Ricardo
Rondón Ch.
“Avísenle a mi
mamá que estoy triunfando, que me mande pa’l pasaje…”.
-¿De dónde
saca usted tanto dicho, maestro?
-¡Ah!,
inventos del burro, que habla hasta dormido.
La
conversación transcurre en el concurrido sector de Galerías, en Bogotá,
abarrotado por esta época de adornos y trebejos de decoración navideña, de los
más costosos en las vidrieras de modernos almacenes, o para el pueblo en rama, en
plena calle, en el ‘agáchese’ o en el ‘bájeme ese…’ con vara de puntilla.
Noel Esteban
Petro Henríquez, el popular ‘Burro Mocho’, o el ‘Torero-Cantor’, como aparecía
en los antiquísimos carteles de pegar con engrudo, cuando llenaba plazas y
escenarios a granel con su requinto y sus trastos toricidas, camina hoy
erguido, a la orilla de sus años, como es costumbre en la gente de la Costa,
pero se resiste a compartir la edad.
Cuando algún
impertinente se la quiere sonsacar, él tiene la frase lista para salir bien
librado.
-No me
preguntes en qué año saqué la cédula ni cuántas veces la he cambiado. Y punto.
Los
transeúntes lo reconocen mientras avanza en busca de bolitas y guirnaldas para
adornar el árbol casero. Dice que lo hace para complacer a la menor de su parvada,
Noelia Lucía, de 9 años, de los ocho hijos reconocidos que dice tener, dos
varones y seis mujeres, dos de ellos músicos, integrantes de su agrupación musical,
Noel (25 años, guitarrista) y José Noel (22 años, bajista).
Noel Petro pegando un natural en su época dorada del toreo. Foto: Archivo particular |
Y él, Papa
Noel, impronta de un legado de la mejor música tropical de todos los tiempos,
alterno a su afición por la tauromaquia, contagiado por la fiebre de las
corralejas de las fiestas de Cereté (Córdoba), territorio de su nacencia y
crianza, cuando sin cumplir los diez años, oficiaba de mantero en las
empalizadas.
-Noel Petro,
¿de los Petro del alcalde bogotano?
-Hasta que
nos quitó la plaza-, contesta sonriendo. Pero sí, hay un remoto parentesco. Ese
apellido es cordobés.
-Cómo
recuerda Noel Petro las navidades de infancia?
-Desafortunadamente
no fueron las mejores. Mis padres eran separados. Mi vieja, Catalina Henríquez,
pasaba angustias económicas. Yo tenía la costumbre, como todos los pelados, de
escribirle la carta al Niño Dios. Le pedía triciclos, patines o esas pistolas que
venían con tiritas de pólvora y que toteaban cuando uno las disparaba, pero al
siguiente día, cuando despertaba, no había nada. Y mi mamá se agarraba a llorar
con el pobre Burro.
-¿Y en el
pueblo, en Cereté, cómo se celebraban las fiestas?
-¡Ah!, la
costumbre, como en casi todos los pueblos de la Costa, las casas eran de puertas
abiertas. Se compartían las viandas, el sancocho de gallina, los tamales de
masa y arroz, la natilla, los buñuelos, los dulces, la copita de vino, los
abrazos. La gente era muy unida. Todo eso se ha perdido por la maldad humana,
por la inseguridad, por la desconfianza. Ni se diga en las grandes ciudades
como Bogotá.
-¿De dónde
el apelativo del ‘Burro Mocho’?
-Por un
burro del pueblo al que le cortaron las orejas y la cola y vivía arrecho
buscando burras, y yo me iba detrás a perseguirlo, pero tiraba casco que daba
miedo, porque cuando ellos están acalorados se ponen muy bravos y arrasan con
el que se les atraviesa. Entonces yo cogí el hábito en el colegio de decirles
‘Burro Mocho’ a los pelados o a los profesores que por cualquier cosa se
encabritaban conmigo. Y así me bautizaron ‘Burro Mocho’, hasta el sol de hoy.
En la vecindad, en el sector de Galerías: seguridad ante todo. Foto: La Pluma & La Herida |
-El ‘Burro
Mocho’ que ha vivido eternamente enamorado de Claudia de Colombia.
-Ese es un
amor de telenovela. Yo estuve muy enamorado de ella. Le escribí muchas
canciones. Aún las canto en mis actuaciones. Al principio, cuando la llamaba al
teléfono para dedicárselas, me mandaba para la Gran Bretaña. Ya después dejé de
insistir, pero la seguía nombrando ante micrófonos a donde fuera.
-¿Hasta qué
años de estudio hizo usted?
-No me
acuerdo, si fue hasta tercero o cuarto de bachillerato…
-¿Se
interpuso la música?
-Y el toro.
-¿Qué se oía
en la radio en ese entonces?
-La música
tropical de siempre, que de un tiempo a esta parte llaman de Navidad: Guillermo
Buitrago, Bovea, José Barros, todo lo de la Sonora Matancera, Daniel Santos,
que era el ídolo de masas. Eso se oía en la emisora Fuentes, que era de
Cartagena.
¿Y a usted
quién le enseñó a tocar la guitarra?
-Eso fue por
un primo mío materno, Alfredo Henríquez, que me enseñó arpegios y tonalidades.
Ya después conocí a Edmundo Arias y a Adel Barón. Edmundo fue fundamental en mi
carrera. Recuerdo una frase suya que marcó mi vida de artista: “Para ponerle
cara al público, tienes que estudiar todos los días”. Y eso lo he cumplido
sagradamente hasta la fecha. Ensayo cinco horas diarias de requinto y entreno
dos horas diarias toreo de salón.
Noel Petro
dice que hagamos una parada para tomar algo en Casa Gallega de la 53 con 21.
Allí ya le conocen el gusto, y una negra espigada, sonriente y macetuda, le
acerca un ron con Coca-Cola, o Cuba Libre, como llaman los barman.
-¿Y tú que
vas a pedir?-, me dice.
-Un café con
leche y una empanada está bien.
Casa
Gallega, con sus carteles taurinos de época y sus pasodobles de la Banda del
Empastre, es el sitio indicado para hablar de toros, la afición que todavía
ejerce el Torero-Cantor. Hace seis meses toreó su más reciente festival en
Choachí (Cundinamarca).
Nunca ha dejado de ensayar el requinto 5 horas diarias. Foto: Archivo particular |
-¿Quién lo
llevó al principio en el toro?
-Mira, antes
de debutar en el canto, yo ya había matado mi primer toro en Montería, y eso se
lo debo a Melanio Murillo, hermano de Anderson Murillo, el mejor picador del
mundo. Melanio fue mecenas de Pepe Cáceres, de Vásquez II, de Miguel Cárdenas,
de ‘El Guatecano’, de muchas figuras. Y de este servidor.
Él me vio
varias veces el valor que derrochaba en corralejas, y como el Burro era
delgado, tenía estampa de torero y no era tan feo, mi pinta me he gastado, pues
me puso por iniciativa propia una muleta y un capote, y así me fui mirando
después en otros espejos, como el de Litio Espitia, José Madera ‘Maderita’, y
Martín Varela, de la Escuela de Cali. Porque uno de muchacho, por la fiebre, lo
que pega es trapazos, o lo que llamábamos, ‘espantamoscas’. Es que esto del
toreo, Ricardo, tú lo sabes, es cosa seria: Es una ciencia, un doctorado, así
se ofendan los que no gustan de este arte.
Noel Petro
ha sido el torero popular que más ha llenado plazas en Colombia, con la muleta
y con el requinto. Doce veces puso tacos en La Santamaría, con público afuera que
abarrotaba las cantinas aledañas y seguía las transmisiones radiales, y coreaba
al unísono los ¡olés!, a la par de sus letras musicales, en las décadas de los
70 y 80, con la empresa del legendario Rafael ‘Chiquito’ Pérez.
-En varias
plazas llegué a torear hasta dos veces el mismo día. Una por la tarde y otra
por la noche. La gente me pedía a gritos. En provincia fui ídolo indiscutible.
Yo fui el gestor de implantar el toro de casta en esas plazas, porque antes se
toreaban ejemplares criollos. Y eso desluce la fiesta.
A mediados
de los 70 llegué a torear al país más antitaurino de Latinoamérica: Argentina,
donde el fútbol es la religión que impera. Yo tenía pegado el éxito ‘Azucena’ y
me contrataron para actuar, pero pedí que me dejaran torear. Cumplieron mi
solicitud y adaptaron con arena el estadio Ciudad de Lanús. Fue la locura. La
empresa que me contrató programó más corridas musicales en Rosario, en Mendoza,
en La Plata, pero se vinieron encima las asociaciones protectoras de animales.
Cómo sería que la misma Isabel Perón se apersonó de la situación y echó abajo
la gira.
Épocas floridas cuando salía a cantar con sus pantalones 'saltacharcos'. Foto: Archivo particular |
-¿Usted
observa que la fiesta brava definitivamente tiende a desaparecer?
-Eso está
visto, pero es una lástima, porque si se vetan las corridas se está acabando
con una de las especies más bellas del reino: el toro de casta, que cuesta mucho criarlo, levantarlo, cuidarlo. Eso no se da silvestre. Pero quienes se oponen,
no quieren entender eso, que con la desaparición de la fiesta, también se
extingue el toro bravo.
A mí me
causa gracia cuando los antitaurinos, los ambientalistas dicen: “¡Ay!, es que
esos pobres animalitos...”. Mira, ponte en la cara de un toro de 500 kilos, de
cinco años, con unos pitones como cuchillos, y la raza y la bravura que llevan.
¿Pobre animalito? ¡Hombre!, como si fuera un pollito.
-Bueno, pero
usted cumplió su sueño de niño: el de torear en La Santamaría. Hoy ya respira
tranquilo.
-No. Aún
falta. Aspiro a torear en la reapertura de La Santamaría, con César Rincón, el
maestro, que ha luchado decididamente en el rescate de la plaza, de la fiesta y
de sus protagonistas. Y espero volver a salir a hombros, como en mis épocas
doradas, por la puerta grande y directo al hotel. Por eso estuve en el plantón
por la libertad de expresión, hace unos días, acompañando a las figuras que
vinieron de España. Qué bonito acto de solidaridad.
-¿Por qué usted
nunca fue a España como torero?
-Se me pasó la vida abrigando esa ilusión. Siembre hubo alguien que me quería llevar, pero
a última hora no se daba. Alguna vez, el matador de toros y empresario de
Ibagué, José Porras, me propuso una corrida en Logroño, pero sólo una. Y no
quise ir.
-¿Cuántos
discos ha grabado, maestro?
-Ya perdí la
cuenta.
¿Cuántas
letras ha compuesto?
-Ya perdí la
cuenta. Es que la vida musical del ‘Burro Mucho’ se divide en cuatro etapas, y
cuatro veces he estado de moda. Una, la de mi primera juventud, 18 años, cuando
senté precedente con éxitos como ‘Cabeza
de hacha’, ‘La puya aguamalera’, ‘La descarada’, ‘Me voy pa’l salto’, ‘La
playa’, entre otras.
Sin palabras |
Luego me
apagué porque el sello Sonolux me puso un director de programación que no dio
en el clavo conmigo: me dieron unas canciones que no hicieron eco porque no gustaron,
porque no sonaron. Ahí vi perdida mi carrera, porque tú sabes que si hay algo
cruel en la vida, es la industria discográfica. Y si tú no suenas en la radio,
estás perdido. Incluso me dijeron que siguiera con el toro porque como
cantante, hasta ahí había llegado.
Fue una
temporada decepcionante, de desvelos, de lágrimas, hasta que Dios otra vez me
alumbró el bombillito y le compuse un merengue a Pepe Cáceres, que era figura
del toreo en Colombia y recién llegaba de triunfar en España.
Pepe vino a
torear a la feria de Medellín y al lunes siguiente de acabarse la temporada, le
caí al Hotel Nutibara. Como él sabía de mí no fue difícil que me atendiera. Yo
llevaba la guitarra, lo saludé, lo felicité y le dije, “maestro, mire lo que le
compuse”. Lo oyó y quedó muy emocionado. Me pregunto: “¿Y ya lo grabaste?”. “No -le dije-, es que me cerraron puertas en Sonolux por un disco que no funcionó.
Pepe, sin
mediar palabra, tomó el teléfono y llamó a Hernán Restrepo Duque, que era el
gerente general de Sonolux, y, para Hernán, después de Dios, existía Pepe. Lo
saludó y le dijo: “Hombre, Hernán, quiero que escuches esto…”, y me puso al
teléfono y yo empecé a rasgar la guitarra y a cantar. Después me pasó la
bocina: “Mira, Burro -replicó Hernán-, esto se graba hoy a las dos de la tarde".
No sé a quién quitaron en el turno. Pero a las dos de la tarde yo estaba en el
estudio. Y eso se lo debo a Pepe Cáceres, que sigue siendo mi ángel de la
guarda. Todo para que el Burro siguiera rebuznando.
Bueno, y
después vino la segunda etapa que comprende: ‘La cinta verde’, ‘La luna y el
toro’, ‘Azucena’ (el éxito que más ha pegado), ‘La gallina jabá’. Luego, la
tercera etapa, muy movida por cierto, con ‘La papaya’, ‘Voy hacia ti’, El loco
ronck and roll’, ‘La reina de Las Cruces (dedicada a Claudia), ‘La araña’, ‘La
sinuana’, ‘La cereza’, etc., etc. Y, la cuarta etapa, con el superéxito que
pegué en Carnavales de Barranquilla: ‘El ñato mama ron’. Eso, tú sabes, fue la
locura. Y sigue sonando.
-¿Y de lo
más reciente?
-Hombre, qué
lástima que no pude sacar para esta temporada un disco que me quedó muy bonito,
y en el que intervinieron mis hijos como músicos. Hay un homenaje a Diomedes
Díaz, a quien había invitado a este trabajo, pero no se pudo porque se adelantó
su partida. Hay paseos y parrandas como ‘Tomando más’, ‘Las corridas de toros’,
‘La española’, entre otras. Creo que a más tardar para febrero ya está listo.
Con el requinto, el instrumento base de sus creaciones y melodías. Foto: Archivo particular |
Genio del
requinto eléctrico, Noel Petro, por esa vibración rocanrolera que ha dejado
impresa en sus melodías, ha sido ícono y punto de referencia generacional de
muchas bandas de rock criollo. Prueba de ello fue el homenaje que esta semana
le hicieron algunos de ellos en el Palacio de los Deportes, a propósito de la
entrega de premios de la revista Shock.
Allí estaban
Mario Muñoz, de ‘Dr. Krápula’, Maluma, Fonseca, Adriana Lucía, su hermana, la
catapultada Martina ‘La Peligrosa’, Don Tetto, el mismo Carlos Vives, entre
otros que rodearon a Papá Noel Petro para participarle un cálido y
fraternal abrazo de felicitación, y tomarse fotos con él.
¿Cómo
descubrió ese requinto que ha sido el instrumento base de sus interpretaciones?
-Primero fue
la guitarra. Y, el requinto, inspirado en las películas románticas de Los
Panchos que pasaban en mi pueblo. Son las mismas cuerdas. Solo que el requinto
tiene el diapasón más corto que la guitarra, pero la afinación es más pura y
más alta. Yo quería tener un requinto como el de Gilberto Urquiza que grabó en
México ‘Tontería’, un bolero bellísimo que a mí me quedó sonando toda la vida.
Y me preguntaba, ¿quién me iba a hacer un requinto eléctrico?
El primero
que me fabricaron fue un clon. Es decir, le adaptaron a una guitarra grande
unos micrófonos, como “para el gasto”, como decimos en Córdoba. Luego vinieron
otros, cada vez más superiores en calidad y sonido, en vibración y afinación.
Aquí en
Bogotá me los fabrica un artista para quitarse el sombrero: José Ortiz, que
tiene su taller en Bosa. Eso en cuanto a la madera. La parte eléctrica me la
pone Armando Acuña. Y ya se remata con la decoración metálica.
En una de sus giras por Perú. Vaya caballero. Foto: Archivo particular |
-¿Cuántos
requintos puede tener?
-¡Uf!,
muchos, en diferentes épocas. No me he dado a la tarea de contarlos, pero creo
tener varias docenas.
-¿Siente hoy
nostalgia en esta época decembrina?
-No, sabes
que no… Es que se ha perdido mucho ese vínculo familiar de otros tiempos. Yo lo
vivo y lo disfruto por mi hija menor que todavía está pequeña, pero
generalmente estas fiestas me cogen actuando, aquí, o en otras ciudades y provincias.
Si no hay nada qué hacer, el Burro se acuesta temprano. Qué me voy a esperar ya
hasta media noche…
¿A qué horas
se levanta toda los días?
-A las cinco
de la mañana ya el Burro está en pie.
-¿A hacer
‘pipí’?
-¡No, hombre!,
yo hago ‘pipí’ una sola vez en la noche: a las 12, como un relojito, eso no me
falla.
¿Y qué se
pone a hacer a ls 5:00 am.?
-Saco mis
trastos toricidas y me pongo a entrenar toreo de salón.
-¿Le ayuda a
su mujer a hacer oficio?
-Cielo,
digna representante de la belleza monteriana, sólo me permite el ingreso a la
cocina los domingos.
De traje corto en un festival |
-¿Cielo es su
última mujer?
-Sí, con
ella me casé hace 11 años en Cereté. Fruto de ese amor es Noelia Lucía, mi
adoración.
-Y se puede
saber cuál es el secreto de su virilidad?
-Que el
Burro no trasnocha, el Burro come sano, el Burro no es borracho, de modo que me
mantengo intacto.
¿Consume
algún nutriente especial?
-El guiso de
icotea (tortuga de agua dulce), como lo prepara mi mujer, que ella lo sabe
acompañar de sopa de palmito y arroz con coco: ese es un manjar de dioses, y la
gran subienda es en Semana Santa.
¿De
sobremesa?
-Un vaso de
chicha de arroz con hielo picado. Y, de postre, un ‘mongo mongo’ de plátano
maduro como lo preparaba mi mamá.
-¿Y a hacer
la siesta en la hamaca?
-No me gusta
la hamaca porque pertenezco a la estirpe de costeños que le hacen el quite a la
pereza. Para el Burro la cama es donde protagonizo mis mejores faenas,
rebuzno y me duermo.
-¿Qué le
dice el médico cuando lo visita?
-Yo poco lo
visito porque no soy quejumbroso: Al Burro le gusta ser joven; no sapo pipón.
-¿Ha vuelto
a Cereté?
-Poco voy
últimamente desde que falleció mi padre. Ahora me la paso mucho en Bogotá, y
cada quince días me voy a una tierrita que tengo en Chipaque (Cundinamarca),
donde hasta hace unos años criaba toros de casta. La estoy vendiendo porque
quiero comprarme una buena casa en la capital. Ya me aburrí de vivir en
apartamento.
¿Cuántas
cirugías se ha mandado a hacer?
-Dos: una
planchadita de ‘pategallinas’, y una emparejada de orejas, porque el Burro las
tenía muy grandes.
-¿Sigue
botando la baba por Claudia de Colombia?
-Sabes que
no... Ahora prefiero el sancocho de mondongo y el chocolate con salchichón.
¿Qué tal de
la vista?
-A mis años,
veo más de lo que debería ver.
-¿A quién se
encomienda cuando sale de casa?
-A la Santa
y Milagrosa Virgen del Carmen.
-¿Y qué es
lo que más le pide?
-Salud, que
es lo que te da para todo.
No podíamos quedarnos sin la foto del recuerdo. Mil gracias, maestro |
-¿Qué hace
el Burro cuando se aburre?
-Me pongo
frente al televisor a poner videos de corridas de toros. O a leer algo. O a ordenar
y escuchar mi música.
-¿Qué le
falta por hacer?
- Me
encantaría escribir mis memorias.
-Qué pasó al
fin con ‘El torero cantor’, la película que hizo con Montecristo, Lucho
Ramírez, Alberto Osorio y Flor del Valle?
-Es la
primera película que se hizo a color en Colombia. Tengo pensado sacarla
nuevamente en vídeo y anunciarla como la cinta más mala que se haya hecho en la
cinematografía nacional, pero que lleva la firma de ‘El Burro Mocho’.
-¿Por dónde
se le sale la vanidad?
-Por mi
público, que me sigue y me ovaciona a donde quiera que voy, y ese cariño que me
tiene la gente, no tiene precio.
-¿Cuánto
hace que no baila?
“Como el
animal se acuesta muy temprano, eso del bailoteo en discotecas es cosa del
pasado. Bailo y gozo pero en mis espectáculos.
-¿Si
volviera a nacer haría lo mismo?
-Indudablemente.
Eso no tiene pérdida.
¿De qué se
arrepiente?
-De haber
hecho sufrir a mi mamá con los toros. Cuando sabía que iba a torear, mi mamá,
mi familia, me mandaban la policía a la plaza para que me detuviera.
-¿Qué
acostumbra guardar en su mesita de noche?
-Los
borradores de las canciones que preparo, y toda esa cacharrería que puede caber
en una mesita de noche.
¿Reza antes
de acostarse?
-Antes y
después de acostarme: La oración es infalible.
-¿A qué
horas clava cabeza el Burro?
-A las 10 de
la noche el Burro ya está listo para roncar.
-¿Algún
lugar para disfrutar de unas vacaciones de fin de año?
-Yo siempre
aconsejo Fontibón, que es más cerca, más barato, y hace el mismo sol.
-¡Gracias,
maestro!
-¡Hombre!,
gracias a ti, Ricardo. Qué maravilla como la hemos pasado. Pero no se te olvide
avisarle a mi mamá que estoy triunfando, que la quiero mucho, pero que me mande
pa’l pasaje.
Mix, Noel Petro, el Burro Mocho: http://bit.ly/1w5j7eZ
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