domingo, 27 de septiembre de 2015

Colombia Magia Salvaje

El jaguar de la Orinoquía, uno de los felinos más bellos y fuertes del mundo. Foto: Colombia Magia Salvaje
Ricardo Rondón Ch.

Esta semana Colombia Magia Salvaje superó la admirable cifra de 1.700.000 espectadores, a escasos días de haber sido estrenada (el pasado 10 de septiembre). Un récord para un documental en este país donde el público de masas no tiene por costumbre fijarse en los documentales.

Esto quiere decir que, si de taquilla se trata, Colombia Magia Salvaje se impone sobrada a las comedias postnavideñas de Dago García (de una, dos y más partes), óptimas para menguar el guayabo luego de una chicharronada con refajo. Bien se sabe que las de Dago son las únicas películas donde asiste la familia colombiana en rama, hasta la suegra. “Que para pasarla chévere y reírse”, esa es la consigna. Por esos son tan taquilleras.

El milagro alado del colibrí, visto por el prodigio técnico, en diezmillonésimas de segundos, del director inglés Mike Slee. Foto: Colombia, Magia Salvaje  
Caso curioso, sucede igual con el extraordinario documental -no película, como reseñan las guías de cartelera- coproducido por el Grupo Exito y la Fundación Ecoplanet: una hora y treinta minutos de asombro permanente, de disfrute visual, de reconocimiento profundo con el paraíso, en todos sus contrastes, que nos tocó en suerte; de sus azules y verdes magníficos, y de su exótica biodiversidad. Y sí, para reírse, porque hay cuadros de entrañable ternura y socarronería de parte de sus protagonistas naturales: la recóndita fauna silvestre colombiana.
   
Apoltronado en un cinema del centro comercial San Martín, con la mitad de la boleta por cuenta de almacenes Éxito, y con el aforo al tope, observé un considerable número de párvulos y adolescentes, todos ellos acompañados de sus “papitos”, como tildan amorosas las señoritas pedagogas de los jardines infantiles.

Una roca milenaria (como un anciano gorila), testigo silente del despertar del mundo, en el paraíso de Chiribiquete. Foto: Colombia Magia Salvaje  
Me asombré de ver tanta gente reunida para una exhibición cinematográfica colombiana que no lleva la rúbrica de Dago, el Almodóvar criollo estrato tres, o de alguna de la saga de Rápido y furioso con sus mancanazos corpulentos y tatuados, automóviles al por mayor en llamas o convertidos en chatarra, o escenas calientes de crudo amancebamiento reiterativo estilo 50 Sombras de Grey.

Buen comienzo, me dije, saboreando una primera bolita de chocolate, antes de que aparecieran los créditos, la bóveda celeste de la América ecuatorial, la mar encrespada de un azul líquido imposible, los picos más altos de la Sierra Nevada, la Sierra Nevada con sus simétricas cuadraturas, últimos vestigios de una civilización perdida, y una voz como emergida de las profundidades del Orinoco, la de Julio Sánchez Cristo, con sus respectivas pausas, presto a ilustrarle a la atónita concurrencia una cátedra de naturalismo y geografía, jamás contada.

La fiesta de las ballenas jorobadas en aguas del Pacífico, en inmediaciones de Isla Gorgona. Foto: Colombia Magia Salvaje
Pienso que después de ver esta joya de documental, de 150 horas de filmación, 126.864 kilómetros de recorrido por tierra, mar y aire; con un equipo de cincuenta y siete personas comandado por la genialidad del director inglés Mike Slee, cualquiera de los asistentes menores de dieciocho años se interesará por estudiar Biología, Ingeniería Genética o Ambiental, o en su defecto hacer lo indecible para conservar lo exiguo que queda de esta tierra prometida donde seguramente Dios hizo la siesta luego de su prodigiosa obra creadora, con la duda perpleja de haber inventado al hombre.

Colombia Magia Salvaje no debería ser solamente el documental de esparcimiento para la familia, aunque ya quedó estipulado que lo es, mientras duré en cartelera. Lo debería ser para los capos de la droga que acaban con toneladas de químicos el precioso follaje de sus selvas y montañas. Ídem el gobierno con su destructivo Glifosato. También para los depredadores madereros que a punta de motosierras y poderosas herramientas están acabando con el ecosistema. Ni hablar de los mineros ilegales y las perforadoras petrolíferas, en su ambición desmesurada por extraer a cual más, la sangre de la tierra.

Un aspecto del Nevado del Cocuy, en Boyacá, que ratifica la presencia de la mano de Dios en su prodigiosa obra creadora. Foto: Colombia Magia Salvaje 
Confieso avergonzado a mis años: no conocía gran parte mi país. Salvo el Atlas de Colombia editado por el Instituto Agustín Codazzi, la Geografía de Colombia de Editorial Bedout, en el bachillerato; los imperdibles programas de Naturalia con la recordada Gloria Valencia de Castaño, las interesantes glosas del profesor catalán José de Recasens, el Álbum Planeta de Chocolatinas Jet y las revistas de National Geographic en las salas de espera de los consultorios, un somero paneo de las especies y su hábitat, como para pasar raspando.

De ahí que si no hay conciencia del país que tenemos, es porque no lo conocemos. Y Colombia Magia salvaje se dio a la gran tarea de mostrarnos gran parte de ese rico territorio en detalle, de esculcar en sus entrañas, de invitarnos a navegar por sus ríos, desde esa catedral gótica de la naturaleza que es la Amazonía, hasta la mar perlada del Caribe, pasando por el embrujo de los Llanos orientales y las selvas tropicales del Pacífico; las islas de Providencia, Malpelo y Gorgona, o ese nirvana exuberante, reino del color y de la vida, la Serranía de Chiribiquete.

La mirada en lontananza del perezoso, desde los altos ramajes de la selva del Guaviare. Foto: Colombia Magia Salvaje 
En mora está la ministra Gina Parody de adquirir los derechos de este precioso documento como material obligado en el pénsum académico de primaria y bachillerato. Se trata de una herramienta de apoyo indispensable para lograr contundentes objetivos de aprendizaje y apego a lo nuestro en la educación media.

Lo mismo que Fontur y Coteleco, para que, en formato DVD, sea un agregado inteligente en las guías turísticas de veraneantes desinformados que a diario se dejan seducir por Miami u Orlando, invadidas por monumentales monachos de cartón y delfines de poliuretano patrocinados por MacDonalds y Coca-Cola.

Porque el de Colombia Magia Salvaje no es el paraíso artificial que promocionan las multinacionales gringas en sus parques temáticos. Gracias a la tecnología plus del HD, y las decenas de sofisticadas cámaras al mando de Mike Slee, los espectadores se asoman al sortilegio natural que acontece en la Colombia inédita, para muchos increíble, como capturar en diezmillonésimas de  segundos el aleteo de un colibrí frente a una catleya, el vuelo majestuoso del cóndor, amo de las cordilleras andinas, el vibrato de la cópula de dos cocodrilos, el despertar en crisálida de una mariposa Morpho Blue -como en el poema de Raúl Gómez Jattin-,  la cantata épica de las ballenas jorobadas en Gorgona, el sinuoso desplazamiento de la temible anaconda por pantanos del Amazonas, la gracia de los monos titís en el Caquetá, el esplendor de la barracuda insular, o la flamante belleza del jaguar de la Orinoquía, presto a la caza de un cervatillo.

La imponencia temeraria del cocodrilo del Orinoco. Foto: Colombia Magia Salvaje 
Aquí está la Colombia de la que nos sentimos orgullosos y decididos a proteger y rescatar. Esa Colombia madre y privilegiada, bañada por dos mares, preñada de tesoros insospechados, de una fertilidad inabarcable, que nos invita a través de estas imágenes a renovar la conciencia y a procurar el cambio desde la limpieza de nuestros corazones, provechosa herencia para nuestros hijos y las futuras generaciones.

Estas bellas postales -que gracias al trabajo, los recursos, el esfuerzo y el profesionalismo del Grupo Éxito y la Fundación Ecoplanet- activan una nueva manera de pensar, en positivo, con la esperanza de un redención total, ahora que se abre un sendero óptimo y viable para alcanzar la paz, contrario al fastidioso sarpullido de sus opositores que se empeñan en continuar arando en el odio y la guerra.

El despertar en crisálida de la mariposa Morpho Blue, una de las más exóticas del mundo. Foto: Colombia Magia Salvaje
Está demostrado, con este documental, que la más saludable y efectiva revolución viene del interior de cada uno de nosotros, de ese misterioso entramado llamado alma, para unir esfuerzos y sinergias desde distintas actividades y proclamar un ¡No rotundo!  a esa criminalidad, autorizada y clandestina que le hace daño al ecosistema y a las especies, la mayoría únicas en el mundo, en peligro de extinción.

La banda sonora de Colombia Magia Salvaje no pudo estar más acorde con este viaje memorioso que es musical por excelencia. Ahí quedó impresa la batuta del director, compositor y arreglista canadiense David Campbell, en esta oportunidad al frente de la Orquesta Sinfónica de Colombia, con valiosos aportes en partituras de Juanes, Choc Quib Town, Fonseca, Aterciopelados, Andrés Castro, Walter Silva y Carlos Vives.

El señor cangrejo de los arrecifes en la mar encrespada del Caribe. Foto: Colombia Magia Salvaje
El Grupo Éxito promete una vez el largometraje salga de circuito en teatros nacionales, sea compartido en 100 municipios que adolecen de salas de cine, con exhibición gratuita. Propongo al Grupo Éxito que, mientras permanezca en cartelera, la boletería se supla con los puntos acumulados que tanto recuerdan en las cajas. Y que ellos, que propenden, por el ambientalismo, no desgasten cantidades de papel en bonos y promociones innecesarias.

En el punto final de Colombia Magia Salvaje, uno experimenta un alivio terapéutico. Sientes que los músculos más vulnerables se han distensionado. Hay un fresco liberador en la sala, y cuando se encienden las luces, observas una sonrisa compartida entre propios y extraños. Es como si los atafagos y las premuras cotidianas se esfumaran de repente. Sólo la maravilla de la vida, y del arte, hacen posibles estas felices y contagiosas corazonadas. Decir que dan ganas de repetirla, sería rayar un lugar común.

Sabías que Colombia…

Fue el primer lugar a donde llegó el ser humano proveniente del norte, hace 9.000 millones de años. Tiene 59 áreas protegidas, más de la mitad del territorio, las que constituyen parques naturales. Uno de ellos, el Parque Nacional Natural de Chiribiquete, de los territorios más extraordinarios e inexplorados donde existen rocas enormes con más de 20 mil dibujos o pictogramas de pueblos que alguna vez habitaron allí.​

Posee algunas de las regiones más hermosas y extrañas del planeta, en las que abundan diferentes tipos de hábitats. Hay glaciares, páramos, pantanos, playas, nevados, cordilleras, desiertos y selvas cohabitando en un mismo país, llenos de contrastes entre sí, que albergan fauna y flora tan variadas como insólitas.

Es el segundo país más biodiverso del mundo y, acorde con su tamaño, acoge la mayor variedad de seres vivos del planeta: aves, anfibios, reptiles, orquídeas y mariposas hacen parte de ese collage de la naturaleza.

Ostenta al cóndor, la mayor ave de todas, con tres metros de envergadura. También la serpiente de mayor tamaño de Suramérica, la anaconda; y el jaguar, considerado el felino más fuerte.​

Está bañada por dos océanos, Atlántico y Pacífico, y surcada por grandes corrientes de agua. Tiene los picos más altos del planeta en una zona costera, cubiertos de nieve, a 5.775 metros de altura.


La sobrecogedora policromía de Caño Cristales, uno de los ríos más bellos del planeta. Foto: canocristales.com
Alberga más de la mitad de los páramos que existen en el planeta y 700 especies de flora exclusivas de estas zonas, algunos de cuyas plantas pueden captar hasta el 40 por ciento de su peso en agua. Los páramos proveen el 70 por ciento del agua del país y sólo son el dos por ciento del territorio de Colombia.

En sus montañas vive el único oso que habita en Suramérica, el oso de anteojos; y esconde 147 especies de colibríes, más que en otro lugar del planeta, capaces de visitar de 2.000 a 5.000 flores en un solo día.

También tiene el lugar más húmedo de la tierra, las laderas de los bosques del Cauca y el Chocó, que se constituyen en la zona de mayor biodiversidad del mundo. Gracias al calor y la humedad, el Chocó es una de las mayores vitrinas de especies en donde en pocos días de camino se pueden encontrar 1.500 especies de mariposas distintas.

Acoge más de 800 especies de aves, la mayor variedad de orquídeas del mundo y el animal vertebrado más venenoso del planeta, la rana dorada.

Sus Llanos orientales integran el 30 por ciento del territorio colombiano y es uno de los pastizales más biodiversos de la tierra, donde habita el roedor más grande del mundo, el chigüiro. Allí se calcula que existen 4.700.000 cabezas de ganado, y también uno de los reptiles más temibles, el cocodrilo del Orinoco, del que apenas quedan menos de 200 ejemplares en Colombia.

El país tiene el que es llamado por muchos el río más hermoso del mundo, Caño Cristales, de aguas transparentes que dejan ver el colorido de las plantas acuáticas. También es bordeada por el Amazonas, el más grande del mundo y el más largo de Suramérica, y en esa región vive el Arawana, un pez que ha subsistido por 150 millones de años; el delfín rosado, el más grande y curioso de su especie. Tan curioso como el mono tití del Caquetá, del que sólo hay 250 ejemplares y sólo existe en Colombia.   
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