El actor esloveno Igor Samobor, en una magistral interpretación de 'Fausto', concepto, dramaturgia y dirección de Tomaz Pandur. Foto: FITBO |
Ricardo
Rondón Ch.
Siempre
se necesita aquello que se ignora y nunca podemos hacer uso de lo que sabemos. (Fausto)
Cuando era adolescente, Tomaz Pandur (Maribor, Eslovenia, 1963), como la mayoría de los
imberbes, quería cambiar el mundo y hacer uno a su manera, pero a buen tiempo
se dio cuenta que políticamente no encontraría cauce. Por eso buscó refugio en
el teatro. Y vaya que ese ideal transgresor que germinó en la edad temprana, le
ha dado fructíferos y contundentes resultados.
La rúbrica de Pandur
en el Festival Iberoamericano de
Teatro de Bogotá -que él, con toda su experiencia y recorrido considera uno,
si no el más importante del mundo-, ya es familiar. Siempre que se anuncia un
montaje suyo, de los más recordados y aplaudidos ‘Infierno’, ‘Calígula’, ‘Medea’, hay congestión de taquillas y
localidades agotadas. Lo mismo ha sucedido con sus obras en los festivales del
orbe, y en España, donde está radicado.
¿Qué fuerza magnética o luciferina es la que posee el
director esloveno para atraer tanto público y volcar a los críticos alrededor
de sus impresionantes representaciones?
Puede ser esa obsesión por la que se ha desmenuzado los
sesos desde la juventud, como en el clásico de la italiana Liliana Cavani “Más allá del
bien y del mal” (1977), por su piquiña incesante de curiosidad, de escarbar
en lo desconocido, en temas tan serios y comprometedores como el ocultismo, y
en autores de respeto y admiración como Dostoyevski,
Shakespeare, Kafka, Dante Alighieri y Goethe.
Puede ser justo Goethe
y la complejidad de su Fausto, o el Fausto que hace tiempo anida en la
conciencia de Pandur, en su sed insaciable
de conocimiento, lo que lo ha llevado a implementar una cosmogonía propia del teatro que él ha llamado
de “alta definición”, con un
elemento imprescindible en la mayoría de sus macro-montajes: el agua que, en su
constructivismo escénico, es el espejo, la claridad, y a la vez, una
contextualización dramática de esa mar de confusiones a que está sujeta la
condición humana.
Esa vulnerabilidad del hombre en su afán de poder, codicia,
placer, conocimiento, que hoy, como en ningún período de la historia tiene al
planeta al borde del precipicio, es la gran metáfora que ha propuesto Pandur en su saga dramatúrgica, y que
ahora se hace más nítida y reveladora en su monumental versión del Fausto, de Goethe, esta vez con la compañía The Slovenian National Ljubljana Theatre Drama, con un escenario,
para el Iberoamericano, que no
podría ser otro que el Teatro Mayor ‘Julio
Mario Santo Domingo’.
El agua es uno de los elementos característicos en los montajes de Pandur. 'Fausto' no podría ser la excepción. Foto: FITBO |
Debe ser por eso que Tomaz
Pandur - pese a su leve rasgo de timidez- lleva impresa una sonrisa de simpatía
que comparte con quien se le acerca para saludarlo, felicitarlo, tomarse una selfie, o simplemente para comprobar que
quien está al mando de tan extraordinaria tripulación escénica, en un vuelo
fantástico e intimidatorio que compromete los cinco sentidos, no es un piloto
automático sino un ser de carne y hueso, un hombre que siempre luce de negro,
que cubre su testa con una boina vasca, que se desplaza en cómodos Converse, y al que te podrías encontrar
en la fila de la caja de un Carulla.
Él, Pandur, de
una sencillez pasmosa en la cotidianidad, que se sumerge sin equipo de buceo al
fondo de mares insondables y de aguas procelosas, que van de la aguda
literatura al defenestrante embrollo filosófico, como Fausto, que al icónico autor alemán le demandó sesenta años de pacientes
elucubraciones y escritura.
“Me
seduce Goethe –manifiesta el esloveno- porque su visión del
hombre y del mundo es intemporal, y habla con una verdad que te presiona a
plantearte aspectos filosóficos y éticos de la existencia, en los que el ser
humano vive su infierno particular”.
“Con Fausto, me
afiancé en la idea de proponer un individuo que siempre está al límite de la
vida y de la urgencia latente de adquirir más sabiduría, ampliar sus
horizontes, cruzar todos los linderos, apostarle a lo inconcebible; en definitiva,
hablar de cómo el mal nunca podrá separarse del bien. El asunto es que partimos
de este mundo terrenal con un mínimo de conocimiento, porque vivimos en procura de lo convencional, de aquello que
en la mayoría de veces se nos niega: familia, amor, sabiduría y belleza”.
Y es
justamente la belleza una de las preocupaciones en el entramado escénico
de las obras de Pandur, en especial
su novedoso Fausto. Una belleza
gótica y expresionista, donde solo priman colores como el blanco, el gris y el
negro, y un erótico rojo sanguíneo apenas sugerido en el maquillaje de sus personajes,
que se desplazan por un espejo de agua.
“La
belleza es el encuentro de los dos mundos, y el teatro es el
único lugar donde conciencia y subconsciente se pueden unir. En broma, se puede
decir que es ‘teatro en alta definición’”, aclara Tomaz.
"Teatro de alta definición", es el nombre que, entre serio y broma, le ha adjudicado el director esloveno a sus creaciones. Foto: FITBO |
Para el director esloveno, poner en marcha una obra de las
características y la universalidad de Goethe,
es equiparable a cuatro dramas de Shakespeare:
“Fue algo similar a ubicar en el escenario los corazones
de todo el equipo para que cada uno de ellos contase su propia historia de
soledad o desesperación. Si no eres capaz de canalizar todos esos estados,
fracasas, pero si lo logras, llegas al público y lo conmueves hasta el llanto”.
Pandur adaptó
la obra junto a Livija Pandur y Lada Kastelan quienes se focalizaron en
la psicología de los personajes y en su rol de pequeños integrantes de un juego
difícil de maniobrar. En este apartado, el montaje, la interpretación, la dirección
de actores, Pandur es de una
exigencia y disciplina incontrovertibles:
“Mi compañía trabaja desde la necesidad orgánica que
demanda el teatro, desde una respuesta pura e intelectual. Me esmeré por centrar
la obra en el núcleo del que todos partimos: el mal es la familia, metáfora del
mundo. En ella puedes encontrar lo mejor y lo peor, el bien y el mal. Todo esto
bajo la sabia premisa del mismo Fausto:
Siempre se necesita aquello que se ignora
y nunca podemos hacer uso de lo que sabemos”.
En cuanto a la plataforma técnica, Pandur sigue ceñido a su personal estética teatral, en el escenario
de Fausto, un concepto rigurosamente
monocromático que evoca la visión cinematográfica y expresionista del clásico
del cine mudo (1926) de Friedrich
Murnau.
Tomaz Pandur, más que familiar del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, en entrevista con La Pluma & La Herida |
El hombre que vendió su alma al diablo, el que descubrió
su otro rostro en el rostro de Mefistófeles
(que en esta obra no llega sino como un nómada salido de Mad Max acompañado de su mujer y sus hijos y seguido por una
cuadrilla de diablillos), el que pide que a cambio de su alma se le devuelva la
juventud y se le permita el acceso al placer y al conocimiento absolutos, es el
protagonista de este laboratorio de alquimia, en donde el texto de
profundidades existenciales y herméticas de una obra inspirada en las versiones
de Marlowe y Goethe se desliza demoniaco en el escenario para hacernos dudar de
los límites entre el bien y el mal.
“’Fausto’ es
un libro -explica el director esloveno- que yo llevo conmigo desde hace muchos
tiempo. Y hace dos años sentí que era el momento de hacerlo. Cuenta la
historia, la tragedia, de un hombre que vendió su alma al diablo, y a través de
esa historia yo tenía la necesidad de hablar de cosas cruciales en nuestras
vidas; es un hombre que lucha contra el mundo, que está al límite de la
existencia y que tiene la necesidad de adquirir más sabiduría, y de ahí su
marginalidad. Hoy en día el conocimiento está disponible con un solo toque en
el teclado”.
Fausto
y Mefistófeles -continúa el director- son la misma persona,
las dos caras de la misma moneda. Pero a Mefistófeles,
al que Goethe convirtió en la
representación del mal, Pandur le cobijó
de una familia -una mujer y dos hijos -. “La familia es una metáfora del mundo.
Los hijos de Mefistófeles han
sufrido abusos y han sido violados, y entienden el problema de una manera
profunda”.
“Ponemos en activo nuestros corazones. Es una alquimia, e
igual que se necesitan toneladas de pétalos de orquídeas para extraer una gota
de perfume, en el teatro se necesitan muchas horas de trabajo conjunto para
lograr un momento de belleza”, indica el esloveno.
-Y con todo lo que ha hecho, ¿qué otro proyecto tiene en mente?, maestro
Pandur, que es una caja de Pandora en permanente actividad, sorprende:
-Para el próximo Festival Iberoamericano de Teatro (2018) vamos a estrenar 'Cien años de soledad'.
Sin palabras...
-Y con todo lo que ha hecho, ¿qué otro proyecto tiene en mente?, maestro
Pandur, que es una caja de Pandora en permanente actividad, sorprende:
-Para el próximo Festival Iberoamericano de Teatro (2018) vamos a estrenar 'Cien años de soledad'.
Sin palabras...
Elenco:
Igor Samobor: Heinrich Faust
Branko Sturbej: Mephistopheles
Bárbara
Cerar: Madame Mephistopheles
Polona
Juh: Margaret
Branko
Jordan: Valentine
Uros
Fürst: Presidente del Gabinete
Robert
Korosec, Filip Samobor, Zan Perko, Matic Luksic: Ministros del Gabinete
Entérese de la programación y el acontecer en detalle del XV Festival Iberoamericano de Teatro: http://bit.ly/1pqGDRT
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