viernes, 25 de marzo de 2016

Con 'Fausto', Tomaz Pandur va más allá del bien y del mal

El actor esloveno Igor Samobor, en una magistral interpretación de 'Fausto', concepto, dramaturgia y dirección de Tomaz Pandur. Foto: FITBO
Ricardo Rondón Ch.

Siempre se necesita aquello que se ignora y nunca podemos hacer uso de lo que sabemos. (Fausto)

Cuando era adolescente, Tomaz Pandur (Maribor, Eslovenia, 1963), como la mayoría de los imberbes, quería cambiar el mundo y hacer uno a su manera, pero a buen tiempo se dio cuenta que políticamente no encontraría cauce. Por eso buscó refugio en el teatro. Y vaya que ese ideal transgresor que germinó en la edad temprana, le ha dado fructíferos y contundentes resultados.

La rúbrica de Pandur en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá -que él, con toda su experiencia y recorrido considera uno, si no el más importante del mundo-, ya es familiar. Siempre que se anuncia un montaje suyo, de los más recordados y aplaudidos ‘Infierno’, ‘Calígula’, ‘Medea’, hay congestión de taquillas y localidades agotadas. Lo mismo ha sucedido con sus obras en los festivales del orbe, y en España, donde está radicado.

¿Qué fuerza magnética o luciferina es la que posee el director esloveno para atraer tanto público y volcar a los críticos alrededor de sus impresionantes representaciones?

Puede ser esa obsesión por la que se ha desmenuzado los sesos desde la juventud, como en el clásico de la italiana Liliana Cavani “Más allá del bien y del mal” (1977), por su piquiña incesante de curiosidad, de escarbar en lo desconocido, en temas tan serios y comprometedores como el ocultismo, y en autores de respeto y admiración como Dostoyevski, Shakespeare, Kafka, Dante Alighieri y Goethe.

Puede ser justo Goethe y la complejidad de su Fausto, o el Fausto que hace tiempo anida en la conciencia de Pandur, en su sed insaciable de conocimiento, lo que lo ha llevado a implementar una  cosmogonía propia del teatro que él ha llamado de “alta definición”, con un elemento imprescindible en la mayoría de sus macro-montajes: el agua que, en su constructivismo escénico, es el espejo, la claridad, y a la vez, una contextualización dramática de esa mar de confusiones a que está sujeta la condición humana.

Esa vulnerabilidad del hombre en su afán de poder, codicia, placer, conocimiento, que hoy, como en ningún período de la historia tiene al planeta al borde del precipicio, es la gran metáfora que ha propuesto Pandur en su saga dramatúrgica, y que ahora se hace más nítida y reveladora en su monumental versión del Fausto, de Goethe, esta vez con la compañía The Slovenian National Ljubljana Theatre Drama, con un escenario, para el Iberoamericano, que no podría ser otro que el Teatro Mayor ‘Julio Mario Santo Domingo’.

El agua es uno de los elementos característicos en los montajes de Pandur. 'Fausto' no podría ser la excepción. Foto: FITBO
Debe ser por eso que Tomaz Pandur - pese a su leve rasgo de timidez- lleva impresa una sonrisa de simpatía que comparte con quien se le acerca para saludarlo, felicitarlo, tomarse una selfie, o simplemente para comprobar que quien está al mando de tan extraordinaria tripulación escénica, en un vuelo fantástico e intimidatorio que compromete los cinco sentidos, no es un piloto automático sino un ser de carne y hueso, un hombre que siempre luce de negro, que cubre su testa con una boina vasca, que se desplaza en cómodos Converse, y al que te podrías encontrar en la fila de la caja de un Carulla.

Él, Pandur, de una sencillez pasmosa en la cotidianidad, que se sumerge sin equipo de buceo al fondo de mares insondables y de aguas procelosas, que van de la aguda literatura al defenestrante embrollo filosófico, como Fausto, que al icónico autor alemán le demandó sesenta años de pacientes elucubraciones y escritura.

“Me seduce Goethe –manifiesta el esloveno- porque su visión del hombre y del mundo es intemporal, y habla con una verdad que te presiona a plantearte aspectos filosóficos y éticos de la existencia, en los que el ser humano vive su infierno particular”.

“Con Fausto, me afiancé en la idea de proponer un individuo que siempre está al límite de la vida y de la urgencia latente de adquirir más sabiduría, ampliar sus horizontes, cruzar todos los linderos, apostarle a lo inconcebible; en definitiva, hablar de cómo el mal nunca podrá separarse del bien. El asunto es que partimos de este mundo terrenal con un mínimo de conocimiento, porque vivimos  en procura de lo convencional, de aquello que en la mayoría de veces se nos niega: familia, amor, sabiduría y belleza”.

Y es justamente la belleza una de las preocupaciones en el entramado escénico de las obras de Pandur, en especial su novedoso Fausto. Una belleza gótica y expresionista, donde solo priman colores como el blanco, el gris y el negro, y un erótico rojo sanguíneo apenas sugerido en el maquillaje de sus personajes, que se desplazan por un espejo de agua.

“La belleza es el encuentro de los dos mundos, y el teatro es el único lugar donde conciencia y subconsciente se pueden unir. En broma, se puede decir que es ‘teatro en alta definición’”, aclara Tomaz.

"Teatro de alta definición", es el nombre que, entre serio y broma, le ha adjudicado el director esloveno a sus creaciones. Foto: FITBO
Para el director esloveno, poner en marcha una obra de las características y la universalidad de Goethe, es equiparable a cuatro dramas de Shakespeare:

“Fue algo similar a ubicar en el escenario los corazones de todo el equipo para que cada uno de ellos contase su propia historia de soledad o desesperación. Si no eres capaz de canalizar todos esos estados, fracasas, pero si lo logras, llegas al público y lo conmueves hasta el llanto”.

Pandur adaptó la obra junto a Livija Pandur y Lada Kastelan quienes se focalizaron en la psicología de los personajes y en su rol de pequeños integrantes de un juego difícil de maniobrar. En este apartado, el montaje, la interpretación, la dirección de actores, Pandur es de una exigencia y disciplina incontrovertibles:

“Mi compañía trabaja desde la necesidad orgánica que demanda el teatro, desde una respuesta pura e intelectual. Me esmeré por centrar la obra en el núcleo del que todos partimos: el mal es la familia, metáfora del mundo. En ella puedes encontrar lo mejor y lo peor, el bien y el mal. Todo esto bajo la sabia premisa del mismo Fausto: Siempre se necesita aquello que se ignora y nunca podemos hacer uso de lo que sabemos”.

En cuanto a la plataforma técnica, Pandur sigue ceñido a su personal estética teatral, en el escenario de Fausto, un concepto rigurosamente monocromático que evoca la visión cinematográfica y expresionista del clásico del cine mudo (1926) de Friedrich Murnau.

Tomaz Pandur, más que familiar del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, en entrevista con La Pluma & La Herida
El hombre que vendió su alma al diablo, el que descubrió su otro rostro en el rostro de Mefistófeles (que en esta obra no llega sino como un nómada salido de Mad Max acompañado de su mujer y sus hijos y seguido por una cuadrilla de diablillos), el que pide que a cambio de su alma se le devuelva la juventud y se le permita el acceso al placer y al conocimiento absolutos, es el protagonista de este laboratorio de alquimia, en donde el texto de profundidades existenciales y herméticas de una obra inspirada en las versiones de Marlowe y Goethe se desliza demoniaco en el escenario para hacernos dudar de los límites entre el bien y el mal.

“’Fausto’ es un libro -explica el director esloveno- que yo llevo conmigo desde hace muchos tiempo. Y hace dos años sentí que era el momento de hacerlo. Cuenta la historia, la tragedia, de un hombre que vendió su alma al diablo, y a través de esa historia yo tenía la necesidad de hablar de cosas cruciales en nuestras vidas; es un hombre que lucha contra el mundo, que está al límite de la existencia y que tiene la necesidad de adquirir más sabiduría, y de ahí su marginalidad. Hoy en día el conocimiento está disponible con un solo toque en el teclado”.

Fausto y Mefistófeles -continúa el director- son la misma persona, las dos caras de la misma moneda. Pero a Mefistófeles, al que Goethe convirtió en la representación del mal, Pandur le cobijó de una familia -una mujer y dos hijos -. “La familia es una metáfora del mundo. Los hijos de Mefistófeles han sufrido abusos y han sido violados, y entienden el problema de una manera profunda”.

Ponemos en activo nuestros corazones. Es una alquimia, e igual que se necesitan toneladas de pétalos de orquídeas para extraer una gota de perfume, en el teatro se necesitan muchas horas de trabajo conjunto para lograr un momento de belleza”, indica el esloveno.

-Y con todo lo que ha hecho, ¿qué otro proyecto tiene en mente?, maestro

Pandur, que es una caja de Pandora en permanente actividad, sorprende:

-Para el próximo Festival Iberoamericano de Teatro (2018) vamos a estrenar 'Cien años de soledad'.

Sin palabras...     

Elenco:
Igor Samobor: Heinrich Faust
Branko Sturbej: Mephistopheles
Bárbara Cerar: Madame Mephistopheles
Polona Juh: Margaret
Branko Jordan: Valentine
Uros Fürst: Presidente del Gabinete
Robert Korosec, Filip Samobor, Zan Perko, Matic Luksic: Ministros del Gabinete

‘Fausto’: Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Funciones hasta el domingo 27 de marzo. Duración: 160 minutos. Hora: 8:30 p.m. (excepto viernes santo, 6:30 p.m.). Mayor información Tuboleta, PBX: 4240463

Entérese de la programación y el acontecer en detalle del XV Festival Iberoamericano de Teatro: http://bit.ly/1pqGDRT    
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