'Chocolate' Armenteros con la inolvidable Celia Cruz, a quien acompañó con su mágica trompeta en los gloriosos tiempos de la Sonora Matancera. nbcnews.com |
Ricardo
Rondón Ch.
‘Chocolate’, cómo
le sentaba y le sentará ese apelativo en la memoria imperecedera, si de
asociarlo con la vitalidad, la energía y la sabrosura de la bebida caliente y
espumosa que de manera habitual compartimos al desayuno, o del batido helado
como estimulante refresco.
Antes de conocerlo y de entrevistarlo, creía que el
remoquete de ‘Chocolate’, con el que
el genial trompetista cubano fue reconocido en los escenarios del mundo y en la
selecta discografía de la música latina -el Son cubano y el Latin jazz,
específicamente-, tenía que ver con el color de su piel.
Hace ocho años, Alfredo
‘Chocolate’ Armenteros, a propósito de su visita a Bogotá, invitado especial al Festival
Internacional de Jazz del Teatro Libre, revelaría su verdadera impronta en
los anaqueles de la celebridad.
Si lo apodaban ‘Chocolate’,
fue por su asombroso parecido con el indestronable campeón de boxeo cubano, de
la categoría pluma, Eligio ‘Chocolate’
Sardiñas. Y así se quedó para siempre.
Ha partido (6 de
enero de 2016), a la edad de 88
años, en mi modesta opinión, la versión tropical de Louis Armstrong, luego de cumplir con francos honores a una carrera
rutilante que inició a temprana edad, en el seno de una humilde familia de la provincia
cubana de Santa Clara (Cuba), y que
en el transcurso de la misma alcanzó topes extraordinarios con las más
importantes agrupaciones y orquestas, sin lugar a dudas, la decana de este
género, la Sonora Matancera, en
donde ocupó el privilegiado sitial de primera trompeta cuando apenas frisaba veinte
años.
Innumerables sus vínculos y cooperaciones con la orquestas
de Arsenio Rodríguez, Justo Betancourt, Julio Gutiérrez, Machito,
Larry Harlow, Johnny Pacheco, los hermanos Palmieri, Ismael Rivera, Roberto
Torres, José Fajardo, su primo, Benny
Moré (el ‘Bárbaro del ritmo’), -a
quien acompañó en la hora de su muerte-, y de esa larga lista, con Lucho Bermúdez, el clarinete mayor del jazz band de Carmen de Bolívar, para la grabación de su Lp. ‘San Fernando’, en la inigualable voz de Matilde Díaz.
‘Chocolate’, todo
un personaje en el mejor sentido de la palabra, con aires de figurón de Hollywood, bien parado y elegante, y
una chispa a flor de labios sazonada de aventuras y anécdotas, y de esa inevitable
costumbre del habitante antillano: el vacilón, el ‘tremendo vacilón’ que, en lo
que corresponde al caribe colombiano, Gabriel
García Márquez inscribió en su prolífica narrativa como mamadera de gallo.
La siguiente crónica, resultado de una corta pero amena
conversación que sostuve con Alfredo ‘Chocolate’
Armenteros, fue publicada el 19 de septiembre
de 2008, en el antiguo diario El
Espacio. Hoy, para despedir con un solo de trompeta celestial al maestro de
maestros, la comparto gustoso con ustedes.
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Breve
coloquio del legendario músico cubano durante una lustrada en un hotel
capitalino
UN
‘BATIDO’ CON ALFREDO ‘CHOCOLATE ARMENTEROS
Alfredo 'Chocolate' Armenteros, en un sólo de trompeta, en su apartamento de Nueva York, posando para el fotógrafo del Daily News |
-¡Epa!,
caballero, ¡que banderazo!
La voz sale del fondo del alma de don Hernando Rojas, o ‘Rojitas’, el popular lustrabotas del Hotel Tequendama, en Bogotá,
con cuarenta años de trayectoria en ese recinto.
Quien se ha sentado bien de mañana en su antigua silla de
peluquería de marca alemana, ubicada en la parte posterior del lobby del emblemático hospedaje
capitalino, es nadie más ni nadie menos que Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros, la trompeta más célebre y afinada
que haya dado en su historia la Música
cubana y el Latin jazz.
Cualquiera hubiera imaginado a ‘Chocolate’, al borde de los 80 años, encorvado, tomado del brazo
de su asistente de turno y hablando a cuenta gotas con una afonía crónica entre
pecho y espalda, pero no. El hombre camina erguido como un dandy extraído de una novela de Scott Fitzgerald, la frente en alto y una mirada que chisporrotea
encanto y vitalidad, embutido en un traje crema de lino y luciendo unos zapatos
de maravilla, a lo mejor comprados en una de esas pomposas boutiques que abundan en la Gran
Manzana.
‘Chocolate’,
sentado como un pachá, le sugiere al venerable ‘limpiabotas’ (como les dicen en
Cuba), que lo lustre con amarillo y
a la ‘americana’.
-Los ‘limpiabotas’ en la Habana, y presumo que en todas partes del mundo, son tipos muy bien
informados: hablan de política, de deportes, de cultura, de música, de mujeres,
y de periódicos-, afirma el legendario trompetista, observando atento a quien
se esmera por embellecer su fino calzado.
‘Chocolate’
saca del bolsillo interior de su blazer
un habano, se lo pone entre labios, pero no lo enciende. En la solapa le brilla
una trompeta de oro que le regaló un aficionado colombiano durante una fiesta
en Nueva York, hace 25 años. En la
mano derecha luce un reloj con manecillas de trompetas, obsequió de uno de sus
hijos.
La trompeta: esa ha sido su carta de presentación desde
cuando tenía 11 años y ya afinaba en la Orquesta
Municipal de Riachuelo, en La Villa,
su pueblo natal, en la provincia de Santa
Clara.
Antes, más pequeño, Dios
sólo sabe cómo fue que resultó con un cornetín amarrado al cinto, y se
camuflaba en los cañaduzales con Richard
Egües, el famoso flautista de la Orquesta
Aragón, para apostar quién era capaz de sacar la nota más alta. Y la más
baja.
'Chocolate' con Andy García, luminaria del cine y productor musical, ganador del Grammy por 'Ahora sí', estupendo álbum grabado por Israel 'Cachao' López. nbcnews.com |
-La trompeta fue
mi primer juguete. Este instrumento lo aprendí jugando, luego lo estudié en
la academia, y se convirtió en mi estilo de vida. Con la trompeta me he ganado
el sustento, el pan de mis ocho esposas y de mis sietes hijos, y con ella he
recorrido más de 50 países del mundo.
La trompeta ha sido el amor más fiel que he tenido. Las mujeres han vivido
celosas de ella. No resisten que yo la ame tanto.
Más de cien álbumes, desde los primeros de vinilo de 75 revoluciones, entre longplays y discompactos, dan cuenta de
la extraordinaria producción musical del maestro Armenteros, que ha grabado con los grandes de la Música cubana y del Jazz de todos los tiempos: René Álvarez (su debut como
profesional), con su primo segundo, Benny
Moré, el conjunto de Arsenio
Rodríguez, con Celia Cruz, en
los tiempos de la Sonora Matancera
-donde fue primera trompeta a la edad de 20 años-, y de ahí en adelante, en las
descargas de Israel ‘Cachao’ López;
el Grupo Folclórico Experimental
Neoyorkino; Charlie y Eddy Palmieri, Vitín
Avilés, Nat King Cole, José Fajardo, Roberto Torres, Rubén Blades, por sólo
nombrar un puñado de estrellas.
Amén de sus álbumes instrumentales, dignos de
coleccionistas por haber trascendido como joyas de lo más selecto del Latin Jazz: ‘Chocolate en Guajira’, ‘Chocolate en trompeta’, ‘Chocolate en cueros’,
‘Chocolate en sexteto’, y de lo más reciente, su participación con la
orquesta Cobo y Caimán, tal y como
está diseñado el repertorio que trajo a Colombia
como invitado de honor al Festival
Internacional de Jazz (el 15 de septiembre en Medellín y el 21 en Bogotá),
que estuvo asesorado por Pablo García
Peña, uno de los melómanos criollos más versados y acreditados en nuestro
país.
-Maestro,
y lo de ‘Chocolate’, ¿por el color?
El trompetista suelta una carcajada y refiere una
anécdota que data de muchos almanaques.
-¡No!,
hombe, podía ser, pero eso en realidad fue porque, cuando era
muchacho, una admiradora me confundió con uno de los más poderosos boxeadores
que ha parido Cuba en su historia: Eligio ‘Chocolate’ Sardiñas Montalvo, indestronable
campeón de peso pluma. Y así me quedé: ‘Chocolate’
Armenteros. Si tú preguntas en Cuba
o en Nueva York por Alfredo Armenteros, a secas, estoy
seguro que nadie te dará razón.
Al compás del brillo que ‘Rojitas’ le saca a sus zapatos de película, ‘Chocolate’ agrega al reportaje otra anécdota de su fecunda cosecha.
La sonrisa de la satisfacción y el deber cumplido |
Pone de presente el artista que ‘San Fernando’, la pieza más representativa del maestro colombiano Lucho Bermúdez, no fue grabada en Colombia, sino en Cuba, y no por la Orquesta
Aragón, como señalan algunas reseñas, sino por la Orquesta Sabor, de Bebo
Valdés, el padre de Chucho,
fundador y director de Irakere, en
la voz de Matilde Díaz.
-Colombia tiene
una música muy sabrosa, chico. Hay letristas de marca mayor. Lucho fue uno de ellos. Fue mi amigo y
me dolió mucho su partida, pero hoy hace parte de esa exclusividad que se ganan
los grandes en el panteón de la eternidad.
-Déjeme decirle que para quienes amamos este género,
usted es una versión tropical de Louis
Armstrong...
-Honor que me haces. Ese concepto tienen de mí en Nueva York, y a mí me honra ese detalle
porque el inmortal ‘Satchmo’, como
lo llamaba Julio Cortázar, es el
gran pilar y el mejor ejemplo a seguir como compositor e intérprete.
No resisto preguntarle por qué no enciende su puro
extralargo, y él, con la sagacidad y malicia repentistas, propias de los
cubanos, responde.
-¡Hombe!,
porque aún está muy de mañana para un cogñac. Y
un puro es bueno, pero con un cogñac.
Lo hice para que tu amigo (el reportero gráfico) me tomara la foto.
El viejo ‘limpiabotas’ del hotel aplaude el gracejo y Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros se
levanta como un príncipe camerunés, se ajusta sus gafas polarizadas y deja
flotando en el aire las notas de ‘El
Manicero’, con un silbido prolongado que nos incita a marcar la clave con
un chasquido de dedos.
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