Shakira, en la plenitud de sus 40, arropada de sus dos máximos trofeos: Milan y Sasha. Foto: Getty Images |
Ricardo
Rondón Ch.
Shakira
llegó sin prisas a los 40 años con una escalera a la que aún le sobran peldaños
para seguir tocando el cielo cuantas veces se le antoje, con los pies descalzos, o en bicicleta.
40 años, para la gran mayoría de las féminas, una edad
crítica y desoladora frente al espejo, cuando las carnes empiezan a escurrirse
como la cera, y el estrógeno a mermar, y las citas a la esteticista, al
cirujano plástico, al psicoanalista, al señor cura y al astrólogo, no se hacen
esperar.
La barranquillera arriba al cuarto piso con dos críos menores
de cinco años, una carrera rutilante, un marido mucho más joven, y de ñapa
atleta -fuente inagotable de colágeno, dirían otras cuarentonas-, pero en su
inventario personal, con la satisfacción de sus sueños realizados, porque
pedirle más a la vida, como ha dicho ella, sería un abuso de confianza.
Nunca fui devoto de la música de Shakira. Jamás me he oído completo uno de sus álbumes. Y la única
vez que la oí en cantante, a gusto propio, con la voz en su pureza, sin
falsetes ni remilgos fonéticos, fue en Hay
amores, la bella letra que ella compuso e interpretó para la banda sonora
de El amor en los tiempos del cólera,
inspirada en la novela homónima de
Gabriel García Márquez, autor del mejor perfil que se conozca de la
cantante, cuando ella alcanzó el estrellato.
Shakira
Isabel Mebarak Ripoll, fruto del amor del joyero William Mebarak Chadid, de origen
libanés, y de la barranquillera Nidia del
Carmen Ripoll Torrado, de ascendencia catalana, empezó a escribir con pulso
firme los anaqueles de su propia dicha a temprana edad, en la preadolescencia,
y en los mismos cuadernos cuadriculados que demandaban sus primeros años de
bachillerato.
Recuerdo cuando llegaba a las instalaciones de El Espacio acompañada de su mamá, con
una grabadora de casetera que no le cabía en el morral, para que quien escribe
estas líneas le aportara un comentario sobre una nueva canción, o esos poemas que, contaba doña Nidia, comenzó a garrapatear al tiempo que desenredaba la lengua.
En los estudios de TelePolanco, grabando el promocional de su primer álbum, 'Magia'. Foto: Archivo particular |
En ese entonces, la niña sonriente, menuda, de ojos
negros y brillantes como corozos al sol, andaba en el andamiaje de su primer
álbum, Magia, que de tanto persistir
y por mediación de Ciro Vargas, el
cazatalentos de agudo olfato artístico que primero le puso el ojo, grabó con el
sello Sony: Puerta grande de lo que
se veía venir.
Shakira,
que en árabe significa agradecida, no
quedaba satisfecha con un simple comentario reducido a un párrafo o a un pie de
foto. Insistía en página completa en la sección de farándula con llamado en
portada, y con argumentos válidos de que a ella no le importaba sacrificar sus
horas de sueño o sus días de descanso en el colegio, donde brillaba con las
mejores notas, para dedicárselos a la música, su quimera.
Las visitas al periódico de la novel artista con sus
primicias en la radio o en los escenarios, eran frecuentes: de cada ocho y
quince días. Y hasta de dos veces por semana. Y no había manera de sacarle el
cuerpo o de birlar su persistencia.
Cuando no me encontraba en la planta, ella le decía a la
recepcionista que me ubicara por radioteléfono al móvil donde me desplazaba en
mis correrías de reportero judicial, o de levantamuertos,
como llamaban en el argot callejero a quienes ejercíamos el cubrimiento de necropsias y similares.
-Dígale
que yo me demoro… Por lo menos dos horas, porque estamos en un caso bien peliagudo.
Y muy lejos-, le informaba a Martica, la encargada de recepción.
Al rato se oía la respuesta:
-Que
no importa, que ella lo espera…
-Martica,
por favor coméntele que vaya mañana, porque yo llego directo a
escribir la crónica que el editor está esperando para publicar en la edición de
mañana.
-Que
mañana no puede porque tiene vuelo a Barranquilla.
Que ella espera el tiempo que sea…, que la disculpe.
La mirada segura y serena de la triunfadora, que bien niña empezó a escribir con pulso firme los anaqueles de su grandeza. Foto: AFP |
Así era Shakira
en sus comienzos. Y lo siguió siendo a lo largo de su carrera. De una
perseverancia, un rigor y una disciplina admirables en una edad en que la voluntad
es el poderoso acicate capaz de lograr lo inverosímil, como ella lo demostró
con el tiempo, pese a las dificultades de diversa índole que tuvo que superar, incluida
la ruina económica de su padre.
Luego vendría para ella la cosecha abundante, el reconocimiento
internacional, las giras, los apoderamientos y los contratos con
multinacionales, los primeros Grammy (de
una colección de galardones que no le cabe en su egoteca), su rúbrica estampada en renglones que
la acreditaban como cantautora, productora, bailarina, música, empresaria, Embajadora de Buena Voluntad de Unicef,
presidenta de la Fundación Pies
Descalzos para la educación y la niñez de escasos recursos, y en una etapa
más reciente, la consagrada mamá de Milan
y Sasha, sus adorados retoños,
producto de su relación con el espigado defensa del Barca, Gerard Piqué.
De esos tiempos en que la cantante en ciernes soñaba con
una estrella perdurable en el firmamento, y comenzaba a calentar frente al
espejo de bailarina sus caderas de fuego, sólo quedan, para quienes la vimos
crecer como la artista en su máximo fulgor de nuestros días, un puñado de
postales, algunos recortes de periódicos amarillentos, uno que otro vídeo en cartucho
beta -como el primero que le grabó el empresario Fabio Polanco para la promoción de su compilado Magia, en Discos La Rumbita-, y esta sarta de recuerdos que vale la pena
avivar a fuego lento en la crepitante celebración de sus 40 calendarios , este 2 de
febrero.de 2017.
El amor de su vida y padre de sus adorables criaturas, el defensa del Barca, Gerard Piqué. Foto: Esquire |
En el memorable reportaje para la revista Cambio que el Nobel de Literatura de Aracataca le dedicó a Shakira, hay un resaltado que sintetiza el grueso de sus proezas y
realizaciones; el espíritu siempre emprendedor de la artista; y la capacidad a contracorriente de no dejarse vencer por la adversidad o ante los más duros y
difíciles contratiempos:
La
precocidad descomunal de Shakira, su genio creativo, su voluntad de granito y
una ciudad natal propensa a la invención artística, solo podían ser los
gérmenes de un tan raro destino.
Llega Shakira
a los 40 con la sonrisa de siempre, firma autentica de su optimismo y
vitalidad, de su derroche de energía, y de esa madurez de champaña real que
solo es ofrecida como elixir a selectos privilegiados, uno de ellos, con nombre
propio: Gerard Piqué, quien también está de plácemes con su cumpleaños número 30.
(Debe saber el señor Piqué
que las loterías más afortunadas del mundo no solo vienen en guarismos como la Navideña, de su país, sino en cajitas de música del caribe como la
que el destino, enhorabuena, le dotó como compañera).
¡Que suene el bacarat!
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