martes, 12 de enero de 2016

Santos subió a Monserrate, pero no se santiguó

El presidente Juan Manuel Santos subió de imprevisto a Monserrate y se entrevistó con monseñor Sergio Pulido Gutiérrez, rector del Santuario. Foto: La Pluma & La Herida
Ricardo Rondón Ch.

Atribulado de tantos y serios asuntos por resolver, de los más urgentes en su comprometida agenda de comienzo de año: la polémica y criticada venta de Isagen (con un solo pretendiente a la fecha), la amenazante reforma tributaria, la devastadora sequía y la última etapa de las negociaciones de La Habana, con miras al codiciado premio de montaña, el de la paz, el próximo 23 de marzo, el presidente Juan Manuel Santos decidió quemar calorías y renovar energías con una repentina caminata al Santuario de Monserrate, el pasado 11 de enero de 2016.

Lo que el primer mandatario desconocía, es que el camino peatonal de dicho paraje turístico y religioso está cerrado hasta nueva orden desde el pasado 16 de diciembre, debido a las conflagraciones que, por las feroces arremetidas del Fenómeno del Niño, vienen haciendo estragos en distintas regiones de Bogotá, Cundinamarca, y el país.

En un principio, los encargados de la vigilancia del sendero peatonal no alcanzaron a percatarse de la presencia del jefe de estado colombiano, que lucía como cualquiera de los habituales deportistas en ascenso: sudadera de la Selección Colombia, azul Pékerman, tenis y cachucha ídem, como también iban vestidos los integrantes de su cerco de seguridad.

Al trotecito, el mandatario y el jerarca religioso, seguidos por escoltas y curiosos. Foto: La Pluma & La Herida
Pero cuando ¡oh! sorpresa, los guardabosques advirtieron que se trataba del “señor presidente” en vivo y en directo, y de sus escoltas, inmediatamente abrieron paso a la caminata presidencial, no sin antes pedirle el favor que les regalara una foto con ellos. De modo que el ascenso, a contracorriente de las precauciones, corría por cuenta y riesgo de Santos, a la cabeza de la maratón.

Bien se sabe del espíritu dinámico y deportivo del dirigente colombiano, no sólo en su patio de mando sino en cualquier ciudad que visita, por remota que sea, donde madruga a trotar.
No obstante, manifestó que llevaba un tiempo considerable sin subir a Monserrate y que quiso retomar la costumbre, solo que no estaba enterado de su cierre por seguridad y por reparaciones locativas derivadas de los incendios y la erosión. ¡Señor del agarradero!, donde una roca o una avalancha se les hubiera venido encima. Otro hubiera sido el curso de esta crónica.

Santos arribó a los predios de la Basílica del Señor Caído hacia la una de la tarde, con un cielo cerrado por neblina. Peregrinos y turistas lo rodearon para saludarlo y tomarse con él cualquier cantidad de selfies. Minutos después salió a su encuentro monseñor Sergio Pulido Gutiérrez, rector del Santuario de Monserrate, quien lo invitó a su confortable morada (dentro de la misma basílica) para ofrecerle un refresco en medio de una breve plática.

"Ayúdeme con sus oraciones por la paz de Colombia, que yo me encargo de arreglarle el camino... a Monserrate", parece decirle Santos a monseñor. Foto: La Pluma & La Herida
En la sala de recibo, que ostenta por doquier íconos y lienzos sacramentales de preciado valor histórico y sentimental para la fe católica, y un amplio ventanal que ofrece una preciosa panorámica de la capital de la República, el jerarca religioso dio su parte al presidente del gravísimo problema que, para el visitado santuario, ha representado los daños ocasionados por los incendios, y el consecuente cierre del camino.

De la misma forma lo enteró de que ya se había reunido con el recién estrenado alcalde Enrique Peñalosa, con el propósito de que le colaborara con las labores de reingeniería: limpieza, despeje y rehabilitación del sendero, pero con todos los líos y 'chicharrones' por resolver del burgomaestre, la promesa quedó en veremos. Monseñor insistió en que el setenta por ciento de la población que a diario asciende a Monserrate, entre peregrinos y deportistas, elige el sendero.

Por último invitó al presidente a la Celebración eucarística y al recital por la paz de Colombia -programada para las dos de la tarde- que en su viaje itinerante viene presentando el poeta y compositor tolimense Fabio Polanco, pero Santos se disculpó con el argumento de que a esa misma hora debía cumplir a una reunión extraordinaria en la Casa de Nariño

El mandatario se despidió de abrazo y emprendió el descenso con su tropilla de escoltas. Como quien dice, Santos subió a Monserrate, pero no se santiguó. ¡Presidente!, ni siquiera una reverencia ante el Señor Caído. ¡Ave María Purísima!

El maestro Fabio Polanco, en pleno calor y efervescencia de su recital. A su lado, atento y reflexivo, monseñor Sergio Pulido Gutiérrez. Foto: La Pluma & La Herida 
Con una iglesia abarrotada de feligreses, en punto de las 2:00 p.m., monseñor Pulido Gutiérrez dio inicio a la eucaristía, concebida en nombre de la paz. Fue enfático en su homilía por el perdón y la reconciliación, por la hermandad y la humildad, como un punto de reflexión al evangelio de San Mateo.

En varias oportunidades invitó a los devotos para que una vez terminada la misa, participaran del recital poético-musical ofrecido por el maestro Fabio Polanco y sus artistas de planta: la virtuosa intérprete manizalita Bibiana, con el acompañamiento al piano de Jorge Zapata, director de la Gran Rondalla Colombiana.

Efectivamente, con una puntualidad marcial, el acto cultural comenzó a las tres de la tarde. Durante una hora y quince minutos, el bardo Polanco y la cantante Bibiana interactuaron al corriente de un repertorio pletórico de postales conmovedoras, unas haciendo alusión a los derrotes lacerantes y luctuosos de la guerra, y otras, con esa poderosa luz de la fe y la esperanza que invita al abrazo fraterno, la indulgencia y la tolerancia.

Para destacar el gesto afectuoso de monseñor Sergio Pulido Gutiérrez, quien durante todo el recital, sentado a escasos metros del poeta, estuvo atento y reflexivo en todas y cada una de las lecturas e interpretaciones musicales. Al final, tomó la vocería para destacar con creces la virtud del invitado ante micrófonos, su verbo palpitante, y su voz radiofónica de declamador de época.

El colofón del recital, con monseñor Pulido, el poeta Polanco y su equipo de colaboradores, fue hacia las 4:30 p.m., en la misma sala de recibo donde un par de horas antes el alto representante de la iglesia católica había atendido al presidente de los colombianos, al calor de una amena conversación y de un exquisito café.
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