César 'Coco' Badillo emprende con 'Cómo regresa el humo al tabaco', una de sus más titánicas y desconcertantes aventuras teatrales. Foto: La Pluma & La Herida |
Ricardo
Rondón Ch.
Maestro,
¿en qué lío se metió usted…?
‘Coco’
Badillo observa al interlocutor con unas pupilas incandescentes
y desorbitadas, como las de un lémur encandilado por las farolas de un camión,
a la vez que abre con chirridos de aldabas un ataúd que deja escapar un fuerte
olor a arsénico quemado.
La escena se produce en los sótanos del Espacio Odeón (pleno centro de la
capital, Av. Jiménez con carrera 5°), otrora el viejo edificio republicano que
primero fue sala de cine y luego el Teatro
Popular de Bogotá, como La
Candelaria, La Mama, El Local, El Alacrán, entre otros, pilares y
semilleros de la catedral escénica colombiana.
-¿Cierro
ya?-, pregunta Badillo.
-No,
maestro. Un par de fotos más.
En segundos, la vertiginosa máquina del tiempo devuelve
las artes y oficios de una de las sólidas columnas de la dramaturgia y la
actuación: César ‘Coco’ Badillo
(Bucaramaga, 1956), titiritero en la niñez, aprendiz de mecánico, de
carpintero, de pintor de brocha gorda, de poeta, y de hace treinta y siete
años, autor de un puñado de libros de dramaturgia, actor y director del Teatro La Candelaria, con una docena de
películas, de las más mentadas, La gente
de la Universal, Soplo de vida, Los niños invisibles, El carro, Te amo Ana
Elisa, Locos, y la más reciente, en cartelera, Dos mujeres y una vaca.
Cuando Badillo
cierra la tapa, el ataúd emite un sonido bronco y seco, como si un suicida
pasado de kilos se hubiera lanzado de la terraza.
-¿Qué
es todo esto?-, pregunto aterrado.
-Escenografía.
Objetos que la mar del olvido nos ha regresado en su generoso oleaje-,
responde ‘Coco’, con una mueca de
fascinación como la del doctor Caligari.
Con los elementos del desastre, que son los objetos que se han extraviado de sus dueños, pero que la mar del olvido ha regresado en su generoso oleaje. Foto: La Pluma & La Herida |
Y avanza a zancadas por entre escombros y trebejos, como
un peregrino despistado, luego de sobrevivir a un bombardeo: maniquís, muchos
maniquís; enteros y fragmentados, con sus cabezas, torsos y piernas
desperdigadas por ahí, como los residuos macabros de las incontables masacres
del país de la ira, la venganza, el machete y el guaro.
Un cuadro del Sagrado
Corazón (en vos confío) en el
pasado, imagen tutelar de las enormes salas de las casonas antioqueñas en la
patria resquebrajada de la violencia bipartidista, con sus racimos de hijos de
barbera, puñal y carriel, y de bobos emparamados de entre casa.
Una calavera de tocador con el kepis raído de un
generalote de la guerra de los Mil días. Una daga de bronce que le fue hallada
a uno de los matones del General Rafael
Uribe Uribe. Una vela desgastada en una botella de Agua manantial. Otra
botella que sostiene una recortada bandera
de Colombia.
Caperuzas. Troncos de lámparas sin caperuzas. El chasis
de un camioneta Ford 58. Tarros y toneles de cartón de diferentes tamaños.
Pedazos de espejos ahumados. Un ejemplar hecho ruinas del Manifiesto Comunista. La réplica del Cristo mutilado de Bojayá.
-Maestro,
esto parece el inventario del Arca perdida-, indago con la
sospecha de que al teatrero de marras le están debiendo hace tiempo una
película cumbre: la versión criolla de Pinocho,
donde él encajaría perfecto en el personaje de Yepeto.
-¿Y
el muñequito articulado de madera?
-Cualquier
congresista que agarren durmiendo en plenaria.
Parte de la iconografía de este macromontaje que tiene una duración de tres horas y 45 minutos, con sus respectivos intermedios, al antojo del público. Foto: La Pluma & La Herida |
Badillo
explota en una sonora carcajada, y asegura que para cargar con todo este arrume
de escenografía al ‘Teatro ‘Jorge
Eliécer Gaitán’, donde será el primero de los tres estrenos pactados del
descomunal montaje, se va a necesitar de una tractomula. No lo dice en broma.
César
‘Coco’ Badillo, al alimón en dramaturgia y dirección con Felipe Vergara Lombana, son los
creadores de una quijotada descabellada, sin precedentes en la historia de las
tablas nacionales: Un tríptico -que no es una trilogía ni una saga-, con una
duración de tres horas y cuarenta y cinco minutos (con intermedios al antojo
del espectador).
Cómo
regresa el humo al tabaco es el resultado de más de dos años de
intenso trabajo, de estudios, exploraciones, rastros, escritura y reescritura
de textos, permanente correspondencia literaria de Badillo y Vergara desde 2011 (el primero en Bogotá, el segundo, cumpliendo a una beca de dirección en Washington), a partir de unos diarios
teatrales con los que ‘Coco’, en un
principio, proyectaba montar un monólogo.
Fue de tal magnitud el material que recaudaron, que era
imposible pensar en una puesta en escena para una sola voz. Entonces acudieron
a lo que en la jerga dramatúrgica se conoce como un trenzado, que a la larga tampoco funcionó. De modo que se
repartieron el material y cada uno por su cuenta empezó a levantar una
estructura de propuestas y diálogos, que en el proceso de muchas
conversaciones, análisis, borradores, intercambios, desembocó en un libro.
De izquierda a derecha: Felipe Vergara Lombana, César 'Coco' Badillo (dramaturgia-dirección), Laura Nepta (asistente de dirección) y Felipe Camacho (dirección de arte) |
Dicho texto, cuyo título es el mismo de la obra, Cómo regresa el humo al tabaco, ganó una
Beca de Creación para obras de gran formato
de IDARTES. Un libro prologado por otro de los grandes hacedores del teatro
en Colombia, Fabio Rubiano, escritor, actor y dramaturgo, creador junto a Marcela
Valencia del colectivo Petra (Opio en las nubes, Mosca, El vientre de la
ballena, Sara dice, Labio de liebre, entre otras), con treinta y un años de
trayectoria.
El libro premiado fue puesto a consideración del público
en varias sesiones de tertulia y crítica en la Casa del Teatro Nacional, donde Vergara dicta talleres. El entusiasmo de llevarlo a escena fue
creciendo con el mismo asombro y temeridad que la escritora, filósofa y
dramaturga inglesa Mary Shelley pudo
sentir cuando puso punto final a la novela de su abominable criatura: Frankenstein.
Badillo
y Vergara estaban enfrentados a un monstruo similar, pero de tres
cabezas. Y para darle vida, para poblarlo en su entorno de voces, pulsiones,
sinergias y músicas (porque tiene su propia banda sonora en vivo, a cargo de Edson Velandia y la Tigra), se
acuartelaron para la adaptación y la escritura de las escenas en dos
laboratorios escénicos: La Clínica de
Dramaturgia de Bogotá y la Barracuda
Carmela, espacio de creación de Felipe
Vergara y Catalina Medina.
A este equipo se unieron Felipe Camacho, director de arte y Laura Nepta, asistente de dirección, y ya con el tabloski, traducido en el primer machote
del tríptico: El menor de tres hermanos,
Narradores de objetos y Aquí se queda
el yo y entra el otro, se dieron a la tarea de la consecución de los
actores.
Dos años largos de escrituras, borradores, reescrituras, cateos y clínicas dramatúrgicas conllevó el proceso del montaje. Foto: La Pluma & La Herida |
Actores jóvenes, pero de escuela, nervio y vigor
permanente en las tablas: Liliana
Montaña, Catalina Medina, Catalina Botero, Camilo Carvajal, Carlos Caliche Gutiérrez, Felipe Botero, Pablo Restrepo (histrión y baterista de La Tigra), Erick Rodríguez y Fernando
Bocanegra, con música de Vladimir
Giraldo y Edson Velandia.
El río por donde navegan estas tres historias es, como en
algunos relatos de Haruki Murakami, una
honda reflexión alrededor de aquellas personas que han perdido su lugar en el
mundo. Un rastreo a través de los objetos que alguna vez les pertenecieron y
que por distintas circunstancias quedaron abandonados. Son crónicas del
infortunio, la pérdida de identidad y el desarraigo. Y a la vez, un homenaje al
coraje y a la resistencia, incluso hasta para negarse a morir.
El
menor de tres hermanos es una fábula con pálpitos del Sastrecito valiente. Es el relato de un
joven empeñado en cambiar el mundo a contracorriente y con la riesgosa consigna
de por la vida, la vida misma.
Trasciende a la extinción toda vez que evade su propio entierro, como en Rogelio, el corto magistral del mexicano
Guillermo Arriaga. A partir de esa
negación del acabose, el jovencito emprende un maratónica búsqueda de su vida, pero
desde su propia muerte.
'Coco' Badillo está dotado de la más provechosa esquizofrenia mística para botar corriente a la hora de la creación histriónica. Foto: La Pluma & La Herida |
Narradores
de objetos revela una secta destinada a recoger elementos para
inventarles historias. El líder de esta logia es un viejo agotado y sin
esperanzas, quien pretende delegar sus funciones en un discípulo que, como en nebulosa
borgiana, él se empeña crear en un sueño. El dilema es convencer a sus
subordinados que lo acepten como su próximo jefe.
Aquí
se queda el yo y entra el otro es un laberíntico juego de
mutaciones a partir de un actor veterano, que de tanto interpretar a otros,
pierde su identidad. El actor Felipe
Botero lo interpreta en la juventud, y lo retoma en la senectud César Badillo, hasta su última etapa, a
los 90 años.
El maestro, en cada uno de los tres capítulos es ‘Coco’ Badillo, quien comparece no sólo
en los relatos, sino que se encarga del prólogo, con una lúdica punkera entre la tosquedad, la sutileza y
el caos que vibra de principio a fin en la gran puesta en escena, voluble,
orgánica, demoledora, con todas las miradas y lecturas posibles para deleite y
análisis del público.
Los intermedios entre una obra y otra son totalmente
opuestos a las de los espectáculos convencionales. El espectador elegirá entre
salir a estirar las piernas, abrevar un café o un canelazo, o quedarse apoltronado en la sala observando los cambios
de escenografía, la renovación del vestuario, las músicas de La Tigra, una entrevista de diez
minutos que le hace Velandia a Badillo,
o simplemente, degustando las golosinas de los vendedores ambulantes de la
carrera 7°, previamente seleccionados.
Badillo, contra la pared, en uno de los territorios emblemáticos de la escena colombiana, el antiguo Teatro Popular de Bogotá, hoy Espacio Odeón. Foto: La Pluma & La Herida |
Fabio
Rubiano, en su rol de observador y prologuista de Cómo regresa el humo al tabaco, en su
versión original, pone de presente su visión antropológica, filosófica,
política, y desde luego dramatúrgica de las partes y el todo que componen el montaje,
de los personajes que se buscan desde el fondo de cada actor y afloran cuando los
reclama la escena; de la curiosidad, la memoria y el conocimiento, y de esa
esquizofrenia mística que a diario retroalimenta a los histriones.
“La trilogía Cómo
regresa el humo al tabaco, compuesta por El menor de tres hermanos, Narradores de objetos y Aquí se queda el yo y entra el otro, es un tríptico que hace una revisión
de todos los paradigmas: desde los impulsos y las dificultades creativas, hasta
el compromiso del artista, pasando por las violencias propias de un país como
el nuestro, la muerte y los avatares de
la identidad de quien durante toda su vida se dedica a crear”.
El actor, el director, el dramaturgo, el Maestro, al calor de un tiento y a la sombra del caminante. Foto: La Pluma & La Herida |
“Las tres piezas (¿en una?) escritas por los artistas César Badillo y Felipe Vergara constituyen una composición libre que se aleja y se
acerca, al ritmo que quiere, al performance,
a las propuestas narrativas, a lo épico y a lo dramático, a lo múltiple y a lo lineal;
vienen con música y con reflexiones políticas y artísticas, testimoniales y fantásticas.
Las tres obras no le hacen homenaje a nada, no se parecen
a nada pero tienen correspondencia con todo. Establecen una escritura abierta y
a la vez articulada, llena de elementos decididamente teatrales que juegan el
papel de interfaz”.
Al final, con César
Badillo, compartimos otras notas al calor de unos tintos, en un café ubicado
al frente de la casa centenarista donde el poeta José Asunción Silva, en la madrugada del domingo 24 de mayo de
1896, cuando frisaba 31 años, decidió apagar su tormentosa vida descerrajándose
un plomo en el corazón.
-Esto
va a ser todo un suceso-, le digo. Algo contra todo pronóstico,
riesgoso, pero brillante.
‘Coco’ fija
otra vez sus pupilas encandiladas de esquivo primate:
-Brillantes
son las luciérnagas que aprietan el culo y se iluminan.
Cómo
regresa el humo al tabaco tendrá en principio dos temporadas en Bogotá: 11, 12, y 13 de agosto en el Teatro ‘Jorge Eliécer Gaitán’. 12 y 13 de noviembre en el Teatro ‘Julio Mario Santo Domingo. (En
conversaciones con el Teatro Colón para
el 2017).
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