El presidente Juan Manuel Santos subió de imprevisto a Monserrate y se entrevistó con monseñor Sergio Pulido Gutiérrez, rector del Santuario. Foto: La Pluma & La Herida |
Ricardo
Rondón Ch.
Atribulado de tantos y serios asuntos por resolver, de
los más urgentes en su comprometida agenda de comienzo de año: la polémica y criticada venta de Isagen (con un solo pretendiente a la fecha), la amenazante reforma
tributaria, la devastadora sequía y la última etapa de las negociaciones de La Habana, con miras al codiciado premio de montaña, el de la paz, el próximo 23 de marzo, el presidente
Juan Manuel Santos decidió quemar calorías y renovar energías con una
repentina caminata al Santuario de
Monserrate, el pasado 11 de enero de 2016.
Lo que el primer mandatario desconocía, es que el camino peatonal
de dicho paraje turístico y religioso está cerrado hasta nueva orden desde el pasado 16 de diciembre, debido a las
conflagraciones que, por las feroces arremetidas del Fenómeno del Niño, vienen haciendo estragos en distintas regiones
de Bogotá, Cundinamarca, y el país.
En un principio, los encargados de la vigilancia del
sendero peatonal no alcanzaron a percatarse de la presencia del jefe de estado colombiano, que lucía como
cualquiera de los habituales deportistas en ascenso: sudadera de la Selección Colombia, azul Pékerman, tenis y
cachucha ídem, como también iban vestidos los integrantes de su cerco de seguridad.
Al trotecito, el mandatario y el jerarca religioso, seguidos por escoltas y curiosos. Foto: La Pluma & La Herida |
Pero cuando ¡oh! sorpresa, los guardabosques advirtieron que se trataba del
“señor presidente” en vivo y en
directo, y de sus escoltas, inmediatamente abrieron paso a la caminata presidencial, no sin antes pedirle
el favor que les regalara una foto con ellos. De modo que el ascenso, a contracorriente de las precauciones, corría por cuenta y riesgo de Santos, a la cabeza de la maratón.
Bien se sabe del espíritu dinámico y deportivo del
dirigente colombiano, no sólo en su patio de mando sino en cualquier ciudad que
visita, por remota que sea, donde madruga a trotar.
No obstante, manifestó que llevaba un tiempo considerable
sin subir a Monserrate y que quiso retomar
la costumbre, solo que no estaba enterado de su cierre por seguridad y por
reparaciones locativas derivadas de los incendios y la erosión. ¡Señor del agarradero!, donde una roca
o una avalancha se les hubiera venido encima. Otro hubiera sido el curso de
esta crónica.
Santos
arribó a los predios de la Basílica del
Señor Caído hacia la una de la tarde, con un cielo cerrado por neblina. Peregrinos
y turistas lo rodearon para saludarlo y tomarse con él cualquier cantidad de selfies. Minutos después salió a su
encuentro monseñor Sergio Pulido
Gutiérrez, rector del Santuario de
Monserrate, quien lo invitó a su confortable morada (dentro de la misma basílica) para
ofrecerle un refresco en medio de una breve plática.
"Ayúdeme con sus oraciones por la paz de Colombia, que yo me encargo de arreglarle el camino... a Monserrate", parece decirle Santos a monseñor. Foto: La Pluma & La Herida |
En la sala de recibo, que ostenta por doquier íconos y lienzos
sacramentales de preciado valor histórico y sentimental para la fe católica, y
un amplio ventanal que ofrece una preciosa panorámica de la capital de la República, el jerarca
religioso dio su parte al presidente del gravísimo problema que, para el
visitado santuario, ha representado los daños ocasionados por los incendios, y el
consecuente cierre del camino.
De la misma forma lo enteró de que ya se había reunido
con el recién estrenado alcalde Enrique
Peñalosa, con el propósito de que le colaborara con las labores de
reingeniería: limpieza, despeje y rehabilitación del sendero, pero con todos los líos y 'chicharrones' por resolver del burgomaestre, la promesa quedó en veremos. Monseñor insistió en que el setenta por
ciento de la población que a diario asciende a Monserrate, entre peregrinos y deportistas, elige el sendero.
Por último invitó al presidente a la Celebración eucarística y al recital por la paz de Colombia -programada
para las dos de la tarde- que en su viaje itinerante viene presentando el poeta y compositor tolimense Fabio Polanco,
pero Santos se disculpó con el argumento de que a esa misma hora debía cumplir
a una reunión extraordinaria en la Casa
de Nariño.
El mandatario se despidió de abrazo y emprendió el descenso con
su tropilla de escoltas. Como quien dice, Santos subió a Monserrate, pero no se santiguó. ¡Presidente!, ni siquiera una reverencia ante el Señor Caído. ¡Ave María Purísima!
El maestro Fabio Polanco, en pleno calor y efervescencia de su recital. A su lado, atento y reflexivo, monseñor Sergio Pulido Gutiérrez. Foto: La Pluma & La Herida |
Con una iglesia abarrotada de feligreses, en punto de las
2:00 p.m., monseñor Pulido Gutiérrez
dio inicio a la eucaristía, concebida en nombre de la paz. Fue enfático en su
homilía por el perdón y la reconciliación, por la hermandad y la humildad, como
un punto de reflexión al evangelio de San
Mateo.
En varias oportunidades invitó a los devotos para que una
vez terminada la misa, participaran del recital poético-musical ofrecido por el
maestro Fabio Polanco y sus artistas
de planta: la virtuosa intérprete manizalita Bibiana, con el acompañamiento al piano de Jorge Zapata, director de la Gran
Rondalla Colombiana.
Efectivamente, con una puntualidad marcial, el acto
cultural comenzó a las tres de la tarde. Durante una hora y quince minutos, el bardo Polanco y la cantante Bibiana interactuaron al corriente de
un repertorio pletórico de postales conmovedoras, unas haciendo alusión a los
derrotes lacerantes y luctuosos de la guerra, y otras, con esa poderosa luz de
la fe y la esperanza que invita al abrazo fraterno, la indulgencia y la
tolerancia.
Para destacar el gesto afectuoso de monseñor Sergio Pulido Gutiérrez, quien durante todo el recital,
sentado a escasos metros del poeta, estuvo atento y reflexivo en todas y cada
una de las lecturas e interpretaciones musicales. Al final, tomó la vocería para
destacar con creces la virtud del invitado ante micrófonos, su verbo palpitante,
y su voz radiofónica de declamador de época.
El colofón del recital, con monseñor Pulido, el poeta
Polanco y su equipo de colaboradores, fue hacia las 4:30 p.m., en la misma sala
de recibo donde un par de horas antes el alto representante de la iglesia
católica había atendido al presidente de los colombianos, al calor de una amena
conversación y de un exquisito café.
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