Jaime Bayly, en su exhibicionismo crónico, repite sus vicios, oquedades y debilidades en su nueva novela: El niño terrible y la escritora maldita. Foto: EFE |
Ricardo Rondón Ch.
Salvo No se lo digas a nadie (1994), Los
últimos días de la prensa (1996) y La
noche es virgen (Premio Herralde 1997), todo parece indicar que el libreto
narrativo de Jaime Bayly (Lima, Perú,
1965), está agotado.
Con El niño terrible y la escritora maldita, su nueva novela (Ediciones
B, 2016), el polémico y controvertido entrevistador deja por sentada su incisiva cuota de exhibicionismo, sus vicios, derroches y debilidades, con un telón de
fondo hace tiempo raído y desgastado: la decadente burguesía limeña y los
derrotes y miserias que a su paso dejó la dictadura fujimorista, contextualizada
con la dolce vita y las alfombras
rojas de Miami Beach.
Chismes de peluquería estrato
seis. Un ego exacerbado que lo lleva a revelarse poderoso y frágil en una
balanza descarriada. La luminaria del periodismo que no tiene inconveniente en
perder uno o dos millones de dólares por la adquisición de un lujoso
apartamento en Miami, todo por dar
rienda suelta a sus insólitos caprichos sexuales: cambiar a la esposa y madre
de sus dos pequeñas hijas por la carne
erguida de un señorito argentino que lo ha enloquecido de la noche a la mañana.
Literatura de la autoficción, autorretrato novelado,
narrativa ligth, como se le quiere llamar,
lo cierto es que en El niño terrible y
la escritora maldita no hay nada nuevo de lo que él mismo ha contado en sus
novelas y en cientos de entrevistas, con el arrojo y el desparpajo del ‘bisexual
valiente’, como lo rotula la amañada crítica, y esa chispa rosa de la que
también hace gala su colega y amigo en el set y en la escritura, el venezolano Boris Izaguirre.
El melodrama estilo Delia Fiallo de un brillante periodista
ad portas de los cincuenta años que presume de héroe al abandonarlo todo: su hogar, sus hijas, su novio, para “caer perdidamente
enamorado” en los brazos de una veinteañera (guiño consustancial a la Lolita de Nabokov), y hacerlo público en su espacio televisivo para dejar constancia
de que la muchachita está embarazada (¡vaya semental de concurso!), pide a
gritos un culebrón de Telemundo. Si esa
era la pretensión de Bayly, lo ha
conseguido. Que el presidente de la
cadena no lo piense tanto para convocarlo a firmar contrato. Éxito asegurado.
Más de lo mismo, con otros nombres |
Hasta el título de la novela
tiene los reflectores para bautizar el folletín televisivo: El niño terrible y la escritora maldita.
Seguro que antes de sugerirlo a su editorial, lo consultó con su psicoanalista,
porque el primero que se le vino a la cabeza, Pene primavera, fue rechazado por el editor en Nueva York, con la advertencia de que los ejemplares podrían ser
retirados de las estanterías el día de su lanzamiento.
Sin desconocer la agilidad,
el repentismo y un abonado terreno cultural -sobre todo en la política- del
peruano ante cámaras, es oportuno reconocer que para Jaime Bayly ha llegado su ocaso como escritor. La sequía es
evidente. Su reiterada temática del “yo ante el yo” como prioridad de sus
historias, lo ubican en el triste mercado narrativo de nuestros tiempos, opaco
y estéril. Ni ahondar en El cojo y el loco
(Planeta, 2009), la peor de sus novelas. Las 300 páginas de El niño terrible y la escritora maldita
van en contra de los clamores y las urgencias de la humanidad para la
conservación del planeta.
Bayly,
a la vera de sus 51 abriles, aún se diagnostica como un “niño terrible”, con un
pasado y un presente que lo atormenta: ese constante trastabillar por los
vericuetos de su condición sexual, su adicción a las drogas, sus babilónicas
fiestas, los excesos, y muy seguro, un desamparo y un desconcierto ante la vida
latentes, traumas que a lo mejor datan de la infancia, y que en la edad mayor, no se los resolverán la literatura. Si acaso el Psicoanálisis o los acupunturistas
coreanos.
Porque su insistencia con el
mismo libreto está marcado en el setenta por ciento de sus novelas, y el mismo
tufillo se siente en su fracasada saga de Morirás
mañana. No obstante, desprovisto de toda belleza literaria (su máximo
esplendor lo alcanzó La noche es virgen),
el afamado autor recurre a un andamiaje de lugares comunes y a un humor
impostado, con “pelos y señales”, en suertes escatológico, que Bayly se
empeña en explicar como si el lector fuera un tarado.
Si un taquillazo literario es
“tener el suficiente valor” para hacer pública con otros nombres su desordenada
vida íntima: el dolor causado a su esposa Sandra
Masías y a sus dos primeras hijas por sus devaneos homosexuales con un muchachón
de hechuras itálicas que aspira a ser escritor como él, y un idilio -para congraciarse
con Nabokov- con una Lolita intrépida que sueña con el Nobel, la peruana Silvia Núñez del Arco, 24 años menor que Bayly, todo esto agregado a sus desmesuras con las drogas y una
farándula que noche a noche lo consume, pues habrá con urgencia que replantear
los códigos posmodernos de la literatura, o sentarnos pesarosos a evaluar que
definitivamente, como los diarios impresos, se agotan los lectores de ley.
El preocupante colofón es
que Jaime Bayly -y este no es un
chisme de oreja gacha- tiende en su real cotidianidad a consumir medicamentos no
recetados para conciliar el sueño. Y muchas veces, por exceso de trabajo, para
no dormir. ¡Peligro inminente! De esas consecuencias trágicas han arrojado
partes forenses los casos de Michael
Jackson, y más reciente, Prince.
De nada demasiado, decían los griegos.
Presentación de El niño terrible y la escritora maldita: 29° Feria Internacional del Libro Corferias. Salón Múltiple 3- Gran Salón Literario Ecopetrol. Sábado 30 de abril de 2016. Hora: 6:00 p.m.
Consulte y amplíe información en la web oficial FILBo: http://feriadellibro.com/
0 comentarios