escritor, se dedica al
arte teatral desde hace 40 años. Ha montado innumerables piezas y ha desarrollado
diversos experimentos.
Entre sus montajes se destacan: Los ritos del retorno o Las trampas de la fe (Sor Juana Inés de
la Cruz), El enano (Par Lagerkvist),
Mayakovski, poema trágico para circo y teatro; Los demonios (F. Dostoievski), La
nueva prehistoria, Memoria y olvido
de Úrsula Iguarán, Sexus (Henry
Miller), La insurrección de las hormigas,
La vorágine (José Eustasio Rvera), La montaña de los signos, y más de media
centena de espectáculos programados en giras y festivales de teatro del mundo.
Los
Cinco Entierros de Pessoa
Dramaturgo y director: Juan Carlos Moyano
Elenco
Clara Inés Ariza, Joan Sebastián Jiménez, Carlos David
Rosero, Mario Hernán Miranda, Estefanía Torres, Stephany Rugelis, Yuly
Esperanza Rosero.
Creación musical: José David Díaz
Sonido: Jonathan Martínez
Diseño de luces: Giovanny López
Casa del Teatro Nacional (Carrera 20#37-54, barrio La Soledad)
Temporada del 11 de julio al 12 de agosto de 2017
Funciones: Jueves a sábado
Horario: 8:30 p.m.
Boletas en la taquilla del teatro y tuboleta.com
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