sábado, 30 de abril de 2016

Jaime Bayly, tu libreto está agotado

Jaime Bayly, en su exhibicionismo crónico, repite sus vicios, oquedades y debilidades en su nueva novela: El niño terrible y la escritora maldita. Foto: EFE    
Ricardo Rondón Ch.

Salvo No se lo digas a nadie (1994), Los últimos días de la prensa (1996) y La noche es virgen (Premio Herralde 1997), todo parece indicar que el libreto narrativo de Jaime Bayly (Lima, Perú, 1965), está agotado.

Con El niño terrible y la escritora maldita, su nueva novela (Ediciones B, 2016), el polémico y controvertido entrevistador deja por sentada su incisiva cuota de exhibicionismo, sus vicios, derroches y debilidades, con un telón de fondo hace tiempo raído y desgastado: la decadente burguesía limeña y los derrotes y miserias que a su paso dejó la dictadura fujimorista, contextualizada con la dolce vita y las alfombras rojas de Miami Beach.

Chismes de peluquería estrato seis. Un ego exacerbado que lo lleva a revelarse poderoso y frágil en una balanza descarriada. La luminaria del periodismo que no tiene inconveniente en perder uno o dos millones de dólares por la adquisición de un lujoso apartamento en Miami, todo por dar rienda suelta a sus insólitos caprichos sexuales: cambiar a la esposa y madre de sus dos pequeñas hijas  por la carne erguida de un señorito argentino que lo ha enloquecido de la noche a la mañana.

Literatura de la autoficción, autorretrato novelado, narrativa ligth, como se le quiere llamar, lo cierto es que en El niño terrible y la escritora maldita no hay nada nuevo de lo que él mismo ha contado en sus novelas y en cientos de entrevistas, con el arrojo y el desparpajo del ‘bisexual valiente’, como lo rotula la amañada crítica, y esa chispa rosa de la que también hace gala su colega y amigo en el set y en la escritura, el venezolano Boris Izaguirre.

El melodrama estilo Delia Fiallo de un brillante periodista ad portas de los cincuenta años que presume de héroe al abandonarlo todo: su hogar, sus hijas, su novio, para “caer perdidamente enamorado” en los brazos de una veinteañera (guiño consustancial a la Lolita de Nabokov), y hacerlo público en su espacio televisivo para dejar constancia de que la muchachita está embarazada (¡vaya semental de concurso!), pide a gritos un culebrón de Telemundo. Si esa era la pretensión de Bayly, lo ha conseguido.  Que el presidente de la cadena no lo piense tanto para convocarlo a firmar contrato. Éxito asegurado.
Más de lo mismo, con otros nombres 

Hasta el título de la novela tiene los reflectores para bautizar el folletín televisivo: El niño terrible y la escritora maldita. Seguro que antes de sugerirlo a su editorial, lo consultó con su psicoanalista, porque el primero que se le vino a la cabeza, Pene primavera, fue rechazado por el editor en Nueva York, con la advertencia de que los ejemplares podrían ser retirados de las estanterías el día de su lanzamiento.

Sin desconocer la agilidad, el repentismo y un abonado terreno cultural -sobre todo en la política- del peruano ante cámaras, es oportuno reconocer que para Jaime Bayly ha llegado su ocaso como escritor. La sequía es evidente. Su reiterada temática del “yo ante el yo” como prioridad de sus historias, lo ubican en el triste mercado narrativo de nuestros tiempos, opaco y estéril. Ni ahondar en El cojo y el loco (Planeta, 2009), la peor de sus novelas. Las 300 páginas de El niño terrible y la escritora maldita van en contra de los clamores y las urgencias de la humanidad para la conservación del planeta.

Bayly, a la vera de sus 51 abriles, aún se diagnostica como un “niño terrible”, con un pasado y un presente que lo atormenta: ese constante trastabillar por los vericuetos de su condición sexual, su adicción a las drogas, sus babilónicas fiestas, los excesos, y muy seguro, un desamparo y un desconcierto ante la vida latentes, traumas que a lo mejor datan de la infancia, y que en la edad mayor, no se los resolverán la literatura. Si acaso el Psicoanálisis o los acupunturistas coreanos.

Porque su insistencia con el mismo libreto está marcado en el setenta por ciento de sus novelas, y el mismo tufillo se siente en su fracasada saga de Morirás mañana. No obstante, desprovisto de toda belleza literaria (su máximo esplendor lo alcanzó La noche es virgen), el afamado autor recurre a un andamiaje de lugares comunes y a un humor impostado, con “pelos y señales”, en suertes escatológico, que Bayly se empeña en explicar como si el lector fuera un tarado.

Si un taquillazo literario es “tener el suficiente valor” para hacer pública con otros nombres su desordenada vida íntima: el dolor causado a su esposa Sandra Masías y a sus dos primeras hijas por sus devaneos homosexuales con un muchachón de hechuras itálicas que aspira a ser escritor como él, y un idilio -para congraciarse con Nabokov- con una Lolita intrépida que sueña con el Nobel, la peruana Silvia Núñez del Arco, 24 años menor que Bayly, todo esto agregado a sus desmesuras con las drogas y una farándula que noche a noche lo consume, pues habrá con urgencia que replantear los códigos posmodernos de la literatura, o sentarnos pesarosos a evaluar que definitivamente, como los diarios impresos, se agotan los lectores de ley.

El preocupante colofón es que Jaime Bayly -y este no es un chisme de oreja gacha- tiende en su real cotidianidad a consumir medicamentos no recetados para conciliar el sueño. Y muchas veces, por exceso de trabajo, para no dormir. ¡Peligro inminente! De esas consecuencias trágicas han arrojado partes forenses los casos de Michael Jackson, y más reciente, Prince.

De nada demasiado, decían los griegos.

Presentación de El niño terrible y la escritora maldita: 29° Feria Internacional del Libro Corferias. Salón Múltiple 3- Gran Salón Literario Ecopetrol. Sábado 30 de abril de 2016. Hora: 6:00 p.m.

Consulte y amplíe información en la web oficial FILBo: http://feriadellibro.com/ 
              
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